EUROVISIÓN DE 1965. LA MUÑEQUITA DE CERA

La Gala que se hizo en Nápoles el 20 de marzo de 1965 en la Décima Edición de Eurovisión fue histórica por la victoria de France Gall, una joven pizpireta de 17 años que era muy popular en Francia y tras su victoria en el mundo entero porque su éxito subió como la espuma. Surgieron, […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EUROVISIÓN DE 1965. LA MUÑEQUITA DE CERA

La Gala que se hizo en Nápoles el 20 de marzo de 1965 en la Décima Edición de Eurovisión fue histórica por la victoria de France Gall, una joven pizpireta de 17 años que era muy popular en Francia y tras su victoria en el mundo entero porque su éxito subió como la espuma. Surgieron, desde ese momento, un montón de imitadoras de France, con ese aire de “lolita rebelde” tan característico en los sesenta. Niña bien, pero rebelde, con voz quebrada que encandiló a los jurados eurovisivos. Venció con 32 votos sobre los 26 que obtuvo otra estrella en el Reino Unido, Kathy Kirby.

Renata Mauro, presentadora de prestigio en Italia fue la encargada de dar la bienvenida en italiano, francés e inglés a los dieciocho candidatos, empezando por Holanda, Reino Unido, España, Irlanda, Alemania, Austria, Noruega, Bélgica, Mónaco, Suecia, Francia, Portugal, Italia, Dinamarca, Luxemburgo, Finlandia, Yugoslavia y Suiza. El director de la orquesta titular de la televisión italiana RAI era Gianni Ferrio que dirigió varios temas a parte del de su país como el de Austria o el de Irlanda. Precisamente Irlanda debutaba ese año.

La enorme orquesta estaba a un lado, y como decorado en un rinconcito cantaban los artistas con la pancarta de Eurovisión detrás, para que fuera evidente que se estaba viendo el Festival. La misma cantante española al darse la vuelta para bailar meneando los brazos con salero andaluz se topaba directamente con el logo, ¿qué debería correr por su cuerpo ante tal aparición?. Qué tiempos tan entrañables donde este show era punto de reunión de familias enteras ante un televisor en blanco y negro.

Abrió el show la expresiva y estupenda cantante holandesa Conny van den Bos, todo una estrella en su país. Su tema tenía los aires del sur, con un toque simpático de timbales muy sugerente al inicio de la canción. Se titula “Het is genoeg” –Tengo bastante-. Su gesto ante la cámara era como el de Gloria Swanson en “El crepúsculo de los Dioses”. Salió con garra pero no tuvo los votos esperados, sólo 5 puntos dados todos por el jurado de Noruega. Esta mujer tuvo una carrera plagada de éxitos en los años siguientes, además de ser muy popular en los programas de televisión holandesa, algún año fue portavoz del jurado holandés en Eurovisión. Pero la fatalidad llegó a su vida a final de los noventa cuando el cáncer la retiró de los escenarios. Falleció en el 2002 con 65 años de edad.

En 1965 los votos se daban sólo a tres países en forma de 1, 3 y 5. Algo tan poco equitativo como el año anterior, lo que hacía que muchos países se quedasen a cero, cuatro en total, España, Alemania, Bélgica y Finlandia. Todos temas decentes y estupendamente interpretados pero ese sistema cortó cabezas como en 1964, pero es que desde 1962 con otros sistemas de votación, inclusive, siempre quedaban cuatro países sin estrenarse en el marcador.

Volviendo a los temas en segundo lugar le tocó cantar a una especie de híbrido entre Doris Day y Marilyn Monroe. Primero porque cantaba muy bien y segundo por ser la rubia oxigenada por excelencia de la noche. Su gesto a veces recuerda al de Marilyn, pero sin ir tan extremada en las formas. Fue un lujo escucharla con su “I belong” –Pertenezco-, ocupando el segundo puesto con 26 votos. El jurado español le dio un 5, lo máximo, con lo tacaños que son ellos para darnos algo a nosotros, en fin, en esta ocasión merecía la pena porque es una canción de calidad suprema, parece sacada de un musical de Broadway, genial. El jurado de Suiza y Dinamarca también le dieron el cinco, pero los belgas hicieron algo “raro raro” que cuento al final del relato. Los suecos le dieron un 3 y un voto Noruega e Italia.

