A LAS BARRICADAS

La gente de ánimo apocado me parece un pelmazo. Se pegan, huelen mal y generalmente son tan bobos y tan débiles que sonríen cuando se les chotea. Y no pasa nada. Pues o de eso hay demasiado y tienen mucho poder, o desde TVE se actúa a mala fe maltratando la marca eurovisiva (su marca) […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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A LAS BARRICADAS


La gente de ánimo apocado me parece un pelmazo.
Se pegan, huelen mal y generalmente son tan bobos y tan débiles que sonríen cuando se les chotea. Y no pasa nada.

Pues o de eso hay demasiado
y tienen mucho poder, o desde TVE se actúa a mala fe maltratando la marca eurovisiva (su marca) y sus derivados legales. Y tampoco pasa gran cosa: las multas se sufragan con el tirón mediático, y de paso se apuntala la identidad quijotesca que cohesiona nuestro territorio nacional.

Ante esas dos opciones, uno tiende a creer que lo que siente TVE hacia el festival no es indiferencia sino grima, que TVE es la primera que piensa que Eurovisión es hortera. Y amén. Viendo la lista de candidatos confirmados, se puede oír la risa floja con la que la cadena pública ha vendido intramuros esta convocatoria. Y es que sólo por ensuciar los trabajos de limpieza que la UER ha venido haciendo durante esta década, la nueva TVE sinpubli se sitúa al lado de los que denigran el producto y da propaganda a una empresa privada como Telecinco. “Viva el mal, viva el capital” (o “Qué mala, pero qué mala soy…”).

Si alguien esperaba una preselección muy menor aunque tranquila, que desespere: ni siquiera eso. No hay lugar para la resignación. Es el momento de posicionarse y sólo hay cuatro bandos posibles:


Colaboracionistas:
Desde dentro y con el poder.

Aquí entran progres desfasados, desencantados irónicos, paletos, salsarroseros, tomboleros, frikis que admiran a Karmele, frikis que admiran a Jorge Javier y su Ondas, Paolo Vasile, frikis que admiran a la Esteban, y, en un menor porcentaje, las señoras del Facebook. A juzgar por el ranking de votos, es el ejército que cuenta con mayor infantería y, sobre todo, artillería. A veces hay hasta representantes de esta corriente entre los miembros del jurado. Se la sopla lo de Eurovisión porque “Eurovisión es todo política, y así al menos nos reímos un rato”. Hay un puntito cutre de maldad que les ubica en sintonía con la Corporación. Por eso sus candidatos son los oficialistas.


Reformistas:
Desde dentro y contra el poder.

El gran bando de los grandes ilusos: los eurofans y los eurófilos. Durante esta preselección se van a dejar la huella dactilar en el ratón de tanto votar a Coral. Se pueden desgañitar quejándose y comparándose con el resto de países, pero participan con una euforia controlada en los procesos de selección porque creen que pueden cambiar las cosas desde dentro. Estarán ahí hasta las dos de la mañana cuando TVE decida proclamar al vencedor de su pre. Su leitmotiv: otro año será.


Simpatizantes:
Desde fuera y con el poder.

Un grupo heterogéneo e inmenso. La gran audiencia diferencial que marca para TVE un buen año eurovisivo (véase Rodolfo Chikilicuatre y no D'Nash). Todos aquellos que se irán enterando según les llegue el eco, lo verán el día D (nunca el martes 25 ni el jueves 27) y que hablarán de ello al día siguiente pero no al otro. No votan, no odian: son masa.


Opositores:
Desde fuera y contra el poder.


Yo, si fuera Coral, retiraría mi candidatura. Es una burla intolerable que esta voz pueda quedar otra vez detrás de otra fantochada friki. ¿No hemos aprendido nada del chiki-chiki? Como a TVE parece darle gusto representarse y representarnos con embajadores del ridículo, les corresponde a los propios cantantes salvar su propia dignidad. Sería genuino que renunciaran a una muy remota noche en Oslo por un boicot en bloque. Llamo a una huelga general revolucionaria, una destrucción del orden anterior y la aparición de uno verdaderamente justo. Y si no se llega a nada, que al menos les quede el caos.

 



Diecisiete días.

 

 

 


 

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