FE DE ERRATAS 2018: NO QUERÍA DECIRLO PERO LO DIGO

Para comenzar a escribir una página, hay que terminar la anterior, y la mejor forma de hacerlo es repasando los aciertos y los errores, y aprender de lo uno y de lo otro. Con un viaje de ida y vuelta a Kiev que ya es historia, ahora empezamos el camino que lleva a Lisboa. Ya tenemos […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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FE DE ERRATAS 2018: NO QUERÍA DECIRLO PERO LO DIGO

Para comenzar a escribir una página, hay que terminar la anterior, y la mejor forma de hacerlo es repasando los aciertos y los errores, y aprender de lo uno y de lo otro. Con un viaje de ida y vuelta a Kiev que ya es historia, ahora empezamos el camino que lleva a Lisboa. Ya tenemos una canción, la albanesa, pronto llegarán la francesa, la maltesa, la suiza, y también la española, y así hasta un total de 43 que conformarán la banda sonora de Eurovisión 2017. 43 temas que descubriremos recién salidos de sus elecciones internas o finales nacionales, conoceremos más y mejor con sus videoclips, promoción y ensayos, y disfrutaremos en directo dentro de poco menos de cuatro meses en la capital portuguesa. 

Y de todo ello hablaremos, opinaremos, debatiremos, defenderemos, criticaremos… Y acertaremos y nos equivocaremos… Y algunos aprenderán y otros no. Eurovisión no es una ciencia exacta, más bien al contrario, un festival plagado de tantos clichés y tópicos como de excepciones que confirman la regla, sin ir más lejos, la ganadora Amar pelos dois de Salvador Sobral. Y los gustos, por más que nos empeñemos a la hora de argumentar, son personales y subjetivos. A mi, como a todos, me encanta tener la razón, pero también me gusta que me rebatan, conocer otros puntos de vista y equivocarme, especialmente, si es para bien. Cuando hablo o escribo sobre el festival, comparto solo eso, una opinión, tan válida como cualquier otra, ni más ni menos. Después nos cruzaremos frases tan vengativas como “os lo dije” o “ya lo sabía”, pero tampoco tengo ningún problema en entonar el “mea culpa” o pronunciar un real “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”. 

Por todo esto y más, he aquí mi colección de éxitos y fracasos en materia de opinión de Eurovisión 2017. No son todos los que son, pero son todos los que están. Palabras que se firmaron en un primer momento, algunas evolucionaron, otras se transformaron y otras simplemente se mantuvieron dijera lo que dijera Europa. No quería decirlo pero digo que nunca esperé una victoria de Portugal, aunque siempre fue mi ganador; y tampoco un récord moldavo, pero sí uno para Sunstroke Project. No iba desencaminado en el 3, 2 o 1 sueco, aunque finalmente fuera un 5, ni tampoco en el buen sabor de boca francés o bielorruso. El fracaso alemán era un clamor, pero me aventuré a pronosticar el georgiano, el serbio y el macedonio. Sin embargo no vi venir la debacle estonia, irlandesa y finlandesa. Si apunté al tropiezo suizo y a las sorpresas búlgara y neerlandesa en los ensayos, pero lo escrito, escrito está. Y como en esta vida hay muchas cosas que no tienen explicación, no entendemos o no queremos entender, todavía es un misterio para mi el batacazo armenio o el decepcionante resultado de Italia. Fe de erratas.

NO QUERÍA DECIRLO PERO LO DIGO

Portugal: Salvador Sobral – Amar pelos dois.

Cuando una canción te llega y te emociona, te hace pensar y sentir, y te toca el alma y el corazón, su trascendencia va más allá de cualquier símbolo alfanumérico. Luísa Sobral ha creado una obra de arte que su hermano con su voz e interpretación convierte en magia. Salvador no solo derrocha el talento de un artista en mayúsculas, también una autenticidad y pureza poco habituales, y una ternura fascinante. Una canción de extrema belleza que no necesita más palabras, simplemente se disfruta con todos los sentidos. Portugal no solo es mi ganadora de Eurovisión 2017, y desde ya un clásico contemporáneo para la historia del festival, para mi es algo más, y solo puedo dar las gracias a tus autores por trasnmitirme tantas cosas bonitas.

