Otro año más

Otro año eurovisivo que toca a su fin y otra decepción con una pizca de indignación y de cabreo momentáneo que se disipan al día siguiente, parece que hasta a las penurias eurovisivas se acaba acostumbrando uno, y me dejan en un estado de semi apatía festivalera. Sería difícil dar con la razón única de […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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Otro año más

Otro año eurovisivo que toca a su fin y otra decepción con una pizca de indignación y de cabreo momentáneo que se disipan al día siguiente, parece que hasta a las penurias eurovisivas se acaba acostumbrando uno, y me dejan en un estado de semi apatía festivalera.
Sería difícil dar con la razón única de este descalabro sistemático no sólo de España sino de otros compañeros de fatigas del Big5 pero, evidentemente, es bastante revelador que sean justamente los países del Big5 los que acaben ocupando las últimas posiciones en la tabla. No creo que haya una antipatía al país en sí sino más bien a los privilegios que tenemos los países del Big5: pasar directamente a la final sin tener que batirse el cobre en una semifinal debe no ser del agrado de la mayoría de los ciudadanos europeos. Y es lógico, a nadie le gusta tener que pelear por una plaza en la Final y ver como 5 países se cuelan directamente en la final por vete a saber tú qué privilegios adquiridos. Tampoco ayuda el nombre con el que se nos conoce “Big 5”. ¿Por qué somos Big? ¿Quiere decir esto que los demás son menos “Big”?. Quizás conseguiríamos mitigar la antipatía que siempre y en todo lugar y momento histórico han despertado los privilegiados si en vez de “Big 5” se nos conociera por otro nombre (¿Padres Fundadores?, ¿Los Pioneros?, ¿Los últimos de Filipinas?).
Es curioso como entre los privilegiados, Italia, no parece gozar de la misma (mala) reputación y antipatía que el resto de sus “big” compañeros y más curioso aún cuando parece ser que a Italia el Festival ni fu ni fa por decirlo de manera suave: no hay más que ver la cara de “pos vale” de los representantes italianos cuando el público europeo les demuestra su amor (nada que ver con la cara del “al borde de un ataque de nervios” del amigo sueco). Creo, y podría equivocarme, que a Italia le daría un dolor si tuviera que organizar un Festival eurovisivo (una impresión que tengo).

Una de las cosas que más me molestan en el día siguiente eurovisivo es alguna de las razones que dan algunos seguidores eurovisivos patrios, en especial aquélla de: “es que no se lo toman en serio” (refieréndose a los “Elders”, ¿a qué suena menos antipático que el Big5?). Supongo que tomárselo o no en serio tiene que ver con la posición final: Portugal cuando ganó con Sobral se lo tomó en serio y este año no, cuando ganó Alemania con Lena, se lo tomó en serio y a partir de entonces perdió la seriedad. España lleva años sin tomárselo en serio, aunque el año de Pastora o de Ruth Lorenzo se lo tomó un pelín más en serio y si no los douze points si la guinda de la anti seriedad goes to UK!… No puede ser tan fácil la explicación y mucho menos cuando esta explicación parece indicar que “si no ganamos es porque no queremos” (que ya nos gustaría pero va a ser que no). 

Lo que, a mi entender, es evidente es que un país de “los pioneros” necesita mucha más suerte y conjunciones astrales favorables para conseguir que suene la flauta y su canción encandile a Europa. A menos que su canción se distinga del resto de una forma contundente no hay nada que rascar y a las pruebas me remito: ¿Cómo puede ser que España envíe a una parejita encantadora con una canción en plan ñoño y quede de las últimas y haga lo propio Eslovenia con una parejita menos encantadora y una canción más monótona y soporífera si cabe y acabe en 13 posición? Que no digo que una canción sea mejor, más bonita, más alegre, más espiritual o más conmovedora que la otra pero es que la fórmula es la misma y el resultado 10 puestos de diferencia y hablamos de años sucesivos. 

Otras de las confusiones que suele provocar una érronea calificación se relaciona con los jurados internaciones. Ya la propia palabra “jurados” nos lleva a pensar que estamos ante gente con juicio y si le sumamos la calificación de “expertos” detrás ya el delirio nos invade y nos imaginamos a musicólogos de renombre, virtuosos del violín y compositores de sinfonías sentenciando con sus sabias valoraciones las actuaciones eurovisivas… Quizás deberíamos recordar que jurados expertos en España han sido la mayoría de ex triunfitos y no creo que difiera mucho la composición de los jurados expertos allende nuestras fronteras. Con lo cual pretender que las valoraciones de dichos jurados tengan un peso, un razón de ser más allá de la que pudiéramos tener cualquiera de los “no tan expertos” se me antoja cuanto menos ingenuo.

Para acabar quiero recordar que pese a la dejadez pasada que se le quiera atribuir a España, no debemos olvidar que lo hemos intentado todo por salir del pozo en el que nos situan año tras año: hemos cantado en inglés, en medio inglés, canciones más movidas, menos movidas y nada movidas. Hemos llevado puestas en escena, ausencia de puesta en escena, intimismo y “exteriorismo”. Hemos intentado agradar a Europa y ahí, en mi opinión puede estar uno de los factores en los que TODOS fallamos: buscar una canción que guste a Europa, que sea “para Eurovisión”, que “pegue para Eurovisión”. Quizás deberíamos buscar primero una canción que nos guste y luego llevarla a Eurovisión. En mi opinión hay 2 factores que deberíamos desterrar: el primero muy concreto, desvincular OT de Eurovisión, ya llevamos dos sinsabores y no es plan de repetir y mucho menos de obligar a gente a acudir donde no quieren (que ya es desalentador pensar que chicos y chicas pseudo anónimos y con carreras artíticas por perfilar y que intentan “perseguir un sueño” y etc etc prefieran acabar dando el pregón en su pueblo natal o hacer una gira por Soria que ir a Eurovisión) y el segundo dejar de pensar en “lo que le gusta a Europa” porque ni lo sabemos (ni Europa lo sabe) ni lo vamos a averiguar. 

Pues eso es todo amigos. Ya veremos que nos trae el futuro y a la espera quedamos de que España consiga alguna vez hacer sonar la flauta.

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