LA INSUFICIENCIA DEL CAMBIO

LA INSUFICIENCIA DEL CAMBIO “El mayor cambio en el procedimiento de votaciones desde 1975”, así nos vendieron esta burda manipulación de la realidad. Desde que en 1975 se estableciera el archiconocido sistema de 1 a 8, 10 y 12 puntos, que trajo de cabeza a la presentadora Karin Falck en el Stockholm International Fairs la […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
IMAGENES WEB-03

LA INSUFICIENCIA DEL CAMBIO

LA INSUFICIENCIA DEL CAMBIO

El mayor cambio en el procedimiento de votaciones desde 1975”, así nos vendieron esta burda manipulación de la realidad. Desde que en 1975 se estableciera el archiconocido sistema de 1 a 8, 10 y 12 puntos, que trajo de cabeza a la presentadora Karin Falck en el Stockholm International Fairs la noche del 22 de marzo de 1975, y que acabó por asentarse en 1980 cuando se pasó a repartir el botín por orden de puntos y no de actuación del estado a premiar, mucho ha llovido ya sobre los escenarios eurovisivos a lo largo y ancho de la zona UER ampliada a Australia en 2015.

Si bien es cierto que en muchos años este procedimiento nos ha regalado grandes emociones y noches de tensión, los grandes cambios que está sufriendo el certamen en las dos últimas década y la profesionalización del mismo, no podía dejar atrás algo tan importante como las votaciones. Este cambio que duda cabe, supone un Eurovision Song Contest 3.0 respecto a lo anteriormente vivido, pero aunque se antoje “moderno y emocionante”, se queda lejos de el gran cambio que habría terminado con el delirante “vecinismo” (o como siempre he definido “relaciones socioculturales determinadas por un pasado histórico común”) y la “hegemonía” del poder del estado pequeño, que otorga los mismos 58 puntos que un estado que tiene 4500 veces su población, como pasa con San Marino y sus 35000 ciudadanos, y Rusia con sus más de 144 millones de ciudadanos estimados.

Esta situación incongruente en sociedades que se dirigen a sistemas democráticos, plantea la incongruencia absoluta de la “verdad suprema” que defiende la UER, y es que todos los estados son iguales, pero omitiendo el hecho de que el Estado es Estado como consecuencia entre otros factores de tener pueblo*. De esta forma la UER manipula la “votación” al no igualar el voto de los ciudadanos que residen en los estados participantes, y es que en el caso anterior, el voto de un sanmarinense vale 4500 el de un ruso:

¡Bravo UER por igualar estados!, ¡bravo UER por no igualar ciudadanos a la hora de votar!, y ¡gracias por tampoco igualarnos a la hora de pagar canon por participar! (cánones que en la mayoría de casos, por ser entes públicos los participantes, pagan esos mismos ciudadanos a través de impuestos).

Como residente en un estado participante y fiel seguidor del certamen, me indigna que mi voto valga menos que el de un sanmarinense, andorrano (cuando participaban), islandés, maltés, y un largo número de estados, y es que España con sus 46 millones de ciudadanos sólo tiene por encima a Italia (60 millones), Francia (64 millones), Reino Unido (65 millones), Alemania (81 millones) y Rusia (144 millones). Esto se refleja claramente en los resultados del festival y es que el Big5, estados constituidos desde hace décadas y que no han sufrido desagregaciones recientes a lo Unión Soviética y Yugoslavia, terminan con mayor o menor razón, en últimos puestos. Algunos podréis argumentar que la reunificación de Alemania y las disoluciones de la URSS y Yugoslavia, sucedieron en años muy similares, pero la diferencia radica en que la unión va claramente en contra del beneficio que supone la disolución en pequeños estados, en lo que a Eurovision Song Contest se refiere.

La lacra del poder del estado pequeño ha desprestigiado el certamen durante años (y lo que queda viendo el percal…) a través de acusaciones tales como el conocido “politiqueo”, que artistas de toda la zona UER ampliada, utilizan para rechazar su participación al festival, al considerar que no existe una justa votación que les iguale en posibilidades al resto de participantes, disfrazándolo de excusas baratas como el “politiqueo”.

Estas reflexiones, y la necesidad de que los cambios sean aprobados por unanimidad, sin duda son el reflejo de quienes sustentan la sartén por el mango, y quienes se fríen en aceite hirviendo, en esta fritura llamada Certamen Musical.

Aplaudo la valentía del cambio al abandonar parcialmente la “cantinela” de los 1 a 8, 10 y 12 puntos, que será rechazado por la audiencia en cuanto se empiecen a entregar los puntos agregados del televoto, que descolocará sin ninguna duda al público, y es que aunque el eurofan de corazón ya casi ha interiorizado el cambio, los televidentes del festival (hablando mal y pronto) alucinarán cuando se repartan p.e. 129 puntos de golpe.

