ESC 2004: EUROVISIÓN…Y DESPUÉS EMIGRAR
Participar en Eurovisión o en cualquiera de sus terribles preselecciones puede ser una experiencia traumática y humillante. Muchos tienen suerte de salir sanos y salvos. Sin embargo, para otros Eurovisión no es un camino de rosas precisamente, y la cosa acaba con la muerte musical del participante, tras una retahíla de mil tormentos y vilezas, y su definitiva desaparición. También hay quien, teniendo ya en su curriculum una trayectoria musical bastante prometedora, tras su paso por el festival, deciden hacerse el haraquiri (Pastora Soler). No obstante, algunos de estos difuntos acaban siendo afortunados y consiguen resucitar (les remito a mi anterior columna dedicada a la pobre Remedios Amaya).
Hay casos mucho menos dramáticos: aquellos que, tras su participación, deciden ingresar en una secta o algo parecido (Peret); los que deciden retirarse a un monasterio de clausura (Coral Segovia); algunos, tras fracasar y morirse de vergüenza, apuestan por la cirugía estética (Rosa de España); otros sencillamente se desintegran en la nada sideral (Chikilikuatre, Las Ketchup); los hay que son abducidos por seres extraterrestres antes del festival y desaparecen sin dejar rastro (Patricia Kraus, Eva Santamaría) tras lo cual TVE tiene que improvisar su numerito final; también hay quien confunde el ESC con una exhibición de patinaje artístico pegándose el batacazo padre contra el hielo (Soraya Arnelas); menos abundantes son los que cambian de profesión y se meten a esclavos domésticos de algún esbirro del PP (como Lucía Perez, que acabó olvidada en su tierra, preparando cada mañana los huevos fritos con jamón del desayuno en casa de Núñez-Feijoo).
Y así podríamos continuar hasta un sin fin de casos a cual más triste y patético. Aunque del último ejemplo citado (aquellos que cambiaron de profesión), los hay bastante menos humillantes, como alguna cantante que acabó metida a maestra de primaria o profesora de danza, tras no apostar por ella ni el Quico (Anabel Conde, Nina).
Una de las salidas más comunes (y menos traumática) que tienen nuestros representantes eurovisivos es la emigración. De hecho, los españoles somos expertos en la materia. Uno de los pilares fundamentales de la marca España: hacer las maletas, coger las de Villadiego, y emigrar. La mayoría de los que pasaron por Eurovisión se fueron a hacer las Américas. A este respecto conviene puntualizar que no todos los que optaron por la emigración fracasaron. Hay quien alcanzó la Gloria y está subido en el dólar (Julio Iglesias); pero la mayoría no se comieron un colín (Trigo Limpio, José Mª Bacchelli); o tal vez sólo se comieron alguna banana que otra (Braulio, José Vélez).
Ramón del Castillo fue nuestro flamante representante en 2004. Un guaperas, de lo mejor que ha llevado TVE a Eurovisión en los últimos tiempos, junto con Marcos Llunas y, por supuesto, mi amor platónico, David Civera. Estas tres bellezas masculinas se metieron en el top 10, más por su look y su carisma que por sus canciones. Sólo salvo de las tres a Sin rencor de Marcos LLunas (merecido sexto puesto). Las otras dos no eran más que las típicas pachangas tachunda-tachunda berbeneras con bandurria y pandereta.
Ramón emigró a Noruega. Sí, tal como leen. El chaval, todo un bomboncito, sólo fue una víctima más del imperio del Kike Santander ese de los cojones, al cual tuvo la osadía de enfrentarse. Y así acabó de mal aquí en España. Por allá por Canarias andaba más perdido y solo que Robinson Crusoe, hasta que lo descubrieron unos noruegos que se lo camelaron (vayan ustedes a saber con qué sutiles lindezas), tras alucinar con su espectacular belleza latina. Desde 2013 reside en Oslo donde trabaja para una productora nacional noruega, Seefood TV, según informa la incomparable wikipedia.
¿De qué le sirvió a Ramón Eurovisión? Pues pa ná. Menos mal que los noruegos aquellos se lo llevaron bien lejos de España, porque si no, hubiera acabado probablemente de maestro de música en alguna escuela del Opus Dei, tal vez de camarero canario en época estival, o quizás de matamoscas, de teleoperador con contrato de obra y servicio, o a lo mejor de barrendero para el Ayuntamiento de Las Palmas con contrato laboral eventual, quién sabe. Habría que preguntarle a la Virgen del Rocío, que parece ser que sabe mucho de esto, según dice Fátima Báñez.
