La cara de Blanca Paloma cuando desenroscó la cartulina y averiguó que le tocará actuar en la primera parte de la gran final nada tuvo que ver con la que minutos antes expresaron Marco Mengoni y La Zarra, que corrieron la misma suerte. La representante española está tan convencida de su trabajo que su running order, como sucedió el pasado año con Chanel, es lo de menos. “Si el otro día nos sentimos como en casa, hoy estábamos directamente en el salón, en la cocina”, aseguró nada más bajarse del escenario tras su segundo ensayo, donde introdujo los sutiles cambios que configuran su actuación, un pack cerrado desde el Benidorm Fest que ha servido para reforzar la identidad de la propuesta y, por supuesto, para respirar tranquilos ante el potencial y profesionalidad de la artista ilicitana.

Vistas las imágenes y extractos de su candidatura, el momento en que un foco de luz ilumina su mano se erige en el punto de inflexión de sus tres minutos, pero su recorrido, segundo a segundo, al más puro estilo cinematográfico, desprenderá emoción por los cuatro costados sobre el M&S Bank Arena de Liverpool y traspasará la pantalla para atrapar el corazón de Europa y más allá. Sobresale un primer minuto de plano secuencia, una iluminación exquisita y los movimientos de cámara que generan un intimismo, por instantes, sobrecogedor. “Estamos muy contentos con el resultado. El plan va sobre ruedas, con las bases asentadas”, señalaba a RTVE José Pablo Polo, productor y compositor de Eaea.

Poco antes de arrancar el segundo ensayo, Blanca Paloma se dirigió a su grupo –sus tres bailarinas; Angélica Moyano, Paloma Scharfhausen y Paula Valbuena; y sus dos palmeras, Desiré Paredes y Saray Frutos– y trasladó un manantial de sosiego: “Disfrutadlo. Respirad. Sentid. Nos caemos dentro de nosotras. Vamos a hacer la tortilla más rica”, decía con sonrisa pícara. A la conclusión, quilates de satisfacción: “El cambio más sustancial ha sido un plano hacia el final de la actuación que nos parecía muy sucio y que no funcionaba en pantalla. El resto de planos son magistrales”, explica Polo. Otras de las variaciones ya confirmadas es la sustitución de la nota sostenida por la nota final de la canción de estudio, que hace la narrativa aún más personal.

En el segundo minuto de la actuación llega ese momento mágico, casi onírico, justo cuando canta “Mi niño cuando me muera, que me entierren en la luna”. Un foco de luz ilumina la mano de la representante española, “abandonando la zona de confort que representa el manto de flecos de su abuela para empoderarse a través de la ancestras hacia un futuro desconocido”. La luz, como símbolo de fuego, enciende ese pasado para generar un rito de purificación y elevación”, analiza el compositor. Pero si algo puede dejar boquiabierto al respetable será la iluminación y la atmósfera que se crea en escena. El artífice, Álvaro Guisado Garavito, que utiliza una técnica con focos de contra para no revelar todo de golpe, algo que ya se probó en Secreto de Agua, destaca que ello aporta “simbolismo” a todo el concepto de Blanca Paloma y su propuesta”. También emerge la explosión de todas las chicas haciendo el rito, con una iluminación en rojo y flashes blancos que enfatizan su presencia, readaptando lo enseñado en el Benidor Fest al feudo de Liverpool. Allí la luz era más cerrada y oscura y ahora se reviste de mayor dinamismo, “más festiva para aportar punch al espectáculo”, explica.

Una realización intimista y que empodera

Determinante será lo que aún queda por revelar del todo, la realización, cuya responsabilidad ha recaído en Bentor Albelo y Javier Rojo, que han usado 12 cámaras entre las que se hallan la spidercam, la steadycam, la railcam y la cabeza caliente, entre otras. La actuación se compone de 35 planos para plasmar la historia de nuestras ancestras, con ese minuto inicial de plano secuencia que surgió a raíz de pensar cómo incluir al espectador dentro de la propuesta, como una experiencia inmersiva. “La cámara baila junto a las mujeres, te abre el espacio, acaricia a Blanca”, describen. Se combinan primeros planos y los planos detalle, que generan intimidad, con los planos generales, que abren el espacio y empoderan la figura de Blanca. “Está trabajada como un corto de 3 minutos”, apuntan. Y añaden: “Las referencias son bastante variopintas. Desde la más obvia como puede ser Lorca, pasando por Gaspar Noe, la arquitectura brutalista o la esencia de la copla y el cuplé”. También han buscado un guiño al cine español, en concreto al trabajo de Pedro Almodóvar y Carlos Saura, con algún plano que puede recordar a un cartel del director manchego. “Hay planos concretos que buscan generar imágenes con un impacto visual, estético y emocional desde la más absoluta sencillez”, dicen.

Blanca Paloma volverá a subirse al escenario el próximo miércoles durante el primer ensayo general de la segunda semifinal y mañana desfilará por la alfombra turquesa. Mientras, y a una semana de que se deshoje la margarita, su actuación apunta al color del cristal. Al menos, a poder verse reflejado en él en la terna de favoritas.