Eurovisión 1996, ¡Séptima victoria de Irlanda!

Si tuvieramos que hacer un balance de la noche eurovisiva del 18 de mayo de l996 entraríamos en un encontrado y duro debate porque los fans eurovisivos han defendido mucho esta edición, pero otros la han calificado como uno de los años más insulsos de toda la historia. Y es que no había para menos. […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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Eurovisión 1996, ¡Séptima victoria de Irlanda!

Si tuvieramos que hacer un balance de la noche eurovisiva del 18 de mayo de l996 entraríamos en un encontrado y duro debate porque los fans eurovisivos han defendido mucho esta edición, pero otros la han calificado como uno de los años más insulsos de toda la historia. Y es que no había para menos. Canciones sin ton ni son, cada uno iba de un palo, pero la tónica general era la oscuridad. La gélida noche de Oslo para España fue un atragante, pero es que otros países sacaron cosas muy raras. ¿Dónde quedó aquello que nos motivaba?. El sentimiento al acabar el Festival fue el pensar otro año más ha ganado Irlanda, por séptima vez, pero quien recordará nada de todo esto.

Se escogió la magnífica sala Specktrum con 8.000 espectadores. Los presentadores fueron Ingvild Bryn, otra comentarista deportiva y corresponsal de la NRK en Washington y el cantante solista del grupo A-HA, Morten Harket.

José Luis Uribarri hizo la crónica para España.

La competencia era entre 23 países que por orden de aparición fueron: Turquía, Reino Unido, España, Portugal, Chipre, Malta, Croatia, Austria, Suiza, Grecia, Estonia, Noruega, Francia, Eslovenia, Holanda, Bélgica, Irlanda, Finlandia, Islandia, Polonia, Bosnia Hercegovina, Eslovaquia y Suecia.

Invitaron a los artistas a pasacalles y fiestas que comemoraban el 17 de mayo, día de la Constitución. Fueron recibidos por los reyes Harald y Sonia –que asistió en persona a ver el Festival- y los principes Hakkon Magnus y Silvia.
La orquesta de la televisión noruega estaba compuesta por 70 profesores.

Dentro del clima frío de la base petrolífera, aluminio y fuego que fue la inspiración del escenario, que alguien me explique qué pintaba un cantante rock promocionando su último éxito, con aquella señora que hubiera estado mejor retransmitiendo un partido de baloncesto. ¿Dónde dejaron a la fantástica Ase Kleveland que en el ’86 hizo una labor estupenda en Bergen? Por lo menos ella tenía algo que ver con este Festival que se desbordaba en complicados inventos faltos de efectismo.

Que risa cuando los presentadores dieron las buenas noches en todas las lenguas concursantes, tomando el referente de Laurita Valenzuela entre otras, aunque ellos a una velocidad de vértigo, que risa tía Felisa… La imaginación se la dejaron en el bello rostro del presentador con gafas de Harry Poter y el frac, que no es su prenda habitual, aunque por estos pagos era lo adecuado.

Y ahora vamos con los participantes, Alemania, Rusia, Israel, Macedonia, Rumanía, Hungría y Dinamarca quedaron fuera del show en la preselección.

Italia y Luxemburgo ni se molestaron en figurar en la lista de candidatos, una pena, con ellos el Festival de Eurovisión siempre ha sido más rico.
Todos los concursantes eran presentados con un vídeo donde se les veía en su casa, junto algún familiar, amigo o calle típica y después en Oslo. Después algún político o embajador acreditado y a la par paisano les deseaba suerte.

Nadie podía imaginar otro triunfo de Irlanda, pero fue así, poniéndose la número uno en conseguirlo en más ocasiones. De hecho en las apuestas estaba primera y se cumplió el pronóstico. Eimear Quinn, con 23 años, fue la afortunada con el tema The Voice –La voz- que tenía el sonido puro de la música folk new age irlandesa, con reminiscencias celtas. La letra y la música son de Brendam Graham, compositor que llevó la magnífica canción de Maria Christian en el ’85 ocupando el sexto lugar. Además, Graham ya había ganado el Festival dos años antes con The Rock & Roll Kids que cantaron el dúo masculino Charlie McGettigan y Paul Harrington. Eimear parecía una sirena salida de en medio del Atlántico, con gesto y rostro frío, pero dulce se llevó a los jurados de calle. Consiguió 162 votos, con siete 12 (de Turquía, Suiza, Estonia, Eslovenia, Holanda, Polonia y Bosnia), lo que demuestra la época dorada de Irlanda en el Eurofestival, que aún tenía que durar por lo menos un año más. España no les dio ni un solo punto. Los gustos del jurado español iban por otro lado, porque no concedió nada a los que quedaron en los tres primeros puestos.

