NOS MERECEMOS MÁS, LO MERECEMOS MEJOR

Después de 12 días inmerso en la burbuja eurovisiva, toca volver a la realidad, y despertar de este sueño anual. Atrás quedan todas las emociones, ilusiones y nervios que todavía puedo sentir tras una edición tan intensa a todos los niveles. Este año regreso con la satisfacción de haber podido compartir casi todo, desde casi […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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NOS MERECEMOS MÁS, LO MERECEMOS MEJOR

Después de 12 días inmerso en la burbuja eurovisiva, toca volver a la realidad, y despertar de este sueño anual. Atrás quedan todas las emociones, ilusiones y nervios que todavía puedo sentir tras una edición tan intensa a todos los niveles.

Este año regreso con la satisfacción de haber podido compartir casi todo, desde casi todos los puntos de vista, junto a mis compañeros y con vosotros. No obstante, todavía tengo la necesidad de soltar los últimos lastres de la forma tradicional, apagando la cámara, encendiendo el teclado y empezando a escribir en este vuelo que me devuelve a Madrid desde Estocolmo, y tan ricamente.

Eurovisión 2016 ya es historia. Esta edición será recordada por su gran calidad musical y artística; dos presentadores sobresalientes, el ganador Mans Zelmerlow y la carismática Petra Mede; un escenario espectacular, el mítico Globen Arena; y una producción divertidísima y moderna a cargo, entre muchos otros, del capo Christer Bjorkman.

Para todos los medios de comunicación y los fans acreditados, también permanecerán en el recuerdo las comodidades y facilidades dispuestas por la organización, con un circuito lúdico y profesional perfectamente planificado y ejecutado, así como la amabilidad, dedicación y trabajo de todos los voluntarios a los que nunca les faltó una sonrisa.

Ucrania dio la sorpresa, frente a todas las apuestas, encuestas y mentideros, y se impuso a las grandes favoritas, Rusia y Francia, a las revelaciones, Armenia y Australia, y a la anfitriona, Suecia. Jamala con 1944 consigue así la segunda victoria para su país, 12 años después, y llevará de nuevo el festival, previsiblemente, a su capital, Kiev.

Polémica desde su elección en la final nacional ucraniana, su triunfo no iba a ser menos, con una prensa ávida de titulares sensacionalistas por encima de cualquier concepto artístico, una desquiciada Rusia que pretende ganar la guerra con absurdas batallas, y fans entrando al juego de una victoria que no tiene vuelta de hoja después de la voz y el voto de los espectadores y jueces.

Jamala no solo conquistó Europa con su voz, su interpretación, su directo, su emoción y su sentimiento, también con un mensaje, su historia familiar, y una innegable connotación política que reza sobre la libertad, el amor y la paz, en estos tiempos donde muchos pueblos siguen sufriendo la misma sinrazón que su bisabuela. 

1944 no va a pasar a la historia como una de las canciones más vendidas ni radiadas de Eurovisión, probablemente ni siquiera se haga un hueco en las listas de ventas y éxitos fuera de su órbita, pero su valor reside mucho más allá de cualquier aspecto comercial, se trata de calidad, el poder de la palabra y de la música, y pensar y concienciar sobre el mundo en el que vivíamos y vivimos en una módica duración de tres minutos.

España, por su parte, firmó un nuevo fracaso en Eurovisión. Sí, suspenso sin paliativos. Un vigésimo segundo puesto que nos confirma como el peor país en el mayor evento musical y televisivo del mundo, consiguiendo nuestro noveno bottom 10 en los últimos 12 años, y desmereciendo total y absolutamente la calidad de nuestra candidatura, tanto de su intérprete, Barei, como de su tema, Say yay!, así como la enorme inversión, promoción y trabajo realizado por su equipo.

Un resultado que, a pesar de lo injusto y por mucho que miráramos para otro lado, se podía intuir ante el devenir de los acontecimientos, en una semana con muchas similitudes a las anteriormente vividas por Lucía Pérez o Soraya Arnelas. Nos ilusionamos con un primer ensayo alegre, colorido y potente que poco a poco fue perdiendo personalidad, con cambios que no llegaban, y los que lo hacían no funcionaban como estaba previsto. El malestar de Barei y su gente crecía al mismo ritmo que las críticas en las redes sociales y las excusas de TVE, ante la perplejidad e impotencia de los fans y la prensa en Estocolmo, en una continua sensación de deja vu.

A pesar de los pesares, Barei llegó, cantó, bailó, se vino arriba y puso en pie a todo el Globen Arena, en una de las actuaciones más aplaudidas de la noche, con el ingrediente esencial de nuestra propuesta: El público. Por un momento nos permitimos soñar, con unas casas de apuestas que se volvieron locas con España, subiendo del decimoséptimo al tercer puesto en cuestión de minutos, símbolo de las buenas impresiones que despertamos en Europa, pero también la puntilla a nuestra gran decepción.

TVE perdía así una nueva oportunidad de hacer algo grande Eurovisión, quizá la mayor de los últimos tiempos, y una de las más ambiciosas de su historia en el festival. Igual que no son casuales los éxitos de Ucrania, Suecia o Rusia, tampoco lo son los fracasos de España. Dos honrosos top 10 en el año 2014 con Dancing in the rain de Ruth Lorenzo y en 2012 con Quédate conmigo de Pastora Soler no pueden justificar ni satisfacer las expectativas de nadie.

Si Alemania ganó Eurovisión 2010, y Finlandia y Austria en 2006 y 2014, si Italia arrasó en el televoto en 2015 y entre el jurado en 2011, y Bélgica, Países Bajos e incluso Francia han retomado el vuelo, se nos han acabado las excusas. Nuestra televisión pública y los medios oficiales no se pueden seguir escudando en el imperfecto sistema de votación, ni en el injusto Big 5, ni tan siquiera en nuestro complejo de inferioridad frente a Europa. No podemos seguir culpando a las televisiones organizadoras de turno, a la UER, ni a la paloma anunciadora de nuestras notas, cuando no llevamos los deberes hechos, o entregados en forma y tiempo, como el niño que acusa a su maestro de tenerle manía.

TVE sobrevive a su mayor crisis de audiencias, creatividad y prestigio de la historia, bien ejemplificada en su larga travesía por el desierto en Eurovisión. España es uno de los países que más espectadores aporta al festival, con una enorme repercusión en las redes sociales a lo largo de todo el año, y también uno de los participantes que desplaza cada edición a más eurofans hasta la ciudad anfitriona. Nos merecemos mejores candidaturas y resultados en Eurovisión, con más creatividad, más ilusión y más trabajo. Nos merecemos una televisión pública a la altura de lo que se espera de ella, con profesionales que se ganen el sueldo por su dedicación e ideas. Nos merecemos más, sí, pero desde luego nos lo merecemos mucho mejor.

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