POST-EUROVISION 2008 (I)

Tiempo de verano, de vacaciones, de pocas ganas de escribir debido al calor… Parece como si en estos meses Eurovisión quedase relegado al letargo estival (Eurodance aparte, obviamente). Pero hoy, he intentado coger fuerzas de flaqueza y, obviando la playa, me pongo manos al teclado para, al menos, dar señales de vida tras el último […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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POST-EUROVISION 2008 (I)

Tiempo de verano, de vacaciones, de pocas ganas de escribir debido al calor… Parece como si en estos meses Eurovisión quedase relegado al letargo estival (Eurodance aparte, obviamente).

Pero hoy, he intentado coger fuerzas de flaqueza y, obviando la playa, me pongo manos al teclado para, al menos, dar señales de vida tras el último Festival de ¡mayo de 2008!

Bueno, pues voy a intentar escribir una especie de diario no ordenado de lo que fue la estancia en Belgrado, mis impresiones tres meses más tarde, mis recuerdos aún recientes y las opiniones, siempre subjetivas de lo que fue el evento eurovisivo.

Disculpas anticipadas si mis renglones se desordenan con excesiva frecuencia, ello será debido (excusa perfecta) a la insolación de las tardes mediterráneas. Pero no, en serio, allá vamos a ver que surge:

Belgrado 2008:

Gran sorpresa ante el intenso calor que sufrimos todos nada más llegar al aeropuerto, es como estar en el Caribe debido a la gran humedad y sensación de agobio de muchos de nosotros.

Hicimos tripas corazón y entre varios cogemos uno de los diferentes taxis que pululan por la zona. Vamos apretujados, sudorosos, con el aire cálido que se cuela por las ventanillas (los taxistas serbios son reacios al aire acondicionado) maletas que están en el asiento de los pasajeros porque el maletero ya no da más de sí.

Afortunadamente nos toca en suerte la chica croata que vive en España y que se entretiene conversando con el conductor, preguntando y respondiendo curiosidades varias. Así nos enteramos de dónde está el Arena, la zona de prensa del festival y otras cosas de la desconocida Serbia.

El paisaje es algo triste, vemos mucho desorden, mucha pobreza, edificios aún con las huellas no tan lejanas de pasados bombardeos. En fin, que a la curiosidad natural de ver una ciudad nueva y un país nuevo, se suma el hecho de que en esta zona siempre hubo conflictos bélicos, lo que le añade un especial estado de cierta expectación.

Pienso que el hombre es un ser impredecible, al que no voy a descubrir ahora y que es capaz de lo mejor y de lo peor, según tenga sus neuronas ordenadas o infectadas del ansia de poder.

Eurovisión:

Centrémonos en el Festival. Vamos todos irritadísimos con el personaje que ¿canta? por España. Sí, esos reporteros de la Sexta que venían con nosotros en el avión de la compañía Lufthansa regional, casi camuflados para no ser reconocidos, tendrán razón al decir que "hemos amargado la vida a los eurofans…".

La ilusión por el Festival, obviamente, no es la misma de otros años. Estamos defraudados con la postura de TVE, y, a la chita callando, a todos nos reconcome la repercusión mediática en nuestro País por culpa del Chiki… de marras.

Me viene a la mente la canción de Suecia, y, el estribillo de una Charlotte que se estrellará en la final, me acompaña camino del hotel. Me gusta Suecia: País admirable al que me une un afecto especial por unos amigos que quiero.

Pero en cuanto a canción eurovisiva, me decanto por Noruega, Serbia y Portugal.

Todos sabemos que nuestros gustos eurovisivos van cambiando a medida que escuchemos o veamos a los artistas, así, puede suceder que nuestro/a gran favorito/a en un primer momento no esté a la altura en escena o, al contrario, que esa canción que pasaba desapercibida en grabación, luego resulte que en directo es estupenda.

Hotel:

Nuestro grupo de OGAE España llega al punto de destino. Su situación es algo lejana al núcleo festivalero, pero después de la peripecia de Eurovisión 2006, tampoco es el peor, aparte de que uno se adapta a casi todo.

Después de la acomodación pertinente, sudando a chorros (venía uno con ropa de manga larga) es tiempo de adecentarse un poquito y salir pitando para el Centro de Prensa, tenemos la "fiebre" de recoger cuanto antes la acreditación. Ella nos da la seguridad de estar interactivando en el Festival, como si ya las tareas burocráticas se completaran y así, poder ya relajarse y disfrutar al cien por cien esos días inolvidables.

Centro de prensa:

Nos informan de que cerca del hotel hay una parada de tranvía con el cuál poder desplazarnos hasta el Press Sava Center de Belgrado.

