EL CAMINO QUE LLEVA A TEL AVIV: De Tirana a Berlín

Punto y final a las finales nacionales y elecciones internas de Eurovisión, uno de mis momentos eurovisivos favoritos del año, descubriendo un montón de canciones y cantantes que compiten por representar a su país en el festival y los seleccionados a dedo por sus televisiones. Ahora, como cada edición, comienza el camino que nos lleva […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EL CAMINO QUE LLEVA A TEL AVIV: De Tirana a Berlín

Punto y final a las finales nacionales y elecciones internas de Eurovisión, uno de mis momentos eurovisivos favoritos del año, descubriendo un montón de canciones y cantantes que compiten por representar a su país en el festival y los seleccionados a dedo por sus televisiones. Ahora, como cada edición, comienza el camino que nos lleva a Tel Aviv, y etapa a etapa recopilo las críticas que he ido realizando a primera escucha y vista, y periódicamente publico en mi página de Facebook, en la que todos sois bienvenidos para debatir. Arrancamos los motores con las 13 primeras candidaturas seleccionadas, desde Albania hasta Alemania, donde nos esperan dos sobresalientes, tres notables, dos bien, tres aprobados y tres suspensos. Gracias por leer, comentar, compartir y acompañarme en este viaje a Eurovisión 2019.

Albania: Jonida Maliqi – Ktheju tokes.

La RTSH cumple la tradición y abre la lista de participantes en Eurovisión 2019. Ktheju tokes es lo que Europa espera de Albania, a saber, una balada dramática de gran carga emocional y sonidos étnicos, interpretada por una diva al uso de voz portentosa y gran poderío escénico. La fórmula funciona al oído, pero fracasa a la vista, con una espantosa puesta en escena que le resta toda la magia a la actuación. Tampoco ayuda a concentrarse el horrible vestuario y maquillaje de Jonida Maliqi, bellísima, bajo esa capa ingente de maquillaje, tules y bisutería. Albania tiene mimbres para ofrecer una buena candidatura, con una buena canción y una mejor cantante, pero también tiene cinco meses por delante para presentarla con un necesario lavado de cara. Nota: Aprobado.

Francia: Bilal Hassani – Roi.

Un niño de 19 años, francés, de origen marroquí, gay y de familia musulmana representará a su país, en Tel Aviv, con una canción llamada Rey. Pocas veces hemos tenido una candidatura tan interesante y transgresora en Eurovisión, cuando ya creíamos haberlo visto todo, y pocos se están parando a calibrar su potencial. En lo estrictamente musical, el tema compuesto por los representantes galos precedentes, Madame Monsieur, está francamente bien en su versión en estudio, pero hace aguas sobre el escenario con un directo mediocre y una interpretación peor si cabe. No obstante, el equipo de France 2 tiene más de tres meses de preparación y todos los ingredientes para poder hacer algo grande. No podemos olvidar que la música no solo es técnica, voz y expresividad, también importa y mucho el mensaje que se quiere transmitir y la historia de quien lo cuenta, y aquí tenemos una que, como mínimo, llama la atención y provoca pasiones enfrentadas. A Bilal, toda mi admiración por su valentía. Nota: Notable.

Chequia: Lake Malawi – Friend of a friend.

La maqueta de la canción y la sencillez del videoclip no deberían eclipsar el potencial de la candidatura checa que vuelve a dar una lección de juvenil buen gusto. Con un regusto a pop ochentero y una pizca del house más actual, el trío Lake Malawi va a sonar en Tel Aviv, pero también podría hacerlo perfectamente en las madrugadas de la Mtv. Sí me parece necesario, no obstante, darle una nueva producción al tema para que algunos oídos no confundan lo vintage con lo antiguo. Nota: Bien.

Reino Unido: Michael Rice – Bigger than us.

