SOBRAN VEINTE
A menos de veinte días para que llegue la noche que da sentido a todo esto, los columnistas nos entergamos al malsano ejercicio de las predicciones. Esta mera reflexión que aquí os presento (subjetiva más que esotérica) no tiene intención alguna de sentar cátedra, sino solo de ofrecer una opinión, esmerada al menos, que fantasea con convertise en empírica la noche del 14. Invito, pues, a los lectores a que, en el respetuoso uso de su derecho a comentario, rebatan o no las afirmaciones que paso a proponer.
Salvedad hecha, Düsseldorf, una edición de la que muchos habéis venido criticando su pobreza musical, llega sin un favorito absoluto. Ni se le espera. De los 43 temas a concurso, más de la mitad parecen escogidos a propósito para firmar un año en blanco. Dicho de otra manera y sin menospreciar los gustos de los europeos, solo una decena parecen tener interés en ganar, en conquistar ese extraño fin común a todo concurso.
Siendo estrictos, la lista se reduciría mucho más si añadiésemos más variables a la criba: originalidad, posición, semifinal o big5, expectación, posibilidad de sorpresa, tendencias de votos… Pero hacer esto me dejaría con demasiado poco que decir sobre este año y daría una imagen en exceso negativa, y, como en todo en la vida, tampoco es para tanto. Por eso, seré optimista: he aquí mi selección de actuaciones que considero abastecerán el top 10 de la Grand Final. Y no, no está España -por cierto, como gran aficionado a la lectura de vuestros comentarios que soy, este año debo manifestar que he echado en falta muchas más apasionadas proclamas de ánimo a la representante lanzadas por sus legiones de incondicionales, algo harto común en otras ediciones-.
Noruega, siempre irregular, este año mantiene sus opciones en el ranking -que no en el podio- con un tema que bebe del afropop y de la inercia afrooptimista macerada globalmente a partir de la histórica celebración de los mundiales de fútbol en el continente negro. No por azar, precisamente ella, Stella, una noruega de cuna keniata, presume de haber cantado para Nelson Mandela. Participación número 50, por cierto.
Hungría, un país muchas veces anodino, vuelve tras su ausencia de 2010 conquistando el apoyo del sector eurofan más previsible en sus gustos. No hay duda de que Kati, otra cantante popularizada gracias a un talent show, acaparará los aplausos más eufóricos. Pero de ahí a darla por vencedora es correr un riesgo innecesario. Está por ver la incidencia real de sus súbditos a la hora de televotar.
Azerbaiyán lo de siempre. Una envidiable producción, artistas exportables, inglés y un tema tan bien empastado volverán a situar al país del este-este en envidiables -la repetición no es casual- posiciones.
Bosnia se apunta a eso de repetir cantante, con Dino, todo un reputado compositor y primer top 10 de las participaciones en la trayectoria de este país balcánico. Love in Rewind va a clasificarse y va a quedar aceptablemente bien. El mandato tiene su fundamento en la personalidad autoral del tema y en la del propio sarajevés de 49 años, letrista, por cierto, del primer himno bosnio. De momento, prometen optimismo yogui, puesta en escena cuáquera y tic en la pierna -por algún lado tendrá que sacar aquellos espasmos en pijama interplanetario del 99-.
Suecia y Saade juegan al despiste. Su tema ruidosamente orquestado y de fondo marcial pretende disimiular la pobreza de su letra. Con un color nuevo, Popular es otro objeto de la cadena schlager. Gustará.
Rumanía, a quien de momento las encuestas minusvaloran, puede hacer un papel relevante en la final del 14. Change es su propia definición: Hotel FM aportan algo distinto a lo que los rumanos nos tienen acostumbrados. Algo, diríamos, bien hecho, fresco y talentoso.
Estonia es una de las propuestas más atractivas porque, inscrita plenamente en las tendencias más comerciales, atesora una originalidad en la producción, el cuerpo de baile e incluso en el énfasis indie de las coristas que no pasará desapercibida. Su clasificación será la segunda desde el sistema de semifinales.
Francia, paradójicamente, gracias a su poca implicación en el concurso ha vuelto a dar con una representación a la altura de su grandeur. Hacía mucho tiempo que el país galo no era favorito en Eurovisión. Este año, de hecho, muchas casas de apuestas lo colocan el primero. El triunfo de un tenor y en corso puede reventar muchos estereotipos intra y extraeurofans. Habrá que esperar a ver cómo de sincero o petulante resulta Amaury en el escenario de la final.
Reino Unido, con los Blue, va a por todas. Lee, Simon, Duncan y Antony quieren reunir a aquellos millones de fans que elevaron hace años varios de sus singles al “número uno” en 40 ocasiones y en toda Europa. Su I Can, reconozcámoslo, dosifica un in crescendo r&b casi de himno que, inevitablemente, motivará a otros tantos miles de personas a descolgar el teléfono y votar por el 14.
Alemania tenía como objetivo no resultar repetitiva ni perderse por el camino. Taken By A Stranger es una canción muy bien compuesta, mejor arreglada y firmemente interpretada por una voz que ha crecido mucho en un solo año y que ha ganado en madurez musical. Innovadora y por eso arriesgada, Alemania (o Lena) esperan volver a convencer al respetable europeo a través de las inconstantes que la llevaron el año pasado a triunfar en Oslo y de una reinvención que nadie podrá tachar de pobre. Alemania quiere dar en su Düsseldorf la impresión de jugar la carta de la calidad. Lena, que ya no necesita el festival, fue reelegida para ser rentabilizada, aprovechada en más dimensiones, estirada. Una cuestión: ¿le ha cambiado la mirada o siempre ha sabido tanto?
Italia. Por fin Italia. Años de desconexión del festival les han llevado a presentar un tema completamente extraño. Gualazzi compone e interpreta algo serio a pesar de los cambios de idioma, algo “demasiado bueno” como dirán los críticos con el festival. Algo que no busca la espectacularidad, sino la audición casi individual. No sé cómo se va a desenvolver en un escenario lleno de leds ni si se atreverá con un cuerpo de baile o una banda de músicos. Italia, aunque esté de vuelta, hace lo de siempre: desconcertar.
Israel, si pasa, llevará a la final a una de las grandes damas jamás salidas de la factoría ESC: Dana Int. Si pasa, llevará a al final un tema menor, algo desteñido, que no puede conseguir el impacto del inmortal Diva. Dana, este año, parece la segunda opción de muchos, pero la primera de nadie.
Dinamarca viene a confirmar una trayectoria que apuesta por el pop más elaborado y que ha estado reconocida por un parcial de acierto del 100% en las últimas tres ediciones. New Tomorrow, que no puede ganar, luchará por entrar en el top 10. Quede como quede, será un lujo escuchar este temazo por duplicado.
Obviamente, pecaría de ingenuo si no mencionase las posibilidades que la historia eurovisiva de estos últimos años reconoce a Armenia, Ucrania, Georgia, Turquía, Rusia y Grecia, unos países que, presenten lo que presenten, hasta ahora se han clasificado para todas las finales por las que han competido. Ahora bien, si la Justicia existe, ello no debería garantizarles ni un punto este 2011.
Fuera se quedan muchas que sé que a muchos os gustan y que a mí me parecen la misma santa canción de siempre. Fuera, también, se quedan dos que muchos coincidís en detestar y que, salvo sorpresas, no harán nada: Moldavia y Portugal. Y qué queréis que os diga: cada uno por sus motivios, los dos merecen el mayor de mis respetos en este festival. Y mis mejores deseos.
¡Feliz cuenta atrás!