Moldavia: SunStroke Project – Hey mamma.

“Segundas partes nunca fueron buenas” pero siempre hay “La excepción que confirma la regla”. El 'Epic Sax Guy' vuelve a Eurovisión siete años después con el carisma intacto, derrochando buen rollo e incluyendo un puntito de humor que les ayuda a redondear su actuación. Hey mamma no alcanza a Run away, pero se agradece muchísimo en una edición tan sobria como esta, en la que probablemente mejoren su marca personal.

Bélgica: Blanche – City lights.

Bélgica tiene ganas de ganar, así lo ha demostrado con la calidad de sus candidaturas y actuaciones desde 2015, año en el que por fin retomaron el rumbo después de una larga travesía por el desierto. Quizá se han superado a si mismos en esta trilogía con un tema musicalmente exquisito, a medio camino entre Adele y Lana del Rey, y sin necesidad de sonrojarnos por una afirmación así. Una propuesta vanguardista, en la línea por la que avanza Eurovisión, que lo tiene todo para competir por el triunfo. Todo, menos una intérprete con la experiencia y madurez suficiente para cargar con el peso de todo lo anterior. El mejor ejemplo para demostrar que las canciones son muy importantes, pero también lo son los cantantes que las sepan defender. 

Suecia: Robin Bengtsson – I can't go on.

Quizá no es una de las mejores canciones de este año, pero nadie puede discutir que será uno de los grandes espectáculos de Eurovisión 2017. I can't go on reúne todo lo bueno y todo lo malo de la factoría sueca, letras y melodías fáciles y milimetradas, inspiraciones en éxitos de aquí y allá, y estribillos que se pegan como un chicle. Robin Bengtsson cumple con su papel protagonista con profesionalidad, carisma, atractivo y un puntito canalla que le viene como anillo al dedo. Como en Eurovisión no solo escuchamos sino que también vemos, la escenografía tiene una vital importancia, y en esto los suecos también se han convertido en los reyes. Un videoclip en directo, medido plano a plano y segundo a segundo, hecho desde casa que debería ser la envidia y el ejemplo a seguir, o la vergüenza para algunos, de quienes quieran ir a ganar el festival o, sencillamente dedicarse a esto. El año pasado predije el 3, 2 o 1 para Ucrania, este año el 1 ya está ocupado, pero mi apuesta para el 2 o el 3 no es otra que Suecia. Fucking beautiful! 

Francia: Alma – Requiem.

Después de resurgir en Estocolmo, Francia apuesta por una fórmula similar para Kiev, no en vano parte del equipo de ambas candidaturas es el mismo. Una propuesta fresca a la par que elegante, con sonidos orientales sin renunciar al sabor francés, y un videoclip de lujo dentro de su sencillez. Una fusión muy agradable entre Stromae y Alizee a la que espero que no le afecte demasiado los anunciados retoques, entre ellos, el idioma. Alma no llega a la altura de Amir, pero mantiene un gran nivel, siendo la locomotora junto a Italia de un destartalado Big 5. Siempre nos quedará París. 

Bielorrusia: Naviband – Historyja majho zyccia.

Me gusta Eurovisión por candidaturas como esta. Canciones que te transmiten verdad y autenticidad, te muestran idiomas y sonidos de otras culturas, te hacen sonreír o arrancarte por palmas y, de alguna forma, consiguen emocionarte. No será un superventas internacional, ni sonará en la radiofórmula, pero estoy seguro de que en el festival nos hará disfrutar muchísimo y, al menos allí, será un éxito. Probablemente ya sea mi representante favorita de la historia de Bielorrusia en Eurovisión. 

Grecia: Demy – This is love.

La mayor decepción de Eurovisión 2017. Después del experimento fallido y las críticas feroces a Argo, la renovada ERT se propuso contentar al público heleno y a los fans con Demy y el tandem Kontopoulos & Evangelinos, pero por mucha diva, dream team, tul, satén y purpurina en la piel el barco hace aguas por todas partes. Una canción cliché, antigua, barata y escuchada y vista mil y una veces que ni siquiera logra convencer a los eurofans más eurofans. Grecia se lo juega todo a una carta, la puesta en escena, precisamente la especialidad de la casa, y ya pueden tener un as bajo la manga para convencer a un público que de momento los ha recibido con absoluta indiferencia, y a un jurado que a todas luces tiene diez mejores candidaturas en su semifinal. 

