Sobre el Orgullo y Eurovisión: Una historia que va por nosotrxs
Si algo define al colectivo eurofán es la diversidad, en el sentido más amplio de la palabra, pero muchos podemos proceder de algún lugar común. Esos niños y niñas que antes de internet éramos las ovejas rosas de la familia o los raritos de la clase, los que unas veces protagonizábamos los chistes de mariquitas y los que otras éramos la diana de las frustraciones ajenas, o los que simplemente nos invisibilizábamos para no llamar la atención. Muchos de nosotros, y todos sin saberlo, compartíamos las mismas vías de escape, la cultura, la música, la televisión, y un formato que lo tiene todo, Eurovisión.
Cuántos de vosotros habéis sido fans de divas como Madonna, Spice Girls o Lady Gaga o, tirando para lo nuestro, de Rocío Jurado, Alaska o Mónica Naranjo, sin olvidar, por supuesto, a nuestras folclóricas de pro. A cuántos os encanta hablar de programas y series de televisión de antaño, recordáis el orden de expulsión de Operación Triunfo de Geno Machado a Rosa de España, el nombre de todas las oquettes y no os perdíais cada semana Aplauso. Cuántos habéis leído a escondidas la Súper Pop, la Bravo y, las más atrevidas, la Vale. Y cuántos conserváis como oro en paño algún número de la Zero. Eurovisión, como cualquiera de estos ejemplos, era un espacio seguro para nosotros, un lugar en el que podíamos emocionarnos como no lo hacíamos con otras competiciones, en el que se mezclaban muchas de nuestras pasiones que no podíamos vivir públicamente, y una ventana abierta al mundo más allá de nuestras realidades. Quizá algunos tengáis recuerdos de verlo en familia, a pesar de que los hombres de la casa protestaran por querer ver el fútbol, o incluso lo grabarais en VHS o cinta obligando a todos a no decir ni mu.
Siempre me ha llamado la atención como este colectivo, tanto el LGTBIQ como el eurofán, tiene la capacidad de acoger a lo más repudiado, cuidarlo y devolverlo a sus años dorados. Y también siempre me llama la atención cómo ambos siempre tenemos que justificarnos de una u otra forma. Si nos gusta lo que le gusta a la mayoría heterosexual, si tenemos los gustos típicos y tópicos de la mayoría de homosexuales y, por supuesto, cada vez que tenemos que escuchar de un cuñado o de un mascxmasc “esto es de todos, no sólo de gays”. El festival, sí, es de todos, pero porque cualquiera que haya tenido la suerte de vivirlo en directo sabrá que allí no importa quien eres, como eres y de donde vienes, y todas nuestras diferencias que nos hacen únicos son bienvenidas.
El origen de Eurovisión se encuentra en el Festival del Atlántico Norte, sí, un certamen a imagen y semejanza de Sanremo para unir a toda la Europa de posguerra diseñado por la OTAN. Y aquí derribamos no uno, sino dos mitos. Eurovisión NO es política, al menos no como la entienden los ministros de barra de bar, y Eurovisión SÍ es política, porque todo es política, desde que nos despertamos hasta que nos acostamos. Publicar esto, hoy, aquí, es política. A través de Eurovisión hemos vivido muchos de los acontecimientos que han marcado el S.XX: el fin de las dictaduras europeas, la caída del muro de Berlín, el acercamiento a occidente de los países del este, la Guerra de los Balcanes, las crisis económicas, ya en plural, o sin ir más lejos la Guerra de Ucrania. Y, por supuesto, la conquista de derechos y libertades del colectivo LGTBIQ.
Me resulta curioso como, por ejemplo, en el último año, mucha gente se empeña en defender que en Eurovisión no debería haber canciones políticas, pero: ¿Qué es una canción política? ¿Quién marca la línea entre lo político y lo no político? ¿Realmente pensamos que la música tiene que estar vacía de mensajes? Todos esos momentos históricos que anteriormente he citado han tenido cabida en el festival y han ayudado a escribir su propia historia, aunque algunos no vean o no quieran ver más allá del Tiki tiki, taka taka, siendo yo soy el primero que disfruta de un buen petardeo y mamarrachismo, pero siendo también el primero que defiendo la pluralidad y la libertad.