Irlanda aventajó por mucho a la segunda clasificada, la anfitriona, Noruega con la popular Elisabeth Andreassen que este año salía por cuarta vez en Eurovisión, pero sola. Obtuvo 114 votos –48 menos que la ganadora- por lo que la votaciones no fueron nada emocionantes. Elisabeth hizo unas declaraciones para TVE en las que confesaba “que su madre le había dicho en una especie de premonición, que ese año sería segunda”. No se equivocó, aunque fue una pena porque la balada, I Evighet –Eternamente- de Torhild Nigar, era la mejor canción de este año con diferencia. Sobresalió por su voz y aplome en escena como nunca antes. En fin, fue una lástima, pero dejó el pabellón de Noruega bien alto como anfitriones que es lo que importa. Hay que tener en cuenta que ella es sueca y sólo en 1982 representó a su país, pero dio la victoria a los noruegos en el ’85 y casi la del ’96, que es de agradecer. También fue sexta junto a Jan Werner Danielson en 1994. En el vídeo de presentación pusieron las imágenes antiguas de sus participaciones. Otro famoso en el Certamen fue el director de orquesta para Noruega, Froede Thinghl. Es curioso que no tuviera ni un solo 12 y tres 10. La verdad es que casi todos le iban dando algo y así se hizo sitio en el segundo puesto.

Este año tres baladas cadenciosas ocupan los tres primeros puestos. La otra fue la de Suecia que cantó el grupo One More Time, en el que estaba el hijo de Benny Andersson de ABBA, Peter Grönvall. Tocó el piano con soltura, mientras cantaba un dúo femenino (Nanne y Maria) con mucho acierto pero sin chispa el tema Den Vilda de Nanne Grönvall la letra, con música de Peter Grönvall. La orquesta la dirigió Anders Berglund. Tuvieron 100 votos y un 12 que le dio Irlanda.

Habían buenas canciones en el ’96, aunque ganara la previsible Irlanda, podían haber quedado mejor colocadas Bélgica; Grecia, Eslovenia o Bosnia, que no estaban tan mal y fueron castigadas en los votos. Vamos con ellas:
Bélgica llevó el tema más desenvuelto de este año, el más festivalero y el uno de los que después del evento tuvo más salida comercial. Lisa del Bo se presentó en el ’93 a la preselección de su país y fue segunda con Vlinder –Mariposa-, consiguiendo el pasaporte a Millstreet Barbara, que luego quedó última. Otra oportunidad le vino en el ’96 con la canción Liefte ist een kaartspiel –La vida es un juego de cartas- que fue récord de ventas en Bélgica –disco de oro-. Iban como favoritos por el buen saber hacer escénico de la intérprete.

Injustamente quedó decimosexta con sólo 22 puntos y gracias al 12 que le dio España. ¡Miren por dónde iban los tiros del jurado español!, totalmente distintos de la mayoría. Lo cierto es que Bélgica se merecía ese reconocimiento. La canción sonó tremenda. Lisa cantó con garra. Sacó un vestido blanco muy original a la vez que gracioso, aunque después dijeran que era el peor de ese año. En fin, hay gustos para todo. El juego de imágenes en tres dimensiones ayudó también a la canción. Años después, en el 2001, se acusó de plagio al grupo sueco Friends porque el tema que llevaron a Copenhague era similar al de Lisa del Bo. La letra del tema belga es de Daniel Ditmar y la música de John Terra. Dirigió la orquesta Bob Porter.

Grecia escogió por tercera vez a la penetrante Marianna Efstratitou (salió en el ’87 como coro y en el ’89 como solista). Llevó una canción de Kostas Bigalis –que representó a Grecia en el ‘94- y letra de Iro Trygoni con arreglos de Michalis Rozakis –que también estuvo en el ‘76-. El título es Emis forame ton himona anixiatika –Nosotros cambiamos el invierno por primavera-. Estuvo escoltada por un bailarín y dos chicos de coro que eran auténticos adonis, igual que la esculturas de la Grecia Clásica. Escogieron el azul celeste para su vestuario. Figuraban los últimos en las apuestas, pero consiguieron por lo menos colocarse la quinceavos con 36 votos. Poco, porque esta canción era muy digna también. Marianna no tenía suerte en Eurovisión. Nunca ha pasado del noveno puesto.

