GANEMOS EUROVISIÓN

eurovision-spain.com ya ha presentado La Elección Interna 2016, la votación anual del artista ideal de nuestros lectores para representar a España en Eurovisión. Un año más, y por séptimo consecutivo, veremos desfilar a los intérpretes y grupos preferidos de los eurofans, las mismas caras de siempre, los alternativos que cada vez tienen más apoyo y peso, […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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GANEMOS EUROVISIÓN


eurovision-spain.com ya ha presentado La Elección Interna 2016, la votación anual del artista ideal de nuestros lectores para representar a España en Eurovisión. Un año más, y por séptimo consecutivo, veremos desfilar a los intérpretes y grupos preferidos de los eurofans, las mismas caras de siempre, los alternativos que cada vez tienen más apoyo y peso, y los nóveles que seguro depararán alguna sorpresa. También leeremos muchas entrevistas a músicos más o menos famosos, políticamente correctos o incorrectos, y más o menos consolidados deseosos de participar en el certamen a sabiendas de los beneficios para sus carreras desoyendo la intrascendente opinión de alguna diva desde su trono de oro. Finalmente, también escribiremos e invitaremos a realizar columnas como esta, en el punto de partida, argumentando lo que para nosotros significa el eslogan de La Elección Interna 2016: #GanemosEurovisión.

Después de ocho festivales a mis espaldas, desde Belgrado, hasta Viena, pasando por Moscú, Düsseldorf o Bakú, viviendo en primera fila la participación de España en Eurovisión, de las elecciones internas o finales nacionales, a las actuaciones en vivo y en directo, así como todo lo que se cuece entre bambalinas, me he podido hacer una idea, no sé si aproximada pero sí propia, de la presencia de nuestro país en la competición. A lo largo de estas ocho ediciones he observado algunos éxitos que supieron a poco, como los de Pastora Soler y Ruth Lorenzo, varias decepciones con nombres que pudieron dar mucho más de si, como Soraya Arnelas y Edurne, y diversas candidaturas condenadas al fracaso desde primera hora. Por todo ello, y tras analizar todo lo que he visto, leído y escuchado en estos años, he observado una decena de puntos negros que necesitamos mejorar, tanto TVE, como responsable máxima de la gestión de Eurovisión en España, como nosotros los eurofans. Una sucesión de errores, leyendas urbanas y tópicos que conviene alejar de una vez por todas de nuestro camino eurovisivo. Esta es mi receta para nuestro objetivo común: Ganar Eurovisión.

1. NO infravaloraremos a los artistas nóveles, emergentes o desconocidos

La fama y la trayectoria no importan absolutamente nada en Eurovisión donde toda la historia profesional y personal de los artistas se reduce al nombre de un país y a tres minutos de actuación, todos en igualdad de condiciones. Poco o nada influye lo famoso o querido que pueda ser un cantante en España si no lo conoce nadie en Europa. Muchas voces se encargan de tirar por tierra el interés o el ofrecimiento de algunos intérpretes o grupos en representar a TVE en el Festival, incluso desde los propios pasillos de Torrespaña, por no tener suficiente renombre. Un nombre que no le sirvió para nada a Bonnie Tyler, Blue, Cascada, Engelbert Humperdinck, Kate Ryan, Noa o Paolo Meneguzzi, por citar algunos ejemplos destacados, algunos de ellos con muy buenas candidaturas y actuaciones, igual que tampoco les valió a Edurne, El Sueño de Morfeo o Soraya Arnelas. Sin embargo, artistas desconocidos como Emmelie de Forest, Ell/Nikki o Lena, incluso dentro de sus propios países, o triunfitos como Mans Zelmerlow, Conchita Wurst, Loreen o Alexander Rybak, se han llevado el festival a casa. Incluso los 12 primeros clasificados de Eurovisión 2015 son procedentes de las franquicias internacionales de Operación Triunfo, La VozFactor X y similares. Desgraciadamente, en nuestro país, numerosos cantantes de enorme calidad y sobrada experiencia son ninguneados por las discográficas y el público en general por no poder quitarse la etiqueta de triunfito. Las nuevas promesas frente a las grandes estrellas tampoco garantizan una especial atención de los espectadores como demuestran los excelentes datos de audiencia conseguidos por Ruth Lorenzo, Lucía Pérez o Daniel Diges que incluso superaron a otros representantes mucho más populares que ellos mediáticamente.

