¡Yo no vi el edecé! Pero vi Identity.

Como eurociego que soy, como vosotros, queridos míos, me trago sin ningún tipo de criterio todos los programas que pasan por la red de conexión Eurovisión, ya sea el Festival de la Canción en sus dos versiones, los campeonatos de patinaje artístico o de natación sincronizada (bellos cuerpos…) pero, lo siento muchísimo, yo no ví […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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¡Yo no vi el edecé! Pero vi Identity.

Como eurociego que soy, como vosotros, queridos míos, me trago sin ningún tipo de criterio todos los programas que pasan por la red de conexión Eurovisión, ya sea el Festival de la Canción en sus dos versiones, los campeonatos de patinaje artístico o de natación sincronizada (bellos cuerpos…) pero, lo siento muchísimo, yo no ví el primer edecé.

Me refiero al Eurovision Dance Contest. Durante mis años de tierno e inocente infante, allá en mi colegio de jesuitas, entre las actividades extraescolares figuraban los bailes de salón. Y ahí fui como impenitente ocioso de la vida, mambo, chachachá (lo mejor de este mundo), merengue, pasodoble (verónicas y chicuelinas)… todo un mundo de posibilidades para bodas y verbenas veraniegas. Es decir, que me gusta el baile y me gusta bailar.

Pero nunca me gustó ¡Mira quién baila!, ni seguí sus especiales para el edecé. Y pretendía verlo, por eso de la sed eurovisiva, pero finalmente no caí. Bueno, sí, el mismo sábado por la mañana, me caí de los patines en línea en el parque del Retiro. Resultado, esguince en la rodilla derecha, la misma que rompí a los nueve años. Así que por la noche de lo único que tenía ganas era de dormir.

Al día siguiente curiosamente no me arrepentí de no haberlo visto, sino que me dio pesar no haber visto el programa posterior de nuestros queridos opinadores (¿por qué en las televisiones de España han florecido estas figuras?). ¿Alguien entre todos los eurociegos tiene un vídeo o deuvedé que me pueda prestar? Sería interesante. Por lo visto, y según las noticias publicadas aquí mismo, aquello fue la debacle.

Pero, como ya os digo, a priori no me parece interesante ese Dance Contest, como bien dice Miki (compañero a la par que amigo) en su columna, se trata de una moda en las televisiones, con muy buenos resultados de audiencia, pero moda al fin y al cabo. Mi madre, fiel seguidora del ¡Mira quién baila!, ya empieza a estar un poco harta. Y es difícil hartar a mi madre: estuvo 9 años viendo ¡Tómbola!

Yo no vi el edecé. Lo que sí vi fue Identity, hace unas semanas. No me desagrada el programa, es decir, para pasar la publicidad de C.S.I los lunes que no me acuesto temprano, está muy bien. Pero ¡ay, sorporesa!, que un día una de las identidades ocultas era "Representó a España en el Festival de Eurovisión". ¿Quién será, quién no será? Y de repente, apareció: Anabel Conde, una perfecta desconocida que venía perfecta para un programa de desconocidos.

Fue una experiencia digna de mención. "Ay, apuesto por la identidad eurovisiva", "¿Quién crees que es?! "pues la 8 (Anabel) o la 5 (una tipa con cierto parecido a Betty Misiego y Cher)". "¿Por quién apuestas?" el presentador era implacable. "Venga, por la 5, juraría que es Ana Patricia Conde, que quedó segunda". Momento para la historia. Claro, acertó la identidad, pero no el nombre.

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