El otro tema bueno que no tuvo muchos puntos era Eslovenia con una embarazadísima Regina (Irena Kogoj), que sacó un premamá en verde chillón con lazo encima de la barriga. Muy rarita, ya que encima se peinó como si saliera de 1968 directamente, recogido con tirabuzones, estilo Isabelle Aubret. Era muy graciosa. La voz increíble también, potente y bien colocada. El tema es Dan Najlepsih Sanj de Aleksander Kogoj (esposo de la cantante) con arreglos de Jozef Privsek. Aunque quedó en la plaza vigésimo primera con 16 puntos no fueron eliminados para 1997. España le dio un punto. Regina había estudiado Psicología y en esas fechas residía en Luibljiana.

Bosnia Hercegovina llevó a una cantante con voz fuerte y ambigua. Es la guapa Amila Glamocak que apareció muy sobria sobre el escenario del Spektrum cantando Za Nasa Ljubav –Por nuestro amor-. El tema es de Adnan Bajramovic, Sinan & Aida Frijak. La orquesta la dirigió Sinan Alimanovic. Fue también ignorada por los jurados ya que sólo recibió 13 puntos y fue penúltima, pero tampoco fueron eliminados para el año siguiente. Amila había nacido en Sarajevo en 1966. Fue al Festival en el primer año de “paz” en su país después de cuatro años de cruenta lucha. La cantante y el coro escogieron el negro. Iban algo siniestros, sobre todo cuando saludaron al final de la canción, parecían el club de los vampíros de Valpurgis.

Pero si hubo una canción que sobresalió de entre todas después del Festival y fue número uno de ventas en su país, Europa y los Estados Unidos esa fue la británica. El Reino Unido llevó a una australiana que se llama Gina G., de 26 años, con unas piernas desorbitantes y minifalda de vértigo. El pelo a lo Rita Hayworth, más sexy no se podía ir. Cantó junto a un dúo de baliranias Ooh Aah Just A Little Bit de Simon Tauber y Steve Rodway, con arreglos de Ernie Dunstall. Ocupó la octava plaza con 77 votos y dos 12. Tuvo una ovación apoteósica.

El grupo Ketama (Juan y José Miguel Carmona) se encargaron de componer el tema español que defendió Antonio Carbonell, que tenía también 26 años, ¡Ay qué deseo!. Escogió un traje de Armani en negro con una camiseta estampada. Es hijo del famoso guitarrista de flamenco Montoyita, según Uribarri. Todos son gitanos, los compositores, el intéprete y las chicas del coro, las Chamorro (Consuelo e Irene Delgado). Eduardo Leyva dirigió la orquesta. Volvimos a ver el desastre con una canción que no gustó nunca al público español porque fue tan criticada como la de Remedios Amaya. Lo cierto es que el tema no se sostenía por ningún lado, por mucho que insistiera su intérprete en decir “que en Noruega le habían dicho que era la mejor canción del Festival, quizá demasiado buena para Eurovisión”. ¡Qué idiotez!, en España no vendió ni un comino ese verano. Ocupamos la vigésima plaza con 17 puntos y volvíamos a quedar entre los cinco últimos después de la alegría que nos dio Anabel Conde en el ’95 con la segunda plaza. A España sólo le votaron la pléyade de países mediterráneos: Grecia 6, Chipre 2, Malta 5 y Croacia 4 y así todo quedó en un deseo del que es mejor correr un tupido velo. Maite Segura, que encabezaba la delgación española y estaba en platea, pensaría qué enviar el año que viene porque por ese camino íbamos errados. La cara de Concha Galán desde TVE y el jurado español cuando acabó el festival era un poema también.

