ESC 2003: RECORDANDO A ALF POIER

Nuestra nave del misterio quiere rendir en esta ocasión homenaje a todos aquellos personajillos frikis que han pasado por Eurovisión a lo largo de toda su historia. Me saco el sombrero ante todos ellos por su valentía, su buen humor y su anarquismo. Es una pena que hayan desaparecido casi todos en los últimos años. No obstante […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
IMAGENES WEB-03

ESC 2003: RECORDANDO A ALF POIER

Nuestra nave del misterio quiere rendir en esta ocasión homenaje a todos aquellos personajillos frikis que han pasado por Eurovisión a lo largo de toda su historia. Me saco el sombrero ante todos ellos por su valentía, su buen humor y su anarquismo. Es una pena que hayan desaparecido casi todos en los últimos años. No obstante alguno se cuela de vez en cuando, haciendo las delicias de todos aquellos que amamos la Eurovisión más clásica.

Este año 2016, por ejemplo, sin ir más lejos hemos estado de suerte, ya que nuevamente se han colado muchos de ellos, destacando las siguientes actuaciones: las ultramodernas zapatillas de deporte españolas y su resbalón en escena, lo cual se tradujo con el correspondiente batacazo en la insoportable votación final; el modelito que diseñó Ágata Ruiz de la Prada para la niña alemana; la murciélaga gigante de Croacia; la archicargadísima puesta en escena del ruso; el astronauta moldavo; el bielorruso en pelotas acompañado de un lobo y de un alienígena; o la novia australiana, la cual todavía debe estar riéndose cada vez que se debe ver por youtube. Todos ellos entre otros muchos. 

La máquina del tiempo eurovisiva de Linda Martínez aterriza ahora en el 2003. De aquella Eurovisión surgió unos de los iconos modernos eurovisivos que más se recuerdan: el showman austríaco Alf Poier. Este entrañable gnomo del espectáculo cabaretero quiso homenajear a la Eurovisión más friki. ¿Quién no recuerda a Napoleón Bonaparte dirigendo la orquesta en 1974 durante la actuación sueca? ¿Y a Freddie y sus amigos, a la Mata-Hari noruega, o a los cuatro payasos ingleses en 1976? Noruega (uno de los países más avanzados del mundo en todos los aspectos) enviaba frikis a Eurovisión todos los años, y todavía a día de hoy no ha dejado de hacerlo. Estoy por montarme otra columna de opinión dedicada a los frikis.

Es para cambiarle el nombre al festival y rebautizarlo como Freakivisión. Eso mismo fue lo que debió pensar el entrañable personaje al que aquí homenajeo. Hasta su propio nombre es verduchko-serduchkista total: Poier, a los españoles nos suena a algo parecido al miembro masculino. Alf, es el mismo nombre de aquel famoso extraterrestre procedente del planeta Melmach, de una existosa serie de televisión de la década de los '80.

Alf Poier se montó una especie de rodeo tejano de plástico en el escenario, acompañado de dos muñecas de trapo accionadas por cables, que le hicieron los supuestos coros. Una de ellas se parecía a la bruja Lola teñida de pelirroja, y la otra era una clon de Sharon Stone recién salida del manicomio, a la cual, cuando se acabó la función, se la tuvieron que llevar dos loqueros con camisa de fuerza. Su trabajo les costó sacarla arrastras del escenario

El tema que interpretó Alf arropado de toda esa parafernalia era Weil Der Mensch Zählt (literalmente Porque la humanidad es lo que cuenta). Salió segundo a escena (el supuesto número maldito, según dicen los expertillos de pacotilla en Eurovisiones). Las dichosas apuestas y encuestas previas a las elecciones no le eran favorables en absoluto. Pero resultó lo inesperado: acabó metido en el top 10, en sexta posición, mucho mejor de lo augurado previamente por to quisqui. Chapeau por el Chikilikuatre austríaco. ¡Que bien que lo hizo! ¡Menudo golazo a la UER y a su falso espectáculo de amigotes paneuropeísta de siglo XXI!

Tanto en su país como fuera de él, y tanto en círculos eurovisivos como fuera de ellos, todo fueron críticas malolientes y apestosas. A mí tampoco me gustó el tema, pero reconozco que sin estas cosas Eurovisión no sería Eurovisión. Entre tanto tedio, que en mitad de la función surjan pantomimas como esta es una cosa que se agredece de veras. Por lo menos cantó en alemán (lo de cantar es un decir). El propio Alf acabó con un cabreo que pa qué. Parece ser que se retiró a su camerino avergonzado y escandalizado por el mal puesto conseguido (según él). Volvió a su país con el rabo entre las piernas, diciendo pestes de todo el mundo y asqueado de su experiencia eurovisiva. Tiempo después nos enteramos que todo ello formaba parte también de la pantomima. Toda una pamema esperpéntica que duró incluso mucho más, tras regresar a Austria.

Yo soy una férrea defensora de la llamada canción protesta. Y considero que debe estar representada en Eurovisión como cualquier otro estilo musical. Y más aún si tiene carácter político y transgresor. El propio Alf Poier intentó ir de nuevo al festival dos años más tarde. Pero fue ninguneado salvajemente por la censura austríaca, que consideró tremendamente ofensiva la letra de la canción Good Old Europe is Dying (La vieja Europa está muriendo). Prefirieron llevar un tema con título en español, (Y Así) interpretado por una troup de titiriteros, los cuales no consiguieron ni siquiera meter esa canción en la final.