España salía con la flamenca yeyé por excelencia, Conchita Bautista, que tenía mucho éxito en nuestro país en los sesenta, no sólo como cantante, sino también como actriz o presentadora de programas musicales, sobre todo al final de la década. Pero el jarro de agua fría que tuvo que padecer fue tremendo porque según alguna declaración que hizo a la prensa española antes del Festival iba con muchas ganas, el tema era pegadizo y tenía unos buenos arreglos con un claro sabor andaluz. Además no era debutante porque ya tenía la experiencia de 1961, muy satisfactoria según ella que se empecina en decir que fue sexta cuando quedó novena. Pues bien, la cuestión es que en Nápoles con el “Qué bueno, qué bueno” tuvimos otro cero que ya no era tan bueno. Este juego de palabras me lo permito porque aunque ella se quedó como una madalena en los camerinos llorando su desesperación, tuvo un tirón de ventas esta canción en España. Además hizo un montón de galas, dicen que no hay mal que por bien no venga, como es el caso. Eurovisión no mermó en su carrera un ápice porque hablamos de una estrella de solera con tablas suficientes como para soportar el envite eurovisivo. Ese año estuvieron a punto de ir por España el Dúo Dinámico con “Esos ojitos negros” o Raphael con “Feriantes” que fueron segundo y tercero en una confusa y polémica preselección española donde también estaba Jaime Morey, Santy o Luisita Tenor entre otros. La final se hizo en febrero desde Barcelona y la presentaban desde los recordados Estudios Miramar, ya desaparecidos, los populares presentadores José Luis Barcelona e Irene Mir en el programa “Gran Parada”.

Hubo en ese Festival un rumor que corrió ríos de tinta, el affair o coqueteo entre Conchita Bautista y el representante francés Guy Mardel. Se les fotografió juntos en carroza de caballos por las calles napolitanas. Tanto glamour no deja indiferente a nadie, y quién sabe lo que pasó entre ellos, lo cierto es que hacían una pareja muy peculiar a la par que bonita.

Volviendo al show, en cuarto lugar le tocó salir a Irlanda que debutaba ese año con el genial crooner Butch Moore, de nombre real Seamus Moor. Fue un debut brillante de una delegación que se caracterizará por llevar grandes baladistas al Festival año tras año y que a lo largo de la historia del Certamen tendrá el récord de victorias, cosechando 7 triunfos en 40 años de participación. Moore ocupó el sexto lugar con “I’m walking the streets in the rain”, tema melancólico y precioso donde el cantante se lucía mirando a cámara con aires de Sinatra aunque el título nos recuerde a la mítica película “Cantando bajo la lluvia”, porque como Gene Kelly él camina bajo la lluvia. El jurado italiano le votó con la nota máxima, un 5, los yugoslavos le dieron un 3 y Portugal otro 3, los tres únicos países que le votaron, aunque con puntuación alta que le colocaron entre los destacados. Butch Moore se haría una estrella en los años siguientes, sobre todo en los Estados Unidos donde se traslada a vivir en la década de los ochenta. Falleció en ese país en el 2001 de un ataque cardíaco.

Aunque la victoria se la llevase una canción movida hubo muchos temas lentos en esta edición, baladas preciosas todas dignas de una película de amor de aquellas muy sentimentales. En cambio Alemania que actuaba en quinto lugar con Ulla Wiesner sacó una canción de ritmo extraño, un poco inspirado en los estilos caribeños, con toques jazzísticos para preguntarse Paradies, wo bist du? –¿Dónde estaba el paraíso?-. Ulla cantó bien, pero el tema como he dicho se complica un poco en la melodía y sin ser malo, no obtiene ni un sólo voto. Un desastre para los alemanes que ya tuvieron otro rosco en la edición anterior con Nora Nova. Ambas puntuaciones injustas ya que son temas muy dignos.

