ENTRE LA VICTORIA Y LA VIDA

A una semana de las elecciones generales pertenezco a ese grupo de población que la estadística cataloga como “indecisos”. Nunca he entendido esta categoría, yo que me considero una persona de carácter e ideas claras, siempre he pensado que los indecisos eran todo lo contrario, gente sin personalidad ni criterio propio. También creía que era imposible […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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ENTRE LA VICTORIA Y LA VIDA


A una semana de las elecciones generales pertenezco a ese grupo de población que la estadística cataloga como “indecisos”. Nunca he entendido esta categoría, yo que me considero una persona de carácter e ideas claras, siempre he pensado que los indecisos eran todo lo contrario, gente sin personalidad ni criterio propio. También creía que era imposible tener dos amores porque, dentro de mi mente eurofan acostumbrada a clasificar, puntuar y votarlo todo, iba a querer a alguien, aunque fuera por la mínima, un poquito más, o en días alternos. Vivir para ver, a falta de siete días para la gran decisión, me siento entre la victoria y la vida, y no sé a quien votar. 

Antes de nada, me parece importante comenzar felicitando a TVE por dos decisiones, la primera, por realizar una final nacional de España para Eurovisión con voz y voto de la audiencia, y la segunda, por haber invitado a seis artistas diferentes, frescos y jóvenes, con equipos nuevos en estas lides, y con proyección nacional e internacional. El proceso no es perfecto, ni todas las decisiones son correctas, pero se agradece y mucho el cambio de aires aunque sea en forma de suave brisa por los pasillos de Torrespaña. Cualquiera de las seis candidaturas podría hacer un papel digno a nivel artístico pero, ahora, necesitamos decidir la que, además, puede ser competitiva.

Las seis propuestas parecen haber sido sutilmente divididas entre internacionales, con Barei, Electric Nana y Xuso Jones, y nacionales, con María Isabel, Maverick y Salvador Beltrán. Dentro del primer grupo tendríamos el extremo comercial de Victorious, el independiente de Now, y el punto intermedio de Say yay!, mientras que en el segundo estaría la opción española de Días de alegría, la latina de Un mundo más feliz, o la posibilidad eurovisiva de La vida solo es una. Este es el punto de partida de mi indecisión, ya que teniendo claras mis apuestas cañí y europea, no sé hacia donde inclinar la balanza.

XUSO JONES

No voy a negar que siento debilidad por Xuso Jones. Un artista que me agrada porque sin tener una gran voz, me gusta escucharlo cantar, sin ser especialmente guapo, me resulta muy atractivo que vale el doble, y sin tener una personalidad arrolladora, sí tiene mucho más carácter, ideas y profesionalidad de lo que a priori pueda parecer. El chico me cae en gracia.

Victorious para algunos es eurovisiva, manida y sueca, pero para otros, entre los que me incluyo, es comercial, internacional y vendible. Una canción que podría sonar en cualquier radiofórmula del mundo, está lista y suena bien, y tiene, sin ninguna duda, la mejor producción de todas las candidaturas en competición.

Eurovisión, musicalmente, suele premiar más la calidad y la moda que lo alternativo y lo innovador. El ejemplo más cercano lo tenemos en Viena 2015, donde ni Rusia, ni Italia, ni mucho menos la ganadora Suecia, descubrieron la pólvora, y se limitaron a dar calidad musical y ofrecer un buen espectáculo. España, sin embargo, viene de la última de varias malas experiencias con las candidaturas de importación, algunas por su mala calidad, y otras por comprarse de segunda o tercera mano. En este caso, no obstante, nos encontramos con un proyecto propio, diseñado por y para Xuso Jones, y junto a su equipo de confianza. 

El festival, a lo largo de su historia, también ha estado marcado por ganadoras que dejaron su huella y abrieron el camino a varias sucesoras, como Loreen con Emmelie de Forest y Mans Zelmerlow, Sertab Erener con Ruslana y Helena Paparizou, France Gall con Sandie Shaw y la propia Massiel, todas las vencedoras irlandesas una detrás de otra, o ABBA como referentes de generaciones bajo el soniquete eurovisivo. Xuso Jones llega a rebufo de Suecia y el Melodifestivalen, de tantos éxitos y varios fracasos llegados desde los dominios de Christer Bjorkman, y en la cresta de una ola de la que no sabemos si todavía le queda fuerza para escribir una nueva página o empieza a romper en la continua reinvención de Eurovisión. 

