Eurovisión nació con la idea de unir a los pueblos a través de la música y es innegable que, en muchas ocasiones, ha cumplido con creces este objetivo. Sin embargo, en el este del continente, en la frontera entre los dos países más extensos de Europa, se ha producido una invasión propia de la historia de siglos atrás.
No es fácil realizar una aproximación política a esta compleja situación, pero vamos a intentar aportar un pequeño grano de arena para explicar qué está pasando en esta región. Aunque pueda parecer frívolo relacionar una guerra con Eurovisión, lo haremos desde el máximo respeto, intentando reflejar tan sólo el papel que un escaparate mundial como el festival ha tenido en las relaciones entre ambos estados.
Ucrania es el segundo país más extenso de Europa, después de Rusia. Incluyendo a la península de Crimea, su superficie es de 603.700 km2 y su población de casi 42 millones de personas.
Los ucranianos son un pueblo eslavo y muchas veces se comenta que se definen por «oposición» a sus vecinos: del oeste (Polonia y el antiguo Imperio Austro-Húngaro), del este (Rusia) y del sur (el antiguo Imperio Otomano). El país siempre ha estado «en medio» y ello se refleja en la etimología de su propio nombre: Ucrania (Україна en alfabeto cirílico) se deriva del ruso antiguo y significa «tierra fronteriza», y apareció en el siglo XII para referirse al territorio en la frontera con el antiguo estado de Kiev, nacido en el siglo IX.
Vamos a cometer la osadía de resumir en dos párrafos la historia de los últimos 800 años, una simplificación sin duda excesiva, pero con ánimo clarificador: desde el siglo XII hasta finales del XVIII, se produjeron en el territorio de Ucrania numerosas invasiones y el intento de control del país por parte de los poderosos vecinos de Polonia y Lituania. Además, es necesario mencionar la invasión de los pueblos cosacos, guerreros procedentes de Asia Central que finalmente se instalaron en el país.
A finales del siglo XVIII, se inicia la influencia rusa en el territorio ucraniano, y a principios del XIX, y tras una guerra con Polonia y el Imperio Otomano, Rusia incorpora a su imperio todo el territorio de Ucrania. Y aquí se inicia uno de los hechos más trascendentales para entender el presente: Rusia nunca vio a Ucrania como un país extranjero que había conquistado, sino como una parte de su propio territorio, a la que llamaban «Pequeña Rusia» o «Nueva Rusia». Además, les proporcionaba tierras fértiles para el cultivo y un gran acceso al Mar Negro, sobre todo a través de la importante ciudad de Sebastopol, en la península de Crimea.
A principios del siglo XX, y especialmente después de la Revolución Rusa de 1917, hubo numerosas batallas en Ucrania para decidir su futuro nacional, y todos los habitantes estuvieron muy lejos de tener los mismos deseos para su patria. Y como muestra, basta decir que la capital, Kyiv, tuvo nueve gobiernos distintos entre 1917 y 1920. Finalmente, se convirtió en una República Soviética en 1922.
En los inicios de la pertenencia a la Unión Soviética se produjeron grandes cambios en el país. A nivel económico, el sistema de planificación centralizada fue muy traumático en la colectivización de la agricultura, pero culturalmente supuso un reconocimiento a la lengua y cultura ucranianas. Y tras la Segunda Guerra Mundial, con la incorporación de zonas pertenecientes hasta entonces a Polonia, la antigua Checoslovaquia, Rumanía y Crimea, puede afirmarse que por primera vez en la historia toda la población ucraniana vive en un único estado que, además, es el territorio más extenso que han controlado jamás.
Este período, sin embargo, no destaca por su placidez, pues tras la Primera y Segunda Guerra Mundial se produjeron importantes hambrunas en Ucrania que llevaron a la muerte a centenares de miles de personas. La inversión de grandes cantidades de dinero de la Unión Soviética, y en gran medida de Rusia, permitieron la recuperación del país, sobre todo a partir de los años 60. Durante todo el período de gobierno del partido comunista, tan sólo un líder desafió a Moscú, donde gobernaba el también ucraniano Nikita Kruschov, y fue reemplazado por un presidente conservador afín al Partido Comunista de la URSS, que permaneció en el poder hasta 1989.
Ese año se inició la descomposición de la antigua Unión Soviética, y finalmente, el 1 noviembre de 1991 los ciudadanos del país votaron a favor de la independencia de la ya casi extinta Unión, un resultado ratificado una semana después con la creación de la Comunidad de Estados Independientes. Esta organización, planteada como sucesora de la URSS, nunca llegó a tener una verdadera entidad.
