ESC 1988: CLOWNS, DESFILE DE DISFRACES, Y CONSEJOS PARA BLAS CANTÓ

Nuestra nave del misterio aterriza en esta ocasión en 1988. Eurovisión es un misterio. Nunca se ha sabido bien si se trata de un festival de canciones, de disfraces, de puestas en escena, de teatro, de cine, de circo, de frikis, o de efectos especiales con luces y otros artificios. En 1988 hubo una especie de […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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ESC 1988: CLOWNS, DESFILE DE DISFRACES, Y CONSEJOS PARA BLAS CANTÓ

Nuestra nave del misterio aterriza en esta ocasión en 1988. Eurovisión es un misterio. Nunca se ha sabido bien si se trata de un festival de canciones, de disfraces, de puestas en escena, de teatro, de cine, de circo, de frikis, o de efectos especiales con luces y otros artificios. En 1988 hubo una especie de mezcla. Todo ello pasado por la batidora y servido al personal para que agarraran un empacho de azúcar y almíbar de campeonato. Nos obsequiaron con un festival de clowns, de frikis y de disfraces al mismo tiempo. Tó revuelto. 

Vaya por delante, antes de continuar, mi más absoluto respeto para la profesión de clown. Pero claro, merece respeto en el contexto adecuado, pero no fuera de él. Porque Eurovisión, que yo sepa (y que me corrijan si me equivoco), nació como un programa-concurso de canciones para la televisión, y para unir a todos los europeos, pero no como un festival de payasos o de circo. Dicho esto, voy a hacer mi tradicional repasito.

En 1988 destacaron las siguientes payasadas: Socrates, del dúo Baethoven; Nauravat silmät muistetaan, del grupo Boulevard; Sufi (Hey ya Hey), del trío MFO; La chica que yo quiero (Made in Spain), del grupo La Década Prodigiosa; Ben Adam, de la payasa Yardena Arazi; Ka' du se hva' jeg sa'?del matrimonio de horteras Kirsten Sigaard y Soeren Bundgaard, y su grupo de clowns; Clown, de Afroditi Frida and Choir; Voltarei, de la portuguesa “Estrellita Castro”; y Mangup, del grupo Srebrna krila (Silver Wings).

Se pueden considerar también verdaderas payasadas las interpretaciones de Céline Dion, el dúo formado por Maxi y Chris Garden, y la de un tal Wilfried, por diversos motivos que comentaré más adelante. El resto de los insoportables numeritos que padecimos los sufridos telespectadores no fueron más que desfasadas baladas, exceptuando solo a tres de ellas: Ti scrivo; Laissez briller le soleil; Take him Home. Estas tres son las únicas salvables de la quema, pues pertenecían a otro mundo totalmente distinto del de Eurovisión.

Si se fijan, para escribir dos de los títulos de la canciones, me he servido simplemente del ya clásico “copia y pega”, por que la verdad, por poco me vuelvo cegata perdida intentando copiarlos a mano, por lo enrevesado del finlandés y el danés.

El escenario de este ESC fue una pasada, todo hay que decirlo (no todo deben ser críticas negativas). Un diez se merecen los realizadores al intentar fusionar todo el interior del Point Theater de Dublín con aquel fondo estrellado, el cuadrilátero del escenario y la platea. En cuanto a los colores, que en Eurovisión no podían faltar, destacó el negro del escenario, con el azulado de los focos y juegos de artificio. Por lo que respecta a los disfraces del desfile, se pudieron ver todos los colores de la gama de rotuladores Carioca, o la de los estuches de ceras Dacs. Ágata Ruiz de la Prada asesoró muy bien, por ejemplo, a los daneses en su estilo. Pero la mayoría de payasos y payasas participantes fueron fieles al festival y decidieron que la tonalidad de sus disfraces fuera el color “oficial” de toda la vida en Eurovisión: el rosa pink panther. La sosa de la presentadora iba de rosa, el cuadrilátero del suelo se volvía a veces también rosa, e inclusive las pajaritas de los payasos eran de color rosa la mayoría.

Comencemos el descuartizamiento.