El resultado final es la candidatura más internacional que jamás haya representado a TVE en Europa. Victorious no es el colmo de la originalidad, pero cumple con nota en cuanto a calidad musical, y podría ser muy competitiva, siempre y cuando su experimentado equipo tenga la libertad de desarrollar sus ideas sobre el escenario. Si me decanto en un lado de la balanza por Xuso Jones, al igual que lo hice hace dos años por Ruth Lorenzo, es porque tiene, con sus virtudes y sus carencias, el mejor conjunto, el mayor equilibrio, y el proyecto más solvente para conseguir un buen resultado.

MARÍA ISABEL

Desde hace mucho tiempo defiendo que España debe presentar a Eurovisión algo que la identifique y la diferencie del resto de países. Un producto que mezcle la tradición de nuestros sonidos con las tendencias actuales, un Bandido, un Dile que la quiero o un Dime adaptados al 2016, básicamente la fórmula del éxito griego o turco en el festival.

La vida sólo es una se adapta a la perfección a este patrón, con un inicio brutal que desde la primera nota se identifica como español, y con el que se caería el Globen Arena de Estocolmo, con un estribillo y unos coros hipnóticamente pegadizos, y un ritmo alegre y festivo. Una canción que podría sonar en las discotecas de cualquier parte del mundo entre Enrique Iglesias y Álvaro Soler.

Muchos españolitos de a pie piensan que este estilo de música no gusta en Europa, quizá influídos por lo que yo he bautizado como el Trauma Remedios Amaya, pero lo cierto es que quien haya viajado un poquito por el continente sabrá que no es verdad, y el carácter latino suena en las radios y discotecas de todo el mundo, y no son pocos los superventas que se cuelan en las listas del éxitos al cabo de cada año.

El problema que España ha tenido en Eurovisión cuando hemos sacado las castañuelas, la mantilla y la peineta no han sido nuestras raíces, sino el perfil de determinadas candidaturas, algunas porque fueron adelantadas a su época, como La Barca, y otras porque ni siquiera gustaban dentro de nuestras fronteras, como Ay, qué deseo, Brujería o Un bloodymary. A fin de cuentas, y nunca mejor dicho, no hay nada más cañi que Antes muerta que sencilla de la propia María Isabel.

TVE, por su parte, tendría el producto hecho y listo para vender, la ganadora de Eurovisión Junior que vuelve para ganar el Festival Senior. Precisamente la duda que me genera esta candidatura recae en la propia María Isabel, de quien no dudo de su voz y su arte, y me remito a numerosos vídeos publicados en los últimos años en YouTube, pero con unas actuaciones recientes muy mediocres que la obligan a trabajar muy duro la técnica vocal, la expresión corporal, la presencia escénica y su propia imagen. Si hace una actuación mínimamente aceptable tengo más que claro que será la representante de España en Eurovisión 2016 con el apoyo del jurado internacional y el televoto.

 
OBJETIVO EUROVISIÓN

Con el corazón y la razón dividido entre Xuso Jones y María Isabel, no quiero dejar escapar la oportunidad de hablar y transmitir mis sensaciones del resto de artistas que tienen como Objetivo Eurovisión.

Barei con Say yay! es la tercera en discordia. Bárbara es defendida como el cambio de España en Eurovisión, pero lo cierto es que cumple a la perfección con el patrón conservador de diva eurofan, mujer de gran voz, imponente físico y de armas tomar en lo personal, con el aliciente de empatía que genera la injusticia cometida contra ella al carecer de discográfica e imponerle condiciones a su proyecto. Say yay!, si hablamos de potencial, es un pelotazo, con un estilo indeterminado entre el disco, el eurodance y el funky, con reminiscencias noventeras, y unos coros brutales en los que, además, ha conseguido integrar a la perfección el obligado español. Si pienso en la realidad actual, sin embargo, el tema no está listo necesitando una producción mejor suene a éxito y no a maqueta. Muchos defensores de esta candidatura achacan a su rival más directo, Xuso Jones, el que vaya a haber muchos solistas masculinos del mismo estilo y, quizá, mejores, pero yo precisamente opino lo mismo de Barei, a quien no le van a faltar rivales que le podrían hacer mucho daño para posicionarse frente a su público objetivo, por lo que habrá que esperar a los directos para comprobar si podría marcar la diferencia de alguna forma más allá de un proyecto que, indudablemente, es muy atractivo. Si vuelvo a pensar en hacer las maletas en mayo para Estocolmo, pondría tres, una para Xuso Jones, otra para María Isabel, y otra para Barei, pero si pienso en viajar hoy, la de esta última se quedaría sin terminar, de momento.

