YA QUE HABLAMOS DE RETIRADAS: AZERBAIYÁN, ¿A QUÉ ESPERAS?

En plena “resaca” tras conocer las retiradas en 2013 de Polonia y Portugal, muchos eurofans seguimos con las banderas a media asta por la siempre triste noticia de que un país, sea cual sea, se ausente de una o varias ediciones de nuestro festival favorito. Aunque, pensándolo bien, ¿sea cual sea? Que me disculpen los […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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YA QUE HABLAMOS DE RETIRADAS: AZERBAIYÁN, ¿A QUÉ ESPERAS?

En plena “resaca” tras conocer las retiradas en 2013 de Polonia y Portugal, muchos eurofans seguimos con las banderas a media asta por la siempre triste noticia de que un país, sea cual sea, se ausente de una o varias ediciones de nuestro festival favorito.

Aunque, pensándolo bien, ¿sea cual sea? Que me disculpen los menos pendencieros si estoy poniendo un dedo en alguna llaga, pero ya que hablamos de retiradas, permitidme dar rienda suelta a una serie de pensamientos que comenzaron a gestarse desde incluso antes de la victoria de Azerbaiyán en Eurovisión 2011, incluso antes de saber que el país más exhibicionista de Eurasia se había salido con la suya y había conseguido los derechos para organizar en suelo patrio un festival que atraería las miradas de 120 millones de espectadores hacia su idolatrada “tierra del fuego”. 

Como todos sabemos, Azerbaiyán ha sido el último país en debutar en Eurovisión, en la edición de Belgrado. Literalmente es el último mono de la gran familia eurovisiva, y sin embargo ya ha tenido tiempo de montar numeritos para aburrir, numeritos que se pegan de bofetadas con el espíritu conciliador y de buen juego que debería regir en el festival favorito de Europa. Razones más que de sobra para que quien escribe estas líneas espere con ansia el momento en que Azerbaiyán muestre un mínimo de dignidad y se decida a seguir los pasos de Polonia y Portugal. Ay, soñar es gratis… 

Todos sabemos que ese momento no va a llegar nunca. Azerbaiyán, un país con muy poca consideración hacia los derechos humanos y con un gobierno claramente autoritario, censor y opresivo, siempre se ha tomado Eurovisión como un asunto de estado, por sus innegables posibilidades como escaparate publicitario muy favorable y restringido de cara a un continente vecino que apenas sí puede situar la “Tierra del Fuego” en un mapa. Azerbaiyán no va a renunciar a eso, y menos después de haberse vendido a golpe de postal entre canción y canción como “tierra de tolerancia”, “tierra de buena comida” y demás mandingas varias durante la edición de Bakú. No, no renunciarán motu proprio. Lo que ya no soy capaz de explicarme es por qué la UER sigue permitiendo a un país como Azerbaiyán permitir en Eurovisión violando sistemáticamente las reglas del juego. Es ahí donde radica el quid de la cuestión. 

¿Que por qué debería la UER darle una patada en el Karabakh a “The Land of Fire”? Touché, comprendo que el amor incondicional a la gran nadadora Safura, pseudo-diva de ventilador donde las haya, o a la petardada de AySel y Arash, o a los grandes talentos vocales que ganaron porque Turquía no se clasificó en 2011, puede haber borrado de ciertas memorias el juego sucio que lleva ejerciendo Azerbaiyán a lo largo de su corta trayectoria eurovisiva. Dejadme que os refresque la memoria.

Me resultaría difícil de creer que nadie que se haga llamar eurofan haya olvidado el escándalo de 2009, cuando la televisión pública azerí Ictimai emprendió una serie de acciones completamente fuera de lugar contra la delegación de Armenia, como distorsionar la señal de TV durante la actuación de Inga & Anush o borrar el número para votar por Armenia durante el video resumen (un acto tan de mala fe como inútil e infantil, puesto que cualquiera que siga el festival durante dos minutos seguidos entiende que el número de teléfono es el mismo para todas las candidaturas y sólo cambian los dígitos finales, que se corresponden con la posición de salida). Pese a ello, como recordaréis, 43 azeríes votaron por Armenia, y a los pocos días se vieron desfilando los pasillos del Ministerio de Seguridad Nacional azerí, que les “interrogó” por suponer una “potencial amenaza nacional” por el simple hecho de haber votado a la canción del enemigo (una canción, dicho sea de paso, mucho más propia, auténtica y pertinente que la patochada de “Always”, comprada a los suecos a golpe de petrodólar). Semejante vulneración del derecho a la privacidad no tiene parangón en los 58 años de historia del festival, y en cualquier país con dos dedos de constitución se entendería como una patada a los derechos humanos. La televisión Ictimai tuvo la suficiente habilidad como para desmarcarse de esa actitud del gobierno y la UER se lavó las manos del asunto imponiéndole al canal azerí una mísera multa de 2.700 euros. Un castigo ejemplar, vaya, para un país que se puede permitir gastar un millón de euros en promover a sus candidatos hasta límites cansinos, como ocurrió con la petarda de Safura en 2010.

Por mucho menos que eso, recordad, Líbano fue expulsado del festival de Eurovisión en 2005 durante 3 años, y hasta hoy no ha vuelto. El hecho de que la UER actue con un doble rasero tan evidente respecto de uno u otro país me resulta inexplicable a menos que haya mucha mierda y mucho petrodólar involucrado, como es más que posible.

