LA VOLUNTAD DE LA QUEJA
Año tras año nos enfrentamos al miedo de un deseo incumplido, y cuyo «drama» se repite reiteradamente: España no gana Eurovisión. Quizás como otras patologías, nos enganchamos a ese dolor mucho antes de que los resultados lleguen, lo sufrimos ya con la llegada, meses antes, de la propuesta española para el festival. De inmediato se desata […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
Año tras año nos enfrentamos al miedo de un deseo incumplido, y cuyo «drama» se repite reiteradamente: España no gana Eurovisión.
Quizás como otras patologías, nos enganchamos a ese dolor mucho antes de que los resultados lleguen, lo sufrimos ya con la llegada, meses antes, de la propuesta española para el festival. De inmediato se desata el desánimo, la queja, los complejos, el descontento y en los peores casos el menosprecio y las pataletas mal llevadas. Pero hay quien desde el minuto uno mantiene la esperanza, la ilusión y el apoyo sin más, porque sin más no deja de ser un concurso, y para ganar hay que mantener ese hálito de posibilidad, que, a pesar de las ciento un mil teorías acerca de la afinidad entre países, el sistema de votaciones, los intereses más allá de lo musical, etc… sí, existe.
En el fondo de todo este asunto está lo que considero la voluntad real de esas quejas, y por supuesto de esa esperanza: queremos que España gane Eurovisión. Y muchos lo expresan con el deporte nacional: la queja. Quizás simplemente es por el egoísmo, en el mejor de los sentidos, de los que no pueden ir año tras año a disfrutar del festival (la gran mayoría) de tener más cercana esa posibilidad. O no, o quizá es simplemente nuestra idiosincrasia, y nos gusta estar siempre en un bando u otro, puro reflejo de nuestra realidad social.
En cualquier caso, el mayor de los ejercicios que ofrece el festival por encima de la queja, el «patriotismo musical», los desencuentros y las esperanzas rotas, es la flexibilidad del criterio musical. La verdadera voluntad debería ser disfrutar de un espectáuclo único, una competición festiva, sana (así debería ser) y con un lenguaje universal, la música.
El 90% de las propuestas de los paises que particpan en Eurovisión están muy lejos de mis gustos musicales, pero llegan estos meses y mi criterio se flexibiliza para valorar los temas desde el punto de vista eurovisivo y festivo. Y esa flexibilidad muchas veces me ha descubierto canciones incluso artistas que de otra manera no hubiera conocido. Y esa flexibilidad, casi siempre, me coloca en un estado de simpatía por la propuesta española aunque difiera de mis gustos. Respeto mucho el trabjo de la gente que se ilusiona por un concurso que mueve tantas pasiones. Y por eso, apoyo todo lo que sea intentar ser los mejores, confío en los profesionales que hay detrás de nuestra candidatura, y sobre todo comparto la ilusión. Quizá porque también quiero que Eurovisión se celebre en España alguna vez. Pero eso no me hace dueño de un criterio categórico ni me dejo llevar por el miedo de ese deseo incumplido. Es más saludable. Y toda opinión es respetable, pero no toda opinión es constructiva si nace desde la queja por la queja y mucho antes de tener motivos para ello. La objetividad es otra opción.
Así que, ánimo Barei! Nos gusta tu rollo, tu bailecito, tus propuestas, tu energía, tu «Say yay!» y por eso el próximo 14 de mayo la objetividad y el criterio se quedará en un segundo lugar para dejar paso a un deseo y una ilusión compartida: ójala el 2017 Eurovisión se celebre en España.
Así que, ánimo Barei! Nos gusta tu rollo, tu bailecito, tus propuestas, tu energía, tu «Say yay!» y por eso el próximo 14 de mayo la objetividad y el criterio se quedará en un segundo lugar para dejar paso a un deseo y una ilusión compartida: ójala el 2017 Eurovisión se celebre en España.
2017…
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