Es media tarde y la parada está atestada de gente esperando. El grupo de españoles está desperdigado por la zona, unos comprando trozos de pizzas, otros fotografiando ya el ambiente, otros bebiendo ávidos el botellín de agua.

Casi 45 minutos de espera para tomar el tranvía. Estamos contentos y varios cuentan chistes en el trayecto, ante la mirada curiosa de los serbios que escudriñan al grupo. El viaje no obstante es pesado, largo y sinuoso, demasiadas vueltas bordeando plazas y elevaciones varias.

Con ojos viendo por primera vez calles, edificios, puentes y personas, preguntándose a sí mismo cómo vivirán esa gente, cuál es su mundo, sus sueños, pensamientos…

La guerra, aún en la retina fresca de los jóvenes, seguramente marcará una huella imborrable en toda su vida. ¡Caray!, esta calor me está llevando por otros derroteros menos festivos y lúdicos. Céntrate, Miguel, estás en Belgrado, en un tranvía atestado de gente, camino del Centro de Prensa de Eurovisión 2008.

Y ya hicimos todos los trámites obligados y, orgullosos (¡qué infantiles somos todos!) tenemos la acreditación colgada del cuello, señal de identidad que nos servirá para anunciar al personal que somos eso: Extranjeros con el amor por Eurovisión, quizá trabajando para la prensa, gente con una mínima deferencia (el transporte de autobús y tranvías será gratuito para nosotros a partir de ahora), observado con curiosidad o, simplemente ignorado.

Ensayo:

La casualidad quiso que en nuestro primer ensayo en directo en el Arena de Belgrado como espectadores, nos enfrentáramos con el representante español.

No excesivo público para una, al menos, expectante actuación y con los sentimientos encontrados. ¿Cómo explicar lo que sentí en los primeros compases de la canción que iba a ser el estandarte español del Festival?. Fue como si un puñetazo me dieran en el estómago; sentí una punzada profunda de dolor ante lo que, sin dudar consideré un insulto a Eurovisión, pero más que al Festival, al escenario, a los músicos, a los artistas que año tras año luchan para ir al evento, a los compositores que se esfuerzan por ofrecer productos más o menos dignos y originales.

Eso no era música: Era un esperpento que me dolía demasiado para soportar. Me vinieron en mente todos mis anteriores festivales, los cantantes maravillosos, los éxitos recordados, las largas horas saboreando temas entrañables, y ahora ante mí, un extraño e inclasificable ser forjado en despachos para jaranas y cachondeos patrios, era el cantante español.

Fue demasiado para mi body, y a menos de la mitad del nefasto tema tuve que abandonar las gradas, pues era tal la mezcla de dolor, indignación y decepción que, difícilmente podría contenerme. La pasión, a veces, está muy a flor de piel en mi personalidad.

Punto y aparte, creo no merece la pena regodearse en el fango y sacar a la luz los tropiezos estudiados de unas bailarinas culo al aire mostrando braga, los chirriantes acordes del tema, la cara de alucinado del actor, o el chillón color verde-sexta que nos quisieron endosar ante el beneplácito de la que, ¿será una franquicia TVE ahora del canal del ex-Milikito?.

De lo contrario no se explica, pese al intento de encajar todas las piezas por parte de los directivos y asegurar que España por fin, optaba por el humor y el reírse un poco de sí mismos.

No cuela, ni coló. Bueno sí, ante medio país que, interesados más que nunca por Eurovisión (¡no lo entiendo ni yo!) se alegraron de ese atentado al buen gusto y por chafarles la vida a los jurados que "votan siempre a los países del Este".

Y no cuela porque nosotros vivimos el proceso de selección del MySpace, y no, no cuela todo lo que ocurrió ante el beneplácito de todos. Pero este ya es un tema muy manido y mejor será sepultarlo en el olvido consentido.

Rueda de Prensa:

El aire está tan enrarecido que podría cortarse con un cuchillo y partir en pedazos. La seriedad reflejada en el rostro de directivos, chicas bailarinas y trío buenafuentero.

Su caracterización supera la realidad y, ante ciertas preguntas, algunas desternillantes como la de la señora mayor con dificultades visuales que no sabe que cadena de TV poner en su mando a distancia ad hoc para poder ver el Festival, duda entre darle al 1 (TVE) o al botón 6 (LA SEXTA), no saben a dónde mirar ni que expresión estudiada poner.

A ratos el personaje se sale del mismo y, ¿qué quieren que les diga?, una pantomima de encuentro, ante la indiferencia de todos, aplaudidos por el equipo de TVE y los jóvenes serbios voluntarios que no sabían qué ocurría ante esta descomunión fans-prensa-técnicos-actores.

