MI NO A OPERACIÓN TRIUNFO

Cuando nos dieron la noticia de que el representante de RTVE para Eurovisión saldría de Operación Triunfo 2017, lo primero que me vino a la cabeza es lo mayor que soy. En 2001, fecha de la primera edición, yo ya llevaba años con edad de ser encarcelado, pero incomprensiblemente nunca lo he sido (todavía). Y […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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MI NO A OPERACIÓN TRIUNFO

Cuando nos dieron la noticia de que el representante de RTVE para Eurovisión saldría de Operación Triunfo 2017, lo primero que me vino a la cabeza es lo mayor que soy. En 2001, fecha de la primera edición, yo ya llevaba años con edad de ser encarcelado, pero incomprensiblemente nunca lo he sido (todavía). Y entonces pensé. Pero me cansé y paré. El caso, ¿es OT la preselección ideal para Eurovisión? Mi respuesta es un no, pero con matices. Y para que nadie me tache de oportunista, ni de sus corazones, he decidido escribir esta columna hoy 22 de enero de 2018, sin conocer las canciones candidatas y a escasas horas de conocer el quinto finalista de esta edición del programa y por añadidura, quinto aspirante a representar a España el próximo 12 de mayo en Lisboa. El 10 es mi cumpleaños, y acepto cheques regalo incluso.

Pero antes de ahondar en mis motivos para decir no a OT como preselección, me centraré en los aspectos positivos, que los hay e importantes, de que sí lo sea:

1. Repercusión. Pregúntale a tu abuela, tu padre o a algún amigo no eurofán quién es Manel Navarro, Lucía Pérez o Barei. Ahora haz lo mismo preguntando por Ricky, Raoul o Cepeda. Ni siquiera hace falta que les preguntes por Aitana, Alfred o Amaia. La repercusión de OT 2017 ha sido abrumadora, consiguiendo ser TT diariamente y varios TT's a nivel mundial. Algunas de las actuaciones en este OT han tenido repercusión incluso fuera de nuestras fronteras, como es el caso de la interpretación de Shake It Out de Amaia, que acumula más de 3 millones y medio de reproducciones en Youtube. O el City of Stars de esta misma con Alfred que ostenta el récord de visualizaciones en esta edición con casi 4 millones y medio.

2. Calidad técnica. Tras unas primeras semanas titubeantes, OT se ha convertido en ejemplo de televisión de calidad. Escenografías y realizaciones punteras haciendo de la debilidad, virtud. Aprovechando los recursos de manera magistral, han conseguido engrandecer lo que a priori parecía un escenario pequeño y poco dinámico. En el caso del sonido, la factura pendiente de TVE en nuestras preselecciones, el inicio del programa prometía más de un disgusto, pero parece que esos problemas también se han solucionado.

3. Carta de presentación. La preselección en el caso de haberla es siempre la primera toma de contacto para el público eurofán de otros países. En los últimos años, cantantes como Barei y Manel Navarro fueron elegidos en programas de dudosa calidad, escasos medios y un sonido poco cuidado para tratarse de un programa de música en directo. En el caso de Manel Navarro además, el bochornoso espectáculo más propio del circo romano que de un programa musical, redondeó lo que supuso una carta de presentación nefasta para los intereses de España en el festival. Como pasa en países como Suecia, la carta de presentación, su archiconocido Melodifestivalen, supone por su calidad y factura técnicas un plus en notoriedad e interés y por lo tanto un buen puñado de visualizaciones fuera de las fronteras suecas. No son casualidad los buenos puestos que alcanza la delegación sueca sino el resultado de un trabajo minucioso y profesional. Con OT es de esperar conseguir un efecto parecido.

4. Compositores. Muchos de los grandes artistas compositores de España, tras el éxito de OT 2017 y el carisma de sus concursantes, se han interesado por Eurovisión e incluso han declarado haber enviado canciones para conseguir representar a España en el certamen. En los últimos años, la mayor parte de las composiciones venían de un reducido número de creadores, muy conocidos por el público eurofán, pero quizás no tanto por el gran público.

Pero a pesar de todas estas bondades, importantísimas a la hora de conseguir un buen papel en La Eurovisión, la mecánica de Operación Triunfo 2017 como preselección, limita ampliamente las posibilidades de éxito:

1. Un mes. Aproximadamente éste ha sido el tiempo que han tenido los compositores para enviar sus canciones que serán interpretadas por los alumnos finalistas en el caso de ser elegidas. No parece un tiempo demasiado amplio para trabajar en un proyecto de tanta importancia como Eurovisión.

2. La obligatoriedad. ¿Alguien ha preguntado a los concursantes si quieren ir a Eurovisión, si se sienten preparados? ¿Van a consensuar la canción o canciones que tengan que cantar en la gala de preselección con los alumnos? ¿Tendrán el derecho a decidir qué canción cantan y cuál no, y en ese caso barajar otras opciones? Digan lo que nos digan, y con las fechas tan limitadas, no creo exista tiempo para tratar estos temas. Aitana, Alfred, Amaia, Míriam y el 5º finalista que conoceremos en breve, se verán con la labor de defender unas canciones que quizás amen, odien o simplemente ni una cosa ni la otra. ¿Creéis que Jamala, Salvador Sobral o Loreen no amaban sus propuestas?

