Sobra(l) el gallo
Como no viera el primer tijeretazo del martes, olvídese de ver a Jamala interpretando de salida la canción que la hizo ganadora (¡¡¡ay, aquellas decenas de Lenas que se montaron en Alemania 2011!!!), moda que ha descafeinado el festival para quien lo ve solo en sábado y quizás no sepa qué hacíamos en Kiev. Acomodados, ¡zas!, primera actuación y postcard a lo ManneckingChallenge, único elemento imaginativo de un guión plano que añoraba a Petra Mede. Atentos ya todos porque en la docena inicial iban a lucirse las dos favoritas, irrumpe la sonrisa profident de Imri, meneo israelí con aroma a despedida bien ejecutado y enchufando energía más allá de una letra simplona (Nota: 6,5/10). Y de un modelo masculino a una fémina de largas piernas y mayúscula voz que permite a Polonia cumplir el expediente (6/10) pero olvidable a más no poder.
Mejor fue subirse a la nave bielorrusa, que tiene guasa vio cómo se frenaban las hélices en mitad del amoroso repertorio con que nos mostraba Navyband la idiosincrasia de su tierra. Alegría contagiosa y conduccion digna de ser premiada (8/10). Siguiendo la línea del carisma a espertuas, el austriaco Nathan nos dio un paseo por las nubes con una melodía fresca y rostro angelical que fue valorada por el eurofan, el jurado… pero no por un televoto que incomprensiblemente le endosó un rosco (7/10). Ignoro lo que le faltaba a Trent y tenían otros.
Artsvik salió a prolongar el ejercicio armenio de exhibir un videoclip en directo, plano va y plano viene, y a echar a volar la imaginación con una gestualidad inmaculada hasta que el pájaro atravesó el escenario (8/10). Si querían más voz, la del trío de hermanas holandesas a lo Destiny Child, caviar de intercambio melódico a la vieja usanza que cautivó hasta el lacrimal (9/10). Más jolgorio con el saxo Moldavia al grito de mamma!!! y coreo desbocada emulando una boda que le otorgó un sobrevalorado bronce (8/10). Antesala del momento cumbre, la puesta racial de Hungría y su gitana (7/10).
Aperitivo de la triunfadora durante tres meses, Italia,que se despeñó al sexto puesto saciada de éxito y de interpretar su karma como cansado de tanto Namasté. Merecía con todo secundar a la ganadora y no irse de vacío (9/10). Entre pan y pan, el alarido afinado de Anja (5,5/10) para darnos tiempo de abrir bien los ojos y despertar las orejas
Con todos ustedes, Salvador Sobral. Emoción y pasión al paso de cada nota musical que nos embriaga de fe por el porvenir del festival. Minimalista puesta en escena de una Portugal dulce, melosa y cautivadora. Luisa, gracias por gestar semejante joya (11/10). Amamos por los dos. Y del sentimiento y la llorera de la armenia tras contemplar Amar pelos dois a los fuegos artificiales que llamó a desterrar el rey de la noche, el verdadero gallo.
Y eso que el esqueleto de Dihad, amén de para entendidos, cuadraba con el mensaje y sonido Gaga con la cabeza de caballo a cuestas (8/10). Más que la bipolaridad croata de Houdek, extraño en la disposición y perfecto en la ejecución (6,5/10). Esta vez desentonó el aussie Isaiah, un valor para el jurado que el público no vio más por las reticencias que depara ya Australia (7/10), mucho mejor que la chirriante Demy, cuya ráfaga de amor fue salvada por una escenografía de manual (5,5/10).
Y del océano heleno al corral español. Un disparate desde su modo de elección y eufóricamente denostada no por ser hater sino por la incomprensión de la apuesta, a dedo bajo la apariencia de democracia. De nada sirvió contratar a un mago de las puestas en escena que diseñó un fondo y elementos de primaria, tipo plastidecor, y para colmo el evento le vino grande a Manel. Lo dio todo este trimestre porque se percató de la dificultad de la empresa y se topó con un gallo en el momento cumbre que no provocó el 0 de los jueces, quienes le examinaron 24 horas antes. Fue una mezcla de presión y justita capacidad con una canción nada competitiva que TVE la abandonó a su suerte. El representante se dejó embaucar por la ilusión de dar diez pasos de golpe en vez de avanzar a cámara lenta pero seguro, y ahora debe escalar el precipicio al que le han tirado sin miramientos (3/10). De pañuelo de seda luciendo en el bolsillo de un traje a kleenex botado en una papelera.
A continuación una candidata a años luz a la que se le veían todas las costuras vocales sintetizadas aunque quedaran enmascaradas por las caretas de sus protagonistas pero la postmodernidad Noruega fue digna de mención (8/10). A saber la razón de que el televoto diera otra vez la espalda a la balada inglesa de gran calidad y solo menguada por la gestualidad dolorosa de Lucie Jones (8/10), algo parecido a lo que sucedió con el viaje espacial chipriota que se dio de bruces con la gravedad pese a la imaginativa y eficaz gestión de su composición (8/10). Al contrario, el público aupó al Top 10 el estribillo de los Alpes que entre rap y pop dispuso el dúo rumano, el que más movió a los allí presentes (8/10). Yodeleit yodeleiooooo…!!!
El plano cenital germano de apertura hizo que Levina diera esquinazo a otra farolillo rojo alemán aunque esa grave voz rota que tanto me atrae se trastabilló en algún pasaje (6,5/10). El rock de la anfitriona fue un relleno que no cuajó (5,5/10) mientras Blanche se desquitó de un plumazo todos los nervios que la atenazaron la primera semana para completar su mejor aparición en Kiev con una canción que ya tenía enamorado al eurofan (8,5/10) y volvía a destacar la laboriosidad belga. La elegancia sueca, un revival del Melodifestivalen, firmó otro notable trabajo subido a la pasarela (8/10), antes de que el adolescente búlgaro de origen ruso hiciera crecer con su aterciopelada garganta lo que tenía entre manos para meter el miedo en el cuerpo a Sobral (9/10) La panorámica de la Torre Eiffel y la mueca sonriente de Alma que atrajo más al respetable (8/10) bajaba el telón previo a contemplar el trasero de un fan local envuelto en la bandera australiana ante la impertérrita mirada de Jamala.
Fueron cayendo las puntuaciones del jurado (lo de Azerbaiyán y Armenia clavándose ceros merece la sanción de la UER) con la sorpresa de ver empequeñecido al gorila italiano y el temor de que el móvil sancionara a la destacada Portugal. Pero en los dedos del telespectador, atrapado por la magia de la sinceridad de algo tan simple como singular y magistral, estaba marcado a fuego el prefijo luso. La historia se cobró la deuda pendiente que, por ejemplo, tenía Eurovision con el Senhora do mar, de la triunfita Vania, y entregó el testigo a la RTP, a la que en febrero acusaron de olor a naftalina, rumbo a Lisboa. Parabéns!!! Tres minutos, tres, que ya son culto a la música y señuelo de la identidad del festival. Susúrranos, gallo. Eu sei, que nao se ama sozinho…
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