FIJÉMONOS EN EL FÚTBOL

Hay una cosa que me supera, que me encuentro cada año llegando estas fechas, y me las encuentro aún más, y sobre todo, pasado el festival, y es ese “España nunca ganará”, ese “nos tienen manía”, ese, en fin, tirar balones fuera y echar la culpa a otro, siempre a otro. La España de fútbol, […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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FIJÉMONOS EN EL FÚTBOL

Hay una cosa que me supera, que me encuentro cada año llegando estas fechas, y me las encuentro aún más, y sobre todo, pasado el festival, y es ese “España nunca ganará”, ese “nos tienen manía”, ese, en fin, tirar balones fuera y echar la culpa a otro, siempre a otro.

La España de fútbol, la roja, se pasó así más de 40 años, echando la culpa a todo: a los árbitros, a la mala suerte, a la maldición de los cuartos, al calendario, al calor, al frío, a Clemente, a Italia… Y todo por no reconocer una obviedad que salta a la vista cuando el tiempo, como siempre, pone las cosas en su sitio: España no ganaba porque no tenía jugadores suficientemente buenos. Ahora los tiene, y vaya si gana.

Pues igual que en el fútbol quienes marcan la diferencia son los jugadores (los sistemas, la intensidad, el estado de forma están siempre al servicio de su talento), en Eurovisión lo son las canciones.

Miremos para atrás. No 40 años. Pongamos 5. Uno repasa las 25 canciones que quedaron entre las 5 primeras, y ve eso, canciones protagonistas, canciones bien estructuradas y con personalidad, y sin embargo ve todo tipo de intérpretes, cantantes espectaculares, cantantes normalitos, bellezones, abuelitas…

Partiendo de esa premisa, “lo más importante es la canción”, vamos a repasar nuestro plantel en ese mismo período: La noche es para mí, Algo pequeñito, Que me quiten lo bailao, Quédate conmigo, y Contigo hasta el final. Todas cantadas por buenos profesionales, con un relativo éxito fuera del festival. Gente que, mejor o peor, vive de la música. Ya sabemos cómo quedaron cada una, y ya se vertieron miles de opiniones, entre las que por supuesto no faltaron los balones fuera (el vestido era horroroso, la realización pésima, el espontáneo, Europa nos castiga por no retransmitir la semifinal, cómo se le ocurre ir de amarillo, etc. etc… además de las habituales). Como en el fútbol.

Ahora fijemos la atención en las dos que más expectativas levantaron: Soraya y Pastora. Para muchos, debían ganar. Para bastantes debían ser al menos Top 3. Y para casi todos Top 5.

Y ahora el paso del tiempo:

¿Ganar? ¿Soraya debió ganar a Rybak? ¿Pastora debió ganar a Loreen? Pues revisad comentarios anteriores al festival, y veréis para cuantos la respuesta era un claro Sí.

El año de Soraya, Jade quedó 5ª con It’s My Time, sin que Reino Unido sea sospechoso de recibir muchos votos “de regalo”. Seamos serios, si hubiéramos tenido a Jade en nuestra preselección habríamos mandado a Soraya al banquillo sin miramiento alguno. ¿Top 5? ¿Seguro? Si la canción de Soraya la hubiera cantado una despampanante representante moldava, ¿habríamos esperado lo mismo para ella?.

El año de Pastora, a pesar de la buena posición, hubo desencanto y un cierto consenso en que “ese es nuestro tope”, como si la canción de Pastora fuera la mejor posible. Ya he mencionado a Loreen, pero yéndonos más abajo, vemos la canción finlandesa, Kuula, en 6ª posición. Ahora imaginemos esa canción cantada en español, por ejemplo, por Sergio Dalma o por Pablo Alborán. Probemos a hacer el ejercicio. ¿Seguro que la de Pastora nos gusta más?.

Este ejercicio de imaginarse a las canciones cuya buena posición final uno cree injusta, cantadas por cantantes patrios y queridos, es muy útil. Probadlo, abrid vuestra mente, y sorprenderos.

Y para acabar, me gustaría que hiciéramos el mismo ejercicio con Dancing in the rain. Mi objetivo no es ser agorero, sino intentar abrir los ojos para que no nos llevemos a engaño, que luego pasa lo que pasa. Vaya por delante que ojalá quede arriba del todo. Ojalá gane y bata el record de puntuación en la historia del ESC. Me gustaría de verdad. Pero como creo que están los ánimos un poco subidos y temo que el batacazo puede ser de los que duelen, me gustaría que optáramos todos por una táctica algo más defensiva y humilde. Y ojalá me equivoque, porque yo he probado a hacer ese mismo ejercicio, pensar en Dancing in the rain como una canción ajena, cantada por una buena cantante… qué sé yo… austriaca, y la verdad, de repente me parece que quizás, de nuevo, nos merezcamos que nos eliminen en cuartos.

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