Días de Alegría ha sido la sorpresa positiva. No tenemos a Alejandro Sanz, ni a Pablo Alborán, ni a Pablo López, pero sí a Salvador Beltrán que no es tan famoso pero canta igual de bien y es igual de mono y talentoso. Me ha conquistado especialmente por dos motivos esta apuesta, primero, por el inicio y el final tan marcados y llamativamente españoles, y segundo, por un estribillo alegre y rítmico, y todo sin caer en la pachanga, combinando la rumbita con un toque funky. No es la candidatura que a priori yo elegiría para Eurovisión, sobre todo este año en el que la partida cañí la gana por goleada María Isabel, pero no me desagradaría en absoluto su elección. No obstante, a pesar de la alegría, es una propuesta que solo garantizaría un buen papel artístico, pero no competitivo.

Si Salvador Beltrán es la parte positiva, la negativa, con todo el dolor de mi corazón, es Electric Nana. Mónica lo tenía todo para conseguir el apoyo unánime de los eurofans, pero ha arriesgado, y se ha equivocado. No se trataba de presentar una extensión de sus éxitos, ni de proponer algo folkie puramente Electric Nana, ni algo electrónico rollo Guille Mostaza, sino de hacer una combinación equilibrada de todos los ingredientes. El resultado es un exceso de estilo, de estribillo, de ritmos, de idiomas, y de todo, menos de duración. Un pastiche que, sin sonar mal, no es ni atractivo ni competitivo en Eurovisión, a pesar de intuir un potencial oculto en esa rapidez que se adivina en la producción. Electric Nana, no obstante, ya es una de las triunfadores de la final nacional, ha ganado muchísimos fans que han descubierto a una pedazo de artista y todo un personaje. Lo mejor que le puede pasar ahora es quedarse aquí, y realizar una segunda intentona en el futuro, incluso repitiendo el mismo equipo de lujo con el que ha estado trabajando, pero con un producto mejor pensado, más elaborado y mejor presentado para, a partir de ahí, hacer algo grande.

Finalmente, os confieso un pequeño secreto: Desde el momento en el que fue anunciado el tándem entre Maverick y Juan Magán, he pensado que esto estaba más que sentenciado. Mis expectativas, además, eran altas, ya que su single debut, Princesa descalza, no ha parado de sonar en mi lista de reproducción desde que salió a la venta. Mi sorpresa ha sido que, en vez de encontrarme con un pelotazo de Juan Magán, dispuesto a arrasar en Eurovisión y a lanzar al estrellato a Maverick, nos han colado un deshecho que suena a horas bajas de Kike Santander, pero que incluso hubiera rechazado Vicente Seguí en Operación Triunfo 2004. Ni Un mundo más feliz tiene absolutamente nada que hacer en Eurovisión, ni el propio Maverick se merece algo tan mediocre, y aunque estas palabras puedan parecer duras, están escritas con todo el cariño del mundo, por la ternura que me despierta este artista, y por su indudable calidad artística. Ojalá no tenga que pasar por el festival siendo algo que no es, pronto le dejen ser musicalmente él mismo, y se pueda replantear en el futuro volver a una final nacional con una apuesta auténtica y personal.

 
ENTRE LA VICTORIA Y LA VIDA

La cuenta atrás ha comenzado, tan solo una semana nos separa de conocer el próximo representante de España en Eurovisión. Siete días para decidir un voto, y para pensar y meditar entre la apuesta internacional, comercial y moderna de Xuso Jones, y la propuesta cañí que nos identifica y nos diferencia de María Isabel. Dos opciones a mi juicio más que notables, pero no las únicas, y es que sea quien sea el afortunado que pisará el escenario del Globen Arena, nos podremos sentir orgullosos de empezar a caminar en la dirección correcta y con el viento a favor para que #GanemosEurovisión, y tan ricamente.

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