SINSABORES DEL DIRECTO

Durante la pasada edición del Festival de Eurovisión, muchas fueron las críticas dirigidas a Raquel del Rosario por la interpretación de la canción Contigo hasta el final, así a como Bonnie Tyler y Cascada, que dejaron a los eurofans con un cierto sabor amargo durante las actuaciones. Sin embargo, no son los primeros artistas del […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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SINSABORES DEL DIRECTO

Durante la pasada edición del Festival de Eurovisión, muchas fueron las críticas dirigidas a Raquel del Rosario por la interpretación de la canción Contigo hasta el final, así a como Bonnie Tyler y Cascada, que dejaron a los eurofans con un cierto sabor amargo durante las actuaciones. Sin embargo, no son los primeros artistas del certamen (ni tampoco los últimos) en dejar una fatídica huella en sus interpretaciones a nivel vocal, ya sea insignificantemente o de forma imborrable, por desgracia. 
 
En primer lugar, comenzaré con las desdichas más notorias. La actuación de Reino Unido en el año 2003 con el dúo Jemini es el ejemplo más claro de como arruinar una canción desafinando sin cesar. La causa de ello fue la mal cuidada voz de los intérpretes, que tuvo que soportar varias noches de alcohol y juerga durante los días previos al festival. Otro ejemplo de ese mismo año fue la desafinada voz de Beth en las partes agudas. La cantante española no fue tan juerguista como los compañeros británicos. Sin embargo sufrió los nervios del directo.
 
Uno de los finales más desgraciados, hablando siempre a nivel vocal del artista, lo tuvo Justine Pelmelay en 1989. La cantante neerlandesa interpretó su balada de forma impecable, pero al llegar al arriesgado e impresionante final de la canción, la cantante no pudo contener la nota, quedando su voz rasgada y finalizando su actuación con un sabor agridulce. Algo parecido le ocurrió a nuestro Daniel Diges en su primera actuación, hecho que probablemente se debió al mal trago que pasó con el graciosillo de turno. 
 
Pero no siempre es el intérprete el culpable de una mala actuación ya que los coros también pueden constituir un gran parásito para la canción, como por ejemplo, Olé Olé en 1985 y No quiero escuchar en 1999. En la primera de ellas, al llegar el estribillo una de las coristas de Izhar Cohen lanzó un grito desgarrador como si hubiera visto un fantasma. No obstante, los coristas de Lydia de 1999, hacen insignificante el error de la corista israelí. La pobre cantante española no tuvo suficiente con su colorido vestuario sino que también tuvo que escuchar la horrorosa compaginación de su voz con el coro, hecho que remató por completo la actuación española. 
 
Las faltas de memoria también constituyen un gran peligro en escena, y sino que se lo digan a Al Bano en 1976, el cual agravó el error tarareando la canción en voz baja y cabizbajo.
 
Por otra parte, voy a mencionar pequeños fallos sin importancia a nivel vocal, algunos de los cuales han pasado inadvertidos por los eurofans a lo largo de los años. En numerosas ocasiones los técnicos de sonido son los responsables de manchar el inicio de una canción, principalmente conectando el micrófono del intérprete de forma tardía. Se puede observar claramente en las actuaciones de Sandie Saw en 1967, Karina en 1971 y Carola en 1983.
 
Por increíble que pueda parecer también ha habido intérpretes y coros ganadores del certamen que han cometido fallos en sus actuaciones. Sin embargo, éstos se produjeron durante la repetición de las canciones ganadoras. En 1969, uno de los Valldemossa gritó el primer ¡hey! antes de tiempo, haciendo que Salomé rectificara gritando otro más fuerte. También, en 1987, Johnny Logan no terminó de cantar Hold me now, ya que su voz no pudo aguantar la nota final, recibiendo los aplausos del público. 
 
Han quedado muchos más ejemplos en el tintero pero nos podemos hacer una idea de la cantidad de errores y fallos vocales que produce la magia del directo, muchos de los cuales hacen que la canción española, británica y alemana de este año pasen inadvertidas a lo largo de la historia del certamen que tantos buenos y malos sabores de boca nos producen a nosotros, los eurofans.

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