Impresiones de Eurovisión 2022. Parte II: Aspectos negativos.

Lamentablemente el representante del Big 5 que nos queda, Francia, ha pasado de ser segundo en cabeza a ser segundo por la cola. Aunque era muy difícil superar el éxito de Barbara Pravi, el resultado para nada es justo, y tal vez sea una de las injusticias de esta edición. Mandar un tema como “Fulenn” […]
Publicado el día 30 de mayo de 2022
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Impresiones de Eurovisión 2022. Parte II: Aspectos negativos.

Continuamos con el análisis de lo que ha supuesto esta edición de Eurovisión 2022 celebrada en Turín que, como veis, ha dado para mucho. Si en la primera parte me centré en los aspectos positivos, ahora toca centrarse en lo que para mí ha sido lo negativo de este año.

Tengo que empezar este artículo irremediablemente con Alemania. El problema no es la canción (“Rockstars” es una buena canción), no es el cantante (Malik Harris es un buen cantante de pop- rock) o la puesta en escena (me pareció original que representara un estudio de grabación y cómo iba creando la canción a base de loops). El principal problema es que la delegación alemana sigue pensando en temas “radio friendly” que ni destacan ni llaman la atención. Ya han pasado cuatro años del cuarto puesto de Michael Schulte que parece que fue lamentablemente flor de un día. En Alemania tienen que plantearse que el proceso de selección falla estrepitosamente (han llegado a descartar bandas de prestigio internacional como Avantasia), y pueden aprender perfectamente de Portugal o España: el mercado musical alemán es muy potente pero parece que este ha dado la espalda a Eurovisión.

Lamentablemente el representante del Big 5 que nos queda, Francia, ha pasado de ser segundo en cabeza a ser segundo por la cola. Aunque era muy difícil superar el éxito de Barbara Pravi, el resultado para nada es justo, y tal vez sea una de las injusticias de esta edición. Mandar un tema como “Fulenn” es algo muy arriesgado y hay que valorar el riesgo que ha tomado Francia con un tema de corte folk con toques electrónicos, en una lengua minorizada como el bretón, con el que no había término medio: o gustaba mucho o no gustaba nada. Aunque esta vez ha salido muy mal, podría haber salido igual de bien que sucedió con Go A el año pasado. No obstante, esto puede pasar y a la delegación francesa se le ve un trabajo que puede que dé sus frutos muy pronto.

Desde el punto de vista personal también quiero destacar la no clasificación de Albania y San Marino, que nos privó de la posibilidad de tener dos propuestas animadas en la final, achacables probablemente a la puesta en escena. También fue destacable que Letonia no pasara a la final una vez más. En este caso deberían tener en cuenta que en el Supernova había muchas canciones muy buenas (todos nos acordamos de Aminata y su “I’m Letting You Go”), y que todo el desenfreno y locura que nos han aportado City Zeni no ha sido suficiente para llegar a la final. Me gustaría además hacer una mención honorífica a Georgia. Quedó demostrado que Circus Mircus no gustó gran cosa, pero me encanta que Georgia vaya a los suyo sin importarle el qué dirán, aportando cosas tan originales como “Lock Me In”

Y aquí es donde voy a hablar de otras dos grandes injusticias. Por un lado, el inmerecido vigesimosegundo puesto de República Checa y más teniendo en cuenta que fue cuarta en su semifinal. El hecho de tener que actuar en primer lugar le hizo ser la gran perjudicada. Por otro lado, la más que inmerecida no clasificación para la Gran Final de Irlanda. Nuestra reina Brooke fue mejorando poco a poco hasta realizar una actuación más que correcta a nivel vocal, a lo que hay que añadir carisma y personalidad a raudales. Sorprende además teniendo en cuenta que este año no han abundado temas movidos o petardeo.

Tampoco puedo dejar de mencionar la actitud del representante israelí Michael Ben David. Su canción podría gustar o no gustar, pero su comportamiento durante el festival ha sido exasperante. Nunca he llegado a entender esas ansias de protagonismo queriendo ser el centro de atención permanente, llegando a molestar a sus compañeros o a los presentadores.