El numerito del dúo Baethoven fue el que se merece, sin duda alguna, el Oscar a los más frikis. Este fue para mí el winner de la velada. Pero además, con todo el cariño, sin ánimos de ofender. Intentaron los dos payasos, uno solista y el otro como un loco al piano, homenajear a toda una serie de personajes históricos que no tenían relación alguna unos con otros, así como a una serie de oficios como el de filósofo y pensador, el de actor, músico, a los propios clowns o humoristas, como por ejemplo Harold LLoyd. Por ahí desfilaban también Michael Caine, John Wayne, Colón, Sigmund Freud, Sócrates, Hércules, Mendelsson, Beethoven, etc. Si la Eurovisión de este año en sí misma era un potaje indigesto, esta canción por sí sola era un verdadero batiburrillo. Pero tuvo su gracia, y además era muy pegadiza. Sin dejar de ser el bodrio del siglo como composicion musical, era digna de Fofó, aquél genial clown de la familia Aragón, Los payasos de la tele española. Y yo que soy muy cinéfila, y que siento mucho que la filosofía, la cultura, la música clásica y todo eso estén perdiendo cada vez más fuelle con el paso del tiempo, pues que quieren que les diga, que prefiero mil veces este numerito a los bodriacos del Scott Fitzgerald ese, o el del francés Gérard Lenorman.

The Boulevard presentaron Nauravat silmät muistetaanotro de mis bodrios favoritos para la ocasión. Se pusieron de nombre The Boulevard, con el inglés y el francés mezclados (Un boulevard en francés creo que es el paseo peatonal en medio de una avenida). Y es que el finlandés, ya se sabe que es dificilísimo, rarísimo, y no da el pego para lo artístico y musical. Yo siempre he pensado que es al revés, me gusta más la originalidad de estos idiomas tan extraños, como el finlandés; pero si los artistas dicen que no, pues allá ellos. De esta troup de payasos destacaban el solista, con su modelito y camisa blanca, como recién salido del colegio de los padres salesianos, y el que tocaba la pandereta como un descosido. The Boulevard solo obtuvieron 3 votos y quedaron penúltimos. Yo los tengo en mi top 10, justo con un puntito.

Mazhar, Fuat y Özkan, que respondían al nombre artístico de MFÖ, ya representaron a la tele de su país en 1985. Fueron de los que más gustaron a los títeres españoles reunidos en Prado del Rey para la ocasión y que dieran sus votos. La verdad es que no sabían cantar, pero como payasos para amenizar fiestas infantiles no estaban mal. El más gracioso era el de la boina.

La payasada española, como era de esperar, destacó bastante. Era un extraordinario refrito de pachanga, bandurria, el “Corro de la Patata”, los Chiripitiflaúticos y los Payasos de la Tele, todo junto. No hubo coreografía, sencillamente cada uno de los intérpretes iba a su aire, al libre albedrío, como si estuviesen en la función del colegio de final de curso. Las dos flamencas con abanicos eran para matarlas, pero sin duda alguna, el payaso que más destacó de entre toda la troup fue Carmelo Martínez, dando vueltecitas sobre sí mismo y desafinando como una golondrina. Este mismo clown intentó participar de nuevo años más tarde, no me acuerdo ahora en qué edición.

La letra de la canción no tenía desperdicio. No es que fuera demasiado rompedora, más bien era de lo más tópica: made in spain se llamaba la chica protagonista, es decir, “fabricada en España”, de esta forma asimilaba a las mujeres con objetos. Después decía algo así como que en las horas de abstinencia de sexo con ella, el chico se encontraba fatal; que si la chica era como un pasaporte para viajar (que no sé muy bien qué quería decir con eso, como si el resto de las mujeres de este mundo fueran una mierda comparadas con las españolas, imagino). Vamos que, no es que la letra fuera como muy feminista. Si las feministas de hoy día, que se han puesto de moda por todos sitios, escuchasen ahora la canción, les daría a todas un patatús. En resumidas cuentas, que yo lo ví como muy tópico todo. Solo faltó en el escenario un torero y el toro. Si al menos el tema se hubiese titulado El chico que yo quiero (made in Spain), me hubiera gustado más. Por lo menos hubiera sonado más original.

Y todo esto, ¡a finales ya de la década de los '80! ¡Imaginénse ustedes que clase de letras salían todavía de los imaginativos cerebros de los fabricantes de canciones españoles! Como imaginativos fueron también los israelíes aquel año, en esta especie de “Función de payasos de parvulario para final del curso 1988”. La payasa fue Yardena Arazi, la misma presentadora de la Eurovisión '79. Estuvo acompañada de un grupo de clowns vizcaínos, ataviados con boinas rojas, tocando el acordeón y la pandereta. El tema se titulaba Ben Adam (El ser humano), del mismo estilo que De Santurce a Bilbao vengo por toda la orilla con la falda arremangá luciendo la pantorrilla.