Todas las repúblicas constitutivas de la Unión Soviética, a excepción de las tres bálticas, se incorporaron en distintas etapas a la CEI, pero Ucrania solo tuvo formalmente el estatuto de observador, ya que no llegó a ratificar el tratado, y abandonó definitivamente la organización en el año 2014, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia en el mes de marzo.
Los primeros años del estado ucraniano independiente no fueron fáciles, con una caída del PIB de aproximadamente un 60% de 1991 a 1999, y aunque los rusos también experimentaban dificultades, su extenso territorio les permitió una mejor situación, gracias a la explotación de recursos naturales, especialmente el petróleo.
Tal vez por ello Rusia debutó pronto en Eurovisión, tan sólo tres años después de la disolución de la URRS. La televisión pública Russia-1 se unió a la Unión Europea de Radiodifusión en 1993 y, junto a Eslovaquia, Estonia, Hungría, Lituania, Polonia y Rumanía, fue uno de los siete países debutantes en Dublín 1994. El 12 de marzo se celebró la final nacional en los Estudios Shabolovka de Moscú con nueve finalistas elegidos entre las 30 candidaturas que se presentaron al proceso de selección. Un jurado de 16 personas, nueve de ellas profesionales de la música y siete miembros del público, dio el triunfo a Vechny strannik (Eterno errante) de Youddiph. En la capital irlandesa de clasificó en novena posición con 70 puntos, incluyendo un 10 del jurado polaco como máxima puntuación, y su actuación es muy recordada por su original vestuario.
Rusia 1994: Youddiph - Vechny strannik (Вечный странник)
Rusia, posteriormente, envió a Eurovisión en 1995 y 1997 a sus máximas estrellas, Philipp Kirkorov y Alla Pugacheva, aunque ambos obtuvieron unos resultados muy modestos, alcanzando sólo los puestos 17 y 15. En 1996, Andrey Kosinsky no superaría la opaca semifinal del festival, la única no televisada de la historia. Debido a estas bajas puntuaciones y al antiguo sistema de relegación, Rusia no compitió en Birmingham 1998 y, al no emitir el programa, tampoco pudo regresar en Jerusalén 1999. Ya en el año 2000, la medalla de plata de Alsou marcó un punto de inflexión y comenzaría la etapa dorada rusa en el certamen logrando clasificarse en el top 10 en 12 de sus 19 participaciones posteriores.
Ucrania, por su parte, debutaría en Riga 2003 representada por Hasta la vista de Olexandr que no pasaría de la decimocuarta plaza, mientras que las abanderadas rusas, el famosísimo dúo t.A.T.u., conseguirían de nuevo una medalla, la de bronce, el mejor resultado histórico para una canción interpretada íntegramente en ruso, sin ninguna frase en inglés. Rusia le dio 8 puntos a Ucrania y ésta un 12.
Rusia 2003: t.A.T.u. - Ne ver', ne boisia (Не верь, не бойся)
Ucrania 2003: Olexandr - Hasta la vista
La siguiente edición, Rusia le «devolvió» los 12 puntos a Ucrania, que otorgó 10 puntos a la candidata rusa. Fue el año del triunfo de las «Danzas salvajes» de Ruslana, en inglés y ucraniano, cuyo álbum de título homónimo se convirtió en el más vendido de la historia de su país.
Ucrania 2004: Ruslana - Wild Dances
Y, a partir de aquí, comienzan las connotaciones políticas de ambos países en Eurovisión. En el año 2004 se produjo la Revolución Naranja en Ucrania, un movimiento ciudadano de carácter pacífico que consiguió que el presidente de la República, Viktor Yanukovych, acusado de fraude electoral y envenenamiento a su opositor, abandonara el cargo para ser reemplazado por Viktor Yushchenko, con Yulia Timoshenko como Primera Ministra. En 2005 y como anfitriones, Ucrania presentó al festival el himno de esta revolución, Razom nas bahato (Juntos somos muchos). Lo menos importante de esta candidatura fue su resultado numérico, pues el objetivo era transmitir al mundo los acontecimientos que se producían en el país a través de la ventana de Eurovisión.
Ucrania 2005: Greenjolly - Razom nas bahato (Разом нас багато)
Los siguientes años fueron bastante turbulentos en Ucrania. En septiembre de 2006 se celebraron elecciones y el prorruso Partido de las Regiones, liderado por Viktor Yanukovich, resultó el vencedor. Los partidos opositores, liderados por Yulia Timoshenko, no lograron un acuerdo y el Presidente Viktor Yushchenko tuvo que nombrar a su antiguo enemigo para el puesto de Primer Ministro. Ello fue considerado como un acto de acercamiento a Rusia.
