OT y los euroflanes

El título de mi columna podría parecer el nombre de un grupo musical de los años 60 o una película protagonizada por una repelente niña prodigio de los años 80 pero no…es sólo el título de mi columna de opinión. Una columna de opinión a corazón abierto (aunque debería decir más bien a tripas abiertas) […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
IMAGENES WEB-03

OT y los euroflanes

El título de mi columna podría parecer el nombre de un grupo musical de los años 60 o una película protagonizada por una repelente niña prodigio de los años 80 pero no…es sólo el título de mi columna de opinión. Una columna de opinión a corazón abierto (aunque debería decir más bien a tripas abiertas) porque me propongo soltar toda la bilis que llevo dentro y que me sirva este vaciado intestinal para purificarme y cauterizar mis heridas eurovisivas. Así que, querido lector, si eres de naturaleza sensible, impresionable u “ofendible” te exhorto a que no sigas leyendo y sigas viviendo en tu mundo nuevo y feliz. 

Para empezar diré que es el final… ya sé que suena un poco apocalíptico todo pero es lo que hay y lo que nos espera. He sido siempre un gran seguidor eurovisivo y llevo vistos bastantes, muchos… más de 35 eurovisiones vistas y sufridas pero todas ellas vividas (en toda la extensión y la grandeza de la palabra “vivida”). Eurovisiones para el recuerdo, que marcaron cada año de mi vida, que conseguían transportarme y con las que aprendí a interesarme por países lejanos y por lenguas incomprensibles y extrañas… hasta que llegó Manel Navarro. Con Manel Navarro empieza mi declive eurovisivo. Sucedió algo extraño aquel año, como si andara yo intentándome quitar una tirita que tuviera muy pegada a la piel y al no ser capaz y previendo dolores y escozores hubiera decidido dejarme puesta para darme cuenta, días más tarde, que  se había desprendido ella sola una mañana en la ducha… Así fue mi repentina e inesperada pérdida de interés. Aquel año, Eurovisión me daba igual. Vi el programa, el hombre es animal de costumbres, pero sin prestar demasiada atención, con un desapasionamiento insólito en mi que me dejó una especie de vacío dentro como si me faltara algo que no sabía determinar. Esta pérdida de interés aumentó al año siguiente con Alfred y Amaia con una canción tan apática como mi actitud hacia Eurovisión. Este 2018 no puedo decir que viera Eurovisión. Tuve la tv puesta y sintonizada la 1 de TVE pero no miré mucho la pantalla, me concentré en Twitter y en mofarme del Festival. Sé que no es lo correcto, que me he pasado al otro lado pero es la reacción natural del amante despechado y yo he amado y mucho Eurovisión… y ahora no, la fiesta terminó.

Este año se prevé una continuación al declive. En lo tocante a Eurovision creo que ya no hay remedio para el alma mía, he sentido el vacío y no creo que ningún recuerdo dormido vuelva a despertar.

Mi declive eurovisivo se remonta a hace dos años pero el declive eurovisivo de España se remonta a algunos años atrás. Todo empieza cuando se da a la gente la oportunidad de decidir quien será el representante español en el Festival, se agrava con la aparición de las redes sociales y los euroflanes y se remata con la llegada de OT como plataforma de selección para el concurso. Es verdaderamente inaudito comprobar la falta de criterio del personal eurovisivo. Cuesta creer que gente que critica de forma sistemática año tras año la labor de TVE pueda tragar el anzuelo y engancharse a un programa pseudo musical. Un programa que dura 2 horas o 2 horas y media y en el que se cantan 10 canciones; a 3 minutos por canción = 30 minutos de música frente a 90 o 120 minuto de relleno, de palabrerío, de ver a unos niños pegarse peos o hacer tonterías propias de la edad, de hablar de forma artificial diciendo lo que ellos creen que la audiencia espera, repitiendo incesantemente “perseguir tus sueños”, “vivir tus sueños”.
Con cada gala os habéis sentido jueces expertos. He leido una cantidad de tonterías de “expertos” como vosotros que valoraban la interpretación de este o aquel participante del programa. Valoraciones que no hacían más que repetir las mismas tonterías que seguramente se digan en este programa: “no transmite, tiene carisma, se come el escenario, lo da todo, le puede su inseguirdad”. E intentando ser jueces “expertos” os habéis olvidado de las valoraciones más certeras que pueda haber: “me ha gustado/no me ha gustado”, sin más, sin tonterías de transmisiones o intentos absurdos por analizar y llenar de palabras algo que no lo necesita.

Y ahora llega Eurovisión e, indefectiblemente, como lleváis años haciendo escogeréis un truño y no sabréis reconocerlo porque estáis tan llenos de ruido y de palabrerío hueco que no os pararéis a comprobar si os gusta. Y todo será que “tiene magia, que transmite, que es verdad”… Y al final la magia, la transmisión y la verdad conseguirán el puesto 23… y claro, la culpa es de TVE, la puesta en escena, las iluminación, la Toñi y a prima de la Toñi… Y esto queridos amigos, es la Eurovisión que nos espera a partir de ahora.  

Así que yo me bajo no ya en la próxima sino en esta y aquí apago y extingo mi vida eurovisiva, nunca se puede decir lo que nos deparará el futuro pero no creo que mi interés eurovisivo vuelva ni siquiera vestido de olvido… pero bueno, puedo decir que verdaderamente he disfrutao de todo lo bailao.

Espero que puedan ustedes disfrutar aunque solo sea una fracción de todo lo que he disfrutado yo Eurovisión durante muchos años. 

Conversación