Francia llevó la reivindicación de la lengua bretona con el grupo formado en el ‘94 L’Heritage des Celtes y Dan Ar Braz. No gustaron nada con su Diwanit Bugale, en francés Que Naissant Les Enfants. –Los niños crecen- El conjunto llevaba las voces femeninas de Karen Matheson y Elaine Morgan. Sonido new age, de moda esos años, con toque folk y sólo 18 puntos, uno más que España, y la decimonovena plaza, la peor de Francia de todas sus comparencias en 40 años de competición. La triste composición era del mismo grupo.
Pero como todo no fueron desastres, depués de estos, vamos con una canción que gustó mucho y fue cuarta con 98 puntos. Se trata de Croacia con la bailarina y cantante Maja Blagdan, favorita en las apuestas con su Sveta Ijubavi –Amor santo-. La letra y la música son de Zrinko Tutic. Los arreglos de Alan Bjelinski. El jurado español le dió un 5 pero, como Noruega, no obtuvo ningún 12. Portugal y Bosnia le dieron un 10 cada una. Hizo un buen papel con su happening de danza contemporánea y un chillido agudo en medio de la canción que dejó al público sobrecogido. Maja nació en Split y tenía 28 años. Residía en Zagreb y había sido elegida mejor cantante del año en su país, según Uribarri.

Por el contrario Estonia tuvo tres 12 y fue quinta con 94 puntos. Llevaron un dúo poco habitual, Maarja-Lis Ilus de quince años e Ivo Linna, viejo rockero con más de cincuenta. También era presentador de televisión y radio, muy popular en Estonia. Recordaban algo a Lill Lindfors y Svante Thuresson en el ’66 por Suecia, por la diferencia de edad. Gustaron porque el tema tenía calidad y ellos muy buena voz. Maarja-Lis volvió al Festival en el ’97 en solitario. La canción se titula Kaelakee Hääl –Sonido de un cóllar- escrita y compuesta por Kaari Sillamaa y Pritt Pajusaar. Dirigió la orquesta Tarmo Leinatamm. Tras su desastroso debut en el ’94, eliminados para el ’95, Estonia tomó un buen camino en los años siguientes no siendo descalificada ningún año y ganando en el 2001, al fin, en su séptima comparecencia, cuando se pasaron al inglés. España también votó este tema con un 4.

La mejor calificiación de Portugal llegó por fin en el ’96 con Lúcia Moniz, acompañada en la orquesta por el vetarano músico portugués Pedro Osório. Ocuparon la sexta plaza con 92 votos y dos 12 que le concedió Chipre y Noruega. Es un tema folkórico, con una percusión excelente y una melodía enganchosa que enamoró al público noruego. El título es O meu coração não tem cor –Mi corazón no tiene color- con le José Fanha y música de Pedro Osório. Lúcia Moniz tenía 19 años y había estudiado música y canto en Lisboa. En escena salió con un cavaquinho, instrumento típico de su país. Iba con un vestido rojo largo, estilo años setenta, y el coro de blanco, verde, blanco y rojo, los colores de la bandera portuguesa. Esta delegación estaba entusiasmada porque al principio de las votaciones figuraron primeros alguna vez.

Los holandeses volvieron después de descansar en el ’95. Escogieron a un dúo muy curioso, él era polícia municipal de la ciudad de Rotterdam y ella una secretaria de la misma localidad. Maxine y Franklin Brown parecían la una y media. Franklin mide casi dos metros y Maxine apenas metro y medio. Combinaron en su vestuario el rojo y el negro a la perfección y estuvieron muy graciosos, a la par que son unos excelentes cantantes. Eran las típicas figuras cazadas para el Festival, como se está haciendo con los chicos de Operación Triunfo, sin ser profesionales con una larga trayectoria. Hicieron una excelente interpretación y la coreografía estaba muy bien. La canción se llama De Eerste Keer –La primera vez- con letra de Piet Souer –el guitarrista que estuvo con Lenny Kuhr en Madrid ‘69- y música de Peter Van Asten. Dirigió Dick Bakker, conocido también por los Teach-In. Tuvieron 78 votos y ocuparon la séptima posición. El 12 se lo dio Austria.

Konstantinos por Chipre partía como claro favorito de este año. Llevó una balada estupenda titulada Mono gia mas –Solo por ti- con letra de Rodoulla Papalambrianou y música de Andreas Giorgallis. Stavros Lantsias dirigió la orquesta. Desde luego que si hubiera un premio dedicado a la elegancia lo habría conseguido él. Sacó un traje muy romántico, su forma de andar por el escenario y de mirar a cámara no fue superada por ningún participante de este año. Tenía 19 años y había acabado hacía poco el servicio militar. Es un admirador de la cantante Anna Vissi, la segunda intérprete que salió por Chipre en el Eurofestival y fue quinta en el ’82 cono Mono i agapi, un clásico de este Certamen. Además se declaró un fan eurovisivo, o sea que es de los míos. Encantador. Fue noveno con 72 votos y dos 12, uno del Reino Unido y el otro de Grecia. Como la cantante portuguesa iba en los primeros puestos al principio de las votaciones pero luego se descolgó bastante y ocupó un lugar inmerecido para la valía del tema. En el 2002 volvió a Eurovisión, en Tallinn, dentro de un conjunto de cinco, los One, dándose a conocer definitivamente en nuestro país con su Dame, dame, en versión española, otra canción más de ese verano.

