LA FINAL DE 2009: RENACE EL AUTÉNTICO EUROVISIÓN

Me lo pasé como un enano viendo la final de Eurovisión 2009. Hacía muchas, muchas ediciones que no disfrutaba tanto esa noche. El puesto obtenido por España fue para mi la única parte negativa, aunque ya estuviese pronosticado en las apuestas de pago. Para mi gusto en aquella final sobraban Croacia y Rumanía. El resto […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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LA FINAL DE 2009: RENACE EL AUTÉNTICO EUROVISIÓN

Me lo pasé como un enano viendo la final de Eurovisión 2009. Hacía muchas, muchas ediciones que no disfrutaba tanto esa noche. El puesto obtenido por España fue para mi la única parte negativa, aunque ya estuviese pronosticado en las apuestas de pago.

Para mi gusto en aquella final sobraban Croacia y Rumanía. El resto de participantes dieron muy buen espectáculo y descubrí canciones y cantantes a los que antes no había prestado la menor atención.

Además la realización del programa mejoró sospechosamente con respecto a las semifinales (los presentadores ya ni digamos). Estoy seguro de que el realizador de la final era otra persona.

Otra de las gratas sorpresas de esta pasada edición fue el recien estrenado locutor de TVE, Joaquín Guzmán, al que desde aquí animo a que siga en el cargo, ya que se perfila como uno de los mejores comentaristas españoles de la historia: Mantuvo una actitud impecable, fue respetuoso con las canciones y los participantes. Discreto y sin ganas de protagonismo pero al mismo tiempo con una voz muy particular. Daba los datos fundamentales en los vídeos introductorios y acababa de hablar en el instante preciso. O sea, perfecto.

Si no fuera por el lápsus que tuvo al confundir a Lys Assia con la madre de Alexander Rybak (que corrigió de inmediato, todo sea dicho) y que provocaría suicidios colectivos entre los eurofans más integristas, parecería que tenía larga experiencia como comentarista del festival.

La vuelta al voto por jurado ha sido todo un acierto. Ver de nuevo a todos votando por todos, al Reino Unido o a Francia siendo votadas de forma continua por casi todos los países, incluidos del Este (antes impensable) y Portugal en un puesto destacable, fue como sentir que el Festival de Eurovisión de toda la vida renacía de sus cenizas.

Comienza una nueva etapa que pone fin a unos resultados fruto de un televoto excesivamente viciado en estos últimos años. Con el cambio han caído mitos eurovisivos recientes como Sakis Rouvas, Chiara, o los numeritos circenses ucranianos, para dejar a Sir Andrew Lloyd Weber y a Patricia Kaas en el Top10.

También han caído otros tópicos y excusas varias, como que España no quede bien clasificada por culpa del televoto o que pertenecer al Big 4 sea un obstáculo para el triunfo.

Soraya estuvo impecable. Su directo fue espectacular. Se puede decir que lejos de salir perjudicada por el resultado, ella ha salido reforzada como cantante de cara al público en España. Una de las mejores representantes en los últimos años a la que además hay que agradecer la manera y el entusiasmo con que se ha preparado su paso por el festival, nunca antes visto por aquí.

El sábado consiguió lucirse sin dejarse amedrentar por la grandiosidad de todo aquello. Se ha sometido a la prueba de Eurovisión en directo y la ha superado, demostrando su potencial como cantante. El resto (canción, coreografía, etc.) hacía agua por todas partes.

La canción no era para tirar cohetes… Al menos no en esta final, en la que había maravillas. La canción española no sorprendía, y menos como para animar a levantar el teléfono y votarla en detrimento de otras. Había muchas canciones (hablo de canciones) que conseguían impactar en la audiencia (cada una por distintos motivos) y La noche es para mi dejaba indiferente.

Se apostó por un comienzo con sonidos orientales, cuando la canción no era para nada oriental. Para canciones orientales ya teníamos Azerbaiyán o Turquía con sonido y estructura oriental puros, por lo que España fue vista como un sucedáneo en este sentido .