Y, en este contexto, ¿una simple canción podía caldear el ambiente político entre dos estados? Por supuesto que sí. Verka Sercuchka, nombre artístico del cantante y cómico Andriy Danylko (Андрі́й Дани́лко), fue la representante ucraniana en Eurovisión 2007, y su papel de hombre travestido de mujer causó numerosas protestas tanto en su país como en Rusia, donde gozaba de gran popularidad. La mayor polémica, sin embargo, fue el título de su canción, Dancing Lasha Tumbai, una expresión que el artista defendió que significaba «crema batida» en mongol, algo que en realidad carecía de sentido, y rápidamente se apuntó a que el estribillo fonéticamente sonaba como Russia Goodbye.
El siguiente año se produjo la primera y, hasta la fecha, única victoria rusa en Eurovisión, gracias a Believe de Dima Bilan que, por supuesto, obtuvo los 12 puntos de Ucrania. Para elegir a su anfitriona en el festival de Moscú 2009, Piervy kanal, la otra emisora estatal que se alterna en la competición, organizó una final nacional en la que participaron 16 propuestas. Allí, el televoto eligió a sus tres favoritas y un jurado seleccionó entre ellas a la ganadora.
Anastasia Prikhodko se llevó el triunfo en esta final, provocando una enorme tormenta mediática. Primero, su participación se confirmó a última hora, después de haber sido eliminada en las semifinales de la preselección de su país, y tras llevar a los tribunales a la organización del concurso. Segundo, su triunfo por consenso de la audiencia y los jueces fue criticadísimo y considerado por algunos medios y rivales como un «fraude». Y tercero, el hecho de cantar una canción en ruso y ucraniano «en casa» fue muy controvertido. Prikhodko, a pesar de los pesares, se mantuvo como legítima representante y, nuevamente, se dio a entender que Ucrania era vista como parte de Rusia y, por lo tanto, podía representarles a la perfección en Eurovisión.
Años más tarde, Anastasia manifestó que se arrepentía de haber abanderado a Rusia y renunciaba a realizar conciertos en el país, a pesar de suponerle, según sus propias palabras, una importante pérdida de ingresos. Paralelamente, entró en política, con escaso éxito. Sea como fuere, su actuación en el majestuoso escenario moscovita es recordada por una impactante puesta en escena en la que su rostro proyectado en las pantallas del escenario envejecía de los 20 a los 70 años. Su resultado, un aceptable undécimo puesto.
Rusia 2009: Anastasia Pryhodko - Mamo (Mamo)
Y la política ucraniana siguió lejos de la tranquilidad, todo ello unido a la crisis económica de 2008-2010 que golpeó duramente al país. En febrero de 2010 se llevaron a cabo unas nuevas elecciones presidenciales que ganaría el prorruso Víktor Yanukovich con un 48% de los votos, frente al 45% de su rival, Yulia Timoschenko. Y el estado entró en una deriva con graves consecuencias futuras.
Ucrania quería acercarse política y económicamente a la Unión Europea, pero además de las negociaciones puramente económicas, el eurogrupo puso como condición básica que se llevaran a cabo las reformas necesarias en los ámbitos «constitucional, electoral y judicial» para garantizar el respeto a la legalidad. Todo ello en el marco de un juicio a la antigua Primera Ministra, Yulia Tymoshenko, acusada de abuso de poder y delitos de corrupción, condenada a prisión y encarcelada hasta 2014. Su juicio fue muy criticado por instituciones como la Unión Europea, la OTAN, la ONU y países como Estados Unidos que lo consideraron totalmente político y falto de imparcialidad. El marido de Yulia, de hecho, consiguió asilo en la República Checa en 2012.
En noviembre de 2013, el Presidente Yanukovich suspendió la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea, en favor de un mayor acercamiento a Rusia. Ello llevó a que el día 24 decenas de miles de personas se manifestaran contra el gobierno en Kyiv. Las protestas fueron reprimidas violentamente y, a lo largo de tres meses, murieron aproximadamente 100 manifestantes. La situación obligó al Presidente a convocar elecciones para diciembre de 2014, pero estas no llegarían a producirse, ya que el 22 de febrero fue destituido de un cargo que sería ocupado interinamente por el Presidente del Parlamento. En mayo se celebrarían los comicios en los que salió elegido Petro Poroshenko.
