EL CAMINO QUE LLEVA A TEL AVIV: De Copenhague a San Marino
Después de una parada técnica en el Promo Tour de Eurovisión 2019 y una escala larga en la PrePartyES, continuo el camino que lleva a Tel Aviv, una ruta en la que como todos los años doy mi punto de vista y escucha sobre las candidaturas que competirán en la próxima edición del festival. Creadas a partir de una serie de notas en el día de presentación de cada propuesta y publicadas regularmente en mi página de Facebook, donde os espero para comentar, debatir y rebatir, estas primeras impresiones son totalmente susceptibles de cambios y evolución cuando lleguen los primeros ensayos individuales, los generales y las galas en directo. Mientras llega ese momento, y las esperadas y deseadas sorpresas, disfrutemos de este tramo del viaje que empieza en Dinarcarca y terminará provisionalmente en San Marino, y en el que nos esperan cuatro sobresalientes, y también dos suspensos. Now sit back, relax and enjoy the flight!
Dinamarca: Leonora – Love is forever.
Las candidaturas danesas casi siempre me producen sentimientos encontrados. Y este año no es la excepción. Muchas veces me descubro canturreando Love is forever, tantas como me irrita si me salta en el reproductor. En ocasiones lo doy todo con ella, y otras la paso nada más sonar los primeros acordes. Leonora también me resulta perturbadora. Su voz puede parecerme dulce o insufrible, en función del día, pero lo que no me termina de gustar es su inquietante expresión. Lo que sí me parece admirable es la puesta en escena, una de las más bellísimas que recuerdo en el contexto eurovisivo, donde todavía queda mucho hueco para la creatividad y la imaginación. Nota: Bien.
Lituania: Jurijus – Run with the lions.
Lituania presenta una de sus candidaturas más interesantes de su historia para Eurovisión, pero todavía tiene mucho margen de mejora, tanto a nivel musical como escénico. Jurijus canta muy bien, a pesar de los innecesarios falsetes, y tiene mucha telegenia. Run with the lions, sin descubrir ni aportar nada, es una canción muy agradable de escuchar, pegadiza y con ese matiz oscuro muy común a esta cosecha del 2019. Personalmente arriesgaría más en el conjunto para dotarlo de mayor fuerza y personalidad y salirse de la simple corrección. El mejor ejemplo donde mirarse lo tienen en la vecina Supernova de Letonia. Nota: Bien.
Hungría: Joci Papai – Az en apam.
Joci Papai, a priori, no hace el tipo de música que yo escucho en mi día a día. Sus dos canciones eurovisivas no suelen estar en mis listas de reproducción, aunque me gustan, y mucho. Sus actuaciones, sin embargo, tienen algo que me hechizan por completo. Me parece un cantante excepcional, con una voz prodigiosa y un magnetismo especial que me hipnotiza durante tres minutos. Nuevamente trae una de las candidaturas más auténticas y mejor presentadas de la edición que no dudo que volverá a conquistar a los jueces y espectadores europeos. Nota: Notable.
Bélgica: Eliot – Wake up.
Roberto Bellarosa, Loic Nottet, Blanche, Eliot. La RTBF belga es uno de los mejores ejemplos de resurgir eurovisivo. La estrategia es clara: elegir internamente a un perfecto desconocido, pero con talento y proyección, para interpretar un tema hecho a medida musical y visualmente. Probablemente no sea la combinación más mediática, pero sí es una de las más eficaces y serias para el objetivo final que es, o debería ser, conseguir un buen resultado en Eurovision o, al menos, ofrecer un producto de calidad para representar a todo un país. Lección de juvenil buen gusto, que diría aquel. Nota: Sobresaliente.
Portugal: Conan Osiris – Telemoveis.
Mi admiración a la RTP por la renovación del Festival da Cançao, por invertir ideas y recursos en uno de sus formatos más míticos, por atreverse a experimentar con nuevos sonidos, y por traer el certamen al presente y calar como antaño en la prensa y el público portugués. El gran protagonista, Conan Osiris. Una fusión imperfecta de fado y trap, conceptual hasta lo caricaturesco, y una crítica a la sociedad actual vestida de humor e ironía. Unos lo admirarán, otros lo odiarán, la mayoría no lo entenderá, pero no olvidemos que los primeros serán los que descolgarán el teléfono. Quien no arriesga, no gana, y Portugal ha demostrado tener al menos la intención de querer ganar de nuevo Eurovisión. Nota: Sobresaliente.