Conclusión: Apoyar a cualquier artista que tenga calidad y originalidad independientemente de su nombre, fama o procedencia.

2. No despreciaremos el español ni las lenguas nacionales

El español es la segunda lengua materna más hablada del mundo, por debajo del chino y por encima del inglés. Últimamente se ha extendido la leyenda urbana de que para ganar Eurovisión hay que cantar en inglés. Los datos no dicen lo contrario, desde la reinstauración de la libertad de idioma en Jerusalén 1999 solo ha ganado una candidatura de habla no inglesa, Serbia 2007 con Molitva de Marija Serifovic. Aquí nos encontramos con el primer argumento que tumba la leyenda urbana, ya que si una letra en serbio con una melodía tan regional y un conjunto tan poco comercializable y exportable pudo conseguir el apoyo de 41 países europeos, por qué no lo iba a conseguir el español. Las estadísticas no solo nos cuentan que únicamente 1 de las 17 últimas ganadoras no fue en inglés, también nos muestran que todos y cada uno de los 15 últimos colistas fueron en esa misma lengua, cuestión de ver el vaso medio lleno o medio vacio. La probabilidad de que una canción en inglés sea la ganadora o la perdedora de Eurovisión es enorme si tenemos en cuenta que, por ejemplo, en la gran final de Viena 2015, solo España, Francia, Italia, Montenegro y Rumanía actuaron total o parcialmente en su idioma. Nuestro país, entre otras muchas riquezas socioculturales, cuenta con la fortuna de tener otras lenguas cooficiales, como el català, el euskera o el galego, habladas por millones de españoles, las cuales no han tenido en 55 años la más mínima representación en el Eurofestival. Muchos estados más orgullosos de su cultura y sus raíces, con menos complejo y también más decencia política, nos han mostrado sus lenguas minoritarias, y en algunos casos sin renunciar al éxito, como la segunda posición de Rusia 2012 en udmurtio o el cuarto puesto de Francia 1993 en corso, idioma que repetiría en el año 2011 siendo la favorita en las casas de apuestas. El español es una lengua conocida y respetada en todo el planeta, con una enorme historia y riqueza cultural, y muy consumida musicalmente a nivel internacional. El inglés solo deber ser una opción, tan buena, o mala, como otra cualquiera, y en ningún caso una condición para la victoria. Si el italiano ocupó la tercera posición en Eurovisión 2015, y el séptimo puesto dos años antes, el español también lo puede conseguir, siempre que España presente propuestas de la calidad de Italia, la eterna asignatura pendiente, independientemente de nuestro idioma.

Conclusión: Respetar el español sin renunciar expresamente a otros idiomas nacionales o extranjeros.

