2014: AÑO DE INFLEXIÓN

Renovarse o morir (que decían algunos). Creo que ha llegado el momento de comentar, desde mi granito de arena gallego, lo que está suponiendo para mí el Festival que nos espera este año. Calificativos se me ocurren muchos: revolucionario, original, radical, díscolo, innovador, diferente, indomable, etc. Y todos ellos son buenos. Tal vez seamos los […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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2014: AÑO DE INFLEXIÓN

Renovarse o morir (que decían algunos). Creo que ha llegado el momento de comentar, desde mi granito de arena gallego, lo que está suponiendo para mí el Festival que nos espera este año. Calificativos se me ocurren muchos: revolucionario, original, radical, díscolo, innovador, diferente, indomable, etc. Y todos ellos son buenos.

Tal vez seamos los más veteranos en esto los que estamos notando que las cosas han empezado a cambiar y que ya no volveremos a ver tantas Carolas con ventiladores, Feminnem/Moje3 cursis o Cascadas chunda-chunda. Y yo lo agradezco un montón. Porque estaba deseando que ocurriera esto: que hubiera un punto de inflexión que dejara atrás todo lo que nos recordara estos años rancios de baladitas ñoñas, de tecno-dance barato y de moños al viento.

En 2013 me enamoré de dos canciones que unos amaban y otros odiaban. Me estoy refiriendo a Países Bajos y a Hungría. Aposté que iban a quedar muy bien situados. Kedvesem era un diamante en bruto y pocos apostaban por ella. Y Anouk todavía se merecía mucho más. Al igual que Malta, eran canciones sencillas, sin grandes pretensiones. Eran unos temas perfectos que se salían de lo común y que obtuvieron muy buenos resultados (para lo que estaban acostumbrados). Y al húngaro no le hizo falta ni tener voz, ni chillar como una posesa, ni poner a un bailarín a dar piruetas.

Creo que muchos países se han mirado en ese espejo y han decidido innovar, salirse de los cánones y buscar distanciarse de un estereotipo marcado por las tendencias de los últimos Festivales.
Pocos años recuerdo tan radicales como este. Tal vez debería remontarme al bienio 1996-1997, cuando estaba a punto de nacer el televoto y se notó un cambio progresivo desde una vena intimista a una más comercial.

Sé que me van a linchar algunos pero, de este año 2014, las canciones menos originales y los países que no han sabido adaptarse a ese cambio son Eslovenia, Estonia, Finlandia, Irlanda, Macedonia, San Marino, Ucrania y, por supuesto, España. No me han defraudado, porque suenan a lo de siempre. ¿Me puedo equivocar? Por supuesto. Quizás el jurado y el público se acuesten esa noche en modo conservador y tiren todos mis argumentos por la ventana. Que tampoco esperaba que Zlata Ognevich quedara en tercer lugar y me tuve que comer mi desacierto. Ojalá Ruth Lorenzo tenga suerte. Aunque su canción y sus poses no me convenzan, su esfuerzo y su dedicación son encomiables.

De las más originales, rompedoras y diferentes destacaría a Alemania, Dinamarca, Georgia, Israel, Lituania, Países Bajos o Polonia. Y que quede claro que tampoco estoy apostando por el triunfo de ninguna de estas naciones. ¡Ya les gustaría a los polacos y a los lituanos!

Siempre hay excepciones de continuidad. Montenegro o Suecia, sin salirse de patrones establecidos en sus respectivos territorios geográficos, nos presentan dos baladas preciosas y dignas de mención. E Italia, Hungría y Reino Unido llevan tres buenas propuestas para quedar muy bien situados, sin arriesgarse. Pero de pronósticos ya hablaré otro día.

Albania me gusta; Bielorrusia me parece «dulcita» (aunque algunos la pongan de última en su top); Francia es contagiosa; Grecia es bailable y nada barata; Malta y Suiza son temas «buen-rollistas». Las insoportables: Islandia y Letonia. No me aportan ni tres minutos de entretenimiento. Y las que quedan por salir creo que tampoco nos defraudarán.

Ya he leído muchos comentarios diciendo que este va a ser el peor Festival en años. Y a mí me está pareciendo uno de los mejores (y eso que en la mayoría de los casos hemos visto actuaciones en directo sin pulir). Yo le doy una oportunidad a 2014. Me parece que nos va a deparar muchas sorpresas (quizás alguna lágrima). Pero no va a dejar indiferente a nadie.

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