Dinamarca: Anja Nissen – Where I am.

Un claro ejemplo de una artista que pierde injustamente una final nacional, se vuelve a presentar, y gana con una canción mucho peor. Anja es guapísima, tiene un vozarrón y fuerza en el escenario, pero Where I am no le hace justicia a ella, ni a mi me toca lo más minimo. Me recuerda a esas canciones de relleno de los discos noventeros de Destiny's Child, o En Vogue, o lo dejamos más bien en Eternal, y ni para ti, ni para mi. Dinamarca ha intentado salir del pozo dejando de lado, por fin, el soniquete eurovisivo que nos traen año tras año, pero se ha quedado a medio gas, y va a tener que buscar la forma de llamar la atención en escena para no pasar desapercibida. 

Alemania: Levina – Perfect life.

Alemania va a por el más dificil todavía, el triple bottom, algo que si mi memoria eurovisiva no me engaña no ha sucedido nunca. Si el carisma y el temazo de Ann Sophie tuvo un cero, y la pintoresca Jamie Lee no pasó del 26, poco o nada tiene que hacer Levina. El Unser Song 2017 ha sido, después de Misión Eurovisión 2007, la preselección más enrevesada de la historia, con cinco cantantes entre los que había buena materia prima, y dos canciones versionadas por una orquesta a cada cual peor. La combinación ganadora no destaca ni para bien, ni para mal, y eso, un año más, ya sabemos que es una penitencia en Eurovisión. Pena de Axel Feige que, con este mismo tema, habría marcado la diferencia. Alemania puede (y sabe) hacerlo muy bien, pero se empeña en complicarlo todo por el camino, hasta hacerse con candidaturas casi tan anodinas como sus resultados. 

Georgia: Tako Gachechiladze – Keep the faith.

El soplo de aire fresco de Georgia en 2016 se ha convertido en una neblina espesa este 2017. Sin negar la voz y el poderío de la cantante, tanto la canción como la actuación me parece un tostón que en vez de emocionarme llega a provocarme rechazo, con una escenografía mil veces vista y, en esta ocasión, agresiva y desafortunada. De las 13 candidaturas ya elegidas para Kiev 2017, la única que solo he visto una vez en vídeo, y la que siempre paso en mi reproductor, a la espera de una nueva versión que esté a la altura de Tako.

Serbia: Tijana Bogicevic – In too deep.

Serbia es el caso opuesto a Azerbaiyán, un país con una gran industria musical y enorme cultura eurovisiva que este año, sorprendentemente, se ha apuntado a la moda del “compro oro”. Con el mismo equipo que la pasada edición llevó a su mejor resultado histórico a Bulgaria, lejos quedan aquí, en todos los sentidos, los tiempos de Marija Serifovic, Zeljko Joksimovic o incluso de Nina, de quien fue corista Tijana Bogicevic. Candidatura algo más que correcta, pero que tristemente no aporta nada al festival y resta a la trayectoria serbia en él, para mi hay países de los que espero siempre ese algo más. 

ARY Macedonia: Jana Burceska – Dance alone.

La (Antigua República Yugaslava de) Macedonia pasa del S.XIX al S.XXI en un año. No puedo negar la sorpresa, ni estar ante una de las propuestas más actuales y mejor producidas de la edición, pero a mi, personalmente, no me dice nada más. Me agrada el puntito entre lo electrónico y lo indie y cierta inspiración en las Icona Pop, también la imagen de Jana Burceska, y a veces me sorprendo a mi mismo tarareando algunas frases del Dance alone, pero por algún extraño motivo me deja bailando solo. Toda una incógnita la forma en la que trasladarán el concepto de la canción y su videoclip al escenario, como salvarán todos los efectos vocales, y como el público y los jueces europeos recibirán a la que me parece la candidatura más sobrevalorada de la edición. Donde esté Kaliopi…

FE DE ERRATAS

Bulgaria: Kristian Kostov – Beautiful mess.