Y justo al día siguiente de la destitución de Yanukovich se produjo la invasión de Crimea por parte del ejército ruso. La península fue ocupada muy rápidamente y, el 16 de marzo, se celebró un referéndum, no reconocido por ninguna instancia internacional, en el que el 97% de la población votó a favor de la unión a la Federación Rusa, consumada de facto, pero no de iure, de acuerdo a la ley internacional. Si bien la población rusa era muy mayoritaria en Crimea, sorprende tanta unanimidad, ya que sólo representaba al 68% del total frente al 16% de ucranianos y el 12% de tártaros.
Todo ello, como no podía ser de otra forma, tuvo su fiel reflejo en el festival. Ucrania, acuciada por la crisis interna, no participó en Eurovisión 2015, pero volvió para ganar en 2016 con Jamala y 1944. El título hace referencia al año en el que el régimen de Stalin deportó a más de 150.000 tártaros de Crimea a otras regiones de la Unión Soviética. Además, si tenemos en cuenta que otros 100.000 habían muerto por hambruna, no es de extrañar que su población en la península desapareciera hasta representar un insignificante 0,2% a finales de la década de los 70. A partir de la independencia de Ucrania, se inició un programa de retorno que permitió que la población tártara alcanzara un 12% del total en 2014.
Jamala, de hecho, es una cantante de origen tártaro. Nació en Kirguizistán, donde su familia fue deportada por Stalin, y sólo pudo regresar a Crimea tras la liberación ucraniana. El tema de la anexión de la tierra de sus antepasados por el país que los deportó es especialmente sensible para ella, lo que ha demostrado en numerosas intervenciones.
Ucrania 2016: Jamala - 1944
La batalla entre ambos países, desde entonces, se siguió trasladando a Eurovisión, pero no tanto por la presencia de artistas, sino por su ausencia. Para los músicos ucranianos, Rusia es uno de sus principales mercados, pero tras la anexión de Crimea, las leyes de Ucrania prohibieron la entrada al país de las personas que habían visitado la península y, por lo tanto, la reconocían como territorio ruso.
Y, así las cosas, continuaba la propaganda. Rusia designó a dedo para Kyiv 2017 a Yulia Samoylova, quien había realizado un concierto en Crimea en 2015, y por consiguiente no podía entrar en Ucrania. Ni las presiones de la UER ni las de la Piervy Kanal hicieron mella en las autoridades ucranianas que no modificaron ni un ápice su postura. Rusia, finalmente, se retiró del festival y regresaría al año siguiente, a Lisboa, representada nuevamente por Yulia y siendo eliminada en semifinales, hasta la fecha, por primera y única vez.
Rusia 2017: Yulia Samoylova - Flame Is Burning
Eurovisión 2018 puede ser considerado un festival de transición, ya que ni la candidatura rusa, la de la ya mencionada Yulia Samoylova con I Won’t Break, ni la ucraniana, Melovin con Under The Ladder, despertaron ninguna controversia de tintes políticos, pero en 2019 presenciaríamos impactados otro escándalo.
Todo comenzó con la ganadora de la final nacional ucraniana, Siren Song de Maruv, a quien la televisión pública quería imponer unas durísimas condiciones contractuales, entre las que se encontraban cesar cualquier actividad profesional en Rusia, al considerarla una embajadora del país ante Europa. La jueza Jamala llegó a preguntarle en directo y explícitamente en inglés su opinión sobre el estatus de Crimea, una escena que se viralizó en redes sociales y se replicó en las televisiones de todo el mundo. Y todo ello en plena Guerra y, además, en campaña electoral. Maruv no firmó y su título se le ofreció al resto de finalistas, quienes lo rechazaron, y el canal estatal optó por retirarse de nuevo.
Ucrania 2019: Maruv - Siren Song
Jamala a Maruv: "Crimea is Ukraine?"
Nos falta por estudiar lo ocurrido con los dos territorios que, por desgracia, son noticia: Donetsk y Lugansk, dos «oblast» (provincias) de la región del Donbás. Ambas son las únicas en Ucrania, además de la anexionada Crimea, en las que el idioma mayoritario es el ruso, especialmente en la zona fronteriza. Esa parte de cada «oblast» es la que se ha proclamado como República Independiente.
Estos dos oblast votaron a favor de la independencia de Ucrania de la Unión Soviética en 1991, con un 83,9% de los votos en Donetsk y un 83,7% en Lugansk. Y, tan solo tres años más tarde, el 90% de sus habitantes apoyaron la cooficialidad del ruso y el ucraniano en ambas provincias. Este segundo referéndum, sin embargo, no fue reconocido por Kyiv y no tuvo ningún efecto legal.
La ocupación de Crimea y su anexión a Rusia quedaron aparentemente impunes por parte de la comunidad internacional. Ello dio alas para que tres meses después, el 11 de mayo de 2014, se celebraran unos referéndums de autodeterminación en Donetsk y Lugansk. Las consultas tampoco fueron reconocidas, pero dieron inicio a una escalada bélica, con los gobiernos prorrusos controlando buena parte del territorio.