Austria volvía a llevar a Udo Jürgens a Eurovisión, como en 1964, ahora con otro tema lento, una melodía preciosa que compuso él mismo para el Festival titulada “Sagh ihr, ich lass sie gruessen” –Dale recuerdos de mi parte-. Sentado al piano hizo un número magistral, dicen muchos que es la mejor canción que Udo llevó al Festival de Eurovisión, incluso más buena que la famosa “Mercie, Cherie” con la que ganará por fin en 1966 a la tercera intentona. Incluso algunoS pronostican como la mejor canción que ha llevado esta delegación, tan castigada a lo largo de los años, desde su debut en 1957. Udo fue subiendo puestos ya que si en 1964 fue sexto y en el ’65 cuarto con 16 votos. Su rostro alargado y su figura, altísimo, encajaron bien en la idea de elegancia, ajustada a sus preciosas composiciones de amores imposibles y fatales, que se adaptaban al piano como un guante. El jurado portugués le dio un 5, como los irlandeses, tres votos que recibió del Reino Unido y tres de Italia. Precisamente en Italia Jürgens se haría un figura de prestigio. Viajó por todo Europa versionando sus baladas, en lo que era un especialista inigualable, en francés, italiano, inglés y alemán. A España vino junto a Gigliola Cinquetti al Festival de Palma de Mallorca en 1967.

La pizpireta Kristie Sparboe se hará un representante habitual en la década de los sesenta por Noruega, incluso lo intentó por Alemania en la década siguiente. Con todo, siendo simpática y graciosa en escena, sus temas eran de lo más verbenero. Precisamente en su primera aparición en el Festival llevó la canción “Karusell” –Tiovivo-, título que también inspiró a Lys Assia en 1956, “Das alte Karussel” y que precisamente no le dio la victoria ya que ganó con “Refrain” como todos sabemos. El Karusell de la Sparboe es una propuesta de música frenética e infantil que no entiendo como pudo siquiera obtener un sólo punto que la coloca decimotercera por delante de temas mejores como el de Alemania, Bélgica o Finlandia, igualando en posición a la belleza de la canción portuguesa que ejecutó con maestría una experta vocalista como Simone de Oliveira. A un jurado de Austria la que más le gustó del Festival fue la noruega porque le dio su voto. Había nueve jurados por país que votaban a un sólo tema. A veces hay personas que se dejan llevar por no sé qué, quizá por el optimismo de niña repollo que la Sparboe pone en su interpretación del “Karusell”, que sería lo que le pasó ese jurado austríaco. Lo que no tiene nombre fue el peinado y el vestidito de turno que a la pobre le pusieron, pero en rareza le ganarán los que lucirá en 1967 y 1969. Sé que hay un grupo de fans de la Sparboe, amigos míos que prefiero dejar en el anonimato, si ellos quieren que se pronuncien, porque es muy fuerte.

Como decía, después del número de circo que trajo Noruega llegó un tema precioso que se quedó sin puntuación, Bélgica con la conocida Lize Marke, artista de renombre en su país y que llevó “Als het weer lente is” –Cuando vuelve la primavera- que obtiene la mala suerte habitual de los temas cantados en flamenco, como será la tónica en los años siguientes también. Era una balada estupenda que podía haber estado firmada por la misma Corry Brokken. Además de tener una gran voz, Lize tenía una expresión ante la cámara genial. Quizá el tema recordaba algo a algunas baladas que ya participaron en los años cincuenta, y en la segunda mitad de los sesenta se iba buscando más festivalero.

Como en los años precedentes, de 1961 a 1964, ganaron baladas muchas delegaciones apostaron por ese esquema y se llevaron un chasco. Nadie contaba con el estruendo que llegaría de Luxemburgo que removió los cimientos eurovisivos y cambió la idiosincrasia del Festival hacía temas más pegadizos, no exentos por ello de calidad.

