WARS FOR NOTHING

No me puedo creer que esté aquí, otro año más y el octavo consecutivo, escribiendo estas líneas. Si me llegan a decir en el inicio de mi viaje a Belgrado que estarían por venir ocho aventuras más hasta llegar a Viena no me lo hubiera creído. Ocho años, de los 22 a los 29 con […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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WARS FOR NOTHING

No me puedo creer que esté aquí, otro año más y el octavo consecutivo, escribiendo estas líneas. Si me llegan a decir en el inicio de mi viaje a Belgrado que estarían por venir ocho aventuras más hasta llegar a Viena no me lo hubiera creído. Ocho años, de los 22 a los 29 con tantas historias entre ese comienzo y esta continuación, en los que sigo teniendo el privilegio de contar desde el otro lado de la barrera lo que yo antes leía en este mismo lugar.

No quiero pecar de pretencioso pero nada se vive igual ya que el conocimiento te da la experiencia y la seguridad de saber los pasos a seguir siguiendo una ruta ya prácticamente mecánica sin novatadas ni preocupaciones.  Lo que no cambia en todo este camino es la ilusión y los nervios que te provocan no pensar en nada más ni poder dormir las noches previas, ni siquiera esta última madrugada, las ganas de llegar al centro de prensa, al estadio y a todas las actividades y eventos, y contar todo lo que se cuece en el epicentro eurovisivo en Viena, son superiores a todo el cansancio acumulado durante las últimas horas de viaje.

La primera impresión de Viena 2015 me ha recordado a Düsseldorf 2011, lo cual me emociona de entrada ya que cada festival es diferente, especial y único pero, a título personal, ninguno fue tan mágico como ese. Con una organización, voluntarios y población con la amabilidad, educación y hospitalidad de los nórdicos, pero con una personalidad de unos centroeuropeos más cercanos a nuestro carácter sureño, se intuye una edición muy bien organizada pero a la vez muy divertida con multitud de alternativas y facilidades tanto para la prensa como para los fans. Desde el propio aeropuerto se respira en toda la ciudad un enorme ambiente eurovisivo lleno de promociones y la total implicación de toda la población y el comercio local dispuesto a exprimir al máximo todas las posibilidades de Eurovisión.

El estadio y el centro de prensa, a diferencia del lejano y destartalado astillero de Copenhague 2014, se encuentra muy accesible y bien comunicado desde cualquier punto de la ciudad. Numerosos voluntarios se acercan por si mismos dispuestos a ayudar a los recién llegados con un tono encantador y sonrisas perfectas y una disposición a veces desorbitada. La primera sorpresa es encontrar el lugarabarrotado de gente a ocho días de la gran final lo que denota la implicación de la prensa local, el interés de los medios internacionales y el aumento de las páginas de fans. La ORF ha creado un centro de prensa ideal, con todas las facilidades, en el que por el momento todo funciona a la perfección, sin fallos técnicos y a la primera, lo cual es de agradecer sobre todo en la primera y lenta toma de contacto. 

La siguiente parada, el estadio, también deja una primera impresión optimista, con un escenario más grande y bonito de lo imaginado por las fotos y vídeos previos, donde destacan como puntos positivos la calidad de imagen de los fondos, la altura que permitirá seguir mejor desde el foso todo lo que ocurra sobre él y evitará el estorbo de las banderas XXL, y una realización que gana enteros por televisión. Tampoco está de más mencionar como aspecto negativo el diminuto recinto que ha provocado una escasez de entradas tal que ha dejado fuera del sueño eurovisivo a multitud de eurofans. Un escenario que conocimos en directo con una actuación, la cual siempre es especial y queda para el recuerdo por ser la primera que vivimos en vivo, Hungría con Wars for nothing de Boggie.

Después de un merecido descanso asistimos a las primeras fiestas de la noche vienesa, la celebración de San Marino en el Euroclub, el cual se inaugurará oficialmente mañana domingo en la Wlecome Party, y la reunión nórdica en el Chaya Fuera Club. Viena ha prescindido durante la primera semana de la quincena eurovisiva del Euroclub para potenciar fiestas temáticas por numerosos locales promocionando así toda la oferta hostelera y repartiendo los beneficios derivados del turismo por toda la ciudad. San Marino nos regaló una cena de pizzas caseras y un concierto de Anita Simoncini y Michele Perniola, así como algunos miembros de The Peppermints, interpretando además de su candidatura numerosos clásicos de la música, en el que destacó especialmente la parte masculina del dúo con un talentazo y un carisma increíble en un niño de apenas 16 años, y haciendo más ridícula la obra compuesta por el omnipresente Ralph Siegel que no demuestra toda la valía de esta joven promesa. Los países nórdicos, a excepción de Finlandia y con la incorporación estonia, hicieron lo propio con una actuación cerrada solo para prensa invitada que se abriría posteriormente a todo el público. Así finalizaba nuestro primer e intenso día en un festival y una Viena que iremos conociendo y contando poco a poco a lo largo de los próximos diez días. Y tan ricamente.

Viena, a 16 de mayo del 2015. 

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