QUERIDOS TRIUNFITOS

Queridos triunfitos,  Esta carta no llegará a vosotros, al menos no a tiempo, antes de que conozcáis y conozcamos las canciones con las que optaréis a representar a España en Eurovisión, o antes de que incluso os convirtáis en nuestros abanderados en Lisboa, pero me gustaría deciros muchas cosas que, quizá, sí lleguen a vuestros superiores, […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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QUERIDOS TRIUNFITOS

Queridos triunfitos, 

Esta carta no llegará a vosotros, al menos no a tiempo, antes de que conozcáis y conozcamos las canciones con las que optaréis a representar a España en Eurovisión, o antes de que incluso os convirtáis en nuestros abanderados en Lisboa, pero me gustaría deciros muchas cosas que, quizá, sí lleguen a vuestros superiores, y os las puedan transmitir de algún modo. 

Desde el primer momento en el que se vinculó Operación Triunfo y Eurovisión hemos visto y escuchado vuestros miedos y dudas, y eso en el mejor de los casos, ante una llamativa indiferencia general. No os voy a culpar, sois muy jóvenes, estáis en un momento inmejorable y no tenéis la culpa del maltrato que TVE ha dado en los últimos tiempos al festival. Sin embargo, tenéis ante vosotros la oportunidad de vuestras vidas, de vuestra carrera. 

Por supuesto que no todos los artistas tienen que querer ir a Eurovisión, a una competición, pero sorprende el hecho de que sí hayáis entrado en la academia más famosa de la televisión, expuestos, vigilados y examinados las 24 horas durante exactamente 106 días, y tengáis reparos en ir al festival. Todos los motivos y objetivos que os hayan llevado a entrar en un concurso son exactamente los mismos que os esperan en el otro, lo bueno, y lo no tan bueno. Si ahora os estáis sacando un título, tenéis la posibilidad de ir a por el máster. 

Una oportunidad de oro de seguir aprendiendo y mostrando, ahora al mundo, quienes sois y lo que podéis hacer. La mejor plataforma para promocionaros durante, mínimo, otros tres meses y medio. Y, algo fundamental para un artista, la oportunidad de hacer contactos con otros cantantes y músicos, compositores, productores y gente de la industria musical y televisiva. Una experiencia que os engrandecerá como profesionales y también como personas que, como todo, hay que saber interpretar, digerir y utilizar. 

Hasta aquí he repetido varias veces una palabra: Oportunidad. Esa que hasta la fecha solo han tenido 57 españoles en 57 años. De vosotros 16, solo cinco llegaréis ante ella, y solo uno podrá disfrutarla. En este momento os quieren muchas personas, os siguen en directo, os defienden a capa y espada en redes, han comprado vuestros discos, han ido a las firmas, irán a los conciertos, os llegarán las primeras ofertas y promesas, también los primeros bolos, os pararán, besarán y aplaudirán por la calle, y todo mientras los focos empezarán a virar y a apuntar a otra dirección hasta que se terminen apagando, porque no perdamos de vista de que vosotros sois parte del éxito, pero en definitiva, éste no es vuestro sino del programa.

Uno, dos o tres de vosotros probablemente tenga una carrera discográfica sólida, alguno quizá en primera fila, y otro puñado tendrá trabajos relacionados con la música, pero la mayoría volverá a sus estudios, a sus empleos y a su cotidianidad, bien porque no les han dado o no saben buscar su oportunidad, porque deciden emprender otro camino o, sencillamente, porque no han nacido para esto, y todo ello antes de que conozcamos a la nueva Generación OT o a vuestro sucesor en Eurovisión. Ni un año de reinado.

El éxito y la fama no conlleva la felicidad artística ni personal, quizá un cantante que canta en un bar o un músico que se gana la vida en el metro pueda sentirse más feliz y realizado que el ídolo o superventas de turno, pero también se sobrentiende que si os habéis presentado a una “operación triunfo” es para ser reconocidos, vender discos y hacer giras a un determinado nivel. 

Os aseguro que también alguno de vosotros, de los que menos interés ha mostrado en el certamen, dentro de muy poco irá mendigando entrevistas a medios eurovisivos, y tampoco tenemos nada que reprochar, todo el mundo puede cambiar de opinión y merecer una segunda oportunidad, pero ni todo es tan bonito como parece dentro de La Academia, ni el festival debería ser usado como tabla de salvación y mucho menos como premio de consolación.