Mónaco con la francesa Marjorie Noel sacó una de esas canciones que pueden pasar desapercibidas pero que al final se coloca en la mitad de la tabla sin comerlo ni beberlo. Obtuvo 7 votos y noveno lugar con “Va dire l’amour” –Díselo al amor-, hay que tener en cuenta que los temas en francés pegaban fuerte en los sesenta y la primera mitad de los setenta. Esta chica ya era muy conocida en Europa, algo que juega a su favor, unido a una carita de ángel, rubita, muy del estilo de “lolita” que causaba furor. De ese estilo están la eurovisivas France Gall, Françoise Hardy, Michéle Torr, Minouche Barelli o Madeleine Pascal, por poner unas cuantas del sinfín de “lolitas” que prodigaban por esos años sobre todo en las delegaciones francófonas. El caso de la Noel fue que el jurado británico le dio la máxima puntuación, otro voto le llegó de Yugoslavia y el siguiente de Suiza. En sí la canción no valía mucho, ni su interpretación eran nada del otro mundo, pero quizá el jurado británico lo hizo expresamente porque no dio nada a la máxima rival de la Kirby, France Gall.

Como una aparición, sacado del túnel del tiempo, entre las sombras de escenario y la luz tenue salió la inquietante figura del robusto Ingvar Wixell en representación de Suecia. Con su voz de barítono y ese estilo propio de una opereta se presentó en la sala napolitana y dejó al público boquiabierto porque el tema se salía de los estilos posibles en un Festival de Eurovisión. Por el contrario la canción no era mala, sino imprevista. Tenía una voz especial y hacía un gesto muy misterioso mirando hacía la cámara con disimulo intencionado. La canción “Annorstades Vals” –Vals de otro tiempo- ocupó el décimo puesto con seis votos llegados por supuesto de los vecinos, Dinamarca tres y Finlandia otros tres. Este señor era muy conocido en Escandinavia. Lo cierto es que muchos años los vecinos salvaron a Suecia del cero porque hasta que no llegaron los ABBA esta delegación no encontró su verdadero sello de identidad.

Cambiando de estilo radicalmente llegó el cálido y simpático cantante francés, el ídolo de masas en su país, de origen argelino, Guy Mardel. No es especialmente guapo pero tiene una cara de pillín que no me extraña encandilara los corazones de propias y extrañas. El tema “N’avoue jamais” –No confieses jamás- fue récord de ventas tras el Festival y llegó a ser número uno no sólo en Francia sino en todo Europa. En Nápoles quedó tercero con 22 votos concedidos por Mónaco y Yugoslavia un cinco cada una, España, Alemania, Luxemburgo, sendos tres cada delegación, y un voto de Holanda, Finlandia e Irlanda. Un abanico extenso de casi todos los países, y casi adelanta a la británica que quedó cuatro votos por encima del francés, con sólo un país que se hubiese decido en darle la máxima nota hubiera alcanzo el segundo puesto. Desde luego los tres primeros lugares eran dignos de la victoria, con estilo radicalmente distintos un poco representación de las tendencias eurovisivas de esos años, la canción pegadiza, el temazo propio de un musical y la canción romántica.

Portugal sacó en 1965 a una de sus mejores cantantes de fado y música tradicional portuguesa de todos los tiempos, la gran Simone de Oliveira con el tema “Sol de inverno” –Sol de invierno-, que para la crítica musical española de esos años era la mejor canción del Festival esa edición. Menuda voz, gesto sublime ante la cámara y una elegancia increíble en la puesta en escena hace de esta canción una de las mejores de Portugal en todas sus representaciones. Se salvó del cero, gracias a que un jurado de Mónaco le dio su beneplácito. Quedó decimotercera junto a la bobada noruega, qué le vamos a hacer. Esta balada es perfecta para cualquier fondo musical de una película. Es una lástima que los jurados estuviesen sordos como una tapia. No sé como le quedaron ganas de volver a Eurovisión, pero lo hizo en 1969 en Madrid donde volverá a ser ignorada en las puntuaciones, con más votos pero peor clasificación. Desde entonces dijo nunca más como es normal.

