Despropósito. Más allá de que las galas de Tel Aviv pudieran gustarnos o no, de que pasaran a la final nuestros favoritos o no, o de que ganara nuestro país favorito o no, el sistema actual de votación está resultando cada vez más un despropósito. La exposición de los resultados es más emocionante que nunca, pero la forma en la que se valora a las canciones dista cada vez más de ser real y fiable. Jurados que parecen televoto, valoraciones selectivas, equivocaciones y soluciones erróneas nos arrojan un sistema que necesita urgentemente cuidados intensivos.
HATRIÐ MUN SIGRA
No hay nada mejor que las sensaciones. Cuando estábamos viendo las votaciones me llamaron la atención las votaciones de los jurados de Rusia e Italia. La primera, muy respetablemente, dejó fuera de sus votos a las grandes favoritas: Italia (11º), Países Bajos (14º), Australia (15º), Suiza (16º) y Suecia (18º). Lo bueno y lo malo de toda esta discriminación es que España sacó un punto que, visto lo visto, no sería tal sino fruto de la discriminación a otros.
El jurado italiano también nos deja posiciones cuanto menos curiosas: Australia (5º), Suecia (9º), Países Bajos (12º), Suiza (17º) y Rusia (23º). Es menos drástico que el caso ruso, pero también deja fuera de los votos a sus rivales directos.
Por supuesto, no hemos faltado a un nuevo capítulo de odio mutuo entre Armenia y Azerbaiyán, relegando sus jurados al país vecino al último puesto de sus clasificaciones… y porque no hay más. Obviamente Armenia lo volvió a repetir en la final. Pues bien, a este dueto se le sumó el sábado Georgia, que mantiene sus rencillas con Rusia: todos los jurados georgianos desplazaron a Sergey al último puesto de forma unánime. Conviene recordar que el jurado georgiano ya fue eliminado una vez porque las clasificaciones de todos sus miembros eran las mismas.
Por el lado positivo hemos vuelto a vivir los intercambios de 24 puntos entre Chipre y Grecia, a pesar de que ambas fueron 13º y 21º en la final. Rumanía y Moldavia también se declararon 24 puntos entre jurado y televoto, aunque no les sirviera para alcanzar la final. Por la parte de Rumanía, sin esos 24 puntos habría sido antepenúltima en la segunda semifinal.
En definitiva, la suma de jurados y televoto no solo permite que los países se intercambien aún más puntos, si no que provoca y demuestra ciertas penalizaciones en un concurso que se intenta vender como apolítico. Y lo peor es que ocurre y vuelve a ocurrir.
LA MANO NEGRA DE LA 'RUSIA BLANCA'
A estas alturas todos sabemos lo que ocurrió con los puntos del jurado de Bielorrusia, pero no deja de ser inaudito que algo así ocurriera en un concurso donde todo se mide a la perfección.
A consecuencia de las declaraciones vertidas por los miembros del jurado bielorruso sobre sus valoraciones en la semifinal, se le descalificó para la final. Puesto que todos los países deben tener una votación para televoto y jurado, la organización decidió que los votos del jurado bielorruso fueran la media de las clasificaciones finales de los jurados de países con tendencias de voto similar. En concreto estos países son los que estaban en el mismo bombo que Bielorrusia en el sorteo de semifinales: Armenia, Azerbaiyán, Georgia y Rusia.
En la siguiente tabla se muestran las clasificaciones finales de los jurados de Rusia, Armenia, Azerbaiyán y Georgia; el promedio de las cuatro, el ranking según el promedio obtenido y las dos formas en que podían repartirse los puntos, en función de si se premia el mejor o el peor ranking.
Este método no es mal estimador, pues ciertamente estos países votan similar. No sería igual de apropiado en otros bombos más heterogéneos. Como consecuencia, Israel recibió un inaudito 12 que la salvó el sábado del 0 global del jurado, Miki sumó 6 puntos, Macedonia del Norte perdió ante Suecia el liderato del jurado y entre Bielorrusia y Rusia se levantó revuelo porque la una no había votado a la otra.
Por suerte, la UER lanzó un comunicado rectificando esta votación con todas sus consecuencias. Sin embargo, deja un sabor amargo, como cuando se desvela un caso de dopaje y se entregan las medallas correctas tiempo después. La negligencia que muestra aquí la UER no tiene precedentes, y menos tratándose de una votación que se conocía de antemano.
EL MUNDO AL REVÉS
Lo que antaño parecía una anécdota, y hasta cómica (aunque a Barei le costara unos pocos puntos en 2016), parece ser moda y tendencia en 2019. Algunos jurados han mostrado sus habilidades al posicionar los países en el orden inverso al que debían, lo que ha provocado alteraciones sustanciales en los resultados finales.
No hacen falta confirmaciones oficiales. La correlación de un jurado con la votación final de sus 5 miembros es siempre positiva y muy elevada. Una correlación negativa muestra que el miembro del jurado vota al contrario que la media total de los cinco de ese país.
En la primera semifinal, la correlación muestra que la jurado C de Chequia votó al contrario que sus compañeros. La suya es del -12%, mientras que sus compañeros tuvieron entre un 40% y un 84%. Con tan mala suerte que, si los votos se hubiesen colocado de forma correcta, Polonia habría pasado a la final en vez de Bielorrusia. A Lina Hedlund, jurado en Suecia, le pasó lo mismo en la segunda semifinal: su -48% de correlación contrasta con la de sus colegas, del 45% al 79%. Es decir, los ordenó al revés, aunque esta vez sin mayores consecuencias.
Estas clasificaciones son auditadas por un observador independiente, tal y como reflejan las normas. ¿De qué manera se informa a los jurados sobre cómo deben votar? ¿Se puede revisar que se esté haciendo bien? ¿Cuesta mucho asegurarse de que estas valoraciones se hacen de forma correcta?
En resumen, el televoto sabemos cómo va y cuáles son sus lastres. Sin embargo, el jurado está mostrando también sus defectos y, aunque podrían corregirse, no se está haciendo nada. Es difícil que el ganador cambie por un error de los que comentábamos antes, pero por desgracia sí que puede y así ha sido, afectar a los pases a la final. La organización debería ser capaz de garantizar un sistema de votación sólido, válido y fiable antes de seguir buscando fórmulas para explotar su espectacularidad. Ojalá que para el próximo año tengamos un cambio en este sentido.