La clown ganadora fue la canadiense Céline Dion. LLevó la canción La vie en rose. El famoso tema de Edith Piaf, en una nueva versión. De hecho, todas las cadenas francófonas llevaban enviando este mismo tema, en diferentes versiones (como si fueran canciones distintas y diversas) desde 1956. Como la cosa casi siempre les iba la mar de bien (como en este caso), pues no se preocupaban en romperse los cascos inútilmente a la hora de escoger representante y canción. De lo que sí se preocupaban (como pudimos ver ese año con Suiza) es del modelito a presentar. Aunque, si a mí me hubieran obligado a vestirme de esa misma guisa con la que salió Céline Dion, hubiera preferido salir en bragas o con tanga. Y le hubiera puesto por montera la dichosa faldillita al realizador de la televisión suiza que me hubiera obligado a ponérmela.

Maxi y Chris, de Alemania, parecían más amantes que madre e hija. Nos presentaron el ya clásico villancico con el que ya nos solía tener acostumbrados Alemania. En esta ocasión mucho más edulcorado y empalagoso que de costumbre, más incluso que el ganador de 1982. Las dos se travistieron de hombre.

De entre las dos canciones cantadas en alemán, quizás la mejor de las dos baladas fuese la de Austria, titulada Lisa, Mona Lisa. Pero no se confundan, fijénse que digo la mejor balada, porque lo que es el payaso que la interpretó…, eso ya es otro cantar. O más bien habría que decir, que la destrozó. Wilfried, así se llamaba el payaso, salió con los pelos de punta. Como lo de Espinete estaba todavía reciente, se puso de moda ese año en Eurovisión, y muchos payasos salían con los pelos de punta (a parte de teñidos de colores). Wilfried no sabía cantar, no tenía voz, desafinaba lo poco que cantaba, apenas se le oía, y para más “inri”, al final de la canción, acabó destrozando el tema por completo, con un espantoso y apoteósico gallo final. Un berrido, que riánse ustedes del de la “Vaca que ríe”. La mujer que le hizo los coros cantaba mejor que él.

El matrimonio formado por Kirsten Sigaard y Soeren Bundgaard eran un par de horteras daneses que ya habían representado a la tele de su país en dos ocasiones anteriores. En las tres oportunidades Kirsten acudió preñada, pero esta vez su embarazo estaba tan, tan avanzado, pero tanto, tanto (como se puede apreciar cuando se colocó de perfil para saludar al final), que según contó la propia comentarista española, Beatriz Pécker, había una ambulancia aparcada en la puerta del Point Theater esperándola, por si las moscas. No fuera a ser que rompiera aguas en mitad del show. Show que, indudablemente, fue el mejor quizás de toda la “Función Final de Parvulario” de este curso '88.

Los payasos daneses nos enseñaron toda la gama de colores de lápices “Alpino”, ceras Dacs y rotuladores “Carioca”. La bailarina amarilla se llevaba la Palma, y Kirsten Sigaard, con los pelos de punta y coloreados,  volvió otra vez sin el diente incisivo superior que le faltaba (igual que en sus tres participaciones anteriores). Se ve que esta mujer no tenía dinero ni tiempo para ir al dentista. Como colofón de oro final, destacó el director de orquesta, el cual acabó con su cabeza atravesada por una de las guitarras de plástico amarillas de los payasos. Era el mismo gilipollas de blanco del año siguiente, 1989; el que salió con la Salomé roja aquella, y que se subió al escenario para bailar con ella, dejando a la orquesta sola con un sustituto.

Afroditi Frida presentó el único homenaje “serio” a todos los clown del mundo de la velada. Su canción se tituló precisamente Clown, así tal cual. Hacia el final del número salió una chica disfrazada de clown bailando claqué. Afroditi optó por el color rosa en su modelito y por llevar también los pelos de punta. El gilipuertas que la acompañaba era horrible, mejor se hubiese quedado en su casa, y el resto de las payasas pasables. La verdad que fue un homenaje muy insulso.