3. No renegaremos de 'lo nuestro'

Otra de las falacias más extendidas popularmente es que lo español no funciona en Eurovisión. La historia nos da una de cal y una de arena. Azúcar Moreno con Bandido, David Civera con Dile que la quiero, Beth con Dime o Ramón con Para llenarme de ti, todas con un sabor sureño, no solo fueron exitosas en el festival, sino también comercialmente, y en algunos casos a nivel internacional, por no hablar de la victoria de María Isabel con Antes muerta que sencilla en Eurovisión Junior, más cañí imposible. Me sobran los ejemplos, como le sobraban las palabras a Braulio, para hablar de los fracasos porque en ningún caso se debieron a su regionalismo sino a estar fuera de lugar, como Qué bueno, que bueno de Conchita Bautista, muy adelantadas a su época, como Quién maneja mi barca de Remedios Amaya, o a su pésima calidad, como Ay, qué deseo de Antonio Carbonell, Brujería de Son de Sol o Un blodymary de Las Ketchup, responsables en gran medida de esa falsa idea. Lo español y lo latino gusta y vende en España, en Europa y en todo el mundo, solo hay que ver las listas de éxitos para comprobar que no son pocos los hits que triunfan al cabo del año, o recorrer las tiendas de música de otros países para comprobar la cantidad de discos nacionales que se venden fuera de nuestras fronteras, mientras que aquí ni nos fijamos en ellos. Grecia y Turquía, después de años de fracasos y ridículos encadenados en Eurovisión, descubrieron una de las fórmulas del éxito en el certamen que, si bien no son infalibles, aportan cierta garantia de resultados. Durante la última década ambos países han combinado el pop comercial y estándar con la imagen y los sonidos característicos de su folklore, totalmente reconocibles fuera de sus fronteras, alcanzando la victoria en los años 2005 y 2003, respectivamente, y a un buen puñado de medallas y tops. Esto no significa que cualquier pachanga adornada con unas castañuelas y una peineta sea nuestra redención eurovisiva. Los griegos y los turcos combinaron con inteligencia su folk con el ská de Athena y Koza Mostra & Agathonas Iakovidis, el rock de Mor ve Otesi o Manga, o el hip hop de Loukas Giorkas & Stereo Mike, y todos ellos fueron como mínimo top 7. Italia no ha podido ser más italiana en Viena 2015, ni Israel más israelí, ni España más sueca, ahí están sus resultados, ahí está el nuestro.

Conclusión: Mostrar lo español vendiendo un sonido, una imagen y la marca España adaptada a un contexto internacional.

4. No importaremos productos 

A mediados de la década pasada, en pleno resurgir del Melodifestivalen de Suecia y decadencia en España tras Operación Triunfo, quisimos buscar en Escandinavia modelos musicales y televisivos que nos devolvieran el éxito y, especialmente, la ilusión. Así sufrimos despropósitos como Misión Eurovisión, el trienio MySpace, o Destino Eurovisión, con pésimos resultados a todos los niveles. También apoyamos por mayoría candidaturas a imagen y semejanza nórdica como las propuestas en varias ediciones por Coral Segovia o Mirela Cabero. Finalmente conseguimos el propósito de querer dejar de ser españoles para ser suecos con D'Nash, Pastora Soler o Edurne e, incluso, griegos con Soraya Arnelas. En vista del éxito, con tres fracasos y sus respectivas desilusiones, y a pesar de la alegría dada por Pili de Coria, probablemente más debida a su sobresaliente actuación que a cualquier otro motivo, ya va siendo hora de cambiar de estrategia, no solo en TVE, también entre los eurofans. España no es Suecia, ni nos hace falta, nuestra música y nuestra televisión no tienen absolutamente nada que ver. La identificación que los espectadores establecen entre una actuación y su país, especialmente ante culturas tan reconocibles como la española, es de vital importancia en Eurovisión. Nos quejamos a menudo de la pérdida de la esencia del festival por los ritmos comerciales, el globalizado inglés o la producción sueca en serie, cuando precisamente nosotros en ocho años hemos caído cuatro veces en la trampa de querer gustar más que gustarnos a nosotros mismos, cediendo a ser simplemente uno más, y renunciando a la Marca España. Con tantos y tan buenos artistas españoles, no deja de ser insultante recurrir al talento de compositores, músicos o productores extranjeros que no tienen más interés en nuestro país que el económico, mientras uno de los nuestros se queda en casa esperando su oportunidad. Si además tenemos en cuenta que las obras maestras de esos profesionales foráneos, aquellas por la que reciben dinero, fama y prestigio, se quedan en sus países de origen, mientras que el resto nos comemos los descartes, imitaciones y sobras vendidas en forma de superproducciones, la indignación crece por momentos. No solo hay que dejar de comprar fuera, sino que también hay que incentivar el mercado nacional, por lo que es indispensable que TVE, en vez de estar esperando a que llamen a las puertas del Castillo de Torrespaña, debe salir en busca del talento, convencer a las discográficas y productoras de todos los beneficios económicos y mediáticos que les puede ofrecer, y recuperar el interés de las multinacionales en el Eurofestival al igual que en el resto de Europa.

Conclusión: Incentivar y exportar la música española involucrando a la industria discográfica nacional.

