VOCES, ROPAS Y OTROS COMPLEMENTOS

En el mundo de la costura, se puede tener un cuerpo escultural que ganaría en cualquier concurso de belleza pero que mal vestido con harapos o alhajas, resultaría estrafalario, más bien feo. Y de igual manera, un cuerpo con un tímido encanto y gestos más introvertidos, podría mostrarse sumamente atractivo si va bien vestido. Y […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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VOCES, ROPAS Y OTROS COMPLEMENTOS

En el mundo de la costura, se puede tener un cuerpo escultural que ganaría en cualquier concurso de belleza pero que mal vestido con harapos o alhajas, resultaría estrafalario, más bien feo. Y de igual manera, un cuerpo con un tímido encanto y gestos más introvertidos, podría mostrarse sumamente atractivo si va bien vestido. Y siguiendo con la moda, también hay ropas que conocen una segunda vida, encajando perfectamente con la personalidad de quien las reutiliza o, en el peor de los casos, recordar constantemente a lo mucho que las lucía quien las vestía antes.

En Destino Eurovisión ya tenemos las voces y su forma de desfilar, ahora faltan las ropas que han de vestir. Después de dos galas con ropas prestadas, algunos han hecho valorar a quien las interpretó originalmente y otros, sin embargo, le han dado un soplo de nueva vida hasta parecer que fuera ropa diferente. Teniendo en cuenta la muy básica producción de las canciones, la variada trayectoria de los participantes y la diversidad en el estilo de versiones, el conglomerado está dando una preselección de apreciaciones a veces tan diferentes como paradójicas.

Para la primera gala, un amigo me confesó que no la vería ya que, según sus palabras, está cansado de los que “gritan tongo cuando no pasa su maridiva de turno”. La generalización de este extremo sería injusta, ya que depende de la óptica con que se disfruten las galas y lo que se quiera valorar en ellas. Al final, Eurovisión no es un concurso de voces, sino de interpretaciones, y no gana quien mejor voz tenga, sino quien mejor sepa vestir el traje que le han dado.

En aquella gala, María López, quien se deleita con una voz cuya valía nadie discute, sonaba temblorosa, engolada, impaciente y hasta persistente en los berreos finales. En la original, Anabel Conde transita con delicadeza desde la interpretación sentida de la melodía hasta el soberbio estallido final, sabiendo imprimir en cada momento lo que la canción necesita. No grita las palabras, sino que las canta, algo que le falló a María López. Por el contrario, el desparpajo de Gio, la habilidad de moverse por el escenario con resolución, la forma en que encara la cámara, transmitió mucha frescura y sinceridad al público. Él es consciente de que no tiene una gran voz, pero sí tiene un color que llama la atención, una chispa, un timbre fácil de distinguir en una multitud. No es casual tampoco la elección de Satellite. Lena, sin una voz portentosa pero arropada por una canción inteligentemente producida, sí consiguió una interpretación sincera y desenvuelta, y eso fue una gran inspiración para su victoria.


En la segunda gala, quizás más lacia respecto a la anterior, afortunadamente los méritos de los participantes se reflejaron en el desenlace. Se destacaba Esmeralda Grao, voz trabajada, timbre sonoro inconfundible, que se desplegó sencilla y afable en el escenario. Hizo uso de unas tablas que empleó sin hilos sueltos durante la intepretación: como cantar una canción, respetándola, y añadirle una nueva costura, haciéndola propia. Nacho Cano sobre ella en una entrevista dijo: “es una cantante más folklórica, con un registro más cercano a la copla; puede hacer muchas más curvas. La misma nota te la colorea mucho, regodeándose en la melodía”. Y ese matiz de color, sosegado pero luminoso, lo puso a trasluz durante la canción. Por otro, la atractiva y prometedora presencia de Sebas. Desplegó el color de su voz con intensidad y aplomo, desprendiéndose de afeites vocales que no transmitieran nada. En un escenario tal vez esté más cómodo en un sonido más soul, más negro, pero no desmerece la penetrante versión de Molitva. Quizás algunos nervios le impidieron estar más espontáneo en el escenario y mostrar una implicación más honda con la canción: las veces que miró a la cámara, en Eurovisión con una mayor energía e intensidad emocional hubiera cosechado miles y miles de votos extras. Pero eso no le resta en nada el aplauso y cariño entusiasta que ha levantado.

Cuando no hay términos objetivos para medir o pesar y asítener una valoración de las interpretaciones que convenza a todos, una de las varas es la transmisión de emociones. Que su voz sepa vestir una ropa de forma que llegue a pensar que nadie más podría lucirla tan bien ni resultar tan atractivo como esa persona en ese momento. Que esa persona que está ahí, quitándome tres minutos de mi tiempo, sepa emocionarme, comunicarme un mensaje, un sentimiento, un algo que me estremezca y me haga querer votar por ella.

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