¿Y los demás participantes? ¿Alguien se acuerda de ellos? Yo personalmente me acuerdo de unos pocos: el serbio Zeljko no sé qué (no me acuerdo del apellido, los apellidos eslavos son muy complicados y no tengo ganas de buscarlo) que interpretó la magnífica balada balcánica Lane Moje, una de mis 15 canciones preferidas de toda la historia de Eurovisión; el grupo anfitrión turco Athena y su rock For Real, con la psicodélica bailarina que salió al final del número; a destacar también los temas alemán y holandés, canciones muy “de autor”, sencillas, ambas muy alejadas de lo que se solía ver y escuchar en Eurovisión, además del debut de la extrañísima y recóndita Albania, que acudió con un tema bastante decente, pero que acabaron cagándolo en la final, al ser interpretado en inglés por una niña a la cual apenas le salía la voz, y a la que vistieron con un modelito de la época de cuando la Moños se paseaba por las Ramblas.
Por su parte, la ganadora resultó ser el típico tachunda-tachunda discotequero, cantado por la clásica tía buenorra al estilo “Charlotte Perrelli” sin la más mínima idea de saber cantar, pero muy capacitada para el grito fácil. Una verdadera basura impresentable, disfrazada de falso folklore europeo troglodítico.
En cuanto al resto de participantes, podríamos meterlos a todos en una olla o caldero gigantesco y hacer un estofado la mar de indigesto. No tanto por las típicas horteradas eurovisivas, que también las hubo -faltaría más-, si no más bien por todo lo contrario: la monotonía, la excesiva linealidad, la falta de creatividad, la globalización más exacerbada, sin apostar por nada nuevo ni arriesgar nada. Hasta salió una imitadora chipriota de Barbara Streisand en su mejor época “años '70”. ¡Imaginense! ¿A dónde emigraría después de su psicotrónica experiencia eurovisiva?
Beatriz Pecker, una de las clásicas expertas en musicales de TVE, fue la elegida como comentarista. José María Íñigo debería aprender mucho de ella, pues lo hizo francamente bien. La canción turca era también una de sus favoritas. Beatriz ya acudió como comentarista para TVE años atrás, en 1987 y 1988, y posteriormente lo haría tres veces más, entre 2005 y 2007, y en el especial del 50 aniversario junto a Íñigo precisamente. En cuanto a los presentadores del certámen, la televisión turca escogió a una especie de odalisca roja, muy maja, que contrastó como una almeja al lado de su compañero, ataviado con una bufanda, el cual debía tener al menos mil años. Está claro que, a este respecto, la TRT se decantó por lo más clásico, machista y sexista: un señor mayor, con una carencia total de atractivo, al lado de una tía despampanante. Sólo dos años más tarde, la televisión griega acabó afortunadamente con esa dichosa maldición, escogiendo como maestro de ceremonias al espectacular Sakis Rouvás, cual dios Apolo bajado del Olimpo.
¿A dónde emigrará Barei este año? ¿O quizás prefiera establecerse definitivamente en Estocolmo? No lo creo. Pues, parece ser que, según dicen por ahí, la chica es de alta alcurnia. Pero, por si decidiera ponerse a trabajar tras el festival (aunque sólo sea por hobby), le recomendaría que buscara trabajo de traductora o intérprete (sector con mucho campo) y entregase su curriculum a la Real Academia de la Lengua Española, o bien en la Real Academia de Bellas Artes San Fernando de Madrid, o en la Academia Superior de Música del Teatro Real, por citar sólo tres. Por reales y exclusivas academias madrileñas que no quede.
MEJORES CANCIONES DE 2004:
1º Lane Moje, Serbia & Montenegro; 2º For Real, Turquía; 3º Image of you, Albania; 4º You are the only one, Croacia; 5º Can't Wait Until tonight, Alemania;
6º Without you, Países Bajos; 7º Heaven, Islandia; 8º Life, F.Y.R.Macedonia; 9º If My World Stopped Turning, Irlanda; 10º Hold on to our Love, Reino Unido.
Beatriz Pécker hablando de sus experiencias como comentarista eurovisiva en “El Rincón de Miguel Herrero”.
Lane Moje, una de mis 15 canciones preferidas en toda la historia de Eurovisión.
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