El pasado domingo 26 tuvo lugar la edición junior del Festival de Eurovisión de 2017. Y además de por sus canciones, parece que el certamen destacó por su novedoso sistema de votación. No soy un seguidor acérrimo de la versión junior (esta edición me cogió por sorpresa en tierras danesas) así que todo esto me ha pillado desprevenido. Tampoco acostumbro a analizar los números del junior por los cambios continuos y las ausencias de los países, pero vamos a echarles un vistazo a ver qué nos cantan estos números que, junto al voto internacional, parecieron colarse en la fiesta del junior.
LAS REGLAS DEL JUEGO
Primero de todo hay que entender las reglas del juego de las votaciones. Según la página oficial, estas votaciones se dividen en dos partes: una parte de jurados nacionales y otra de voto online internacional.
En cuanto a los jurados nacionales, siguen la estructura que está ya implantada en las ediciones sénior: un panel de expertos (en este caso, formado por profesionales del mundo de la música y niños) decide una votación que representa a su país y que se suma directamente al marcador. Hasta aquí nada que no conozcamos.
La segunda parte, el voto online internacional, es la que supone la novedad. Esta parte se dividió a su vez en dos fases. La primera, antes del Festival, permitía votar por tres, cuatro o cinco países, entre los que se podía incluir el propio. La segunda fase consiste en lo mismo, pero se abre después de las actuaciones del sábado durante quince minutos. La forma en la que ambas fases se suman no queda explicada, pero como no llegó a tener lugar la segunda por el colapso de las líneas, no vamos a preocuparnos por eso. En definitiva, el porcentaje de votos obtenido por cada país se transformaba en puntos, de tal forma que tanto jurados nacionales como voto online internacional dan el mismo número de puntos (bueno, en realidad el voto online dio un punto más).
Al final ambas puntuaciones se suman y dan el resultado final que determina el ganador. Y como siempre pasa cuando se mezclan dos sistemas surgen las discrepancias, ocurriendo situaciones como esta, en la que el ganador no es el ganador de los sistemas que lo forman.
«YO SOY YO Y MI CIRCUNSTANCIA»
No poder votarse a sí mismo es un concepto que en Eurovisión no se había tocado hasta ahora. Es un elemento sin duda peligroso, aunque no tendría que serlo. En una sociedad ideal, la gente debería valorar lo que en verdad debería valorar y no si esta canción viene de este país, de otro o del propio. Pero esto no es así. Si lo que votamos cada uno fuera público podríamos no votar por nuestro propio país para no ser criticados de imparcialidad. Pero en una votación secreta como es Eurovisión cada uno puede hacer lo que se le antoje al amparo de su anonimato. Prueba de ello es Bundesvisión, la extinta versión alemana de Eurovisión, donde también se dejaba votarse a uno mismo y los resultados eran, cuanto menos, escandalosos. Al final, en vez de conseguir que se premie solo la música, estamos permitiendo justo lo contrario.
Poco importa que se pudiera votar por otros dos, tres o cuatro países en esta edición del junior. Una persona puede emitir un voto por su país, y los otros dos votos por otros dos países a repartir entre los quince países restantes. Los siguientes habitantes de ese país harán igual y, a la larga, tendremos el país propio repleto de votos y el resto difuminado sin apenas diferencias.
Hay que resaltar que estos puntos online se acumulan al total, de ahí salen los porcentajes finales y con ello los votos al marcador. No ocurre como con los jurados nacionales, que cada uno emite su propia votación y luego se suma. Es decir, la conclusión a la que todos llegamos: que países con una mayor población pueden ejercer mayor peso en las votaciones online. Si 140 millones de rusos se votan así mismos, poco podrán hacer los 400.000 malteses haciendo lo propio. Por no hablar de los 1.400 millones de chinos… La verdad cuesta pensar que en la UER no fueran conscientes de esto.
Siguiendo este razonamiento, sería posible observar una correlación, una vinculación, entre población de un país y puntos otorgados por el voto online. Recordemos que es voto internacional y que la propia UER ya dijo que los 330.000 votos provenían de más de 100 países. Por tanto, países ajenos al Festival también podían haber afectado al resultado.
Si hacemos la correlación entre la población de los países participantes y los resultados del voto internacional, la correlación que obtenemos es 0,19. En una escala en la que 0 es que no hay correlación y 1 que hay correlación positiva, deducimos que no hubo vinculación entre los resultados y la población de los países participantes.
Además, los resultados del jurado nacional tampoco explican el voto online. Si calculamos la correlación entre los resultados de los jurados nacionales y los resultados del voto online internacional, la correlación es de 0,20. Si ignoramos los casos de los dos primeros en cada sistema, Georgia y Países Bajos, la correlación sube a 0,62. Como curiosidad si descartamos también a Malta la correlación llega al 0,84 o lo que es lo mismo, una gran semejanza entre ambos sistemas. Podemos concluir que, salvo por los favoritos en cada sistema, hubo un parecido entre ambos sistemas.
En definitiva, el voto online internacional estuvo bastante vinculado a los resultados del jurado pero no a la población de los países participantes. De hecho, los malteses están por encima de Rusia… En el aire dejo posibilidades como que los organizadores “suavizaran” el voto propio con algún método correctivo o que apenas haya habido interés en este festival, que solo un grupo de fieles seguidores haya votado.