El objetivo de hacer más emocionante el final se logrará, pero yo me pregunto, ahora que la UER ha dado el paso de “salirse” de entregar siempre de 1 a 8, 10 y 12, a dar cifras que quizás el espectador le suene raro y desconcertante, ¿no hubiera sido el momento de romper la hegemonía del estado pequeño, igualar a todos los ciudadanos de los estados participantes en la zona UER ampliada y asumir un procedimiento de votación más justo y propio de 2016? Probablemente sí: ¿Cómo? Simple, y es que puestos a copiar a los suecos y su Melodifestivalen, hagámoslo hasta sus últimas consecuencias.

Manteniendo la regla fundamental de que un ciudadano no puede votar por la canción que representa al estado en el que reside, considerar todos los votos iguales. Sumar los votos recibidos en todos los estados a cada canción, en vez de top10 de televotos, y entregar los puntos por % de televotos recibidos. ¿Qué conseguimos así? :

  • El valor del voto se iguala, acabando con el poder del pequeño estado que tanto daño hace en el sistema de votación actual.
  • Todos los votos dados cuentan: Y es que actualmente sumando top10 de televotos, todos los votos que el televoto ha otorgado fuera de ese top10, se pierden. ¿Es mejor una canción que en todos los televotos queda última, excepto en uno donde se cuela en el top10, que otra que se queda en todos en 11º posición y no entra en ningún top10? Me temo que no.
  • Entregar votos siguiendo el patrón de 12, 10, 8, 7, etc., refleja en valor, que la canción a la que se le da el 12 es sin duda la favorita, pero no refleja cuan realmente favorita es respecto a la segunda, sino que le atribuye un factor 1,2 (12/10). ¿Qué quiero decir con esto? Fácil, y es que a través del % de votos, si la favorita recibe del televoto un 24% y la segunda un 12%, es más justo que se lleve más votos según la proporción 24%/12% = 2 que la proporción 12/10=1,2, que sólo tiene en cuenta el orden de preferencia del televoto, pero no la cuantía de esa preferencia.

Para mantener el sistema paritario del 50% de peso entre televoto y jurado. El procedimiento es simple; Si hay 43 jurados estatales que reparten 58 puntos (1+2+3+4+5+6+7+8+10+12), el jurado agregado ha repartido 2494 puntos, los mismos que debe repartir el televoto siguiendo el porcentaje recibido. Si la favorita recibe el 14% del televoto, se debería llevar 350 puntos (redondeando siempre hacia arriba, para que ningún estado quede con cero puntos), de igual forma, si la segunda preferida recibe el 12,3% del voto, debería llevarse 307 puntos. Llegado a este punto, seguro que alguien diría, que por los redondeos siempre hacia arriba, la suma dada por el televoto siempre será mayor que la del jurado, por supuesto, pero no como para que el voto del jurado quede ensombrecido con el televoto, pues estaríamos hablando de un 49,5% – 49,75% frente a 50,25% – 50,50%: ¡Insignificante!.

El sistema propuesto por la UER para este 2016, no sólo sigue siendo injusto por todo lo anteriormente expuesto, sino que a partir de ahora, lejos de eliminar las diferencias entre ciudadanos de la zona UER ampliada, el poder del estado pequeño pasa a duplicarse, y es que si antes repartía 58 puntos (como media de jurado y televoto), ahora reparte 116, 58 procedentes del jurado que se entiende que es objetivo (aunque ya sabemos todos que eso no es cierto) y otros 58 procedentes del televoto.

¡Felicidades UER por darles más poder!

El objetivo oculto de la UER es sin ninguna duda, aumentar las posibilidades de un estado pequeño situado en zonas geográficas constituidas por gran cantidad de estados similares, estados que por motivos históricos están fuertemente vinculados entre ellos: migraciones, anexiones, disoluciones, guerras, etc. ¿Estamos a punto de asistir a la que será la segunda victoria de Rusia o de un estado ubicado en la península de los balcanes?

Llegados a este punto, y de mantenerse el sistema propuesto para 2016, los grandes estados no sólo tendrán que llevar la mejor canción, sino que además tendrán que conseguir el apoyo del resto de estados ¿CÓMO?: Ahí lo dejo, que la historia turbia del certamen da para otra columna. Me temo que el certamen jamás volverá a la Europa occidental, salvo por la ubicación de Islandia que es la única de occidente con alguna opción al formar parte del bloque nórdico.

Para terminar, sé que muchos diréis que hay que mandar mejores canciones con calidad, pero no sólo se trata de enviar mejores canciones, pues es algo subjetivo, lo que para unos es bueno, para otros es pésimo, es decir, que tu criterio musical de que una canción es de mejor o peor calidad, no nuble la verdad suprema que supone que los votos de los ciudadanos de la zona UER ampliada no valen lo mismo. A través de esta columna no busco justificar los resultados de ninguna candidatura, sino que busco la necesidad de que el voto de un francés, de un húngaro, de un polaco, de un macedonio, de un letón, etc., valga igual.

* Definición actual de Estado: Pueblo organizado en un territorio sometido a un único poder. Por tanto la soberanía se caracteriza por tres elementos: territorio, pueblo y poder soberano. Ergo, sin pueblo o conjunto de ciudadanos con derecho a voto, no hay Estado.

 

 

 

 

Conversación