LOS GRANDES BALADONES DE ESPAÑA EN EUROVISIÓN

Sí señor, este año volvemos a Eurovisión con una balada de aquellas de cortar la respiración, qué emoción y cuántos nervios. Quédate conmigo es una composición de corte ascendente que va in crescendo porque Pastora Soler sabe dar el tipo, tiene la coloratura de voz que exige una canción muy difícil de cantar. Estará acompañada de un […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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LOS GRANDES BALADONES DE ESPAÑA EN EUROVISIÓN

Sí señor, este año volvemos a Eurovisión con una balada de aquellas de cortar la respiración, qué emoción y cuántos nervios. Quédate conmigo es una composición de corte ascendente que va in crescendo porque Pastora Soler sabe dar el tipo, tiene la coloratura de voz que exige una canción muy difícil de cantar. Estará acompañada de un coro espectacular, exentos de coreografías baladís, menos mal. Con esa buena perspectiva nos vamos acercando a la Gran Final de Eurovisión el próximo 26 de mayo desde el Baku Crystall Hall.

Y por eso quiero hacer un somero repaso por aquellas baladas que nos han hecho grandes en Eurovisión. Sólo trataré cinco más nuestra representación de este año, aquellos que considero mejores y que también coincide con la crítica en sus años respectivos. Dejemos de lado el puesto conseguido en la gala, qué más da, lo importante es que fueron temas magistrales y eso a estas alturas ya nadie lo duda. No las detallaré por orden de preferencia, sino cronológicamente.

De los dos temas que Raphael llevó al Festival me quedo con uno, el de 1967, Hablemos del amor que en tándem a su autor fetiche, Manuel Alejandro, se convirtió en una joya inigualable. La parábola del destino les ha querido unir premeditadamente gracias a su último disco editado en 2012 bajo el título El reencuentro, no podía ser de otra forma. Según comenta el artista es una manera de cerrar el círculo iniciado hace casi cincuenta años a merced de un trabajo con doce temas inéditos.

Retomando el discurso, seguimos con la segunda aparición en Eurovisión. Tras quedar séptimo el año anterior en Luxemburgo con Yo soy aquel, Raphael quería llevarse el triunfo a casa con una melodía preciosa de una factura y ejecución impecable en Viena. Consiguió los mismos votos que en 1966, nueve puntos, pero se adelantó una plaza, al sexto lugar. Supo a poco, pero claro, ese año jugaba como gran favorita el tema más festivalero y simplón de la década, Marionetas en la cuerda de Sandie Shaw por el Reino Unido que se hizo una de las canciones más conocidas e históricas del Festival, todavía hoy recordada. Puppet on a string se comió a la misma intérprete y todo lo que hizo antes y después quedó ensombrecido por el pegadizo tema eurovisivo. Por su parte, nuestro Raphael ya no quiso volver jamás a Eurovisión, y eso que tuvo grandes propuestas. Dijo no, ya estaba bien cubierta su participación con dos de los mejores temas de nuestra delegación. Raphael llegó a ser también nuestro artista más internacional en los años siguientes. Eurovisión no le quitó, le dio una fama enorme, eso él jamás lo ha negado. Se le conoció en Europa y se hinchó de hacer galas por el Mundo. Nacía la estrella.

Pero tras Raphael vendrá otro de los grandes y que lo será tras su paso por el Festival. Con una inmensa, tierna y eficaz balada compuesta por el mismo artista, Julio Iglesias consiguió la cuarta posición en Amsterdam en 1970 gracias a Gwendoline. Es un tema de amor, dedicado a una antigua novia y de una delicadeza enorme puesta al servicio de una voz no muy potente, todo lo contrario de la de Raphael, pero sí muy efectiva gracias a ese toque quebradizo tan característico en forma de susurro, sin necesidad del grito. No hablamos de un tenor, ni de un barítono, pero sí de un hombre con una melodía enorme en su voz. Unido a eso, esa expresión de no haber roto un plato nunca, le hacía encantador.

Julio estaba muy nervioso, se notaba en la puesta en escena. Nada más salir, escoltado por el trío La, la, la al fondo del escenario sus pasos eran como de decir, qué sea lo que Dios quiera. Total, seguro en algún momento pasó por su mente cuando dos años antes le comentó a Massiel en Albert Hall que uno de sus deseos era representar a España en Eurovisión. Y como los sueños en algunos casos se cumplen, Julio lo hizo realidad. Era todavía muy joven aunque nada inexperto ya que en 1968 había ganado el Festival de Benidorm con La vida sigue igual. Con traje azul de impacto, como él comenta en alguna entrevista, “me vistieron de azulina” y sin bolsillos para no meterse las manos en ellos ante un posible ataque de pánico, y una bisoñez propia de su carácter humilde ante la escena, sin los divismos que vendrán en un futuro no muy lejano, conquistó también Europa. Aquí podemos decir que el coro estuvo espectacular, son pieza vital para adornar y engrandecer un tema, pero también para destrozarlo. En este caso ayudó y mucho a la ejecución del tema.