Finlandia: Darude con Sebastian Rejman – Look away.
Las expectativas son un arma de doble filo, pues casi nunca se cumplen, y si la realidad se aleja mucho de lo imaginado ya no hay marcha atrás. Todos conocemos a Darude, al menos, los que ya superamos la treintena, y todos nos imaginábamos un revientapistas este 2019 que nos devolviera a nuestras primeras borracheras de efecto 2000. El DJ, lamentablemente, ha tropezado en la misma piedra de tantos y tantos artistas de renombre cuando se atreven a ir a Eurovisión, y es ni más ni menos que presentarse con la versión festivalera de sí mismos. Look away es una canción correcta, bien defendida por el eclipsado Sebastian Rejman, y estupendamente presentada sobre el escenario, pero que no satisface a casi nadie porque sencillamente no es lo que esperábamos de Darude. Finlandia lo tiene muy complicado para superar el nombre de su propio representante. Nota: Bien.
Islandia: Hatari – Hatrid mun sigra.
La nota discordante. No me gusta esta candidatura. Sin paños calientes. No me gusta el grupo, tampoco su sentido del humor, ni comparto un relato que me resulta incoherente desde cualquier punto de vista, pero sí puedo comprender que muchos compren y compartan el producto. Más allá de mi gusto personal, el solista principal me parece brutal, la estética del conjunto sobresaliente, y no tengo ninguna duda de que será uno de los espectáculos más impactantes y llamativos de la edición. Si esto fuera un peaje para que Eurovisión siga llegando a nuevos públicos, especialmente los más jóvenes, y siga provocando debate, lo pago con mucho gusto. A Islandia solo cabe felicitarla porque este año han dado el golpe de timón a todos los niveles que necesitaban para volver a destacar en el festival. Nota: Aprobado.
Moldavia: Anna Odobescu – Stay.
Después de dos ediciones con candidaturas divertidísimas y potentísimas, Moldavia se invisibiliza con una propuesta totalmente intrascendente. Una balada que más que clásica es rancia, interpretada con la misma desgana que parece haber sido compuesta, y repleta de clichés y rimas de inglés de B1. El poco cariño que ha puesto la TRM en el O Melodie Pentru Europa 2019 parece indicar que tampoco guardan ningún as en la manga para Tel Aviv. Eurovisión es impredecible, y cualquier pronóstico puede convertirse en lo contrario después de la postproducción, la promoción o los ensayos, pero los moldavos tienen en este momento muy dificil escapar del 0 al menos en el televoto. Nota: Suspenso.
Noruega: KEiiNO – Spirit in the sky.
Eurovisión de la vieja escuela. KEiiNO no ha inventado absolutamente nada, pero ha cogido algunos de los ingredientes eurovisivos más típicos y tópicos, los ha mezclado y actualizado, y el resultado es muy disfrutable. Tom, Alexandra y Fred tienen mucha química, disfrutan lo que hacen y ese buen rollo traspasa la pantalla. Spirit in the sky es una buena canción, especialmente por su perfecto estribillo, un trallazo que entra y se pega a primera escucha. El interrogante, sin embargo, es trasladar al escenario de Eurovisión, con un máximo de seis personas, toda la parafernalia de bailarines, abanderados y tamborileros que colapsaron el del Melodi Grand Prix. Quizá yo me esté quedando algo anticuado, pero echo de menos más propestas de europop puro y duro, y cuando llegan con calidad, como en este caso, las agradezco y mucho. Nota: Sobresaliente.
Serbia: Nevena Bozovic – Kruna.