Y, fiel reflejo de la historia, el colectivo también salió del armario en Eurovisión. La primera actuación que incluyó referencias explícitas LGTBI fue la directora de orquesta del Reino Unido en 1962, la trans Angela Morley; y los coristas del noruego Ketil Stokkan en 1986, las drag The Great Garlic Girls; pero el primer papel protagonista tuvo que esperar hasta 1998 con la ganadora israelí Dana International. Las y los trans SIEMPRE por delante, no nos olvidemos. Hasta finales de los 90 no tuvimos canciones o actuaciones de temática gay, pero si varios cantantes con historias comunes de la época.
Una de las dos primeras representantes francesas en el primer festival de 1956, Dany Dauberson, es un icono lésbico que vivía de manera más o menos abierta su homosexualidad. Su pareja murió en un accidente de tráfico que sufrieron juntas en 1967 y ella le sobreviviría hasta 1979 cuando fallecería de cáncer.
Y el primer eurovisivo del que tenemos constancia de su homosexualidad pública es el abanderado neerlandés en 1968, Robbie Tober, que en 1970 respondió afirmativamente a la incómoda pregunta de un periodista. Su discográfica le tenía prohibido hablar de las 3K, que traducidas al castellano serían “coño, capital e iglesia”. El representante suizo en 1973, Patrick Juvet, contó en sus memorias de 2005 su bisexualidad y, nuevamente, la presión de la industria musical le sumió en una espiral de autodestrucción. Su canción festivalera hablaba irónicamente de que “se iba a casar, ¡yupi! y tenía que dejar a sus ‘amigas y amigos'”.
Y la candidata portuguesa de 1992, Dina, regentaba el bar lésbico de Lisboa, Memorial. O el islandés de 1997, Paul Oskar, cuya “orgía” sobre el escenario terminó en el puesto 20. Curiosamente, ese año se estrenó el televoto de prueba en Alemania, Austria, Reino Unido, Suecia y Suiza, y el público de estos países lo hubiera elevado al top 10, siendo considerado uno de los resultados más injustos del festival y probablemente anticipado a su época.
Más allá de estos y otros artistas, no hay canciones que hablaran expresamente de nosotros, salvo una honrosa excepción, la ganadora de 1961, “Nosotros, los amantes”. Interpretada por el galán francés Jean Claude Pascal, pero representando a Luxemburgo, hablaba de la relación de dos hombres. Decía “Es cierto. los imbéciles y los malvados nos hacen daño, nos juegan malas pasadas, sin embargo nada es más evidente que el amor”. “Nosotros, los amantes, nada podemos contra ellos, ellos son mil, y nosotros somos dos, los amantes”. “Pero la hora va a llegar de las noches menos difíciles y podré amarte sin que se comente en el pueblo. Es promesa, está escrito”. Bien es cierto que la letra jugaba a la ambigüedad, pues no mencionaba el género de los protagonistas, y el trasfondo pasó inadvertido para la sociedad de la época. Jean-Claude también era homosexual y la industria le hizo vivir otra vida atormentada y castigada por la soledad y el alcohol.
Y, en 1998, llegamos a Dana International, cuya elección interna por parte de la televisión pública en el 50º aniversario de la fundación del “estado” sentó como un tiro a los judíos ultraortodoxos que la identificaron con el diablo, la amenazaron de muerte e intentaron por todos los medios que no representara a Israel en Eurovisión. Muy a su pesar, solo consiguieron que su candidatura partiera con más expectación que las demás. Diva marcó el punto de inflexión de la popularidad musical del festival que venía muy tocada desde principios de los 80 y durante todos los 90.
En 2001, Países Bajos fue el primer país en legalizar el matrimonio homosexual, y casualidades de la vida, Michelle, públicamente lesbiana, fue su representante eurovisiva. Y en 2002, el año de Rosa en Tallín, las drags eslovenas Sestre, vestidas de azafatas de vuelo, protagonizaron una divertidísima actuación que en su país fue todo un escándalo. El trío tuvo la máxima puntuación de dos jurados, uno de la televisión pública y uno independiente, pero fue ¡sexto! del televoto, ganando por un único punto a la favoritísima del público, Karmen Stavec. En todas partes cuecen habas. La movida acabó con mobiliario roto, manifestaciones en las calles y el Parlamento Esloveno debatiendo si se les retiraba su derecho a representar al país en el festival, y más allá, porque el Parlamento Europeo no vio con buenos ojos los mensajes anti LGTBIQ que se lanzaban en plenas negociaciones para integrarse en la Unión Europea. La canción goza hoy en día de categoría de himno popular y se canta en todo tipo de fiestas para todo tipo de públicos.