No podemos encontrar datos firmes de afección por el festival junior (quizá las audiencias, pero con la televisión online puede ser un indicador sesgado), aunque resulta coincidente que los dos países que destacan en el voto online internacional pero no en los jurados nacionales son Países Bajos y Malta. Para los que vivimos el festival de cerca son sin duda dos de los más involucrados, incluso a pesar de sus malos resultados. Por ejemplo, Países Bajos ha asistido a todas las ediciones del junior y Malta solo se ha ausentado en dos. En la clasificación les siguen los países del Este, que una vez que se subieron al tren del junior, apenas se han bajado. Por último, tenemos una suerte de países occidentales, balcánicos y mediterráneos con una participación más irregular. Habría que investigar mucho más, pero parece que el voto internacional tiene algo que ver con la afección del país a este festival y que puede traducirse en actuaciones más cuidadas que a su vez den lugar a mejores posiciones.
¿Y TODO ESTO HA SERVIDO PARA ALGO?
Otro aspecto importante es comparar cómo se han distribuido los puntos de ambos apartados, jurados y voto online. Lo vemos claramente con los mínimos y los máximos. El máximo en los jurados nacionales (143 de Georgia) es superior al máximo del voto online internacional (112 de Países Bajos) y el mínimo de los jurados (5 de Chipre) es inferior al mínimo del voto online (35 de Albania). En términos matemáticos, diremos que el voto online ha tenido menos rango que los jurados nacionales. También la desviación típica (que es una medida de dispersión de los datos) indica que los puntos del voto online están más concentrados que los del jurado online, 20,43 de desviación para el primero y 41,38 para el segundo.
El siguiente gráfico compara los puntos obtenidos por cada posición (no por cada país). Podéis ver como los puntos del jurado caen rápidamente y los del voto online más suavemente, mostrando las diferentes dispersiones.
Expliquemos un poco más la dispersión. Podemos decir que en los resultados de cualquier Eurovisión hay dispersión, no todos obtienen la misma cantidad de puntos y con ello se ordenan. La nula dispersión se da, por ejemplo, cuando en el junior se daba a todos los países un doce. Quedaba muy bonito, pero no servía para diferenciar, no había dispersión alguna en ello y no aportaba nada (más que evitar que algún chaval se fuera a casa con el marcador a cero).
Los puntos que otorgó el voto internacional son tan similares, tan poco dispersos, que lo sorprendente es que finalmente decidieran el ganador. Probablemente sea el cambio más llamativo y con el que nos quedaremos, pero el resto de posiciones apenas variaron notablemente a excepción de los Países Bajos y Malta. Los cambios de posiciones que generó el voto online los podemos ver en la siguiente tabla:
Además, estadísticamente hablando no hay diferencias significativas entre los 143 puntos de Georgia y los 122 puntos de Rusia, ambos tuvieron una media de puntos estadísticamente similar. Por tanto, estadísticamente, repito, es muy subjetivo que el jurado dejó primera a Georgia y segunda a Rusia. Como aquel que dice ambas ganaron, con la concidencia de que Rusia tuvo más puntos que Georgia en el voto online y le arrebató la victoria.
En resumen, y mirando siempre el global de la situación, el voto online internacional no ha aportado ningún factor diferenciador a los resultados del Eurovisión Junior. Pero ciertamente ha cambiado el ganador, diréis. Ya queda en manos de cada uno valorar si se queda con la imagen global de los resultados (invariable) o únicamente con el ganador (variable).
LA CLAVE: LOS PAÍSES DEL ESTE
Probablemente en cuanto a participantes os hayan llamado la atención cosas como que no hay ningún nórdico o ese compacto bloque de países del Este/ex soviético (ver mapa, países en rojo), que metió a sus seis países en la mitad alta de la tabla. Resulta inevitable analizar cómo votaron, para ello mostremos la tabla de votos separando los que son del Este de los que no.
Lo primero que salta a la vista es que Georgia obtuvo todos los 12 de su grupo. De los suyos obtuvo una media de 12 mientras que del resto solo se quedó en 8,30, siendo esta una diferencia significativa estadísticamente. Es decir, se puede decir que los países del Este valoraron más a Georgia que el resto (con Armenia también pasa igual). No ocurre lo mismo con Rusia, que obtuvo 7,8 de los suyos y 8,30 del resto; ambas medias se pueden considerar idénticas en términos estadísticos. Por tanto, tenemos que los puntos de Georgia estaban inflados con respecto a los de Rusia por sus países afines.
Es más, si nos fijamos, tanto Georgia como Rusia tuvieron la misma media del resto de países, 8,30. Si pensamos que estos países son «objetivos» con Georgia y Rusia, podemos repetir lo que ya decíamos antes, que realmente ambas gustaron por igual. Y luego el voto online se encargó de declinar la balanza. Con estos datos (y sin saber más del voto online) en verdad parece más justo que la victoria fuera para Rusia que para Georgia.
Espero que estos análisis os hayan ayudado a entender un poco más lo que pasó en el Eurovisión Junior 2017, estudiando las normas del juego, el impacto del voto online internacional y los jurados nacionales de los países del Este. Esperemos que para la próxima edición aprendan de este experimento y nos brinden un mejor sistema. Y a ti, ¿qué te ha parecido el voto internacional? ¿Te parecería bien que se instalase en la edición de adultos? ¡Qué los números nos pillen confesados!