MI LAMENTO EUROVISIVO

Ayer viendo la primera semifinal del Festival de Eurovisión 2016, empecé a sentir algo raro. Una sensación extraña, como cuando miras una fotografía a la que no le encuentras sentido y no sabes muy bien qué estás viendo. Intenté concentrarme en el espectáculo pero no acababa de ser capaz de dejarme llevar y,de repente, me di cuenta: […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
IMAGENES WEB-03

MI LAMENTO EUROVISIVO

Ayer viendo la primera semifinal del Festival de Eurovisión 2016, empecé a sentir algo raro. Una sensación extraña, como cuando miras una fotografía a la que no le encuentras sentido y no sabes muy bien qué estás viendo. Intenté concentrarme en el espectáculo pero no acababa de ser capaz de dejarme llevar y,de repente, me di cuenta: no sentía nada. Tenía que repetirme constantemente: “ey que estás viendo Eurovisión” pero no conseguía despertar esa pasión, esos nervios irreprimibles y placenteros, esa sensación festiva que ha despertado en mi el Festival desde que tengo uso de razón. Todo era como estar viendo un programa de televisión cualquiera.

No pretendo decir nada que se resuma en el tópico de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Quizás simplemente yo he cambiado y Eurovisión ha cambiado y ya no sea capaz de emocionarme de la misma manera en que solía hacerlo. Sin embargo sí que encuentro cambios en el propio Festival que me alejan un poco de la imagen que tenía de este evento. Detalles quizás, que se habían convertido en pequeñas “señas de identidad del festival” como el logo eurovisivo con las 12 estrellas y la música del Te Deum que se ha substituido por, en mi opinión, un aséptico logo en fondo azul con la palabra “eur(o)vision”, sin música y, sobretodo, las actuaciones en sí. Encuentro que hay demasiada realización, demasiados efectos de cámara, demasiado artificio.
Entiendo que los tiempos cambian y que los eventos se adaptan a los tiempos actuales pero tengo la sensación de que el Festival se está convirtiendo más en un gran espectáculo televisivo que en un Festival o Concurso Europeo de canciones.

Veía ayer actuaciones realizadas de una manera tan “al detalle” que me alejaban de la sensación de hallarme no ya ante un concurso sino, incluso, ante una actuación en directo.  No entiendo tanto movimiento de cámara, tanto cambio de plano. ¿Por qué sería tan impensable hoy en día que la cámara mostrase la actuación tal y como la verías si estuvieras en el propio lugar donde se celebra el Festival y que sean los propios representantes de cada país los que se encarguen de “crear espectáculo” ya sea con sus canciones, coreografías o escenografías?. ¿Por qué la realización, algo técnico, artificial, se tiene que convertir en un elemento más de la actuación? Todos estos recursos técnicos o digitales se graban antes, no dependen de las facultades, las habilidades vocales o de baile de los participantes pero se convierten, al parecer, en elementos que pueden otorgar la victoria a uno u otro participante. A mi modo de ver los recursos tecnológicos en lo visual vendría a ser como, en lo acústico, cantar en playback.

Reconozco que nunca he visto el Festival de San Remo pero teniendo en cuenta las canciones ganadoras de dicho certamen, las que han llegado a Eurovisión (propuestas visualmente sencillas), no parece ser un concurso donde prime el artificio técnico y sin necesidad de recurrir a efectos digitales exagerados parece contar con el favor del público italiano y haberse mantenido durante 64 ediciones. Parece, por lo tanto, que un concurso de canciones puede sobrevivir sin necesidad de recargarse excesivamente de elementos técnicos.

Considero, además, que poner el énfasis en lo técnico conlleva una cierta dejadez en lo artístico. Durante años, cuando los recursos tecnológicos han sido más limitados los países organizadores del Festival han intentado a base de creatividad y originalidad ofrecer un espectáculo ameno, que capte la atención del espectador. De esta forma, por ejemplo, durante varios años, las postales que anteceden cada actuación han intentado ser originales (recuerdo el año de Ruth Lorenzo en el que los participantes recreaban la bandera de cada país de una forma diferente y original) y no un mero relleno para dar tiempo a los organizadores a poner y quitar elementos en el escenario. Las postales de ayer, en mi opinión, eran totalmente obviables: sólo recuerdo a la representante de Finlandia en un autobús, y porque fue la primera, y a otro representante que se tiraba a un lago helado, del resto no creo haber prestado atención a ninguna.

Obviamente en este mi lamento eurovisivo, tengo que ser imparcial y del mismo modo que no me gusta no saber si tal o cual canción ha ganado por la canción en sí o si lo ha hecho por el muro con relámpagos por el que el cantante trepa, o por los muñequitos proyectados o por las columnas de fuego  debo decir que el final de la actuación de Barei y el “efecto espejo” no me gusta. Y no hablo de si queda mejor o peor, no me gusta que se utilice un recurso digital para adornar una actuación, ya sea la rusa, la española o la de cualquier otro país.

Espero que el sábado me vuelva la euforia eurovisiva y las ganas aunque después de lo visto ayer, dudo mucho que sienta la misma emoción que he podido sentir con ediciones pasadas pero bueno, habrá que adaptarse a lo que hay.

Buen Festival!

Conversación