TVE este año nos privó del encuentro de los fans con los representantes españoles, algo tradicional y bonito que dotaba de buena moral al cantante de turno: Rosa, Beth, Ramón, Son De Sol, Ketchup, D´Nash… El Chiki fue escondido a cal y canto y únicamente se le vió en la fiesta de bienvenida donde pasó unos minutos departiendo con algunas otras delegaciones.

Y fue una pena, pero es que a los directivos españoles no creo les interese demasiado este cada vez más numeroso grupo de gente que se gasta su dinerito y se desplaza a miles de kilómetros para apoyar Eurovisión, y, en su caso, al representante español.

Mientras que en los informativos se vendía el fenómeno chikilicuatrero como lo más, arrasando Belgrado con el bailecito a cada plaza de la ciudad, lo cierto es que pasó sin pena ni gloria y, casi, de tapadillo.

Recuerdo, incluso, una pequeña anécdota con la cantante noruega María Haukas, a la que el equipo desplazado de TVE para cubrir el Festival le sugirió en la fiesta de bienvenida que hiciera un amago de parodia, a lo que, la chica nórdica se encogió de hombros y con cara de sorpresa preguntó ¿Y eso qué es?. "Chiki, chiki…uno el no se qué…" apostilló la reportera, pero, ¡quiá!, la rubia noruega no se enteró de la película.

Fiesta de bienvenida o Welcome Party:

Con el arrebatado ánimo de siempre en los comienzos de la semana eurovisiva, nos arreglamos para esa fiesta de bienvenida de las autoridades y los dirigentes de la UER.

Cargamos pilas de la cámara, porque sabemos que esa noche echa humo ante tanto famoso que paseará su palmito por la/s sala/s de la recepción oficial.

La alegría es la nota predominante, y la sonrisa luminosa de los cantantes se confunde con la de dirigentes, prensa y fans al unísono.

Para muchos esa fiesta es el no va más del Festival (exceptuando la Final, por supuesto). Es la oportunidad de ver de cerca a tus ídolos del año en curso, la opción siempre aprovechada de hacerse la foto de rigor con todas las máximas delegaciones posibles, quiénes, aún no saturados, ofrecen amablemente su pose a todo tipo de artefactos creados para llevar a la posteridad el momento: video, fotografía, grabadoras digitales…

Nadie se fija en los canapés, este año minúsculos pero variados, ni en tomar excesivas copas de unos camareros muy disciplinados, el interés está en lograr unas palabras de su admirado artista. Un rápido e indescifrable good luck que todos soltamos a todos, en un interesado peloteo, justificable en este ambiente.

Y parece que Eurovisión no alimenta la lucha entre delegaciones, sino más bien incita a la hermandad de todos, y así, vemos tetones mezclarse con irlandeses, andorranos con holandeses ad libitum.

Y las estandartes coloristas se confunden, y uno no sabe ya muy bien que cómo es la bandera eslovaca o la búlgara, pese a que la chica, espectacular rubia, se apresura a auto presentarse a todo el mundo.

Y están las "Carolas", es decir, esos artistas de renombrada fama (o no tanto), que acuden rodeados de guardaespaldas, de una corte de gente que los envuelve y los hace infranqueables.

Así pudimos ver al que sería ganador Dima Billan, a la vencedora del pasado año Marija Serifovic, Ani Lorak o a Charlotte Perrelli: "Charlotte, Charlotte, que te admiro desde Israel…", le espeta un fan, y, ella, cuál diva accesible se zafa de su corte protectora y, rodea con sus brazos al chico para que inmortalice el instante.

"Tiene aspecto de extraterreste…de ser de otro planeta", me comenta una persona amiga. Sí, es posible que se haya retocado en alguna que otra clínica de estética, pero, ¿qué más dá?. Si a ella le gusta ¿no?.

La fiesta es agradable, sirve de entremés de lujo a la semana festivalera, y, quién más y quién menos se deja ver y fotografiar: ¡Ostras, el Uribarri!. Sí, es él, la figura mítica de las transmisiones eurovisivas. ¡Ha vuelto!. Su corta retirada se ha salvado, imaginamos que talonario en mano, y, su aprensión inicial por el Chiki ha desaparecido, ¡oh!, por arte de magia. Me pregunta si he visto a Gisela, digo que sí, que por ahí anda. Sale raudo a por ella.

Por cierto Gisela, la guapísima catalana representante de Andorra está frente a frente con el otro catalán caracterizado de argentino amante de Elvis-Pelvis, sudoroso con su tupé lleno de grease. Se miran, se sonríen, se besan, ¡muá, muá!, y el Casanova sale de la voz de ella acompañada de su coro ilusionado.