Serbia presenta una de sus tradicionales baladas balcánicas, bien cantada y elegantemente interpretada, con un bonito estribillo y una preciosa instrumentación. Sin embargo, al conjunto le falta un puntito de emoción. A pesar de que la guapísima Nevena Bozovic pone toda su voluntad en conseguirlo, la actuación se queda algo fría y carente del necesario sentimiento. La delegación nos muestra una de sus mejores caras pero, para terminar de deslumbrar, necesitará una escenografía que no solo guste sino que enamore. Nota: Bien.
Georgia: Oto Nemsadze – Keep on going.
Oto tiene una de las mejores voces masculinas de Eurovisión 2019, por no decir la mejor, y una gran fuerza escénica. La pena es que también tenga la peor canción de la edición. Un recital de sonidos guturales con una melodía indescifrable que, por si fuera poco, está adornada con ese tufillo patriótico y pseudobelicista. Mis respetos a él como artista, pero todos compartimos el hartazgo de que se utilice el festival con fines propagandísticos o como arma arrojadiza cuando sus valores son todo lo contrario, y esta opinión no la cambiaría ni aunque fuera mi tema favorito del año. Nota: Suspenso.
Chipre: Tamta – Replay.
Se dice que “segundas partes nunca fueron buenas”, pero también se comenta sobre “la excepción que confirma la regla”. Chipre, precisamente, navega entre estas dos aguas. La canción en sí es un temazo que podría reventar las pistas y las radios pero, y ahí viene el gran pero, recuerda tanto y en todo a la anterior candidatura chipriota que “las comparaciones son odiosas”. Tamta es una gran artista pero no tiene, ni de lejos, el carisma, la fuerza y la telegenia de Eleni Foureira. Replay sube el volumen del sonido dance y baja el de los ritmos étnicos, pero su estructura, especialmente los puentes, no dejan de ser un copia y pega de ese Fuego que no ha dejado de arder en todo el año. El peso de todo el conjunto recaerá sobre una puesta en escena que consiga diferenciarse por completo de su antecesora, pero también de la capacidad de los jurados y televidentes de premiar en Tel Aviv lo que no hicieron el año pasado, o castigar lo que ya vieron y escucharon en Lisboa. Probablemente, el “pero” mate todo el conjunto, pero la historia del festival también está llena de “excepciones”. Nota: Notable.
Grecia: Katerine Duska – Better love.
Grecia presenta a Eurovisión 2019 no solo una de las mejores candidaturas de la edición, sino su mejor propuesta de toda la década. La ERT se aleja de clichés y tópicos y se deja de experimentos para ofrecer un producto que roza la perfección. Better love es una preciosa balada contemporánea, aderezada con un toque indie y un puntito electrónico, magistralmente cantada e interpretada por la desconocida Katerine Duska, cuya voz llena de matices y su enigmática expresividad redondean el conjunto. La guinda es un sencillo pero efectista videoclip que bebe de múltiples referencias en su estética que van desde el El gran showman hasta El cuento de la criada. Si el directo y la escenografía consiguen cerrar el círculo mágico estaremos ante uno de los caballos negros de Tel Aviv, todavía parcialmente escondidos, y ante una canción que podría convertirse en un himno para la historia del festival. Nota: Sobresaliente.
San Marino: Serhat – Say na na na.
El guilty pleasure de Eurovisión 2019. Me sobran los argumentos para criticar a la delegación sanmarinense en el festival pero, si nos ceñimos a lo estrictamente musical, la Serenísima República de Turquía tiene ante sí la gran oportunidad de su infame trayectoria eurovisiva. Serhat es un derroche de carisma que a muchos nos conquistó en Estocolmo 2016 y, a los que no lo ha hecho, lo hará camino a Tel Aviv. Su escasísima voz no impide que sobre el escenario actúe como el mejor de los cantantes, lo que viene a ser un artista. Say na na na mezcla a la perfección la música dance de los años 80, con claras reminiscencias de Stock, Aitken & Waterman, y una producción de hoy en día. Con una estrofas llenas de perlitas y un estribillo que se graba a fuego, resulta imposible no bailar, cantar e incluso imitar al dandi turco. San Marino, además, parte con los eurofans y las redes sociales como aliadas para conseguir no solo el pase a la final, sino también el mejor resultado de su historia. Culpable, sí, pero placer al fin y al cabo. Nota: Notable.
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