A lo largo de estos tres meses hemos conocido vuestra admiración por cantantes como Pastora Soler o Salvador Sobral, vuestro gusto por canciones como Eres tú o Rise like a phoenix, y os han visitado artistas como Sergio Dalma, Nina, Rosa, Beth, Ruth Lorenzo, Barei, Soraya Arnelas o Manel Navarro, y ciertamente sorprende que no os estéis peleando por hacer mucho de lo hecho por ellos.

Poco o nada podemos añadir de Sergio Dalma, mientras que de Nina podemos recordar que pasó de ser azafata en Un, Dos, Tres a convertirse en una de las actrices más respetadas del país con Eurovisión y Operación Triunfo de por medio. Rosa y Beth, y también Ramón, trasladaron el éxito de OT a Europa. Soraya no lo consiguió numéricamente, pero aprovechó el festival para internacionalizar una carrera de la que pocos españoles pueden presumir.

A Pastora Soler la conocíamos todos, pero la inmensa mayoría la descubrimos artísticamente gracias a Eurovisión. A Ruth Lorenzo, en España, no la conocía casi nadie y comenzó un carrera que llevaba seis años tratando de arrancar paralelamente al certamen. Y cuántos cantantes pueden hacer todo lo que han hecho Barei y Manel Navarro en los dos últimos años.  

Eurovisión no hunde carreras, por supuesto que no, pero tampoco las levanta. Todos los éxitos detallados anteriormente, ni tampoco los fracasos omitidos, no son a causa del festival, unos y otros tienen más que ver con el esfuerzo y la visión de quienes los han protagonizado, todo ello condimentado con una pizca de suerte. 

Tampoco os voy a engañar ni a decir que todo es un camino de rosas, o en este caso, claveles. No lo es. Os esperan otros tres meses de una autoexigida disciplina y trabajo, durísimo, entre ensayos y pruebas, promoción nacional e internacional, nervios y presión, pero nada que no vayáis a vivir si algún día tenéis la suerte de publicar un álbum o realizar un tour. Si positivizamos la parte mala, también viviréis experiencias y sensaciones que están al alcance de muy pocos. 

Mucho se ha hablado de la idoneidad del formato, la rapidez de los plazos y cierta improvisación en la toma de decisiones, también de que un artista novel tenga sobre si el peso de representar a un país en una competición internacional, pero la historia del festival nos dice que no hay argumentos ni ejemplos rebatibles. Desgraciadamente, la historia de TVE en el mismo también nos dice muchas cosas. Sin embargo, estamos en un año especial por muchos motivos en el que si todo el mundo hace su trabajo, aunque solo sea por su propio interés y futuro, el proceso de selección no tiene peros. Con cinco cantantes que cumplen y, en algunos casos, sobresalen, con cinco canciones que deberían ser las mejores y las más adecuadas, por y para cada cantante, y con la carga emocional que este formato nos ha hecho sentir 16 años después, deberíamos vivir una de las ediciones más ilusionantes que se recuerdan de Eurovisión. 

Si tuviera que daros unos consejos, con toda la humildad del mundo, pero también con la experiencia de haber vivido de cerca 10 ediciones, cada una con sus protagonistas y sus historias, sería que os rodeéis de un equipo que mire y luche por vosotros más que por si mismo, que se cuente con vosotros en primera persona, y que no os hagan perder vuestra esencia sino que os la hagan brillar. También que aprendáis de todo, lo bueno y lo malo, disfrutéis con ello y saquéis cosas provechosas que os sirvan para vuestro futuro. Y, principalmente, que os rodeéis de vuestra familia, vuestros amigos más cercanos y alguna persona de confianza, que no os importe lo que se diga de vosotros, ni os preocupéis en gustar a todo el mundo en este país que sobran ministros y catedráticos. 

La vida está llena de oportunidades, a quienes les llegan las mejores, solo tienen que vencer los miedos, creer en ellos mismos y a ganar. A ganar un concurso, un premio o todo lo demás. Eso también es el triunfo.

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