Fue una belleza de Festival, salvo algún tema. Tras Portugal que dejó impresionado al público llegó Italia que tuvo la ovación prevista teniendo en cuenta que jugaba en casa. El conocido como “Elvis italiano” por su parecido físico y en la voz, Bobby Solo cantó el tema que le dio la victoria en Sanremo, “Se piangi, se ridi” –Se llora, se ríe- canción de amor donde las haya, todo un hallazgo de este Festival, y quizá uno de los motivos por los cuales sigue siendo una Certamen que sobrevive, porque algunas delegaciones en ocasiones llevan canciones y cantantes sublimes como este. Ocupó el quinto lugar, quizá se esperaba algo más, pero estuvo en un puesto muy digno con 15 votos, aunque ningún país le dio la máxima nota. Le votó Holanda, Bélgica, Mónaco, Francia con un tres cada una y Alemania, Reino Unido y Luxemburgo que le dieron un voto cada una. Bobby Solo era muy popular en su país con tan sólo veinte años de edad, ya triunfó en el mundo con el tema “Una lacrima sul viso”. De nombre real Roberto Satti, este romano tan atractivo fue un ídolo en Europa. Tuvo un bajón en los años setenta y renació de las cenizas a finales de los ochenta cuando se supo apreciar su valía como cantante y autor en la época de los revivals. En 1969 estuvo a punto de volver a Eurovisión cuando con el tema “Zíngara” quedó primero en Sanremo junto a Iva Zanicchi que fue al final la escogida para ir a Madrid con “Due grosse lacrime bianche”.

Dinamarca llevó a una famosa cantante y actriz, Birgit Bruel que tenía mucha presencia escénica, sobria y estupenda en su número con un tema lento, del estilo nórdico algo inasequible al gran público que preferían por esos años temas más frívolos. Con todo, esta canción tan “extraña” titulada “For din skyld” –Por tu culpa- se colocó séptima con 10 votos dados sólo por dos países, Luxemburgo y los incondicionales vecinos, Suecia, un cinco cada uno.

Luego, como un soplo de aire fresco y vendaval escénico se presentó la parisina France Gall, Isabelle Gall de nombre real, en presentación de Luxemburgo y ya no hubo duda que el premio sería para ella. Primero porque innovó en un Festival algo anclado en temas muy clásicos, baladas convencionales de amor en unos años en los que el espectáculo televisivo se empezaba a poner de moda con canciones de factura ligera, muy veraniegas pensando ya en un éxito de ventas, como fue el caso de “Poupée de cire, poupée de son” –Muñeca de cera, muñeca de sonido-. El autor era un conocido compositor en Francia, “l’enfant terrible”, el polémico Serge Gainsbourg, un portento caza talentos de la época. Él lanzó a la “petite Babou” como era familiarmente llamada France Gall, junto a su padre el músico Robert Gall. De ella hay una biografía publicada en esta página, por eso no me extiendo más. Sólo decir que con 32 votos ocupó el primer lugar, gracias a los cincos de Holanda, Alemania, Austria y Finlandia. También le dieron tres Irlanda, Noruega y Suiza y un voto de España, Suecia y Dinamarca. Era la segunda victoria del Gran Ducado, pero gracias a cantantes franceses, por eso esta victoria es también un poco francesa y así estará representada como tema elegido para la Gala del Cincuenta Aniversario en Copenhague. Se comenta que France Gall no irá, todos saben que no adora esa etapa de adolescente donde se comercializó mucho con su imagen, algo frívola si se quiere.

Tras ella, finalizó el Festival con tres baladones estupendos también llegados de Finlandia, Yugoslavia y Suiza. El cantante finés Viktor Klimenko, con barba un poco de chivo, pero porte elegante, chaqueta brillante y voz de locura cantó “Aurinko laskee lanteen” –Cuando se pone el sol-. Es una balada preciosa que aplacó al público tras la energía de France Gall. Obtuvo un clamoroso cero, injusto, pero teniendo en cuenta el sistema de votación había poco margen para la diferencia. Como España, Alemania o Bélgica era su segundo cero, curiosa coincidencia. Esta delegación verá como cada año son ignorados en los votos, dicen que por el idioma, aunque muchas veces ha sido porque ellos se han salido de todos los estilos posibles, un poco a su aire y eso que es un país que sigue con fervor el Festival.

