PERMÍTANME QUE FLIPE

Verán ustedes, audiencia fiel. Al regreso de unas plácidas vacaciones sin wifi -los pocos paraísos tales que quedan están asociados a la práctica del naturismo, y no daré más explicaciones sobre mis costumbres para con el bronceado-, alargué lo máximo la inexorable visión del ordenador desde el que escribo. Me reformulé el británico "no news, […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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PERMÍTANME QUE FLIPE

Verán ustedes, audiencia fiel. Al regreso de unas plácidas vacaciones sin wifi -los pocos paraísos tales que quedan están asociados a la práctica del naturismo, y no daré más explicaciones sobre mis costumbres para con el bronceado-, alargué lo máximo la inexorable visión del ordenador desde el que escribo. Me reformulé el británico "no news, good news" en un aura de ignorante felicidad. Ni correo, ni descargas ilegales, ni esas conversaciones vía MSN siempre tan envasadas al vacío. Iba yo aún con el sol en las pupilas, vaya, haciendo recuento de experiencias postal a postal. Sin embargo, no hay peor cosa que tener aparato telefónico movible y una insistente amiga dispuesta a reventarle a uno la inercia estival:

– ¿Te has eneterao?

– Muy fuerte que digan que se la retoca porque no puede respirar, sí.

– No, gilipollas.

– ¿Osetia?

– ¡Rosa! ¡Que no va al festival!

– ¿Se le ha ido la coreografía? -jamás reconoceré oficialmente la paternidad de tal simplona broma, pero no hay nada más aprovechable para el humor que pifiarla frente a un público indolente de mentes postpostmodernas. En cualquier caso, tal debía de ser la mueca de indignación de mi interlocutora, que la vi a través del auricular balbuciendo algo. Así que, para evitar retomar mis relaciones humanas con un desagradable primer contacto, proseguí con cierto tono de interés-. Bueno, ¿y qué ha pasado?

– Yo que sé, lo he leído donde escribes y pensé que te valdría para lo de tu crisis de escribir.

La subsiguiente secuencia de movimientos fue digna del más perfecto de los autómatas. Móvil > botón de apagado > cierre de la tapa. Ordenador > apertura de la tapa > botón de encendido. Unos ajustes más para recibir la crónica de una muerte anunciada, y la web pestañeó para devolver el sorprendente titular: "TVE planta a la UER y abandona el Festival de Eurovisión de Baile tras elegir a Rosa y Nieto". Una vez leída la noticia, opté por no tomármelo demasiado mal. A fin de cuentas, uno se acostumbra a los desplantes cuando llegan con amorosa regularidad desde una misma persona, ente o corporación. El trato que TVE da al mayor evento televisivo del mundo es, categóricamente, informal. La mala conciencia de columnista me conduce a pensar que, sin muchos esfuerzos, este adjetivo pueda ser extensible a otras tantas actuaciones de la televisión pública. Les invito a que me acompañen en este razonamiento, y no tomen las chapuzas contra nuestro idolatrado festival como algo personal y escogido: se sentirán mejor.

Lo que tenía claro es que lo del partido ese tan marginal era a todas luces una explicación parche -con todos mis respetos a la ciudad de Murcia y a la selección bosnia-. Atendiendo a la lógica de las audiencias, aunque decidieran retransmitir por La 1 el encuentro, La 2 quedaba libre para superar en algunos puntos su share mensual, tal y como ocurre desde 2004 con la semifinal eurovisiva. Intenté descifrar entonces sendas notas de prensa de TVE y de la UER. Supuse que esta extraña decisión sólo podía deberse a una misteriosa causa cuyo contenido únicamente sería desvelado a mentes despiertas curtidas en sudokus. Leí en vertical, hice logaritmos y busqué caprichosos dibujos basados en la repetición de algunas letras. Pero ni por esas.

Entonces abandoné el esoterismo
y leí las cábalas de mis compañeros columnistas. Sus hipótesis parecían tener fuerza. ¿Cómo explicar el desprecio ante Rosa, Nieto, su equipo, los televotantes, los fans, los contribuyentes, el festival de Eurovisión, y la propia UER, sino a través de algún despachazo contractual? No obstante, no me quise precipitar y esperé pacientemente alguna reacción oficial que acallara las despuntantes acusaciones. Se me fue el moreno con la cal de Madrid sin que nadie rindiera cuentas sobre el despilfarro que suponía para los pagantes de la televisión pública una selección, una preparación, una cuota por la participación, una posible penalización por la salida, y una emisión obligada con un interés descafeinado para cualquier anunciante. Esperé también una disculpa. Pero, a menos de una semana del festival, ni una ni otra cosa habían llegado. La informalidad era marca de la casa de nuevo. Ya no sólo molestaba la genuina idea de abandonar el festival, sino también el irrisorio mutismo de los directivos.

Y es que TVE llevaba una temporada evidenciando lo poco que Eurovisión le parecía algo para tomarse en serio, proyectando esa idea al público español. No sólo se había salido de la versión Dance de esta grotesca manera; ya dio carpetazo a su brillante trayectoria Junior criticando el producto y amparó la criticadísima actuación de Chikilicuatre. Entonces pensé en el futuro. Con ese desarrollo, parecía muy difícil que alguien se atreviera a tomar en serio a TVE dentro de la UER. Es más, complicada se avecinaba la defensa que la cadena pública debía empezar a hacer sobre sus derechos dinásticos de Big 4 en tiempo de efervescentes cambios. "En estas cosas, hay que funcionar a la continental, no a la latina.".

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