ESC 1994: DON JUAN TENORIO EN EUROVISION

Como ya nos acercamos a Halloween, nada mejor que darse un garbeo por el ESC 1994 o Eurovision Song Cemetery 1994. Es un camposanto verdaderamente espectacular. Si Zorrilla levantara la cabeza, alucinaría al ver que, éste le da mil vueltas al suyo en cuanto a originalidad. Vamos a dar un paseo por el cementerio: Panteón de […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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ESC 1994: DON JUAN TENORIO EN EUROVISION

Como ya nos acercamos a Halloween, nada mejor que darse un garbeo por el ESC 1994 o Eurovision Song Cemetery 1994. Es un camposanto verdaderamente espectacular. Si Zorrilla levantara la cabeza, alucinaría al ver que, éste le da mil vueltas al suyo en cuanto a originalidad.

Vamos a dar un paseo por el cementerio:

Panteón de la familia Tenorio.
Estamos ante un magnífico cementerio, hermoseado a manera de jardín. En primer término, aislados y de bulto, los sepulcros de don Ovidijus Vysniauskas, de doña Friderika Bayer y de don Dan Bittman, sobre los cuales se ven sus estatuas de piedra. El sepulcro de don Ovidijus a la derecha, y su estatua ya ennegrecida por la humedad y el paso del tiempo; el de don Dan a la izquierda, y su estatua también ya medio ennegrecida y corroída por la inclemencia de la intemperie; el de doña Friderika en el centro, y su estatua de pie. Hermosos epitafios se pueden leer sobre las lápidas: Canción de cuna para mi amor, en la de Ovidijus; Más allá de las nubes, el de don Dan; ¿A quién contar mis pecados?, dice el de doña Friderika.

En segundo término otros dos sepulcros: el de doña Edyta Górniak y el de doña Evridiki. Al pasar por delante del de doña Edyta, nos pegamos un susto de muerte al salir súbitamente, por debajo de la sepultura, una murciélaga roja gigante, típica de la taiga siberiana (parece ser que se había camuflado en su interior para hacer la siesta). Sobre sus lápidas podemos leer: No fui yo, en la de doña Edyta, y También soy un ser humano, en la de doña Evridiki.

En tercer término y en puesto elevado, el sepulcro y estatua del fundador don Alejandro Abad Tenorio, en cuya figura se remata la perspectiva de los sepulcros. Una pared llena de nichos y lápidas circuye el cuadro hasta el horizonte (pertenecen a otros tantos personajes ya desaparecidos, entre los que se encuentran doña Sara Tavares, don Tony Cetinski, doña Petra Frey, don Kostas Bigalis, etc.). Dos llorones a cada lado de la tumba de doña Friderika, dispuestos a servir de la manera que se exigía en aquel tiempo, el siglo XIX, ya que el cementerio data de más de cien años, y la mayoría de las tumbas también. Los dos llorones, según leemos a sus pies, responden a los nombres de Paul Harrington y Charlie McGettigan.

Preciosos epitafios y recordatorios rezan esculpidos también sobre las lápidas de los nichos. El único sepulcro donde no hay epitafio es el de don Tenorio; solo se pueden observar encima unas pocas flores de plástico ya chuchurrías y descoloridas. Cipreses y flores de todas clases embellecen la decoración del cementerio, que no tiene nada de horrible. Nos encontramos en una tranquila noche de primavera, y alumbrada por una clarísima luna.

De todos los difuntos que hemos visitado en nuestro paseo por este fabuloso e impresionante cementerio, el que más suerte ha tenido, sin ningún género de dudas, ha sido el Tenorio. Es el único que ha logrado resucitar. En los últimos tiempos se le ha visto en fulgurantes apariciones por esos platós de dios, haciendo el ridículo más espantoso, la verdad sea dicha. ¡Resucitar para eso! Mas le hubiera valido quedarse donde estaba criando malvas.

También rondaban por allí visitando el cementerio nuestros queridos amigos Iker Jiménez (y Carmen Porter), acompañados de su séquito de psiquiatras, científicos, médicos, médiums, periodistas especializados en lo paranormal y premios Planeta. Iban con todos sus cachibaches y trastos a cuestas (magnetófonos, grabadoras, péndulos, cámaras fotográficas, etc.), para ver si cazaban algún fantasma in fraganti. Esperemos que no se lleven ningún susto. Ahora que, para susto el que nos hemos llevado nosotros con la horrorosa vampira rusa.

Los epitafios más bellos del cementerio nos han parecido los siguientes:

El mejor: ¿A quién contar mis pecados?, del sepulcro de doña Friderika.

2º LLamar a la música, del nicho de doña Sara Tavares.
3º Los chicos del Rock'n Roll, el de los dos llorones.
4º Noches, esculpido sobre la lápida del nicho de una tal Sigga.
5º Estoy rezando, del nicho de un personaje desconocido, nacido parece ser en Suiza.
6º Más que amor, en el nicho donde están enterrados dos amantes de la isla de Malta.
7º También soy un ser humano, del sepulcro de doña Evridiki.
8º No fui yo, del sepulcro de doña Edyta.
9º Seremos libres (Sinfonía solitaria), en una tumba sin nombre.
10º Las estrellas, bonito poema en una extraña tumba protestante, en medio de un cementerio católico.

Nota para los visitantes del cementerio: Este bello y romántico paseo ha sido una adaptación muy libre de la inmortal obra Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, Parte Segunda, Presentación al Acto Primero, La sombra de doña Inés.

Imágenes del cementerio:


El sepulcro y estatua de doña Friderika y su epitafio ¿A quién contar mis pecados?


Doña Friderika, ya felizmente resucitada, canta  ¿A quién contar mis pecados?

Los dos llorones, sorprendentemente también resucitados por fin, cantan Los chicos del Rock'nd Roll.

El sepulcro y la estatua de doña Edyta, y su epitafio No fui yo.

Imágenes de doña Sara Tavares y su Vou chamar a música


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