REFLEXIÓN INTERMEDIA

Así, escribiendo sin mirar atrás, me lanzo a comentar algo sobre los 25 finalistas que el próximo sábado competirán y los 18 países que sólo mirarán y votarán. Son reflexiones rápidas, en un tiempo de paréntesis y que sólo pretenden compartir una opinión. Que nadie se sulfure, que hay cosas más importantes en la vida… […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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REFLEXIÓN INTERMEDIA

Así, escribiendo sin mirar atrás, me lanzo a comentar algo sobre los 25 finalistas que el próximo sábado competirán y los 18 países que sólo mirarán y votarán. Son reflexiones rápidas, en un tiempo de paréntesis y que sólo pretenden compartir una opinión. Que nadie se sulfure, que hay cosas más importantes en la vida…

No hay duda de que, a grandes rasgos, este año los televidentes han escogido un grupo de 18 países con una calidad bastante homogénea dentro del total de 38 que se ha jugado el pase a la final. Ya tenemos a todos los que esperábamos que, más arriba o más abajo, iban a pasar y sólo ha habido que lamentar dos bajas, número reducido en comparación con otras ediciones: Israel y Noruega.

Lo de Israel se puede explicar por lo francamente mal que ha cantado su representante. A pesar de su inmortal estela, del lujazo de poder disfrutarla tres minutos y de su generosidad hacia el público, ya dijimos que con un tema así -que con la nueva versión se ha dejado incluso algo por el camino-, lo tenía difícil.

Lo de Stella es más complejo de describir. Motivos podemos apuntar varios: que no brilló tanto como en la final noruega que ganó, que el segundo es un puesto maldito en el festival, que puede que le haya pasado factura lo de ser una de las seguras y por eso la gente haya preferido no votarla, o que el público, simplemente, no se haya fijado en una puesta en escena tan básica.

Las hinchadas de Estonia o Suecia pueden respirar tan tranquilas como lo han hecho durante todas estas semanas las del Big 5. Fiu.

Las sorpresas han llegado de la mano de países que tradicionalmente pasan sin pena ni gloria por las semifinales y que este año parecía que iban a volverse de la misma manera. Eslovenia y Lituania, que no eran favoritas, por alguna mágica -extraña- razón, competirán el sábado. Por los últimos puestos, suponemos. Y bienvenidos sean, por otra parte.

El caso de Suiza y Austria, naciones centroeuropeas muy poco afortunadas en esto, es distinto. Su clasificación se debe a la justa valoración de sus interpretaciones. Ay, la justicia, concepto subjetivo y más cuando hay premios de por medio…

Y la injusticia, claro. Como que pase Ucrania, un país especialmente dado al tongo que lo demuestra año a año. La estrategia de desviar la atención de la balada insulsa hacia una fantástica artista de la arena ha funcionado y funcionará. ¡Así es como se ganan la vida los trileros!

Sorpresas gratas son Serbia, Finlandia o Islandia, temas sin grandes pretensiones que han conseguido demostrar que el público europeo tiene una cierta sensibilidad por lo simple y no sólo por los petardos. También podemos valorar como positivo que se haya penalizado a Armenia, país que no aportaba sino eso: petardeo.

También es digno de apreciar lo de Zdob si Zdub. Un grupo que, como los turcos o el bosnio, poseen una carrera consolidadísima y nos dejan ser partícipes de ella y de sus temas hechos con personalidad propia, aunque acierten más o menos a la hora de insertarlos en un impacto de tres minutos.

Del lado de las pérdidas notables, debemos anotar a Bulgaria, por ejemplo. Poli ha realizado una enérgica interpretación que, a lo mejor, podría haberse tenido más en cuenta, aunque eso supusiera quitarle la plaza a los simpáticos irlandeses…

Portugal, tras una racha espléndida y sorprendente, se ha estrellado. No han sabido vender el valor emotivo que tenía su tema -recordemos que ha sido muy entonado en las manifestaciones contra la voraz crisis en el país luso- y se han dejado enterrar por unos cómicos disfrazados sin intención de mejorar su nula entonación.

Se quedan, otra vez, en el camino dos países hermanos que parece que se tienen a ellos mismos y a nadie más: Bélgica y Holanda. Tradicionalmente menospreciados, sólo han conseguido pasar una vez a la final cada uno. Ciertamente, era difícil que el telespectador se decantase por ellos, pero parece que los jurados tampoco les han tenido en cuenta, pasando por encima de la incuestionable fortaleza vocal de la apuesta belga.

Y qué queréis que os diga. A mí Dinamarca me parece brutal.

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