La graciosilla Miriam Christine representó a Malta con el tema In A Woman’s Heart –En el corazón de una mujer- de Alfred Sant la letra y música de Paul Abela que dirigió la orquesta. Destaca la presencia en el coro de Georgina, que representó a Malta en el ’91. La pequeñita de estatura, Miriam, tiene una voz portentosa, estilo soul americano. Tuvo que escoger entre ir al Show Pacífic Contest de Australia o Eurovisión. Prefirió presentarse en Oslo porque tenía más repercusión internacional, con ganas de ganar y es que era otra favorita. Quedó en la décima posición con 68 votos, con dos 12 –de Croacia y Eslovaquia- empatando con Austria.

Precisamente Austria llevó a un cantante invidente, nacido en Viena en 1963 y llamado George Nussbaumer. Se acompañó de un conjunto de goespel formado por excelentes cantantes negros y una chica blanca, Bettina Soriat, que en el ’97 representó a Austria como solista de un tema infumable, “One step”. La canción se intérpretó en un dialecto del alemán perteneciente al barrio vienés donde nació el solista. El título es Weílis Dir Guat Got –Me siento bien-, compuesta por el intérprete con letra de Mischa Krausz, que dirigió la orquesta también. Sentado al piano, con voz potente alegró al personal mientras el conjunto bailaban como descosidos por toda la pista al más puro sabor afroamericano. Este estilo se le daba muy bien a Nussbaumer igual que el soul y los blues, música negra en general, de la que es un amante incondicional. También tuvo dos 12, como Malta, 68 puntos y la décima plaza. En plenas votaciones su madre le llamó al móvil para preguntarle como se sentía en esos momentos tan emocionantes. Fue muy bonito, porque el presentador se acercó a hablar con la madre también y Nussbaumer le dijo con entusiasmo: “¡Has hablado con Harket, el solista de A-Ha!…” Pues mira que bien…

Turquía, que tuvo el honor de abrir la tanda de canciones, fue con Sebnem Paker antes de hacerse la cirugía plástica en la cara. En 1997, cuando volvió a Eurovisión estaba totalmente cambiada para mejor. En Oslo cantó un tema fresco, con solos de violín muy buenos, que lleva el título de Besíncí mevsím. La letra es de Dir SelmaJuhaci y música de Levent Joker, que dirigió la orquesta. Ocupó una modesta posición, duodécima con 57 votos.

Anna Mjöll nació en Reykjavík en 1970 y representó a Islandia en el ’96 con el tema Sjúbíd compuesto y escrito por el padre de la cantante, Ólafur Gaukur que también dirigió la orquesta. En la letra también participó ella. Sonaba a música de cine americano negro de los años cincuenta. Hicieron un montaje efectista de la cantante en blanco y negro con los labios rojo pasión, como en las pinturas de Andy Waarhol. Los ojos de Anna nos recuerdan a los de Bette Davis. El atuendo se inspiró en la moda de los setenta. Los chicos del coro iban vestidos de blanco y acompañaron muy bien el tema que se desenvolvió estupendamente. Fueron decimoterceros con 51 votos.

Es curioso, pero han sido muchas las cantantes que han ido con sus padres al Festival, por supuesto que estos eran compositores o mángers de las intérpretes. Los casos más famosos son el padre de Massiel, Emilio Santamaría; el de France Gall, Robert Gall; el de Vicky Leandros, Leo Leandros; el de Minouche Barelli, Aimé Barelli en el ’67, Johannes Skorgan con Anita Skorgan en el ’83 o Jacques Pills, progenitor de Jacqueline Boyer y que además los dos habían competido, él en el ’59 y ella en el ’60.