Julio Iglesias dejó un buen sabor de boca en los Países Bajos pero le ganó otra balada, Irlanda y Dana con su popular All Kinds of Everything. Fue el Festival más cortito de la década tras la espantá de los nórdicos y los portugueses ese año, en contra, como todos sabemos del sistema de votación que propiciaba posibles empates como pasó en Madrid el año anterior. De haber salido los nórdicos y los portugueses no sabemos qué pudo haber pasado en los votos, quizá hubiésemos quedado mejor o peor, teniendo en cuenta como se las gastan en Escandinavia con los temas españoles. Julio es uno de los mayores artistas que han pasado por la historia del Festival en unos años donde sí se apreciaba la plataforma que suponía el Evento, a parte de las continuas críticas de artistas y especialistas musicales que después se dedicaron a denostar el show como algo que les podía perjudicar. Nada más lejos de la realidad, todos lo sabemos al cabo de la calle.

Es tanto así, que una de las que años más tarde fue algo crítica con su paso por Eurovisión es Paloma San Basilio. A ella no le fue tan bien como a los anteriores con la gran balada de Juan Carlos Calderón, La fiesta terminó que sólo pudo quedar decimocuarta de diecinueve países en Göteborg en 1985, empatada a puntos con los turcos. Quizá, si el resultado hubiese sido el esperado por ella y la delegación española, incluso la crítica, que la daba como una de las favoritas, los comentarios posteriores por parte de la protagonista no hubiesen sido tan desangeladas. En una entrevista dijo, “que sí, que ella recordaba perfectamente que había estado en Eurovisión”, pero lo decía con ese tonillo un pelín resentido de que realmente con lo bien que cantó un tema absolutamente precioso no obtuvo lo deseado.

Ese año estuvo claro que no fue el año de las baladas, ya que otras como la de Portugal, Bélgica, Chipre, Francia o Grecia quedaron fatal en la tabla. Se optó por la chispa más efervescente de unos nórdicos que se votaron mucho entre ellos ocupando la primera plaza, Noruega y la tercera Suecia. En medio, Alemania con un himno total que era la favorita de la noche y quedó segunda, puesto habitual de este delegación en los ochenta. Con todo, Paloma estuvo espectacular en escena en cuanto a imagen y pose ante la cámara, pero quizá algo impostada en algún momento en cuanto a respiración sobre todo al principio de la canción. La fiesta terminó no era una perita en dulce y el peso del escenario pudo ser vital, aunque Paloma era muy, pero que muy veterana, le pudo hacer alguna mala los nervios contenidos ya que a la San Basilio la hemos visto mejor en otros directos, pero hay que remarcar que para nada merecía la plaza decimocuarta por debajo de temas inferiores y mediocres como Dinamarca, Luxemburgo o Suiza.

En 1991 nadie pensó que nos iban a arrebatar el triunfo con el magnético Sergio Dalma que fue sin lugar a ninguna duda la mejor representación española de los noventa y la mejor de ese año también. Era una tema hecho para ser un clásico, hubiese ido o no a Eurovisión. Ese año Televisión Española estuvo entre el tema de Sergio Dalma, Bailar pegados y la propuesta de Serafín Zubiri, Polvo de estrellas. Se decidió llevar al artista catalán nacido en Sabadell, que dos años antes había tenido un gran éxito con el tema que le hizo debutar ante el gran público, Esa chica es mía.

Sergio enloqueció a la prensa, a la crítica y al público, pero le fallaron algunos países, entre ellos el que parecía que le iba a dar el doce, Italia. No se entiende, o sí, quizá esa faceta tan italo latina la preferían para uno de ellos, no para la representación española. Competencias, las justas, pensarían. Recordemos que los italianos salían con un ídolo en su país años atrás, un cantante referencia y mito en Italia en los setenta, Peppino di Capri.

En general, esa edición fue una delicia gracias a temas como el de Portugal, con una recién llegada los escenarios, Dulce Pontes y otros maravillosos como el de Francia, Grecia, Chipre, Suiza o Israel. El premio se le llevaron los nórdicos con una exultante Carola, representante de Suecia, gracias de nuevo al voto masivo nórdico, que hasta hizo que empatase con Amina por Francia. El final de la historia lo sabemos y no vale la pena remarcarlo, está ya muy machacado. Sólo decir que ese año sí nos llevamos un tremendo chasco, de ser primeros al principio de los votos, el cuarto puesto supo a muy poco, aunque significase el estrellato de Dalma a nivel internacional. Y no sé porqué ese año me está recordando a este, por aquello de que Suecia, teniendo en cuenta las apuestas nos puede arrebatar también este año la victoria de nuevo. Pero también sabemos que el número de Pastora será brillante como fue el de Sergio y ella se dará a conocer aún más en el Mundo, fuera del área latina. Y estoy segura de que todos ya firmamos por ese cuarto puesto del catalán en 1991.



