EL FALSO PRINCIPIO DEL CAMBIO

Llevo varias semanas leyendo crónicas acerca de la victoria de Salvador Sobral. Muchos críticos, coinciden en que representa la renovación y la apertura de un tiempo nuevo en Eurovisión, y quizá lleven algo de razón, pero creo que en realidad, la victoria de este año, no es nada más que la confirmación de una tendencia […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EL FALSO PRINCIPIO DEL CAMBIO

Llevo varias semanas leyendo crónicas acerca de la victoria de Salvador Sobral. Muchos críticos, coinciden en que representa la renovación y la apertura de un tiempo nuevo en Eurovisión, y quizá lleven algo de razón, pero creo que en realidad, la victoria de este año, no es nada más que la confirmación de una tendencia que se observa desde hace 4 ediciones.

El verdadero inicio de esta corriente hay que buscarlo varios años atrás, concretamente en Copenhague 2014, cuando una inteligentísima Conchita supo apoyar su canción en un mensaje reivindicativo de apoyo al movimiento LGTB. Su potente imagen junto con una buena canción, hizo el resto. En aquel entonces, muchos nos quedamos simplemente en “el personaje”, pensando que quizá el público se había decantado por Conchita por razones de empatía, mensaje, etc. Con el tiempo, Conchita se ha convertido en un icono de lucha por los derchos de los homosexuales, así que obviamente, el mensaje elegido no fue una triquiñuela usada para recaudar más votos.

Al año siguiente, Mans Zelmerlow, incontestable ganador en Austria utilizó una escenografía con elementos infantiles (véase monigotes representando a niños) y se apoyó en la lucha contra el bullying o acoso escolar para dotar a la letra de su canción de un sentido más profundo. Por supuesto, la canción en sí, era un caramelito para optar a ganar el festival per se, pero la delegación sueca quiso respaldar la canción con el testimonio de Mans, que llegó a contar que él mismo en su infancia había sufrido acoso. Y en la ceremonia de apertura del año siguiente, los niños tuvieron un papel preeminente en su actuación.

En 2016, Jamala con una canción ultracontrovertida con un mensaje clarísimo y polémico, (político para más señas), con una impresionante técnica vocal y una canción muy sentida, consiguieron arrebatarle la victoria al favorito Sergey Lazarev. No me meteré en juzgar si se debió permitir o no, pero la historia familiar de la cantante y su expresividad en el escenario dotaron de una gran credibilidad la historia contada que representa 1944. Jamala se ha convertido en un símbolo para los ucranianos que se consideran oprimidos por razones geopolíticas, posiblemente gracias a su identidad fiel a sus raíces.

Y este año, Salvador Sobral, con su Amar pelos dois reivindica la sencillez, la vuelta a lo natural, a desprendernos del exceso de artificio. Es un mensaje muy coherente con lo que hasta ahora sabemos de él: durante el festival mantuvo un perfil bajo de gran discreción en lo tocante a su vida personal. Salvador no solo es un héroe en Portugal por la gesta conseguida, sino que es admirado por cantantes de todo el mundo que versionan o apoyan el estilo de su canción. Huelga decir que es un brillante ganador al igual que sus predecesores. Y aquí viene mi reflexión.

El tiempo de los artificios y los falsos cambios de luces ya ha pasado; no se va a impresionar más el público porque el cantante cambie de vestido 4 veces durante la actuación o 5 bailarinas ejecuten una complicada coreografía. 
Ya no se necesita solamente una buena canción con su escenografía para ganar. Ahora, además, es necesario un mensaje potente que sea defendido con coherencia por un cantante carismático. Necesitamos encontrar un leit motiv que sea lo suficientemente importante como para hacer de la canción su vehículo de difusión. Y eso no se consigue en una preselección montada a toda prisa por los de siempre.

No me voy a explayar acerca de lo que ya sabemos pero, lamentablemente, si RTVE sigue empecinada en practicar sus habituales técnicas de selección de representante, cada vez será más dificil coger el hilo que nos devuelva a los primeros puestos de la tabla si no hay un cambio radical de actitud.

Atentamente.

Lior_Gabala

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