5. No realizaremos un circo en el escenario

TVE ha pasado de realizar actuaciones desnudas, sin cuidar ni trabajar la escenografía y la realización, en las que incluso había que dar las gracias porque nos dieran elementos extra como un micrófono, a realizar un circo en el escenario en el que solo nos falta Ángel Cristo, Bárbara Rey y Mi Sofi a los platos. La Piedad de Edurne, y su bailarín semidesnudo, un cambio de vestuario con su bien de lentejuela, raja y transparencias, y el ventilador a pleno rendimiento; el avioncito de la LuPe; o el truco de magia de Soraya Arnelas acompañada por los bailarines soviéticos y las Hermanas Hurtado al coro, son solo algunos de los despropósitos a los que hemos asistido durante los últimos años. Antes incluso era peor, aunque nos debemos sentir orgullosos de que los petrodólares azeríes adaptaran para Elnur Huseynov la coreografía española de Las Ketchup, con mucho más glamour y sin sillas, eso sí. Una buena puesta en escena es aquella en la que todos los elementos arropan al cantante y embellecen la canción, para ello no es necesario más que una buena idea y un elemento que, como en una película, desarrolle el argumento de la actuación, lo que desde Viena venimos denominando como lo acorde. Ruth Lorenzo llevaba la lección aprendida, y su escenografía se basó en la lluvia, para lo que simplemente necesitó un fondo, una iluminación y una realización específica, y un maquillaje y peluquería apropiado para transmitir el mensaje de su candidatura. Fácil, divertido y para toda la familia, pero también muy trabajado y milimétricamente estudiado. Hasta que llegue el momento de presentarnos al examen con los deberes hechos seguiremos presentando actuaciones parcialmente improvisadas, en las que en el tiempo de ensayo, en vez de perfilar, hay que rehacer todo, con exigencias y prisas de última hora a la UER, porque las televisiones organizadoras no nos entienden nunca, solo a nosotros, mientras que al resto sí. Curioso.

Conclusión: Crear puestas en escena sencillas y originales y a la vez estudiadas y trabajadas, con un eje o elemento central, y comunicadas en forma y tiempo a la organización.

6. No nos vestiremos para las Galas del Sábado

TVE, tradicionalmente, ha dedicado las noches de los sábados a los programas de variedades, desde las míticas Galas del Sábado de Joaquín Prat y Laurita Valenzuela, hasta la aberrante La Alfombra Roja Palace de José Luis Moreno que demuestra que cualquier tiempo pasado, al menos en la caja tonta, fue mejor. Unos espectáculos glamourosos, algunos solo supuestamente, en el que se recibía la visita de toda la farándula patria y algunas estrellas internacionales. Por extensión se ha considerado a Eurovisión una Gala del Sábado a la que hay que ir engalanada y enjoyada, cual Juncal Rivero y María José Suárez en Noche de Fiesta, independientemente de lo que requiera la ocasión. Incluso para algunos medios de comunicación parece más importante el vestido y su color a lucir en el festival que la propia candidatura en sí. Así hemos visto a la Caperucita Roja Edurne, la moza casadera Ruth Lorenzo, la ninfa Raquel del Rosario, la diosa Pastora Soler, la patinadora Soraya o Daniel Diges en Fin de Año. Todos ellos iban indudablemente guapos, en especial la bellísima vocalista de El Sueño de Morfeo, aunque quizá más adecuados para una pasarela de moda que para el escenario de Eurovisión. Beth, sin embargo, lució un vestuario tan sencillo como llamativo y original que daba una imagen juvenil y moderna sin dar ni restar protagonismo a lo verdaderamente importante que es la actuación en si. El minimalismo sin renunciar a la elegancia de Mans Zelmerlow, Polina Gagarina, Loic Nottet, Elina Born & Stig Rasta y Morland & Debrah Scarlett fueron algunos de los aciertos de Viena 2015. Incluso looks más clásicos o llamativos como los elegantes Il Volo, el vintage Guy Sebastian, la mística Aminata o la pretendidamente hortera Bojana Stamenov tienen su justificación en el contexto de su canción y escenografía encontrándonos de nuevo ante el concepto de lo acorde. Al igual que en las escenografías, donde un elemento vertebra una actuación, numerosas delegaciones apuestan por un detalle extra y diferenciador que llame la atención y marque la diferencia pero sin distraer, como las botas de oro de Nadav Guejd, las plumas de Nina Sublatti, o los cascos de Maraaya, ejemplos no disponibles solo de esta edición sino de los 60 años de historia del certamen. Nuevamente, trabajo y estudio.