Y, ahora, recordemos de nuevo que Rusia siempre ha percibido a Ucrania como parte de su territorio, no como un paísvecino. A pesar del voto masivo a favor de la independencia de la Unión Soviética en 1991, Ucrania nació dividida de este a oeste. La parte occidental siempre ha sido más favorable a un acercamiento a sus vecinos de la Unión Europea, mientras que la sudoriental ha simpatizado con la unión con Rusia.
Esta división puede apreciarse claramente en los siguientes mapas que corresponden a las elecciones presidenciales en 1994, 1999, 2004, 2010, 2014 y 2019. En ellos podemos observar como los patrones de votación permanecen muy constantes y coinciden con la distribución lingüística del país. El actor Volodimir Zelenski fue elegido Presidente de la República en 2019 con un 73,5% de los votos, pero Donetsk y Lugansk no participaron en estas elecciones, y sus habitantes nunca lo han reconocido como su presidente legítimo.
Vamos a concluir esta entrada recordando que es difícil simplificar en todos los ámbitos y, por supuesto, la geopolítica internacional no es una excepción ni muchísimo menos. Observando la historia de Rusia y Ucrania, sin embargo, creemos que es posible afirmar que esta invasión se ha producido para conseguir el control ruso de los puertos ucranianos que dan acceso al Mar Negro y unir territorialmente a la Federación Rusa con la península de Crimea. Tampoco podemos olvidar la idea que hemos mencionado varias veces como leit motiv: la percepción que Rusia tiene de Ucrania como parte indisoluble de sí misma.
Eurovisivamente, el 25 de febrero, tan solo 48 horas después de la invasión, la Unión Europea de Radiodifusión expulsó a Rusia del festival, una decisión respaldada por unanimidad entre todas las televisiones que forman parte del organismo.
Previamente, el 12 de febrero, Ucrania celebró bajo una aparente normalidad su tradicional final nacional, el Vidbir. La ganadora fue Alina Pash con Tini zabutyckh predkiv (Sombras de los ancestros olvidados) gracias a la máxima puntuación del jurado y la segunda del televoto. Horas después de su victoria estalló una enorme polémica al conocerse que la cantante había visitado Crimea en 2015, después de la anexión rusa, incumpliendo así las normas de la preselección y la propia legislación ucraniana.
Tras varias declaraciones y acusaciones cruzadas y en medio de una gran tormenta y presión mediática, Alina se retiró el 16 de febrero, ocho días antes de la invasión, afirmando que no quería estar en el centro de esta controversia, defendiendo que ella no era una política sino una artista y recordando que la guerra real había llegado a su país en 2014.
El grupo Kalush Orchestra, segundo en el Vidbir y favorito del televoto con un 49,6% de las llamadas y SMS, recogió el testigo de Alina y representó finalmente a Ucrania en Turín. Su victoria allí ya forma parte de la historia del festival. Ganador de la votación popular, con récord histórico de puntuación y el doble de puntos que el siguiente país, la vecina Moldavia, y cuarto en la experta, se llevó el micrófono de cristal a su país.
Ucrania 2022: Kalush Orchestra - Stefania
En la primera semifinal, Ucrania fue votada por los jurados de 16 de los 18 países, incluyendo los 12 puntos de Albania, Letonia, Lituania y Moldavia. El televoto, por su parte, le concedió doce 12, cinco 10 y un 8. Si estos resultados se hubieran hecho públicos, poca duda hubiera quedado sobre las posibilidades de triunfo en la gran gala del sábado noche.
En la final, los jueces de 26 de los 39 países votaron a Ucrania, con el 12 de Letonia, Lituania, Moldavia, Polonia y Rumanía, mientras que la audiencia de toda Europa (y Australia) sin excepción apoyó a Ucrania, con hasta veintiocho 12, ocho 10, dos 8 y un 7 (de Serbia). Nunca hubo tanta unanimidad entre la población europea a favor de una canción en el festival.
Una vez visto el desarrollo de la votación, y sin ninguna intención de desmerecer a Kalush Orchestra, resulta inevitable pensar que parte de la reacción popular se debió a motivos extramusicales y, probablemente, Alina Pash y sus «Sombras de los ancestros olvidados» también se habrían hecho con el micrófono de cristal. Eurovisión, una vez más, ha sido otro campo de batalla en la guerra entre Rusia y Ucrania. Ojalá fuera el último de un conflicto parece lejos de cerrarse.