Kristian Kostov es uno de los grandes descubrimientos de Eurovisión 2017 que derrocha talento, voz, carisma y simpatía a raudales. Un diamante en bruto al que le auguro una carrera más que prometedora, sobre todo si sigue contando con un equipo que está más pendiente de cuidarlo que de sacar provecho de él. Beautiful mess es una bonita balada de corte internacional con algunas pinceladas de sonidos autóctonos para su pleno lucimiento. Una gran canción que me gusta y mucho pero no me termina de llenar, al menos no tanto como para ser la segunda favorita para el triunfo, por debajo de Italia y por encima de Suecia, posición que mantiene por el gran trabajo que la delegación búlgara viene realizando en los últimos años en la versión senior y junior del festival, y por la ausencia rusa de la que se podría beneficiar con un chorreo de puntos de todo el vecindario. Bien por Bulgaria, pero todavía no para ganar. 

Italia: Francesco Gabbani – Occidentali's karma.

Italia es el ejemplo a seguir de España, y no por su retirada entre 1998 y 2010, sino por el nivel musical, artístico y televisivo que llevan de Sanremo a Eurovisión, y la enorme ilusión con la que trabaja contra viento y marea su delegación. Desde su regreso en 2011, nunca han decepcionado, y este año se merecen la victoria de una vez por todas. Francesco Gabbani, Occidentali's Karma y la scimmia nuda lo tienen todo para ganar, pero lo resumiré en solo cinco palabras: Calidad, carisma, espectáculo, mensaje y universalidad. 

Noruega: JOWST feat. Aleksander Walmann – Grab the moment.

Noruega presenta una candidatura que, a pesar de estar defendida por un DJ y un vocalista prácticamente noveles, tiene una imagen estudiada al milímetro, con máscaras de LEDs como leit motiv y colores rosas, malvas y azules que llevan desde su actuación hasta todos sus satélites como las redes sociales o singles. Un cuidado estético que también se percibe en lo musical con una de las producciones más contemporáneas y trabajadas de la cosecha de este 2017. Lástima que a mi, personalmente, me gusta en el momento pero no me atrapa más allá, y ese será su gran reto, conseguir cruzar la línea de lo correcto e, incluso, de lo bueno, para ser los mejores como mínimo entre su público objetivo. 

Países Bajos: O'G3NE – Lights and shadows.

Países Bajos apostaron fuerte con uno de sus grupos más exitosos pero se han marcado un renuncio con la canción. Con las mismas referencias noventeras que su vecina danesa son más las “sombras” que las “luces” en este tema algo desfasado y poco original. El gran punto a su favor, y probablemente su tabla de salvación de cara a la gran final, son sus voces, con un directo sobresaliente y unas armonías preciosas que lucen especialmente en el último minuto.

Armenia: Artsvik – Fly with me.

Mi absoluta admiración a Armenia por apostar siempre por candidaturas con calidad, originalidad y personalidad a partes iguales. Artsvik, la prima armenia de la andorrana Gisela, sigue la estela de su predecesora Iveta Mukuchyan, pero aportando un nuevo matiz musical y visual. Fusión de música electrónica con ritmos orientales y toques new age que desconcierta a primera escucha y conquista en las siguientes. Un impacto que también entra por la vista, con un colorido e hipnótico videoclip fácilmente trasladable a escena, aunque no dudo de que aspiran a más. Y, lo mejor todo, una producción propia, sin recurrir al busco, compro, cambio, vendo, y mostrando año tras año todo el talento musical local. Bravo Armenia. 

Israel: IMRI – I feel alive.

En un año tan sobrio, y no por la proliferación de baladas, sino por una cosecha tan lineal y políticamente correcta, se agradecen propuestas como esta que sin destacar por su calidad u originalidad, al menos, cumplen con su objetivo de divertir al personal. A pesar de que IMRI es muy superior a su I feel alive, se adapta perfectamente al producto que mejor le funciona a Israel, la combinación de música comercial e internacional con elementos étnicos y tradicionales que, no obstante, aquí se echan de menos más allá de un puente instrumental que es, de lejos, lo mejor de la canción. Con la ayuda del público que se va a volcar con él en el Centro Internacional de Exposiciones de Kiev, probablemente consiga causar el mismo efecto al otro lado de la pantalla que logró su paisano Nadav Guejd, también en cuanto a puntos. 