Poco a poco, la evolución del colectivo se iba reflejando en el festival, aumentando el número de representantes abiertamente homosexuales o actuaciones más explicitas. En 2004, el danés Tomas Thordarson contaba que su hijo adoptivo había elegido la canción con la que participaría en la preselección, y el bosnio Deen revolucionaba a su país con sus maneras. Y en 2007 se rompió la baraja. La serbia Marija Serifovic y sus coristas, las Beauty Queens, realizaron una soberbia actuación con la que se alzaron con el triunfo en Eurovisión. Esta era la primera participación de Serbia en solitario, después de la guerra de los Balcanes y la independencia de Montenegro, y su victoria se celebró por todo lo alto en uno de los países más conservadores y reaccionarios de Europa, donde el pasado 2022 hubo tantísimos problemas por el EuroPride, con el gobierno y la iglesia ortodoxa en contra. En 2007 se tuvieron que tragar la oración. Marija, sin embargo, también tuvo que fingir durante una época, al más puro estilo Chelo García Cortés y José Manuel Parada, vendiendo a los medios una relación con el representante montenegrino de 2017, Slavko Kalezic, sí, el de la trenza voladora, otro hito eurovisivo. Y la subcampeona de ese año, la icónica Verka Serduchka, que provocó que los ultras ucranianos echaran espumarajos por la boca, mientras que ahora todos han hecho suyo eso de “Russia Goodbye”. Ese mismo 2007 tuvimos otra drag por Dinamarca, DQ, y por Austria a Eric Papilaya con una canción que a su vez era el himno del Life Ball contra el Sida.
Durante los últimos años ha aumentado notablemente la visibilidad, pudiendo destacar a la finlandesa Krista Siegfrids, cuya boda lésbica sobre el escenario provocó la ira de chinos y turcos; su paisana Saara Aalto que reside temporalmente en España con su pareja; la autora portuguesa Isaura que en estos momentos se encuentra luchando contra un cáncer de mama; el italiano Mahmood y el francés Bilal Hassani, ambos de origen musulmán; el alemán Jendrik y su mensaje antibulling; el rumano WRS que recibió un aluvión de críticas destructivas por su pluma y, en su actuación, rectificó añadiendo más y más pluma; las islandesas Systur que pasearon la bandera trans por toda la alfombra roja de Turín, al igual que el italiano Marco Mengoni en el desfile de banderas de Liverpool; o el belga Gustaph que rindió el mejor de los homenajes a todas las reinonas. Y, por supuesto, la ganadora en 2014, la austríaca Conchita Wurst, que combatió los mismos mensajes de odio que sufrió Dana International con un mensaje de amor, tolerancia y respeto. Y una pedazo de actuación.
TVE, por supuesto, nunca ha llevado a Eurovisión ningún mensaje LGTBIQ, ni político, ni nada que se le parezca. Lo más provocador que hemos cantado en el festival fue el tango Él, de Lucía, en el Reino Unido, en plena Guerra de las Malvinas, si bien su elección se había anunciado dos meses antes de que el conflicto estallara. Siempre tendremos la pena de no haber disfrutado en Belgrado 2008 de La revolución sexual, pero nada se pudo hacer frente a una de las corruptelas más sonrojantes de nuestra televisión pública, pero a nadie le importó mientras bailaban el chiki chiki con las bragas en la mano.
Echando la vista atrás, con todos estos ejemplos, parece mentira que como sociedad hayamos avanzado tanto en apenas 20 años, pero todas esas conquistas hay que cuidarlas, día a día, porque como estamos observando, tan pronto vienen como se van. Quien iba a pensar en 2003, cuando la situación se empezaba a normalizar, que en 2023 involucionaríamos hasta límites insospechados, pues hoy en día, y como siempre con un ejemplo eurovisivo, sería imposible imaginar a dos lesbianas representando a Rusia en Eurovisión.
Conversación
Vaya artículo !! Una pasada de chulo ,emotivo ,y documentado !! Me siento plenamente identificado con el primer párrafo.
¿Alguien me puede decir cómo se lee nosotrxs?. Pregunta seria. Si voy leyendo en alto de alguna manera estará estipulado cómo hacerlo, creo yo.