EL SÍNDROME DEL EUROFAN IMPOTENTE
Nos pasamos el año viendo preselecciones de toda Europa y siguiendo a los artistas que participan en Eurovisión, por eso se despiertan algunos “sentimientos de eurofan” que nos hacen sentir más aprecio por ciertos países, artistas o canciones. Por eso, no es de extrañar que cuando conozcamos los resultados finales del festival nos dé rabia la clasificación o no entendamos las puntuaciones dadas por cada país.
En el caso de los cantantes, son muchos los casos en los que despreciamos el trabajo de algunos intérpretes sólo porque no nos caen bien o no nos gusta su estilo, pero en el fondo sabemos que cantan bien y que se merecen ir a Eurovisión, algo que la noche de la gala europea la mayoría del jurado y del público que no los conoce más que por una actuación de tres minutos premia pese a la impotencia del eurofan cerrado de mente. En ocasiones sucede al contrario, ya que debido al afecto que se tiene a un cantante se sobrevalora su actuación, como sucedió este año con Bonnie Tyler, la cual no estuvo a la altura vocalmente de los demás artistas debido a los nervios pero fue aclamada como la que más.
Pero el caso más notable de crítica subjetiva y externa a las canciones es el de los eurofans que añaden a sus juicios musicales juicios de valor basados en los países a los cuales los temas representan (en el que muchas veces me incluyo). Es decir, existe la costumbre de sobrevalorar canciones que representan a micro estados o a países con dificultades geopolíticas para conseguir buenas posiciones. Un ejemplo seria el apoyo masivo que ha recibido Crisalide de Valentina Monetta este año. ¿Acaso si la canción hubiese sido la ganadora del Melodifestivalen hubiera recibido tanto apoyo por nuestra parte? Yo creo que la hubiéramos criticado por ser “poca cosa” para representar a un país como Suecia. Un ejemplo contrario sería el menosprecio a las canciones que representan a Rusia o Azerbaiyán (entre otros), países las canciones de los cuales reciben fuertes críticas de los eurofans aún sabiendo que son buenos temas. Bajo ese odio se esconde la envidia de sus buenos resultados, ya que normalmente presentan canciones más efectivas que las nuestras y quedan en mejores posiciones (aunque también influya en parte el voto vecinal).
Creo que no hay que olvidar que hablamos de un festival de canciones y no de países o agentes externos varios, algo que el público y el jurado que sólo se interesa por el festival durante una semana al año tiene en cuenta. Es ese “sentimiento eurofan” que se crea en nosotros después de seguir anualmente el proceso de los diferentes artistas y países en Eurovisión el que distorsiona nuestro punto de vista, hecho que hace que sintamos impotencia y rabia tras ver los resultados finales. Con esta reflexión no digo nada que no sepamos ya, pero desde luego a mi me hace reflexionar y pararme a pensar objetivamente cuando veo los resultados, un hecho que me lleva a pensar con el paso de los años que los votantes son sabios y que a veces hay que abrir la mente y entender las preferencias musicales de los demás.
Conversación