Yugoslavia volvió a llevar al guapísimo y extraordinario baladista Vice Vukov, como en 1963. Escogió otro tema de calado sabor mediterráneo, “Cenzja” -Nostalgia-. Estuvo muy bien en su actuación, ponía los pelos de punta, porque entonaba con el típico romanticismo de los crooners de aquellos años. Sólo recibió dos votos y se colocó duodécimo gracias a un punto de Francia y otro de Portugal.

Cerró la gala de participantes la genial intérprete de origen griego Yovanna, en representación de Suiza. Como Nana Mouskouri su voz era un estruendo. Cantó como nadie el tema “Non a jamais sans toi” –Nunca más sin ti-. Ocupó el octavo puesto con 8 puntos de los cuales cinco le llegaron de Francia y los otros tres de Austria. Como la cantante de Portugal fueron las mejores voces de la gala, aunque el tema de Suiza recordaba a otros ya sacados en Eurovisión y quizá por eso no terminó de cuajar. Con todo tuvo una plaza digna, lo que siempre se dice, pero seguro que no se lo tomó bien, porque el tema merecía algo más.

Los italianos que tanto aman a sus figuras del bel canto hicieron gala de ese amor cuando fue invitado para cerrar el show antes de los votos el cantante de ópera Mario del Monaco, experto tenor que triunfaba por los escenarios mundiales. Cantó temas conocidos en el mundo de la ópera y de registro italiano, temas míticos que encantaron a un público devoto a la potente voz de Mario, conocido como el sucesor del Carusso.

Después como quien no quiere la cosa, la expresiva y simpática presentadora empezó con los votos. Los sonidos telefónicos para salidos de ultratumba, todo tan precario pero encantador, porque nadie entendía nada. Además el marcador eran unas líneas que se iban alargando horizontalmente conforme un país iba recibiendo puntos en forma de 1, 3 y 5, en forma de gráfico de barras. Era una curiosa manera de poner el marcador, que se desechó en futuras ediciones porque además no era muy claro. Como se daban pocos puntos en un momento se supo el resultado, a pesar de las deficiencias técnicas de la conexión telefónica.

El que sí dio el canto fue el portavoz del jurado español que dio el resultado de golpe, sin esperar a que Renata Mauro lo ratificara en francés e inglés como exigen las normas de la UER. Parecía poseído por la prisa e incluso ni se despidió de la presentadora cuando esta le dijo adiós tras hacerle repetir las votaciones un poco más despacio. Ella soltó una risotada pensado de dónde habrían sacada a semejante especimen, sobre todo mal educado, o por lo menos quiero pensar que algo sordo o es que no le llegaba el sonido por teléfono, todo puede ser. Desde luego que si los españoles no la hacemos a la entrada, la hacemos a la salida, siempre tan impacientes. Como dato decir que el jurado español estaba formado por Marisol, Mel Ferrer, famoso actor norteamericano, Raúl Matas, productor de televisión y cine, Mariano Méndez Vigo, Rafael de Córdoba, Carlos María Franco, María Andersen, María Elisenda Nadal Rodó y Carlos Sentís.

Otra cosa extraña fue que el jurado de Bélgica no dio los votos como se estipulaba dejándose la opción del 1, y dando 3 puntos a Italia y 6 al Reino Unido, no se entiende como se lo permitieron, pero con los nervios del momento todo quedó así y un país se quedó sin la posibilidad de sumar un voto en beneficio de los británicos.

Cuando ganó France Gall volvió a cantar el tema, pero antes le dio el premio Mario del Monaco ante la no comparecencia de la ganadora del año anterior, Gigliola Cinquetti.

Reyes del Amor 02/10/05

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