Los portugueses se equivocaron de festival. A ver, me explico: no es que se equivocaran de festival, sino de canción y disfraz. La cantante era Dora, la misma que en 1986. Pero aquí, en 1988, salió disfrazada de cupletera española de la década de los '30, y en cambio vestía de payasa en 1986, cuando debería haber sido justo al revés. Es decir, Nâo cejas mau pra mim, y el modelito para la ocasión, deberían haberse visto aquí. Y “Estrellita Castro” y su Voltarei deberían haber salido allá, en 1986. ¿Me explico? Espero que sí. De toda formas, la canción no estaba tan mal. Por ahí por youtube corre un vídeo de la RTP con Dora vestida como Dios manda y peinada con una trenza, muy elegante, de cuando la canción fue elegida. Échenle un vistazo, verán la diferencia con la actuación en directo en todos los sentidos. Si la hubiera interpretado así y no hubiese salido de esa guisa, quizás hubiera rascado más votos, no solo los escasos del jurado de títeres españoles. Ellos a nosotros no nos votaron, como tampoco lo hicieron al año siguiente con Nina. Los portugueses es que no se enteraban de nada. Con irse a navegar, que es lo único que sabían hacer ya tenían suficiente.

Por último, el grupo Srebrna krila (Silver Wings), de Yugoslavia, llevó una canción que no estaba del todo mal, de título Mangup (Golfo), a pesar de que el jurado de títeres españoles en Prado del Rey, empezando por Laura Valenzuela, se escandalizara por su sexto puesto final. Digo que no estaba mal la canción, obviamente, porque lo que es la payasa que la interpretó…, pues que tenía un pito, que ya quisiera Ana Torroja de Mecano haberlo tenido para ella (que ya es decir).

Hemos llegado al final de la función. Gracias por su paciencia. Pero…¡no se vayan todavía, que aún hay más! Ahora conviene comentar el papelón que hicieron el conjunto de títeres y marionetas españolas que formaron parte del jurado español en Prado del Rey.

Estuvo el jurado presidido por la cantante Marta Sánchez. La pobre estaba más perdida que en un laberinto de cipreses. Ponía un careto, mirando a un lado y a otro del plató como diciendo: “¿Pero que hace una chica como yo en un sitio como este?”. No sabía ni cómo presentarse. Al lado de ella estaba sentada Laura Valenzuela, la que fue presentadora del festival de 1969 en Madrid, la cual parecía que era la verdadera presentadora también aquí. Laura Valenzuela llevaba la voz cantante. Fue un jurado compuesto por más famosos que de costumbre, entre actores, actrices, periodistas, modelos, escritores y toreros.

Marta Sanchez dijo toda contrariada: “Nosotros es que somos muy buenos, no como los ingleses e irlandeses, que no nos han dado ningún voto, a pesar de que nosotros les hemos dado las máximas puntuaciones”. ¿Y de eso te extrañabas, monada? Esta chica no tenía ni idea de dónde estaba ni de qué palo iba aquello. Laura Valenzuela hablaba más que ella. Lo más curioso de todo fue que a todos los títeres les gustó lo mismo, y votaron a lo mismo. Y pusieron a parir también a la ganadora, tratándola de cursi, de hortera, de anticuada y desfasada, de mal vestida y peinada. Entonces, ¿cómo es posible que le concedieran 8 votos a Céline Dion, si no les gustó nada de nada? ¿Cómo es posible que dieciocho títeres distintos, de diferentes profesiones, edades y sexo tengan el mismo gusto musical, y voten todos lo mismo?

Para Marta Sánchez fue su primera ocasión en que hizo el más espantoso de los ridículos. Le venía demasiado grande el papel de presentadora, o no supo seguir el guión (si es que había alguno), y en la tertulia final dijo: “A ver, ¿qué opináis? Ayudadme un poco, por qué lado empiezo…”. Volvió a hacer el ridículo años más tarde, en 1991, cuando se fue hacer de “mujer objeto” al Golfo Pérsico para distraer a nuestros chicos de la armada allí destinados en la Guerra del Golfo. Pero el bochorno más horroroso lo sufrimos todos los españoles, varias décadas después, cuando intentó poner letra al himno de España, tras el encargo que le hicieron los de la derechona de este país tan saleroso. Aquello sí que fue la vergüenza ajena más grande e infrahumana que tuvimos que soportar los españolitos de a pie. Desde entonces, Marta Sánchez ha desaparecido del mapa y vive retirada y escondida. Yo por lo menos, no la veo por ninguna parte.