La polaca nacida en Varsovia en 1972, Kasia Kowalska había ganado el Festival de Sopot en el ’94. Era una cantante de prestigio en Polonia, récord de ventas también. A Eurovisión llevó la canción Chce znac swój grzech –Quiero saber mis pecados- compuesta por Robert Amiran y letra de la misma Kowalska. Es un tema un poco místico, como intimista, difícil de asimilar para un espéctaculo ligero como este. La orquesta estuvo a cargo de Wieslaw Pieregorurka. Eligió un vestido largo en color rojo cereza e iba apenas sin maquillaje. Su estilo era similar al de Edyta Górniak, pero sin llegar a la altura de esta por supuesto. Tuvo 37 puntos y fue decimocuarta.

Suiza empató a 22 puntos con Bélgica en la decimosexta posición. Este año tampoco los suizos se esmeraron, aunque la cantante que llevaron, Kathy Leander era muy buena. Parecía un poco esas cantantes románticas de los sesenta, renacida en los noventa. Kathy Leander cantó Mon coeur l’aime compuesta por Ruis Mounir. Fue el único tema en francés. Al frente de la orquesta estuvo el portugués José Rui Res. Kathy tenía 32 años y como la holandesa Maxine, también era secretaria. Ahora que lo pienso, han ido muchas secretarias a cantar en el Festival, como la ganadora del ’93 Niamh Kavannagh, o Christen Siggaard de los Hot Eyes en el ’84, entre otras.

La canción más flojita del año era la de Eslovaquia con Marcel Palonder. Muy desganado cantó Kym nás más –Hasta que tú vengas- que encima iban muy fúnebres. Unido a esto el escenario lo iluminaron en penumbra lo que daba una sensación de notable sordidez. Marcel nació en Bratislava en 1964 y había estudiado música en esa ciudad y Brno. El tema está compuesto por Juraj Burian, que dirigió la orquesta, con letra de Jozef Urban. Quedó en la plaza vigésimo primera con 16 puntos, uno menos que España.
Para finalizar he dejado a la cantante de Finlandia, Jasmine, de origen gitano con novio en Zaragoza y gran amante de la cultura española, según Uribarri. La pobre fue última, injustamente a priori, con 9 puntos. Solo le votó Noruega con un 2 e Islandia un 7, ¡si no hubiera sido por sus vecinos nórdicos se hubiera quedado a cero como Kojo en el ’82!. La canción se titula Niin kaunis on taivas –Qué bonito es el cielo- de Timo Niemi, bajo la batuta de Olli Ahvenlahti. Jasmine vistió de amarillo y al acabar el tema tiró una rosa del mismo color al público en un gesto de cortesía. Fue muy aplaudida, lo malo es que ese estilo a lo Joan Baez se había pasado de moda. Por lo menos no perdió la sonrisa en el transcurso de las votaciones aceptándolo todo con sana deportividad. No vale la pena estirarse de los pelos en casos así.

El intermedio lo cubrió los bailarines de la escuela de danza de Oslo, con un número inspirado en las fuerzas de la naturaleza, el fuego, las riquezas del suelo, como el petróleo y el aluminio, productos principales de exportación de los noruegos, a parte del bacalao. Acaba con la voz de la lapona Amil Pouse que con traje regional del la zoná ártica dio el toque folclórico al evento. Esa señora es muy popular en los países nórdicos. Es como si nosotros hubiéramos sacado a una mañica cantando una jota.
Después los votos se hiceron por realidad virtual en un marcador que aparecía en la pantalla de televisón pero que no existía. El público veía los votos por una pantalla gigante, mientras la presentadora figuraba como si estuviera delante del tablero en una pista de fondo azul, como las que utilizan los hombres del tiempo para representar los mapas. Ella veía los resultados por un monitor que tenían enfrente. Fue un avanze técnico muy imaginativo, porque también los cantantes interpretaban como si estuvieran rodeados de agua, imágenes tridimensionadas, blanco y negro, desdoblamientos, etc.

Brendan Graham recogió el premio como compositor y autor de The Voice de manos de Rølf Løvland y Fionulla Murray ganadores del ’95. A Eimear Queen se la recibió con una ovación. Así se convocaba la próxima edición de nuevo en Irlanda para el ’97 y es que ya “se echaba de menos”, aunque la etapa dorada de Irlanda en Eurovisión iba a acabar pronto, y ahora sólo recogen desastres o mediocridades los pobres, bueno, también tienen derecho los demás, ¿no?.

Reyes del Amor 07/09/2004

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