Suiza: Timebelle – Apollo.


Una canción que, sin aportar absolutamente nada nuevo a la historia de Eurovisión, me transmite algo especial, y ya es una de mis protegidas de Kiev 2017. Gran mérito reside en la cantante con su interpretación a medio camino entre la dulzura y la sensualidad. Actuaciones que no necesitan un gran despliegue de medios para ser redondas, simplemente un leit motiv y una iluminación y realización acordes. Ojalá que Suiza se lleve una alegría después de dos años seguidos siendo el farolillo rojo del festival. 

Finlandia: Norma John – Blackbird.

Temas que me pasan desapercibidos pero actuaciones que me enamoran por completo. Eurovisión no solo es un festival de canciones, también lo es de directos, interpretaciones, escenografías y, en definitiva, sensaciones que van más allá del oído. Me rindo ante la mágica voz de ella, el emocionante solo de piano de él y la hermosísima actuación que ambos crean juntos dando todo el significado a ese “mirlo” que de entrada no supe apreciar. Calidad, señoras y señores, es esto. 

Irlanda: Brendan Murray – Dying to try.

¡Bienvenida a Eurovisión 2017, Irlanda! El país que más veces ha ganado el festival retoma el camino después de años de fracasos consecutivos, y lo hace con la fórmula de sus grandes éxitos, una canción melódica en una joven voz. Brendan Murray podría ser discípulo de Johnny Logan, pero lo es de Louis Walsh, algo que se nota en un tema que es pura perfección pop, moderno dentro de su clasicismo, y emotivo a pesar de su prefabricación. Brendan desprende dulzura, frescura, inocencia, pero también tiene la madurez, profesionalidad y talento suficiente para ser el gran protagonista de su candidatura, gracias a su carisma y a una de las voces más especiales que escucharemos en Kiev. 

Estonia: Koit Toome & Laura – Verona.

Una de mis mayores alegrías de las finales nacionales de Eurovisión 2017 llegó desde Estonia, con la victoria contra pronóstico de Koit Toome, hasta la fecha mi representante favorito del país en el festival, y Laura, diva eurofan donde las haya, frente a la favoritísima y superestrella Kerli. Una auténtica delicia de canción, con reminiscencias a Jason Donovan, Kylie Minogue, Modern Talking y prácticamente a cualquier canción salida de la factoría Stock, Aitken & Waterman a finales de los años 80, que me enamoró a primera escucha. A pesar de que él es vocal e interpretativamente muy superior a ella, los adoro como pareja artística, su química, y el papel de cada uno tan bien definido durante una actuación en la que todo me maravilla, desde las armonías y los coros, hasta la iluminación y realización, sin olvidar ese puntito decadentemente kitsch. Eurovisión puro y duro que estoy seguro de que va a tener una acogida mucho mejor de lo que apuntan las principales encuestas y casas de apuestas.

Montenegro: Slavko Kalezic – Space.

Me pone Montenegro. Me vuelve loca. Me pone todo en general. Desde su cantante que es un showman, puro espectáculo, hasta una canción que desata todos mis instintos primarios, todos. Por ponerme, me pone hasta la trenza que solo deseo ver girando a plenas revoluciones en el escenario eurovisivo, tanto el martes como el sábado. Slavko tiene algo especial, es especial, y estoy convencido de que será uno de los grandes protagonistas de Eurovisión 2017, de hecho, ya lo es. 

Letonia: Triana Park – Line.

Letonia supera el bienio de Aminata pero su estela continúa presente. Si bien Triana Park no presenta por el momento una de mis candidaturas favoritas, sí que trae una de las propuestas con más potencial musical y visual. Con varios puntos a mejorar, como el dudoso directo de la solista o la caótica escenografía, sí conviene destacar la fuerza de todo el conjunto que va aumentando a medida que avanza la actuación. Nuevamente marcarán la diferencia con la importancia que conlleva en una competición como esta. Letonia salió del agujero negro con la Supernova, su renovada final nacional, a la que le deben no solo los últimos éxitos en Eurovisión, sino también la creación de un sello propio en el festival.

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