Para acabar, quisiera aprovechar la columna para darle un consejo a nuestro incauto e inocente representante de este año en Eurovisión. Espero que sea también seguidor de esta web y tenga oportunidad de leer este consejo, y si no, haber si tengo suerte y los responsables de la web se lo hacen llegar, aunque sea en fotocopia; ya les doy yo permiso para hacerlo.

Mira Blas: ¡cámbiate el nombre! Escoge otro nombre artístico. Si puede ser en inglés mejor. Sobre todo te ayudará más en tu prometedora carrera, si es que sobrevives al festival. Es que no sé, yo tu nombre y apellido los veo como…, ¿cómo te diría?, como demasiado “españoles”. No sé si me entiendes. Por ejemplo, Massiel, no se llama en realidad Massiel; se llama María de los Ángeles Santamaría. Pero, claro, como tú comprenderás, con ese nombre no iba a recorrer el mundo, no daba el pego. Otro ejemplo: Salomé, en realidad no se llama Salomé; se llama María Rosa Marco Poquet. Pero, claro, ¡no iba a salir por ahí con ese nombre! Te pongo un tercer ejemplo para que lo entiendas: Karina se llama realmente María Isabel LLaudes Santiago; pero claro, como que iba a ser que NO. 

Si me permites un segundo consejo (pero de buen rollo ¿eh?), apúntate a infojobs. No vaya a ser que, a partir de junio tuvieras que ir pensando en buscar trabajo y dedicarte a la música en tus ratos libres (que cantas muy bien, por cierto). Lo digo, porque esto mismo tuvieron que hacer personas como Anabel Conde (maestra de primaria en Fuengirola), Las Ketchup (peluqueras), Ramón del Castillo (trabaja en una televisión noruega), Alejandro Abad (se dedica a hacer el gilipollas por esos platós de Tele Circo), Nina (es maestra de danza), Rosa de España (se dedica a ir de invitada por esos platós de dios también), Lucía Pérez (trabaja de asistenta en casa de Núñez Feijoo, preparándole los huevos fritos con jamón del desayuno, todas las mañanas), Serafín Zubiri (escala montañas), Patricia Kraus (fue abducida por alienígenas), Eva Santamaría (anda más perdida por ahí, que no se sabe a qué se dedica ahora), Manel Navarro (se ha puesto un granja de pollos en el Penedés)… Y así podría continuar con una lista bien larga.

Te deseo mucha suerte en mayo, en Rotterdam, pues la vas a necesitar, y mucho, me temo.

LO MÁS INTERESANTE DE 1988

Canción favorita: Ti scrivo, Luca Barbarossa, ITALIA

2º Take him Home, Jump the Gun, IRLANDA
3º Laissez briller le soleil, Raynahert, BÉLGICA
4º Sufi (Hey ya Hey), MFÖ, TURQUÍA
5º Ben Adam, Yardena Arazi, ISRAEL
6º Croire, Lara Fabian, LUXEMBURGO
Ne partez pas sans moi, Céline Dion, SUIZA
8º Socrates, Baethoven, ISLANDIA
9º Go, Scott Fitzgerald, REINO UNIDO
10º Nauravat Silmät Muistetaan, The Boulevard, FINLANDIA

La mejor canción de Eurovisión '88; Ti scrivo, versión extendida. Conocida también como Vivo

Ti scrivo (Vivo), interpretada en concierto y en directo por el Joaquín Sabina italiano del momento.

El mejor show de payasos de la función, con Kirsten Sigaard a punto de romper aguas. Ágata Ruiz de la Prada fue su consejera estilista.

Marta Sánchez, más perdida que un dedal en un saco de paja. Laura Valenzuela,que llevaba la voz cantante, acabó siendo la maestra de ceremonias.

Marta Sánchez, definitivamente relegada ya a un segundo plano.

A los títeres españoles les gustaba las canciones con más “marcha”; como si las lentas no tuvieran nada que hacer en este mundo. Ellos mismos se contradecían contínuamente unos con otros, pues, no obstante, sí que votaron a las lentas de Inglaterra e Irlanda. Por cierto, ¿quién sería la “hija del notario” a la que aludían tanto?

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