Conclusión: Diseñar un vestuario sencillo y moderno priorizando su función como un elemento más de la puesta en escena sobre su relevancia mediática.

7. No intentaremos contentar a todo el mundo 

Eurovisión es un gran evento que forma parte de nuestra cultura popular desde hace 55 años. Su popularidad y repercusión implica que el festival y cualquier noticia relativa a él sera cuestionada, defendida y criticada. Probablemente ese sea el motivo por el que TVE siempre ha sido tan conservadora y políticamente correcta, sin arriesgar y, obviamente, sin ganar desde hace 47 años. Si partimos de la base de que cualquier aspecto será objeto de polémica, nos deberíamos olvidar de las críticas apostando por artistas, estilos o actuaciones atrevidas, diferentes e innovadoras, o al menos no recurrir a lo fácil que contente a las masas cuando a quien hay que convencer es a los votantes. Este punto tiene una doble lectura, ya que si ofrecemos un abanico diverso de candidaturas edición a edición, quizá la mayoría nunca esté satisfecha, como tampoco lo está ahora, sin embargo muchas minorías tendrían por fin su presencia en el eurofestival. España nunca ha llevado una candidatura celta, dance o rock a Eurovisión, más allá de alguna gaita, sintetizador o guitarra metida con calzador, y no son pocos los músicos de estos géneros en nuestro país, incluso algunos de ellos considerados referentes a nivel mundial. TVE debería perder el miedo a las polémicas, sobre todo si trabaja bien, centrando sus esfuerzos en destacar, para bien o para mal, en vez de en pasar sin pena ni gloria por Eurovisión.

Conclusión: Arriesgar con productos de calidad independientemente de su estilo evitando lo políticamente correcto.

8. No nos dejaremos llevar por la soberbia

Los españoles tendemos a pensar que somos los mejores en todo. España tiene muy buena calidad de vida, cultura, gastronomía y un largo etcétera de cualidades que nos permiten estar situados en el mapa del mundo como líderes en muchos aspectos. Eso no implica que no haya otros países en los que se viva, se disfrute y se coma igual de bien o mejor que aquí, y eso no nos hace peores a nosotros, simplemente en la diversidad está el gusto. Si esta exposición la relacionamos con Eurovisión nos encontramos con que en los últimos tiempos hemos llevado muy buenos cantantes y canciones más o menos decentes que, por si solas y en la mayoría de los casos, merecieron mejor fortuna. Lo que nunca valoramos es que no competimos solos, sino frente a todo un continente, y la inmensa mayoría de ellos con muy buenos artistas y, a diferencia de nuestro Talón de Aquiles, muy buenos temas. Muchas voces han criticado la clasificación del Amanecer de Edurne, francamente injusta e inmerecida al menos en lo que respecta a su papel, desacreditando los resultados de otras candidaturas por encima, aunque obviando a otras propuestas por debajo como Alemania, Austria o Francia que, quizá, también merecían más que nosotros mismos. Alrededor de esta discusión se encuentra el sistema de votaciones. Si bien es cierto que hay un componente geopolítico en los resultados que existe no solo este año sino desde hace seis décadas, también es verdad que cuando una candidatura gusta a la mayoría recibe votos de todos, independientemente del país. Si Austria o Finlandia, los dos patitos feos de la historia de Eurovisión, o Noruega, el país con más últimos puestos, han ganado el festival recientemente, no tenemos excusas para seguir viendo la paja en el ojo ajeno. España, al igual que otros países que han alcanzado el número 1, tiene que realizar un esfuerzo más grande para conseguir puntos que actuales potencias eurovisivas como Azerbaiyán, Grecia, Rusia, Rumanía o Suecia, pero ese trabajo todavía insuficiente es la condición indispensable para tener motivos para protestar con razón y sin soberbia. 