Sí, las candidaturas del Reino Unido son impropias de su industria musical. Sí, también es indigno que tengan que recurrir para sus canciones a talleres de composición o a la manufactura sueca. Y sí, por supuesto que es humillante el trato que la BBC le da a la preselección de Eurovisión, relegada al segundo canal de la pública, y con una calidad audiovisual sonrojante. Una vez aclarados todos estos puntos de partida, hay que decir que la delegación británica trae este año un temazo. Sí, es un himno eurovisivo, también recuerda a mil y una canciones del festival, y por supuesto que es típica y tópica, pero eso no le impide ser igualmente disfrutable. El estribillo funciona solo, los coros son una delicia y la melodía y armonías se pegan a primera escucha. La base la tienen, y el trabajo por delante también. Michael tiene una gran voz, pero un nulo control sobre ella, con un exceso de improvisación y floritura que restan gran parte de la magia a la actuación, probablemente debido a su escasísima experiencia musical, algo que también se nota en su errática y sobreactuada interpretación. Al Reino Unido lo que mejor le funciona en Eurovisión son este tipo de baladas, y no tengo ninguna duda que está también puede dar el pego, siempre que consigan presentar todos los ingredientes en su justa medida. Nota: Notable.

Australia: Kate Miller-Heidke – Zero gravity.

Australia celebró su primera nacional de la historia para Eurovisión y, por si acaso tenían dudas sobre qué elegir, han seleccionado una actuación que lo tiene todo. Una canción de difícil digestión, excesiva e inconexa, y no siempre bien cantada en directo, cuya barroca y desconcertante puesta en escena la hace si cabe más irritante. Toda una sobredosis audiovisual que, en realidad, está vacía de contenido, pues aquí no encontramos un mensaje, ni algo original o nunca visto, y ni siquiera una buena petardada o mamarrachada que nunca está de más. La delegación australiana va por el buen camino eurovisivo, en el sentido de su propia marca y presencia en el festival, pero en este punto en concreto ha perdido completamente el norte cegada por unos fuegos artificiales que ni suenan ni iluminan. Nota: Suspenso.

Montenegro: D-Moll – Heaven.

El primer horror musical de Eurovisión 2019, y espero que el mayor, porque me niego a creer que pueda elegirse algo más mediocre. Conjunto que parece salido de una serie de adolescentes de los años 90, con una imagen y un sonido que ya sería antiguo y barato por entonces, y una sobreactuación que parece que se está cantando algo mucho más trascendental que “cayendo, estoy cayendo del cielo, estoy cayendo del cielo, directo a tu corazón”. Por si fuera poco, la puesta en escena es precisamente de función de fin de curso, y es que hay ideas que si no se tiene creatividad ni presupuesto es mejor prescindir de ellas porque quedan mucho peor que cantar sencillamente delante de un pie de micro. La canción va a ser re-grabada, re-producida y re-todo, pero salvo milagro mayúsculo, esto no tiene solución. Nota: Suspenso.

Italia 2019: Mahmood – Soldi.

Después del impacto inicial de que no ganara Sanremo ninguno de los favoritos en Italia, ni tampoco alguno de los más deseados por los fans, y ni siquiera una de las grandes leyendas locales, sino un artista novel que a todos, menos a la prensa, nos había pasado completamente desapercibido, hubo que esperar algunas horas para juzgar bien el potencial de Italia en Eurovisión 2019, porque lo tiene y mucho. Acostumbrados a sus temas melódicos y a la tradicional canción italiana, la RAI nos sorprende esta edición con una propuesta urbana, en la línea de la música que se escucha en cualquier parte del mundo, y con un trasfondo social que va más allá de la propia actuación en sí. Ahora, además, cuenta con el aliciente de una historia, tan importante en cualquier arte. Quizá, después de todo, haya que darle las gracias a los periodistas por haber visto lo que la mayoría de nosotros no, y por haberle dado en la testa al imbécil de Salvini. Nota: Sobresaliente.

Eslovenia: Zala Kralj & Gasper Santl – Sebi.

Una de las joyitas de Eurovisión 2019, por el momento, parcialmente oculta. Todo es perfecto en ella, y lo que es más sorprendente en la música y la televisión de hoy en día, todo parece natural. La instrumentación es una auténtica delicia, adornada con una preciosa voz y melodía, pero por encima de todo está el carisma y la química que derrochan ambos. Cuando la escucho o la veo me transmiten muchas cosas que pueden ir desde la inocencia hasta la nostalgia, pasando por lo sugerente y lo sexual, y todo a pesar de su aparente desnudez. Zala y Gasper nos presentan un cuidadísimo producto musical y visual que ojalá hubiese sido el que le dejaran desarrollar la pasada edición a Amaia y Alfred. Eslovenia apunta, o debería hacerlo, a su mejor resultado histórico en el festival, y quizá esto también sea casualidad. Nota: Sobresaliente.

