EUROAMORES Y EUROFOBIAS

Hace ya mucho tiempo que me llaman la atención las tirrias, fobias y amores eternos que algunos eurofans sentimos por ciertos países que concursan habitualmente en Eurovisión. Dicho de otra forma, se nos ve el plumero. Cierto es que cada uno de nosotros puede sentir alguna simpatía por una nación determinada (o por varias). Es […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EUROAMORES Y EUROFOBIAS

Hace ya mucho tiempo que me llaman la atención las tirrias, fobias y amores eternos que algunos eurofans sentimos por ciertos países que concursan habitualmente en Eurovisión. Dicho de otra forma, se nos ve el plumero.

Cierto es que cada uno de nosotros puede sentir alguna simpatía por una nación determinada (o por varias). Es lícito y normal. Pero en esta columna quisiera tratar el tema desde una visión general.

Como no pretendo tirar piedras y esconder la mano, seré el primero en criticarme a mí mismo. Suelo tener predilección por países que no han sido los grandes triunfadores. Me apasiona el idioma finés y, casi siempre, me han gustado los temas presentados por Finlandia (ese Estado tan poco querido en el Festival y considerado por muchos como la cenicienta o el patito feo de Eurovisión). También me suelen gustar las canciones que presenta Lituania. Y, desde hace unos años, le he cogido muchísimo cariño a los Países Bajos (y deseo con todas mis fuerzas que Anouk haga un gran papel este año, consiga devolver a su país la dignidad de estar presente en una final y obtener un buen puesto).

En el lado contrario, suelo “detestar cariñosamente” los temas suecos, daneses y noruegos (aunque en 2013 considero que los reinos de Dinamarca y de Noruega pueden ganar justamente, porque las 2 canciones que presentan me parecen francamente buenas).  Podéis comprobar que no voy a contracorriente este año.

A lo que voy. Cuando se pudo escuchar por primera vez el tema ruso y fue publicado en esta web, los comentarios dejados por algunos eurofans nos dan una idea general del poco aprecio que se le tiene a este estado.

Decir que Rusia consigue un buen puesto por ser Rusia no deja de ser una falsedad. Se habla de vecinismo, de diásporas y de mil cosas más. No creo que puedan considerarse un éxito los 77 puntos conseguidos en 2011 por Alexey Vorobyov y la canción “Get you”. Y tampoco pienso que en 2009 o en 2010 salieran a celebrar en pelotas y con una botella de vodka el puesto obtenido por las calles de Moscú.

Decir que Rusia sale beneficiada por los vecinos es repetir el consabido tópico que llevamos escuchando en los últimos años a cualquier crítico de Eurovisión y del que todos renegamos. No creo que sea lo mismo que Rusia obtenga 272 puntos (como en 2008) que 57 puntos (como en 2005). He llegado a leer que a la Confederación Rusa le cae siempre una lluvia de puntos masiva. En fin.

En el caso contrario, los últimos años algunos eurofans han demostrado un amor especial por países como Croacia, Islandia, Eslovenia (recordemos que únicamente ha pasado a la final en dos ocasiones), Eslovaquia (que jamás ha pasado a la final), Portugal (que pasó 4 veces) o Andorra (que ya sabemos todos cómo terminó su andadura).

En estos dos últimos casos podríamos llegar a entender el cariño eurofan, al tratarse de países vecinos. Pero volvemos al típico tópico. Por ser vecinos, ¿nos tiene que gustar todo lo que manden a Eurovisión? ¿Es obligación votarles? ¿Nosotros lo podemos hacer con nuestros vecinos y criticamos si los antiguos países soviéticos apoyan a Rusia? A mí, personalmente, pocas veces me gustan las canciones que envía Portugal y Andorra solo me ha gustado (a medias) en 2007.

Con Lituania pasa algo extraño: o se la adora o se la detesta. Comentarios como “Lituania se supera en mediocridad” pueden llegar a ser habituales. Pero a más de uno les sorprende el pase a la final de los últimos años (y no creo equivocarme si digo que Pojavis va por el mismo camino).

¿Y la adorada Suecia? ¿Los temas que defendieron Malena Ernman, Anna Bergendahl, Charlotte Perrelli, The Ark o Martin Stenmarck se merecían tantas alabanzas, tantas loas? ¿Por ser Suecia hay que catapultarlos siempre a los primeros puestos de cualquier encuesta?

Si yo fuera jurado de algún país de Eurovisión y no hubiera escuchado ninguna canción, pediría que me taparan los ojos el día de la votación, para no ver el nombre del país. Más o menos como los “couches” de “La Voz”. Le daría mis puntos al país 3, al 7, al 15, al que fuera.  Sé que es algo imposible, porque un idioma determinado puede delatar a algún país. Y, en el fondo, es una memez.

Deberíamos aprender a ser justos (dejando los amores y las tirrias a un lado).

A pesar de mi animadversión por Noruega o Dinamarca, me encantaría que uno de esos dos países ganara este año, porque se lo merecen (sabiendo el interés y el buen hacer que demuestran año tras año y por la calidad de los temas que presentan). Igual que considero justo el triunfo de Loreen en 2012.

Hace ya varios años un amigo que vivía en Londres me dijo una vez: “Me hace gracia el Festival. Yo siempre apoyo al Reino Unido y me río de países como la A.R.Y. de Macedonia, Eslovenia, Albania… porque siempre presentan porquerías”. Me encantaría volver a verle algún día y recordarle las ocasiones en que estos países quedaron mejor que los británicos y decirle: “tío, por muy fan que seas del Reino Unido, no siempre se merecen estar ahí arriba”.

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