Conclusión: Defender nuestra candidatura sin desmerecer a nuestros rivales

9. Lo importante no es participar

Eurovisión es anualmente el programa no deportivo más visto de TVE, todo un éxito teniendo en cuenta la inexistencia de un interés real en ganar el festival, la ley del mínimo esfuerzo. Cuando una persona se presenta a un examen debería hacerlo para conseguir un sobresaliente, no para alcanzar un aprobado, ya que ante cualquier imprevisto es más que probable que la nota acabe siendo un suspenso. España, después de la victoria triunfal de Massiel y accidental de Salomé, y con la excepción de Rosa en plena euforia colectiva, nunca ha querido ganar, verdaderamente, Eurovisión. Durante los últimos 20 años encadenamos la peor etapa de nuestro país en el festival, sin ningún top 5, y por debajo del top 10 en ocho de las diez ediciones más recientes. Unos datos sonrojantes que distan mucho de las cuatro medallas, dos de oro y dos de plata, entre 1968 y 1973, o incluso los dos top 5 y una segunda posición en los difíciles años 90, así como éxitos sueltos en todas las décadas que parecen imposibles de repetir en estos tiempos. Mientras tanto nos preocupamos más por justificar nuestros fracasos creyéndonos la versión oficial de que ni nos quieren ni nos entienden en Europa, o nos indignamos porque no nos vota Portugal, o Albania, como si nos debieran algo cuando en cuestión de puntos quedamos a deber, en vez de exigir mejores cantantes, mejores canciones, mejores actuaciones y, en definitiva, candidaturas más acordes a la realidad actual de la competición y de nuestro país. La audiencia es buena, la expectación es máxima, ¡Eurovisión gusta a todo el mundo!, Ahora es el momento de implicar a toda la industria y a toda la población, mediante una elección interna de calidad que se justifique a si misma, o a través de un proceso de selección que enganche e ilusione, como en Pasaporte a Dublín o en Operación Triunfo, con talento y trabajo a partes iguales, en una TVE sobrada de profesionales a los que no siempre se les permite crear, y en una España necesitada de alegrías por muy intrascendentes que para algunos puedan parecer en la superficie.

Conclusión: Participar para ganar poniendo todos los medios y, especialmente, ideas a nuestro alcance

10. No matarás a la gallina de los huevos de oro

TVE tiene a la gallina de los huevos de oro con Eurovisión. Un animal dormido que solo despierta de vez en cuando, en el momento que alguien tiene una buena idea o fruto de las casualidades no tan casuales. Por el momento, la gallina que nos podría dar una docena de huevos en forma de puntos y beneficios, solo ofrece huevina. Eurovisión es el programa más visto del año en España, y no solo eso, también es uno de los más baratos, y por consiguiente uno de los más rentables. La victoria en el festival ha sido comunmente perseguida por muchos países en los últimos años para venderse por diversos motivos internacionalmente, desde Turquía, hasta Azerbaiyán, pasando por la madre Rusia. Incluso la idílica Suecia organizó deliberadamente el certamen en el año 2013 en la conflictiva y deprimida Malmö recuperando la gran inversión inicial con beneficiós multimillonarios. Quizá sería el momento de apostar por un proyecto musical y televisivo que repercuta en las arcas y la imagen de nuestra maltrecha televisión pública y, más allá, ganar y organizar el festival con nuestros mejores profesionales y medios para incentivar la difícil situación económica y mejorar la cuestionable imagen internacional de nuestro país. Eurovisión también forma parte de la Marca España. Mientras tanto, la gallina de los huevos de oro de Eurovisión, la más exitosa, la más barata, y la más rentable, no da de comer ni a los de casa.

Conclusión: Exprimir todos los beneficios que conlleva la participación de España en Eurovisión

No hay una receta para ganar Eurovisión aunque sí hay ingredientes que ayudan a que el resultado sea mejor. La pelota está en el tejado de TVE pero también en el nuestro, los eurofans. Entre todos, sí se puede, #GanemosEurovisión, y tan ricamente.

Madrid, a 4 de agosto del 2015.

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