Croacia: Roko – The dream.

Mi país fetiche en Eurovisión lleva muchos años perdido, especialmente desde su regreso en 2016, con candidaturas prefabricadas, de poco valor y nula personalidad. Y para muestra un botón. Este año me molesta especialmente al haber sido elegida en el mítico Dora, recuperado después de ocho años de pasotismo de la televisión pública croata, formato del que salieron algunas de las mejores canciones de la historia del festival. No se puede negar que Roko tiene buena voz, pero tanta intensidad y afección me desconcentran más que sus alas, unido a que no empatizo nada con su dispersa interpretación mirando al infinito. Jacques Houdek se ha marcado un tema barroco y pretencioso, lleno de clichés, pero totalmente hueco. Puro humo. Nota: Suspenso.

Letonia: Carousel – That night.

La Supernova de Letonia cambia de rumbo. Después de comenzar su andadura con dos candidaturas entre lo electrónico y lo popero con mucho éxito y fracasar con sus evoluciones naturales, ahora prueba con una propuesta minimalista, con influencias country y jazz, un estribillo muy disfrutable y cierto encanto vintage. A día de hoy me flipa visualmente, un aspecto que siempre es digno de mención en la preselección letona, organizada por una de las televisiones públicas europeas más modestas. Dentro de poco, creo que todo el conjunto conseguirá enamorarme. Nota: Bien.

Estonia: Victor Crone – Storm.

A pesar de la incipiente industria musical local, Estonia recurre a la industria sueca para Eurovisión 2019, tanto que hasta el propio cantante es del país vecino. Desde este punto de partida nos encontramos todo lo que cabe esperar, desde el estribillo milimétrico y pegadizo, hasta las subidas y bajadas, pasando por el típico y tópico soniquete escandinavo. De todas formas, no nos debemos obsesionar con la originalidad y la innovación, pues hay productos que sin inventar nada son muy disfrutables. Storm, de hecho, es un temazo muy bien interpretado por Victor Crone y su voz rota, carisma y un indudable atractivo. La sencillísima puesta en escena, basada simplemente en realización y un llamativo efecto 3D, pone la guinda a la actuación manteniendo la atención sobre ella durante tres minutos. Probablemente consiga un buen o muy buen resultado porque, sin ofrecer nada nuevo, sí aporta calidad, una buena presentación y deja un buen sabor de boca. Nota: Notable.

Rumanía: Ester Peony – On a sunday.

Eurovisión 2019 apunta a ser una edición muy experimental, mística y oscura en lo musical, como lo fue por ejemplo Dublín 1995. Rumanía podría enmarcarse en este grupo de candidaturas, pero en un rango medio, es decir en el montón del montón. No obstante, tiene el potencial suficiente como para hacerse notar algo más que en su preselección, y para ello necesita una nueva producción que la saque de la corrección y la lleve a un terreno más poderoso y tétrico. La cámara, además, quiere a la cantante, pero nuestros oídos no tanto con unos innecesarios, e insufribles, falsetes al final de la actuación que le restan toda la magia al conjunto. Sí, pero de momento, no. Nota: Aprobado.

Alemania: S!sters – Sister.

Alemania ha tenido una de las mejores finales nacionales de la edición y, también, ha hecho una de las elecciones más incomprensibles. Las “hermanas” cantan y actúan bien, su canción es muy bonita y la puesta en escena es efectista, pero nada más. Una candidatura que se deja ver y escuchar, pero dudo mucho que pueda ser la favorita de alguien entre 41 propuestas, y eso es una condena en Eurovisión. No he conseguido entender porque la audiencia alemana, el panel de eurofans y el jurado internacional se decantaron por S!sters en vez de otras opciones que podrían haber luchado por el micrófono de cristal en Tel Aviv como Lilly Among Clouds o Aly Ryan. Quizá todos ellos han sentido algo que yo no. Nota: Aprobado.

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