Y qué podemos decir de las irregularidades en los votos entre varios países: Azerbaiyán; Rumanía; Montenegro; San Marino; Polonia y Georgia. Estoy seguro que era algo que se iba barruntando desde hace tiempo, y un ejemplo bastante cantoso era lo de Moldavia y Kirkorov. Ahora parece que el nuevo supervisor Martin Österdahl ha tomado cartas en el asunto y ha sido taxativo. Podremos estar de acuerdo o no en las formas, y en la falta de comunicación de la UER en este asunto y en otros más, podremos estar de acuerdo o no en el algoritmo de asignación de votos, pero al menos se está haciendo un intento de poner coto a corruptelas y amaños.

Por último, y no menos importante, los asuntos de la organización. Según cuenta la prensa acreditada, todo ha sido bastante caótico. El tema de las acreditaciones debería ser revisado puesto que se nos ha privado de información de primera mano en la primera semana de ensayos. Se ha realizado todo un ejercicio de menosprecio a los medios especializados, que son los que han mantenido vivo el festival y han contribuido en parte a la grandeza que tiene ahora Eurovisión. Además, daba pena ver la sala de prensa tan desangelada durante la segunda ronda de ensayos cuando normalmente estaba a rebosar. Puede que el sistema de reparto en años anteriores fuera laxo, pero no se puede pasar de un extremo a otro en un año. Está bien hacer una criba para que se informe de verdad, pero hay muchos medios especializados que llevan todo un trabajo a sus espaldas de décadas.

Hay que añadir además el asunto del contrato en exclusividad con Tik Tok. Personalmente opino que los contenidos exclusivos subidos a esta red no generaban nada de calidad superior a lo que nos tenían acostumbrados y como prueba las visitas al canal de YouTube superaron a esta red social (por cierto, unos contenidos cada vez mejores). A esto hay que añadir que los contenidos de Tik Tik tardaron mucho en subirse los dos primeros días, lo que supongo que sería falta de personal en esta tarea. Desde mi punto de vista todos los formatos (prensa generalista, prensa especializada, redes sociales variadas) son compatibles y todos tienen su espacio y cabida.

Respecto al festival en sí, mejor sería no hablar. Todos ya conocemos la supuesta avería del sol que perjudicó a muchas delegaciones, especialmente a la estonia. El tema de la realización daría para otra columna: Vladana quejándose amargamente de que la realización no era lo que tenían planeado; cámaras cruzándose; el suelo con aspecto descuidado; Stefan a punto de caerse durante los ensayos; Cornelia Jakobs a punto de recibir una descarga eléctrica; etc. No es de recibo que una de las televisiones más potentes de Europa, con un festival como Sanremo que es vanguardia televisiva, hayan realizado todos estos despropósitos.

Antes de terminar, una pequeña reflexión personal. Estaremos de acuerdo en que un evento con una organización y un despliegue de estas características, es caro por muchos motivos, en especial el de las entradas y la logística, y eso teniendo la suerte que lo organicen en tu país o en otro cercano por el tema de las distancias. Lo que me cuesta aceptar es que esto se convierta en un evento elitista al alcance de pocos bolsillos. Ya podemos poner una hucha con tiempo si nos planteamos asistir en directo al menos a una de las galas.

Como colofón, me remito a lo que comentaba en otras columnas. El festival ha crecido en popularidad a un ritmo vertiginoso. Eurovisión está interesando cada vez a más personas más allá de la esfera eurofan y nuevas generaciones se están incorporando a nuestro mundillo. Además, cada vez hay más grupos de chicas tanto en el festival como en los eventos relacionados (para mí fue maravilloso ver cómo había muchas más chicas en la Preparty de este año). Por estos y otros muchos motivos, Eurovisión sigue siendo el mayor espectáculo musical del mundo.

El año que viene, más y mejor.

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