EDURNE, ¿REPRESENTANTE IDEAL O PRODUCTO PREFABRICADO?

El Festival de Eurovisión es todos los años una cita obligatoria en un gran porcentaje de hogares españoles. El primer recuerdo que creo tener del festival se remonta a 1995, cuando a mi temprana edad, se suceden escenas de la familia pegada al televisor pensando que ese año sí, podía ganar nuestro país. El siguiente recuerdo ya […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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EDURNE, ¿REPRESENTANTE IDEAL O PRODUCTO PREFABRICADO?

El Festival de Eurovisión es todos los años una cita obligatoria en un gran porcentaje de hogares españoles. El primer recuerdo que creo tener del festival se remonta a 1995, cuando a mi temprana edad, se suceden escenas de la familia pegada al televisor pensando que ese año sí, podía ganar nuestro país. El siguiente recuerdo ya forma parte del tan aclamado Tallín 2002, donde “Rosa de España” le devolvió a muchos la ilusión por un festival que empezaba entonces un boom que todavía hoy perdura. Aunque no fue hasta el 2009, tras la actuación de Soraya, cuando yo sufrí esa simbiosis con el festival que me convirtió en eurofan. 

Y por suerte o por desgracia, no formo parte de un grupo de eurofans cualquiera. ¡Formo parte de los eurofans españoles!. Esta especie de seguidores del festival que observamos todo al detalle y criticamos por encima de nuestras posibilidades, antes incluso de tener sobre la mesa proyectos terminados. 

Si por algo me creo caracterizar como eurofan es por la capacidad de análisis, y una de las cosas que más me gusta analizar son las ganas que un representante (o un aspirante), sea del país que sea, le pone a su participación.

Acudir al festival de Eurovisión se puede enfocar de muchas formas. Para muchos es una competición que se resuelve en una gran final, a la cuál le preceden dos semifinales. Para otros, es una carrera de fondo que se construye en el momento que se empieza a crear la canción. Serán muchas las cosas que a los eurofans de a pie se nos escapan con respecto a lo que la televisión de referencia le permite o no hacer al representante. También serán muchas las condiciones y las pautas que desconocemos respecto a lo que la discográfica marca o deja de marcar el camino del representante, pero lo que sí que tenemos todos claro es que el que saldrá cada año a representar a su país es el propio intérprete.

Este año muchos bautizaban a Edurne como “la representante ideal”, ya no por sus indudables capacidades artísticas, sino también por todo el equipo que la rodea. Afirmaciones que en un principio no creía equívocas, pero que con el tiempo se ha dejado ver que no eran del todo ciertas.
Nos quieren vender la imagen de una representante que soñaba con representar a España en el Festival, pero que en cambio basará todo su trabajo en una casi nula promoción por España y lo que haga sobre el escenario de Viena el 23 de mayo.

¿Decepción? Para muchos sí y para mi también. Por que otros muchos representantes en ediciones pasadas se han dejado sangre, sudor y lágrimas viviendo día a día todo lo que el festival les podía ofrecer, y en cambio este año todo se pintó tan grande, que cuando la pintura secó se quedó en nada.

Grabar la canción en otros idiomas para promocionarlacomo Bojana de Serbia; participar en eventos como el EIC al que Suecia no acostumbra a ir y en el cual Mäns este año sí participará, después de intentar ir en varias ediciones al festival. A cosas así me refiero. Muchos son los artistas que están deseando ir al festival y dejarse la piel en ello. En cambio nos encontramos con que quien tiene la posibilidad de ir y exprimirlo al máximo, se reduce a ser un producto de una discográfica que sólo le permite decir que “está muy feliz y muy contenta”.

¡Esa es la esencia de un producto, pero no la de el Festival de Eurovisión!

 

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