SÍ, LA MIA MENTE DISSE SI

“Sì, la mia mente disse sìper paura o per amorenon me lo chiesi mai.Sì, dolcemente dissi sìper provare un'emozioneche non ho avuto maie quando nel suo visotutto il cielo si scoprìsì, sì” Italia 1974 Los años en Eurovisión también definen diferentes perfiles de seguidores. Sin darnos cuenta, oleadas de personas se pueden enganchar cada año […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
IMAGENES WEB-03

SÍ, LA MIA MENTE DISSE SI

“Sì, la mia mente disse sì
per paura o per amore
non me lo chiesi mai.
Sì, dolcemente dissi sì
per provare un'emozione
che non ho avuto mai
e quando nel suo viso
tutto il cielo si scoprì
sì, sì”

Italia 1974

Los años en Eurovisión también definen diferentes perfiles de seguidores. Sin darnos cuenta, oleadas de personas se pueden enganchar cada año al festival, y tras la sucesión de modas, van marcando generaciones. La generación de quienes vieron Eurovisión en teatros durante los 90, aquellos otros que se sumaron a raíz de Operación Triunfo en 2002 cuando ya había libertad de idioma, la de gusto más gótico tras la victoria de Lordi… y casi también podría existir la generación que llegó a ver a Italia en directo.

La música italiana es particular, como la de todo país que tiene tradición y cultura musical propia y, a riesgo de ser encasillada en en fórmulas acartonadas, aportó un sabor cálido muy personal, lejos de las canciones intercambiables y suscritas a la moda que la mayoría de los países del Este aportaron al Festival a partir de los 90.

España siempre tuvo una conocida predilección por las canciones italianas. Una simpatía reflejada en los puntos y que incluso se traducía en explícitos piropos del comentarista, como los que Tomás Fernando Flores dedica a Anna Oxa en 1989, el cual, acabado el festival, no sólo se lamenta por la posición de España, sino también de la no victoria de la propia Italia. Si bien, esta preferencia es en parte comprensible y hasta explicable, por el cordón umbilical que durante décadas había unido a los dos países, una relación cotidiana y familiar que subyacía debajo del mal llamado “amiguismo”. Numerosos artistas italianos eran ampliamente conocidos en España y la música italiana, con sus matices de balada de voz rota, sus medios tiempos y sus melodías mediterráneas, se había vuelto muy habitual en las radios españolas y en las galas musicales de la televisión española.

Domenico Modugno había triunfado con Nel blu dipinto di blu, Gianni Morandi tuvo varios éxitos, Gigliola Cinquetti se hizo común en las listas de ventas con canciones como No tengo edad, La lluvia o incluso un disco de boleros en español. La influencia italiana no sólo se quedó en aquellos artistas de blanco y negro, sino que siguió reforzada en los 80. Aquella fue, tal vez, la última gran década de Italia, cuando sobrepasó en PIB a Reino Unido y las empresas italianas triunfaban en el extranjero a ritmo del Italo Disco. Matia Bazar, que triunfara con Sólo tú, los frecuentes Al Bano & Romina Power, Ricchi e Poveri con Mamma María o Será porque te amo, Franco Battiato, Umberto Tozzi o incluso Raf, que triunfó con Self control, aquella canción que versionara mucho después Soraya. Más allá de Eurovisión, canciones como Yo no te pido la luna o los variados estribillos de Rafaella Carrá hacían estragos los fines de semana.

Afectado quizás por la maldición del ganador, sucedió que Italia ganó por segunda vez y llegó su abandono del festival y por otra parte, su influencia poco a poco se fue diluyendo. Aún en los 90, además de Eros Ramazotti, llegaron a España otra generación de cantantes italianos pasados por Sanremo: Laura Pausini, Paolo ValesiMarco Massini, … si bien, fue la última en llegar a las orillas del mercado español. Parece como si la música italiana se hubiera borrado del mapa, después de décadas de constante presencia.

La vuelta de Italia es una incógnita, aunque se sepa de partida que ya no volverá a ser como antes. Sin embargo, más allá de nombres conocidos, el interrogante atañe más al estilo, a las formas de “canzone” que siempre pisaron los escenarios eurovisivos. Dicen los economistas que España e Italia son países que deberían colaborar más económicamente, por tener, pese a las coyunturas, unas materias primas y una estructura de empresas similares, creando un eje Madrid-Roma que compense al frío París-Berlín.
Quizás la soledad de los idiomas español e italiano en el festival tuvo que ver en el desierto de reconocimientos que padecieron los dos países durante décadas de competición, ante la supremacía del francés e inglés. Este año el país transalpino aparecerá en un escenario diferente y con una competición distinta, pero incluso a quien nunca le haya gustado el estilo melódico de la canción italiana, debe estar alegre por la vuelta de un viejo conocido, de lengua parecida y que sabrá aportar una línea original dentro de la uniformidad lingüística y musical que ha inundado a Eurovisión en la última década.

Conversación