Pero las tropelías de Azerbaiyán en Eurovisión no terminan en 2009, ni muchísimo menos. Incluso en la edición Junior del festival, en la que Azerbaiyán no ha estado presente hasta este año pero sí ha venido retransmitiendo, la “Tierra del Fuego” se las ha apañado para jugar sucio. En 2010, en el momento en que quedó matemáticamente claro que el armenio Vladimir Arzumanyan había ganado, Ictimai interrumpió de inmediato la emisión del programa. Todo un ejemplo de deportividad que también salió impune ante la pasividad de la UER. 

Por fin llegamos a 2012, año en que Azerbaiyán vio cumplida su ambición de organizar el festival de Eurovisión tras la victoria poco convincente de Ell/Nikki en Düsseldorf y convertirlo en un escaparate muy favorecedor de Azerbaiyán. Nadie puede negar que, posiblemente, Eurovisión 2012 haya sido la edición más politizada del festival, desde apenas unos días tras la victoria de Ell/Nikki, cuando Mehriban Aliyeva, primera dama del país, fue nombrada presidenta del comité de organización de Bakú 2012, que incluía otras figuras muy vinculadas con el gobierno autoritario de Ilham Aliyev. ¿Y dónde estaba la UER, esa misma UER que pone como norma la ausencia de contenidos políticos en la letra de las canciones y que no tuvo reparos contra Georgia a ese respecto en 2009? 404, not found.

Puestos a hacernos preguntas, ¿dónde estaba la UER que valoró trasladar el festival de Belgrado a otra ciudad en 2008 tras la independencia de Kosovo cuando salieron a la luz las evacuaciones forzosas y la represión a los periodistas durante la construcción del nuevo y flamante Baku Crystal Hall? Silencio absoluto. ¿Dónde se escondía el anodino Jon Ola Sand cuando comenzaron a bullir las amenazas terroristas contra homosexuales desde Azerbaiyán e Irán, que culminaron “simplemente” (aunque por suerte) en el hacking de diversas páginas web sobre Eurovisión? Muy ocupado, sin duda. Quizás hasta algo pringado de negro petrodólar, porque no veo más explicación. 

Dejando a un lado el aspecto de las normas, por las cuales se ve que Azerbaiyán tiene tanto respeto como por los inquilinos de los edificios demolidos durante la construcción del Crystal Hall, Azerbaiyán viene tocándonos los Karabakhs desde incluso antes de debutar en Eurovisión. En 2007, cuando todavía no participaba, Ictimai elevó una infundada queja a la UER porque el representante armenio André había nacido en la disputada región de Nagorno-Karabakh, de iure parte de Azerbaiyán. Algunas fuentes hablan de que, en 2009, el gobierno azerí desembolsó una buena pasta en fletar autobuses a ambos lados de la frontera entre Lituania y Bielorrusia y pagar a estudiantes para cruzar la frontera varias veces y poder votar en más ocasiones por Azerbaiyán, que en la Final recibió 5 puntos de Lituania y 10 de Bielorrusia. Algunos rumores no confirmados a los que quien escribe estas líneas no tiene mayor dificultad en creer hablan de un turbio negocio de compra de votos en países pequeños como Malta o Chipre, que explicarían la alta puntuación que estos dos países otorgan sistemáticamente a Azerbaiyán. La final nacional azerí, el Milli Seçim Turu, es un camelo intragable y amañado de principio a fin, en el que se elige a los cantantes más por el look que por la voz (no hay más que echar un vistazo a las bases del concurso, en las que se exigen tres fotos en diferentes poses para poder participar) y para elegir la canción los señores de Ictimai se van de compras a Suecia. 

Y así sucesivamente. Lo más curioso de todo es que, a pesar de no haber cantado ni una sóla línea en azerí desde que debutaron, los azeríes se dicen muy orgullosos de su cultura y de su “tierra del fuego”. Sí, si se ve, se os ve a la legua. Viva Azerbaiyán, pero las canciones se las compráis a Suecia y todo el ostentoso escenario y la producción del festival de 2012 se los comprásteis a buen precio a Alemania. A nivel gráfico y visual, el cacareadísimo Festival de Eurovisión 2012 ha resultado una copia peor hecha del de Düsseldorf que los fatuos anfitriones azeríes han voceado como suya al compás de esas infumables y autobombásticas postales en las que nos trataban de vender Azerbaiyán como el país de las maravillas. De un país que ni siquiera fue capaz de ondear su propia bandera tras la victoria en 2011, cuando Ell/Nikki salieron a cantar el reprise con la bandera de Turquía en ristre, no hay mucho más que creerse. Lógico, por otra parte; es en parte gracias a que Turquía pinchó en su semifinal que Azerbaiyán se llevó un buen número de votos de rebote de la diáspora turca, sus queridos “hermanos de sangre”. 

En tiempo de retiradas voluntarias, de crisis y de, tal como lo vende a bombo y platillo la SVT, “volver a los orígenes”, sería todo un detalle por parte de la UER empezar a tomar cartas en el asunto y no dar a parásitos eurovisivos como Azerbaiyán la oportunidad de vender una imagen retocada y calculada al milímetro ante millones de espectadores. Ya que hablamos de retiradas: Azerbaiyán, ¿a qué esperas? 

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