Además se adornó todo con una coreografía tan llena de buenas intenciones que resultó finalmente exagerada, complicada, y que en ocasiones llegaba a no aportar nada a la canción. El momento en que Soraya aparece cantando en el suelo tras su “mágica desaparición” fue buenísimo, pero la desparición previa tras la tela quedo algo cutre. A Soraya le ha pasado lo mismo que a su amiga Kate Ryan en 2006: las dos ahogadas en una coreografía mareante con canciones insuficientes.

Muchos siguen pensando que los sonidos orientales, o las cantantes guapas con bailoteos trepidantes siguen siendo una fórmula válida para Eurovisión, cuando todo aquello pasó ya a la historia hace varias ediciones. A Elena Paparizou eso le sirvió, pero es que ya han pasado 4 años desde su victoria y desde entonces, el que no quiera ver quiénes han ganado posteriormente el festival y no haya tomado nota de qué es lo que funciona (Lordi en 2006, Marija Serifovic en 2007 y Dima Bilan en 2008) es porque no le ha dado la gana de bajarse de su particular nube.

¿Qué hay que hacer para ganar Eurovisión? Sorprender. Es lo único válido. Hay quien sorprendió con una pirueta. Otros con su chorro de voz, otros con un baladón, o con una canción reivindicativa o transgresora. Cualquier estilo vale, pero hay que sorprender aportando algo nuevo.

Repasando la historia de los últimos ganadores (por ejemplo desde Dana International) uno se da cuenta de que quien gana es porque ese año tenía alguna característica que sorprendía o impactaba. Cantar extraordinariamente por sí solo no es garantía de nada porque lo que tiene que gustar es la canción en conjunto ¿A mi que me importa que Soraya cante como los ángeles si la canción no me gusta escucharla?

Por todo esto, el anteúltimo puesto de España está justificado. El que quiera ver otras cosas donde no las hay, que aterrice ya. Había serias pistas que anuciaban que algo así sucedería. Frases como “España no se merecía ese puesto”, o “no es justo”, están completamente fuera de lugar:

Esto no es un concurso de méritos, ni donde se trate de poner nota a las canciones ni mucho menos a la interpretación del artista. Quedar en el puesto 23 signfica que 22 canciones han cautivado más que la tuya, por muy bien que la hayas cantado. El que se haya ofendido porque a la gente en Europa le hayan gustado simplemente “más” otras canciones (tantas como 23) es porque es tonto, con perdón. No puede haber nada de ofensivo en una clasficación y no se puede mostrar tanto desprecio por los participantes que han quedado mejor que España. Esto sí que es ofensivo.

La clasificación no es más que un ranking de canciones que aspiraban a la victoria. Quedar 24º sólo significa que otras 23 canciones han gustado más como para ganar, pero no que la canción española fuese despreciable, ni que Soraya haya cantado mal.

Por otra parte, cuando se envía una participación al Festival de Eurovisión, es para someterse al veredicto de culturas musicales que no tienen nada que ver con la nuestra. Para repetir como loritos “Soraya eres la mejor, Soraya que guapa eres, Soraya te adoro” no hace falta enviar a Soraya al festival. Eso ya lo decimos nosotros desde aquí sin necesidad de mandarla a Moscú y sin el riesgo de enfrentarla a otros 24 cantantes. De esto deberían tomar buena nota los clubes de fans y los que aupan a sus ídolos hasta el Festival. Ahora que nos han echado un jarro de agua fría en la cara, no valen lamentos ni culpas ajenas ni echarnos para atrás. Hay que apechugar con el resultado, aunque solamente sea un concurso. Tampoco pasa nada.

Otra tontería: “No es justo que el Chiki Chiki quedase mejor que La noche es para mi”. La comparación es absurda: Cada canción compitió en ediciones distintas y contra canciones diferentes. Los puestos no son intercambiables ni comparables entre años distintos. Un 9º puesto en un determinado año puede ser mejor que un 17º puesto al año siguiente. Este año había muchas canciones geniales.

