URGEN MECANISMOS DE CORRECCIÓN EN EUROVISIÓN

Muchas reacciones, dimes y diretes, protestas y alabanzas han despertado los resultados completos y por separado del jurado y el televoto del último Festival de Eurovisión de Bakú que acaba de publicar la Unión Europea de Radiotelevisión (UER). ¿Se merecía Pastora Soler con Quédate conmigo un puesto 18 en el televoto, peor que el 16 […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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URGEN MECANISMOS DE CORRECCIÓN EN EUROVISIÓN

Muchas reacciones, dimes y diretes, protestas y alabanzas han despertado los resultados completos y por separado del jurado y el televoto del último Festival de Eurovisión de Bakú que acaba de publicar la Unión Europea de Radiotelevisión (UER).

¿Se merecía Pastora Soler con Quédate conmigo un puesto 18 en el televoto, peor que el 16 logrado por Lucía Pérez con Que me quiten lo bailao? ¿O el quinto lugar otorgado por el jurado a la sevillana valora realmente las cualidades artísticas de la candidatura española de este año?

¿Por qué los expertos han valorado tan alto a países como Ucrania y Georgia, y tan bajo las candidaturas de Países Bajos, Suiza o la misma Turquía, mientras que el televoto, por ejemplo, concedió a Can Bonomo un cuarto lugar en la gran final? ¿Se merecía el turco ese puesto por sus cualidades artísticas o por la calidad de la canción, o le ayudó a estar en tan buena posición cantar bajo los colores de Turquía, uno de los países con mayor diáspora en Europa?

¿Es justo que las abuelas rusas, de dudosas cualidades vocales, logren en el televoto un segundo lugar a escasos 11 puntos de la ganadora absoluta, la sueca Loreen?

Todos estos interrogantes, y muchos otros, abren un debate, que, por otra parte, no es ninguna novedad sobre la conveniencia o no de cambiar el sistema de votación del Festival de Eurovisión. ¿Se debe limitar el televoto y pesar más la opinión de los jurados profesionales, o viceversa? Son mil interrogantes los que ahora se plantean sobre la conveniencia de un cambio, y todas las posturas, condicionados por unos u otros factores, se sustentan sobre diferentes argumentaciones.

Lo que sí es conveniente es que el Grupo de Referencia para Eurovisión de la UER realice un análisis y una reflexión concienzuda sobre esas diferentes posturas y argumentaciones que han despertado las votaciones tanto del público europeo como de los jurados, e introducir, en el caso de que lo consideren oportuno, mecanismos de corrección hacía uno u otro sentido, pero siempre, desde mi punto de vista, intentado primar la calidad y la profesionalidad para hacer del festival, precisamente eso, un festival donde se impongan esos criterios sobre el espectáculo televisivo, el marketing y la publicidad. No olvidemos que la esencia primera del festival es la canción y el cantante, no el ‘monigote’ y el circo, por muy bien construido, planteado y estudiado que esté.

Por tanto, abogo porque la UER sí introduzca esos mecanismos de corrección y, vistos los resultados de Bakú, predomine la votación del jurado profesional sobre la del público en un porcentaje que no sabría determinar con exactitud (60 por ciento frente al 40 por ciento ó 70-30…) para paliar lo más posible diásporas, vecinismos latentes y posibles ‘compras’ de votos en países pequeños, como Chipre o Malta, con el fin de asegurarse una alta puntuación del televoto.

De esta forma, se impondría la calidad vocal y artística de las candidaturas frente al espectáculo y el ‘mamarracherismo’ en su más amplio sentido, en alguna ocasión, incluso, espectáculos de saldo que en nada benefician el festival, como yo lo entiendo.

En definitiva, la votación del jurado de Bakú, por lo general y siempre con excepciones, se asemeja más a la concepción de festival que defiendo que la del televoto. De ahí, mi argumentación, una argumentación igual de válida que la de cualquiera, pero que la UER debería tener en cuenta, al igual que otras, por ser apoyada por mucha comunidad eurofan europea.

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