No me gusta conformarme con no poder ganar, pero por lo menos estamos en una línea muy buena y quién sabe, veremos en Bakú el resultado final, porque lo demás es hacer historia ficción, esa que por otro lado también nos gusta tanto a los seguidores de Eurovisión. Y si Dalma sí estaba entre los favoritos, con Anabel Conde y el tema Vuelve conmigo, nadie apostaba a priori, principalmente porque nadie sabíamos como esta mujer cantaba en directo. Eso se vio la semana de los ensayos en Dublín. De estar en los puestos de cola en las apuestas, fue subiendo hasta convertirse en la máxima favorita para la victoria en un Festival muy, pero que muy difícil ese año. La competencia para la de Fuengirola era enorme con geniales cantantes como Arzu Ece por Turquía, Aud Wilken por Dinamarca, Jan Johansen por Suecia, Darja Svajger por Eslovenia, Liora por Israel o Magazin y Lidija por Croacia. Todos grandes voces, con temas lentos y acompasados, estupendas baladas y canciones en forma de himno que no pudieron con las notas de un violín, que fue quien ganó por Noruega.

De nuevo los nórdicos nos chafan la guitarra, qué rabia y ese año más si cabe, ya que con la estudiada y premeditada melodía de un violín cautivador y una composición preciosa, propia de una banda sonora de altos vuelos era casi imposible competir. Y la diferencia en votos se notó entre el primero y el segundo, Noruega 148 frente a España 119. Sí señores, segundo lugar, aunque en ningún momento de la votación estuvimos primeros. Sobresaliente y enorme Anabel y su coro de lujo con una magnífica canción del gran compositor Chema Purón. Elegancia, menos es más, no querer aparentar nada y salir a hacerlo bien, tal y como requería la canción. Voz, coro y melodía ascendente, tal y cómo vemos este año a Pastora Soler. Esas fórmulas son síntoma de éxito si se hace bien, pero también corren el peligro de que los nervios estropeen canciones que son de una dificultad extrema. No cabe duda, que los temas de Anabel y Pastora no podrían ser cantados nada más que por voces privilegiadas como es el caso.

Con todo el tema de Pastora no es como el de Anabel. Pero la idea y la perspectiva puede ser la misma con Quédate conmigo. Todo está en buscar la sobriedad en un escenario ya demasiado acostumbrado a ir al tuntún sin pararse en lo esencial que es la música y la buena melodía. Se debe volver a los orígenes, a la calidad vocal, ya la tenemos, a no llevar coreografías absurdas, ya lo tenemos y lo hemos desechado por fin este año, a un coro de lujo y grandes profesionales, gracias a Dios también lo tenemos, a una composición donde la energía vocal es primordial, también lo tenemos. Sólo nos falta una orquesta que tan bien se acopla a las baladas, pero eso ya no puede ser, lástima, a Pastora la hubiese hecho aún más grande como hizo a los demás temas relatados.

Ahora necesitamos los votos y que no nos la jueguen con filias de esas que ya nos hartan debido a la barbaridad que supone el televoto. El tema de otros grandes compositores como fueron los de Purón, Alejandro y Calderón. Hablo de Tony Sánchez Olhsson y Thomas G:sson que han creado una magnífica canción. Quédate conmigo tiene una factura impecable para llevarse la victoria, y me duele la boca de decirlo en varios foros. Pero ay queridos, Eurovisión sigue siendo un show complicado, lo era antes y lo es ahora. Debe haber una sincronía entre el instante justo en que la estrella baje del cielo para que las musas adornen a la artista en el momento de la ejecución de la canción, tal y como pasó con Massiel en 1968 y Salomé en 1969, que ganaron porque salían chispas en el escenario, electrizantes a parte de la canción. La mirada a cámara, la convicción es tan importante como la voz. Ahora jugamos con el televoto, que cambia mucho las cosas, aunque el filtro de los jurados internacionales hacen que por lo menos también se valore la música y la genialidad a parte de las que más simpáticas caigan en un momento sin tener en cuenta la calidad vocal y musical, algo que por desgracia ha pasado en muchas ocasiones que no me da la gana enumerar, porque me crispo y no es el momento.

Sobre los demás temas de este año de momento no me pronuncio, porque pienso hacer una columna en que valore todas las canciones en general para Bakú. Sólo anticipo que será tan sólo una opinión, como lo es esta sobre aquellas canciones baladas de España que a mí me parecen sobresalientes. Desde luego que no olvido otros grandes temas como Nina en 1989 y Marcos Llunas en 1997, tremendas interpretaciones que también merecieron la victoria porque mejor no se podía cantar. Y ahora también espero vuestra opinión, queridos amigos.

Reyes del Amor para eurovision-spain.com, abril de 2012

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