La actuación de Alf Poier en Eurovisión sólo se puede resumir en tres palabras: honesta, transgresora y alucinógena. La de la representante española, sin embargo, sólo con dos: vergonzosa e increíble. Increíble porque, ella misma, ni creía ni confiaba en su trabajo: “José Luís, no me gusta la canción”, así fue, con esas mismas palabras, como le espetó al despistado José Luís Uribarri que no le agradaba en absoluto el tema que le habían endosado y que le obligaban a cantar en contra de su voluntad, vayan a saber ustedes por quién y por qué. Sin comentarios.

En cuanto a la actuación de las dos repelentes niñas rusas (las otras dos grandes protagonistas de la velada), sólo merece un calificativo: otorrinolaringológica. Sí, tal como suena. Otorrinolaringológica, porque en las semanas sucesivas al festival, los otorrinos de todo el continente debieron de subirse en el dólar, por las interminables colas de clientes que se agolpaban ante sus consultas. Aparte de esto, su participación no tuvo desperdicio, y no sólo por el impepinable show que presentaron. Resultó que, semanas antes del festival, un misterioso bulo se extendió por toda Europa.

Llegados a este punto, me veo obligada a nombrar aquí a dos personas muy queridas para mí, a las cuales ya saqué en una anterior columna (la dedicada al año 2012, a ella les remito queridos lectores). Se trata de mi madre y mi tía (concretamente la hermana mayor, de las tres que tiene). En aquella columna hice referencia a su opinión sobre “la que ganó de los pelos”, tal como conocían ellas a la ganadora de aquel año.

Vamos a ver, mi madre y mi tía son las típicas “señoras Marías” con la bata puesta. Nunca están pendientes del festival durante el resto del año. Sólo se acuerdan de los festivales y de los cantantes españoles de las décadas de los '60 y '70. De los posteriores ná de ná. Hace unas semanas, en el programa de Tele Circo Las tardes de Mª Teresa la moderna, homenajearon a Remedios Amaya. Ninguna de las dos la recordaban ya. Tampoco saben casi nunca quién nos va a representar en el festival hasta prácticamente el día antes a la gala final. Y eso si se enteran.

Pues bien, aquel sábado 13 de mayo de 2003, llegó mi tía a mi casa de la montaña a pasar el fin de semana con la idea fija de ver el festival esa noche a toda costa. ¡No quería perderselo por nada del mundo! ¿Cómo era posible eso? Pues muy secillo, resulta que se había enterado por su vecina (el boca a boca siempre ha funcionado muy bien en España) que desde hacía dos semanas estaban anunciando, hasta en los telediarios de Tele Circo, que dos lesbianas iban a pegarse el lote en el escenario del festival. Parece ser que aquello daba tanto morbo y levantó tanto la curiosidad de la España profunda, que nadie quería perdérselo.

Finalmente lo que hubo fue mucho ruido y pocas nueces. Las supuestas lesbianas no eran tales, y no se vió ningún lote por ninguna parte. Lo más que se pudo sufrir fue una desangelada actuación de dos chicas que se limitaron a dar vueltas y a subir y bajar por el escenario, gritando y maullando estridentemente como si fueran dos gatas en celo. Y eso fue todo. Punto y pelota. Yo el Oscar a las más frikis de este año se lo doy a ellas, ni mucho menos a Alf Poier.

Todo resultó la mar de decepcionante, y respondió únicamente a una urdida y muy bien construída estrategia de márketing, de lo cual saben mucho los rusos. ¡Ay que ver que bien estudiado lo tienen todo, y que bien lo hacen! Son maquiavélicos. Además, si algo tienen los rusos es inteligencia y, sobre todo, dinero. ¿Cuánta pasta le endosará cada año a la UER la televisión rusa? ¿Por qué no se encuentra ya en el Big Five ese famoso, o como lo llamen? Mi madre y mi tía se sintieron engañadas vilmente por la caja tonta. No sé qué esperaban ni de qué se extrañaban a esas alturas ya. Se fueron a dormir enseguida sin esperar  a que el festival acabase, pues tal fue el poco interés que el resto de actuaciones les suscitaba.

Para acabar sólo cabe destacar de aquella noche: la preciosa canción francesa, la originalidad de Bélgica, la balada de los extrañísimos polacos, la espectacular cantante portuguesa Rita Guerra, y el encantador carisma de la islandesa Birgitta Háugkdal. 

De esta columna, que es en parte homenaje y en parte recordatorio histórico (como todas), sólo se puede llegar a la conclusión de que, en general, Eurovisión merece dos únicos adjetivos. Esos calificativos que siempre ha merecido, prácticamente desde sus inicios por muchos motivos, y que no son otros que DELIRANTE Y APASIONANTE.

Mejores canciones del 2003:   1. Francia; 2. Bélgica; 3. Portugal; 4. Islandia; 5. Polonia; 6. Irlanda; 7. Turquía; 8. Países Bajos; 9. Grecia; 10. Noruega

Alf Poier y su particular rodeo tejano, Weil Der Mensch Zählt, con las dos muñecas de trapo accionadas por cuerdas.

Las rusas y su actuación. ATENCIÓN, Aviso para navegantes: Pónganse tapones en los oídos, si no, bajo su absoluta responsabilidad abran el vídeo.

La canción francesa Monts et merveilles, el mejor tema de este año en Eurovisión

Conversación