PALABRA DE MUJER

Después de dos meses pensando como enfocar mi primera columna después de Eurovisión 2015, como un análisis del ya pasado o del futuro próximo, llega como cada año Mónica Naranjo, la de casa, la de siempre, para ayudarme a exponer muchas claves del antes y el después. Vaya por delante mi admiración a la Pantera […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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PALABRA DE MUJER


Después de dos meses pensando como enfocar mi primera columna después de Eurovisión 2015, como un análisis del ya pasado o del futuro próximo, llega como cada año Mónica Naranjo, la de casa, la de siempre, para ayudarme a exponer muchas claves del antes y el después.

Vaya por delante mi admiración a la Pantera de Figueras, a quien he seguido en toda su carrera, desde su impactante irrupción en ¡Sorpresa, Sorpresa! a mis 12 años, hasta sus veredictos como juez, y parte, de Tu Cara Me Suena rondando mi treintena, he comprado todos sus discos, los originales, no los recopilatorios, ni los revisitados, y he asistido a algunos de sus conciertos, todos ellos memorables.

Incluso, aunque ahora esté mal visto en estos lares por típico y tópico, no tengo ningún problema en reconocer que me parece la mejor solista femenina española, independientemente de que su discografía no sea todo lo productiva que quisiéramos sus fans, o su caché se haya reducido a presentar programas de segunda división, protagonizar anuncios con una delgada línea entre lo humorístico y lo ridículo, o intervenir como jurado en concursos de bajo perfil sustituyendo en funciones ni más ni menos que a sus anteriormente sentenciadas Angy Fernández y a Melody. Solo las más grandes pueden hacer y deshacer lo que les salga de la patatona.

Tampoco se me caen los anillos en afirmar que si pudiera pedir un deseo eurovisivo sería que representara a España en Eurovisión, no porque creyera que puede ganar, ya que considero que ni su estilo, ni su imagen y ni siquiera su voz son del gusto europeo, ni tiene cabida como producto en el mercado internacional como se ha demostrado en sus fallidos intentos de traspasar fronteras al norte de los Pirineos, sino por el orgullo de llevar una artista de su categoría por la que, esta vez sí, me daría igual el resultado.

Desafortunadamente, Doña Mónica, ha realizado una vez más unas desafortunadas declaraciones sobre el festival. Yo respeto la opinión de todo el mundo, siempre que sea respetable, por lo que no le tendría nada que decir o contestar. Lo que me indigna es la hipocresía, la manipulación y la mentira.

Si defino esta sensación como indignación no es por escribir una palabra aleatoria, realmente lo siento así, más allá de las pasiones en muchas ocasiones desproporcionadas que nos encontramos continuamente en el mundillo de la farándula en general y eurovisivo en concreto. Al igual que a un seguidor de fútbol, después de las informaciones sobre amaños de la FIFA, le enfada que todo el deporte quede en entredicho, o a un afiliado a un partido, tras los innumerables juicios por corrupción de uno u otro gobierno, le duele la cantinela de que todos los políticos son iguales, a mi como eurofan me joden soberanamente las leyendas urbanas de Eurovisión, y más cuando provienen de alguien de renombre que transmite esas ideas a la gente de a pie que no ve todo lo que sucede entre bastidores ni sabe el fondo de algunas declaraciones.

A la Señora Naranjo le parece un “tongo” y una “vergüenza” Eurovisión. No parecía tan efusiva cuando hace solo un año fue jurado de Mira Quien Va A Eurovisión, ni cuando su marido Óscar Tarruella llevó como manager a Edurne a Viena, ni cuando en las redes sociales animaba a concursar en el festival a la otra ganadora de TCMS Angy Fernández, también representada por su esposo, después de una entrevista concedida a servidor para este medio. Mi mente, quizá limitada para muchos ingredientes que se cuecen en el mundo del artisteo, no acaba de comprender su participación en primera persona o en la sombra como este año en algo que considera fraudulento y vergonzoso.

Tampoco logro entender su “indignación como compañera” y su “engaño como espectadora” por la décima posición de Ruth Lorenzo, cuando ella misma se encargó de tirar por los suelos previamente y en varias ocasiones su candidatura, o el vigésimo primer puesto de Edurne, en el cual podemos coincidir que fue desproporcionado pero diferimos en valorar “una ejecución y una interpretación perfectas” donde yo veo una escenografía y una realización sonrojantes.

Hoy la gente se ha quedado con el títular de que Eurovisión es la mentira más grande que existe dentro del mundo de la música. A todas esas personas se les podría explicar los motivos por los que no ganamos el festival, y ninguno relacionado con la política o el tongo, sino más bien con la falta de implicación, de interés y de trabajo. También se puede contar que los aplausos, bravos y pucheros de Mónica Naranjo, en su habitual teatrillo, después de la actuación de Brequette Cassie en Mira Quien Va A Eurovisión podrían estar influenciados por agradar al representante de la candidata, el hermano de Pastora Soler, o a sus compositores y productores, los mismos que los de Quédate conmigo y Amanecer. Tampoco nos podemos olvidar que Óscar Tarruella es uno de los responsables del fracaso de Edurne en Viena 2015, después de la salida del proyecto de los autores, quienes podrán gustar más o menos pero conocen la industria musical internacional y, a diferencia suya, saben de Eurovisión; unido a la tensión con Gestmusic, con la filtración en plena semana eurovisiva del fichaje sorpresa de su mujer por Pequeños Gigantes y la inesperada salida de Tu Cara Me Suena; o a los dramas con los eurofans en las redes sociales, a quienes ha dedicado no pocas salidas de tono que finalmente se han vuelto en su contra en forma de 15 puntos de los que Edurne es la menos culpable ante este panorama.

Probablemente compre el nuevo disco de Mónica Naranjo, seguro que igual de fantástico que los anteriores, y vaya a alguno de sus conciertos, a aplaudir tanto o más que antes, y la disfrute escuchando como siempre, ya que puedo separar la admiración profesional de la opinión personal. Lo que no me voy es a quedar sentado esperando por ella, tal y como ha dicho, a quien voy a esperar es a un artista que quiera ganar Eurovisión, quiera ser número 1 en media Europa, quiera realizar conciertos en todo el continente, quiera acaparar portadas y titulares por sus méritos artísticos y, especialmente, quiera pasar a la historia de la música y la televisión como uno de los afortunados que ha tenido la suerte de actuar en ese escenario. Nosotros nos quedamos sin ella en el festival, ella se queda sin todo lo demás, aunque quizá no le haga falta, o sí, y todos contentos con esta nueva función del folletín eurovisivo, y tan ricamente. 

Madrid, a 17 de julio del 2015.


Mónica Naranjo – Europa

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