Por la zona está Hind, la marroquí-holandesa que cámara en mano quiere inmortalizarse con el español. Sí, leyeron bien: con el Chiki. Este me pregunta por lo bajini qué quién es ella… "Es la representante de Países Bajos.." ¡ah!, y pose en ristre los flashes se disparan por doquier.

"Sòc de Mataró" me asegura mirándome a los ojos Disco, ¿o es Gráfica?. Vale. Están mega-fashion el dúo esta noche. De rosa y azul, pero más chic. "Aquí no hi trobarás sobrasada", aseguran y se van bebiendo una copita de cava.

Me duele algo el pensar en que son españolas, compatriotas, pero que hay una barrera infranqueable producto de dirigentes que nos has divorciado. En otro contexto hasta pensaría que son muy simpáticas, y sí, seguramente lo serán… pero una cosa no quita la otra.

Vania Fernandes está feliz, su dramática canción contrasta con su carácter risueño, descalza, mostrando una sonrisa de par en par, se contonea ante mí invitándome a bailar una especie de samba que el grupo de música toca en el salón principal. Bueno, me dejo llevar un instante por la euforia y la sigo. ¡Muá, muá! más besos.

La semana eurovisiva dota de alegría a todo el mundo, esta es la tónica principal. ¡Todo el mundo está feliz! como dice Juan. La vida queda relegada a la visión festivalera.

"¿Qué te parece nuestra canción?", me pregunta uno de los componentes de la representación búlgara, ¡uf!, un aprieto: "Original ,original.."…y salvo los muebles.

Veo por la zona a la presentadora finlandesa del año pasado Jaana Pelkonen que habla castellano y mantiene esa sonrisa profidén constantemente. Tiene cara de eurofan, ya está metida en el meollo y no me extrañaría verla de vez en cuando en otros futuros festivales.

Los letones están algo pesados con sus espadas y molestos trajes de piratas. Se fotografian a diestro y siniestro y el sudor que les provocan los vestidos de bucaneros es hábilmente retocado por una asesora que, pañuelo en mano, les seca la frente.

"Vuestra canción gusta mucho a los niños (me acuerdo de mis sobrinos)"… "y a las abuelas, y a las abuelas", me dice convencido uno de sus miembros, ex-tenor el pasado año en otro Festival, llamado Roberto.

La ucraniana es favorita, y, debo confesar que yo tardé en asimilarlo hasta que la ví en escena. Impactante, fuerte, convincente. Su Shady Lady es un número redondo, y esa mujer está supersexy y guapísima. Me recuerda desde cierta distancia a la Eva Longoria. Está espectacular, casi siempre acompañada de Kirkorov, el autor de su tema.

Las alemanas son cuatro, pero esta noche hay una indispuesta y únicamente tres se dedican a promocionarse. Son picantes germanas, algo más light que sus colegas británicas de los '90, pero tienen algo de ellas. Su tema gusta en Europa, pero en escena resultará flojísimo (ventajas de escribir esto a posteriori).

En resumen y para abreviar, que la cosa se hace pesada: Fiesta agradable, entorno de calidad y disposición accesible de la mayoría de delegaciones para la prensa. Un pero, pequeño pero real: ¡Qué calor pasamos!.

Y es que entre tanta corbata y tanto foco de las teles de turno, tanto alboroto y esa cantidad de personas reunidas por metro cuadrado, no podía ser de otra manera, ya que los aparatos de aire acondicionado no daban para más.

Euroclub:

Mucho cemento, dimensiones exageradas y todo el núcleo concentrado en un solo sector.

Quizá mala distribución, y la música alta, altísima, pero punto neurálgico de fans una vez acabadas las jornadas de ensayos y demás.

La barra de bar siempre solicitadísima y poca pista para bailar los que tienen mayor aguante (los jóvenes, claro).

La primera vez que piso el local me encuentro, frente a frente con un mito de Eurovisión: La recordada y polémica Dana International. ¡La cosa promete!.

Rodeada de admiradores, apretujados, sudorosos y sonrientes, posamos (me incluyo, faltaría plus) con ella, que, todo hay que decirlo está muy accesible. Más tarde, sobre el escenario intentará emular su triunfo de 1998, con mejor voluntad que acierto, debido al sutil efecto etílico.

La noche está animada particularmente, y así pudimos ver en escena a muchos performers del Festival 2008: Ani Lorak, Dima Billan… algo histriónico y en plan estrella estrella (a diferencia de Atenas al que recordaba mucho más timidillo) a Charlotte Perrelli, a Sirusho, a Diana Ghurstkaia, entre otros.

(Fin de la primera parte)


MIGUEL MESTRE GINARD-2008

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