El Chiki Chiki (al margen de otras consideraciones y su turbia elección) como canción consiguió sorprender mucho más que La noche es para mi, por transgresora y rebelde. El cutrerío del Chiki Chiki destacaba cómodamente sobre el resto y se llevó todos los votos “rebeldes”, aunque sólo dió para un 16º puesto (afortunadamente).

De todas formas da casi lo mismo quedar el 16º que el 24º, porque la diferencia en votos es poca y los puestos bailan fácilmente en ese lugar de la tabla. La verdadera clasificación de un festival está entre los 10 primeros puestos. Que la participación de Soraya ha sido infinitamente más digna que la del personaje de Buenafuente es algo indiscutible, independientemente de puesto. Pero es que todo son cosas distintas…

La teoría del boicot contra España no se sostiene. Vale que TVE haya estado vacilando a todo el mundo estos días, cambiando horarios e infringiendo reglamentos. Pero pensar que el resto de Europa los jurados extranjeros o el conjunto de los millones de espectadores del festival en otros países se ha enterado de ello, o que le importa algo como para decidir no votar a la canción española si es que previamente pensaban votarla, no es serio.

En cada edición del festival se reciben cientos de miles de televotos, superando el millón, y los eurofans indignados que sabían esto son el 0,001% del televoto. Además están básicamente en España, como es lógico. Soraya por lo visto se agarra a esta teoría en Facebook porque será la salida menos dolorosa para ella. Es comprensible. A ella se le perdona pero al resto, no.

De todas formas, pienso que Soraya tiene la mala costumbre de querer hablar constantemente sin ser necesario y dar más explicaciones de las exigidas. Primero soltó una perla innecesaria que no voy a comentar por no hacer leña del árbol caído: “¡Tranquilos, no me preocupa nada el noruego!”. Ahora sus declaraciones en Facebook, sumándose a la absurda teoría de la conspiración contra España… A veces un simple silencio es la actitud más elegante.

Elegancia le faltó al jurado español tras el festival
. El mismo jurado que eligió lo que eligió y que ahora debería estar asumiendo su error sin lanzar balones fuera. ¿Pero quién se ha creído nadie que es para decirle a otro lo que debería haber votado?

La frase de Uribarri clamando que el puesto obtenido era “un insulto para España,” no es de recibo. Sonó a pataleta sin fundamento ni argumento, impropia de alguien tan directamente vinculado con Eurovisión y que debería conocer mejor estas cosas, pero oyéndole hablar parece un novato en esto, cuando todos sabemos que no lo es.

Si no gustas, pues no gustas y es problema tuyo pero jamás de otros. Si no me gustas, no me gustas, pero no te estoy insultando. Si no me gustas, te fastidias, y para el año que viene te molestas en analizar qué es lo que a mi, que tengo que votarte, me gusta.

Claro que si estamos empeñados en enviar a Melody como pretendía la señora del jurado español “porque hay que ir con producto nacional”, pues entonces no nos quejemos. ..La mejor actitud fue la de Tony Garrido: “No pasa nada, es un concurso, a asumirlo y a pensar en el año que viene”.

Lo malo es que en este país es más fácil la pataleta a posteriori que tomarse la molestia a priori de conocer qué es realmente Eurovisión e ir tomando nota para el año que viene, así que me temo que en la preselección española de 2010 estaremos otra vez emperrados en repetir errores y falsos tópicos para ganar el festival.

El problema de España con el Festival de Eurovisión es que aquí se vive de ideas caducadas, no se innova ni se arriesga, se le tiene miedo y demasiado respeto al festival y se acude siempre con estilos que hayan triunfado en años anteriores queriendo “pisar sobre seguro”. Siempre mirando atrás.

El resultado: España va siempre arrastras del Festival cuando debería ser al reves.

Y así podemos seguir indefinidamente mientras TVE prefiera embolsarse los bolsillos con preselecciones imposibles como las dos últimas ,en vez de hacer las cosas bien. ¡Ah! y muchos eurofans también tienen muchas ideas que cambiar y mucho que aprender de esta edición, que por cierto ha vuelto a cosechar una cuota de pantalla que para sí la quisieran muchos programas.

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