3. El tiempo. Los finalistas contarán con menos de una semana para brillar en el escenario y conseguir su pasaporte a Lisboa. Se supone que lo tienen todo a favor técnicamente para hacer un gran espectáculo. Como lo tienen todas las semanas. Pero unas veces brillan, y otras no tanto. Pero como ya dije, Eurovisión es una carta de presentación. ¿Conseguirán en menos de una semana brillar todos y cada uno con todas y cada una de sus canciones? ¿Veremos unas puestas en escena y realizaciones milimetradas y totalmente pensadas para un producto final perfecto? Lo ideal sería que así fuese, pero como en todas las galas, unos saldrán mejor parados que otros. Y ésta está siendo considerada una gala más, colocada además en un momento crucial y de muchos nervios para los aspirantes. Y no lo es. Y no verlo, es preocupante.

4. El fenómeno fan. #Cepedasequeda #AgoneyaEurovisión #AlaBikinanoselenomina. Hordas (que no gordas, que haberlas, haylas) de fans tanto del programa como de Eurovisión se movilizan para que sus favoritos consigan llegar lo más lejos posible en el programa. En muchos casos, las motivaciones van más allá de las virtudes artísticas. Así concursantes con gran calidad han abandonado el programa antes que algunos compañeros con “afinación sospechosa” que diría Noemí Galera. Y es que si OT simplemente fuese OT, nadie tendría ningún derecho a quejarse (o sí) porque el componente reality juega un factor importante. Componente que debería estar totalmente desterrado en una preselección con garantías. No es el caso. OT es nuestra preselección y tendrá ya al menos un concursante controvertido. Agoney y Ana levantan pasiones y odios entre el público, ávido de talento pero intoxicado también por el reality. Personalmente, uno sí lo veo como justo finalista. El otro, sigo sin entender que haya entrado tan siquiera a la academia. Pero no es el momento para manifestarme sobre el tema.

Por todo esto, a una semana de conocer a nuestro representante, y sin tener ni la más remota idea de cuál va a ser el resultado, yo digo NO a Operación Triunfo como preselección. Pero con matices. Operación Triunfo podría mejorar en algunos aspectos para conseguir grandes resultados en el festival. Y me atreveré a citar algunos:

1. Si tenemos aproximadamente 3 meses de duración del programa, por qué no aprovecharlos y comenzar a recibir canciones desde el primer momento que conocemos a los concursantes. No todos los concursantes tienen la misma cantidad de apoyo, pero os aseguro que hasta Juan Antonio recibió votos para ser favorito. Quizás algún compositor se enamora de una de los aspirantes que a priori no cuenta con el beneplácito mayoritario del público.

2. Siguiendo el punto 1, ¿por qué limitar el número de aspirantes al festival a los últimos 5 finalistas? Lo que nos ha enseñado Eurovisión en la historia es que no hay un sólo perfil de ganador. Dúos, tríos, hombres, mujeres, mayores y jóvenes, vocecillas y vozarrones. No gana Eurovisión el que más cualidades vocales tiene, sino el que mejor canta su canción. Da igual si mantiene un La sostenido o simplemente sostiene la afinación, porque os puedo asegurar también que Mimi, primera expulsada, podría haber ganado Eurovisión con la propuesta acertada.

3. En este sentido, los concursantes irían recibiendo las propuestas personalizadas, estuviesen aún en concurso o no. Los distintos compositores escribirían en concreto para uno de los nuevos talentos. Y serían los propios aspirantes los que decidiesen cuál o cuáles de las propuestas recibidas les convencen lo suficiente para defenderlas e intentar llevarlas al festival. Los ya expulsados emplearían su tiempo en perfeccionar su propuesta y los que continuasen concursando tendrían clases específicas para tratar el tema.

4. Separación clara del ganador de OT con el representante para Eurovisión. Que obviamente puede ser el mismo, pero lo suyo sería que OT finalizase con un ganador y que hubiese al menos un par de semanas de descanso y de preparación de una o varias galas para dar a conocer y elegir la canción que representaría a TVE en el festival. Los aspirantes ya no estarían con la presión y la inquietud de la proximidad de una final en la que se juegan 100.000 euros, y podrían centrarse en la carrera eurovisiva. Además, Eurovisión dejaría de suponer un motivo de conflicto o de estrés para los concursantes en el devenir del programa, ya que todos optarían a priori a esta gran oportunidad. Las galas de Eurovisión además del interés propio de conocer la canción ganadora, tendrían el valor añadido de recuperar a todos los concursantes para la competición, lo que podría suponer un mayor interés por parte de la audiencia del programa: un nuevo premio para el que a priori, todos son candidatos.

Con estos cambios y algún otro, mi respuesta pasaría de un no, a un Bueno, vale. Tal como se ha planteado este año, las posibilidades de tener la joya que luche por ganar Eurovisión este 2018 depende más de la suerte y de los astros que del trabajo. Depende del acierto al rellenar la quiniela y no del esfuerzo de un trabajo minucioso por la carrera eurovisiva. Con esto no auguro un mal puesto de España en Eurovisión, más bien lo contrario. Posiblemente sea quien sea el elegido este año, volverá a los puestos altos. Ganar, sólo la magia de la lotería puede lograrlo. Y otra cosa no, pero magia en esta edición hemos tenido para rato. Así que quién sabe. Nos queda una semana intensa de debates, de ilusiones, de tuiteos. Sólo espero que el día 29 votemos por aquella candidatura que en directo, nos haga pensar, decir, gritar un buen Jooooooder. Sin estategias, sin odios, sin fanatismo; sólo votando la candidatura que nos haga sentir. Y recordad que igual no es vuestra Aitana, ni un dueto Alfred y Amaia… O sí. Pero eso lo sabremos el día 29 de enero. A ver si llego que a mi edá, cualquier disgustito…

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