“NUNCA SERÉIS NADA”

Han pasado unas horas desde la gala de ayer y supongo que escribo esta columna entre muchas de las que se publicarán estos días sobre lo que pasó en la final de Objetivo Eurovisión. Mientras tanto escucho a Ann Sophie y This is My Life de Anna Bergendahl y me doy cuenta de lo complicado […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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“NUNCA SERÉIS NADA”

Han pasado unas horas desde la gala de ayer y supongo que escribo esta columna entre muchas de las que se publicarán estos días sobre lo que pasó en la final de Objetivo Eurovisión. Mientras tanto escucho a Ann Sophie y This is My Life de Anna Bergendahl y me doy cuenta de lo complicado y duro que es el mundo de la música. Personalmente yo canto y compongo y tengo intención de presentarme a Eurovisión en un futuro, aunque ayer perdí un poco más la ilusión en el mundo de la música.

Esta mañana he escuchado todas las canciones de Mirela en mi ordenador y he tenido que parar. Ayer sentí unas enormes ganas de cruzar la pantalla y abrazarla, porque esa chica ayer encarnaba toda la inocencia y pasión por los sueños que se quedan en la sombra de la industria musical. Una historia paralela a la de Barei, pero esta vez más intensa porque Mirela tenía como principal sueño ir a Eurovisión desde hace más de una década. Sigo mimetizado con ella y no se me pasa el shock de ayer, su cara de pánico como la teníamos todos, al ver que un pacto de la industria podía más que la verdad y la emoción que se vivió en ese plató y en nuestras casas durante 2 horas. Como si todos nos hubiésemos quedado aterrorizados ante la vuelta de una dictadura en la que el publico miraba desde la barrera sin poder actuar. La música se pacta y se paga, y lo que escuchamos en la radio no es lo que queremos. NADIE ha venido a nuestras casas a preguntarnos qué queremos escuchar. Quién paga más suena más y nosotros elegimos entre esa oferta. Creo firmemente que la “segunda división” musical en España es 1000 veces más interesante que la primera, y ayer me causó una increíble tristeza ver como años de esfuerzo se dejaban en manos de gente que no entiende Eurovisión, y lo más importante: de música y emociones verdaderas.

No voy a entrar en lo que ya se sabe: Manel Navarro no tuvo la culpa de lo que pasó, ni casi el jurado. Toda la culpa fue de TVE por elegir a esos expertos relacionados con los artistas y por decidir dar peso al jurado. ¿Qué relax si una radio y una discográfica nos hacen el trabajo pesado, no? A todo esto ayer veía las actuaciones y seguía preguntándome porqué Maika, concursante de La Voz y artista independiente, entró directamente en la final y Brequette, concursante de la Voz y artista independiente, no. Y así con muchas cosas más.

Ayer sentí asco y pena a la vez, porqué TVE manchó ayer para siempre carreras musicales y recordó a otros que nunca serán nada sin dinero detrás mientras estos tenían que mantener la compostura. Eso sí, la reacción del público ayer fue necesaria, excepto la agresión a un miembro del jurado, que solo ha hecho que desviar los titulares de lo realmente importante. Ayer más gente ajena al mundo musical tuvo la oportunidad de abrir los ojos respecto a cómo funciona éste, y se entendió que para triunfar hay que venderse a ser títere. Ayer ganaron todos los candidatos luchadores e independientes excepto el propio ganador. Sigo escuchando This is My Life (con todos los recuerdos agridulces que contiene este tema) y me hago muchas preguntas, pero de qué sirve divagar si todo va a seguir igual.

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