BOICOT A BAKÚ

A veinte días del festival, no encontrarán aquí los lectores la columna que quieren. No voy a hablar de las canciones, ya lo haré en otro momento. Voy a hablar de política, que es más importante. En paralelo a las informaciones que desde agosto se han venido sucediendo sobre la apresurada edificación del Baku Crystal […]
Publicado el día 03 de diciembre de 2020
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BOICOT A BAKÚ

A veinte días del festival, no encontrarán aquí los lectores la columna que quieren. No voy a hablar de las canciones, ya lo haré en otro momento. Voy a hablar de política, que es más importante.

En paralelo a las informaciones que desde agosto se han venido sucediendo sobre la apresurada edificación del Baku Crystal Hall a golpe de talón público, una noticia de segunda fila ha sobrevolado el curso habitual de la temporada baja eurovisiva. Una sombra, un rumor solo, pero permanente: la denuncia de que, en el camino de los gobernantes azeríes hacia la conquista de la popularidad internacional -en septiembre, Bakú también anunció su intención de albergar las Olimpiadas de 2020-, se han producido ciertos atropellos de los derechos humanos en los que Eurovisión tiene parte de culpa.

La analítica y elevada oenegé Human Rights Watch hizo saltar las alarmas hace pocos meses: decenas de familias residentes en la plaza de la Bandera Nacional, la que será el epicentro de la cita europea en unas semanas, estaban siendo desalojadas a la fuerza, de forma ilegal y sin ningún tipo de aviso ni, cuanto menos, reparación. Por aquello de embellecer la ciudad, algunos casos hablaban incluso del derribo de hogares habitados.

Ante este asunto, la UER no tardó en lavarse las manos. En un ejercicio de comunicación de crisis -o más bien, de su prevención-, sus portavoces optaron por cortar de raíz cualquier relación entre esos hechos y su festival, manifestando interesadamente el carácter apolítico de la cita en sintonía con lo dicho por el régimen azerí, dando aspecto de veracidad a sus tesis y carta blanca a sus subsiguientes acciones. Poco después, Amnistía Internacional informaba de brutales palizas a periodistas que intentaban cubrir nuevos desalojos a las afueras de la capital.

Aquí llega la pregunta: ¿hasta qué punto es moral que Eurovisión -sus participantes, sus seguidores- se desentienda de la política? Este año trasladaremos nuestros focos hacia Azerbaiyán, un país que, en cuanto a su calidad democrática, ha estado ubicado un puesto por encima de China en 2011 en el afamado ranking Democracy Index. Sin embargo, la posibilidad de que la UER afee públicamente las violaciones de derechos humanos a su circunstancial compañero de cama, a quien brinda una privilegiada exposición mundial, es inexistente. La condena expresa de las televisiones concursantes o de sus respectivas naciones ha sido inaudible y débil la de su sociedad civil, donde se incluye la comunidad eurofan. Pocos han pedido abiertamente alguna reacción oficial, y quienes lo han hecho, han optado principalmente el boicot. Es el caso del Centro de Derechos Humanos de Islandia junto con el cantante Páll Óskar y de otras voces en Francia, Países Bajos o Irlanda -lo de Armenia, sinceramente, no suma nada en esta cuenta-.

Me consta que muchos de vosotros sois alérgicos a cualquier relectura geopolítica del festival. Algunos pensáis que se debe vigilar con firmeza que esto de Eurovisión no trascienda los límites del mero encuentro de canciones, de la cita alegre y despreocupada que llena cada año los salones de Europa de una rivalidad entrañable. Sin embargo, hoy solo puedo ver superficialidad en esa pose. ¿Acaso hemos olvidado ya a los más de ochenta activistas LGTB detenidos en Moscú durante la final de 2009 simplemente por reivindicar sus derechos? Porque, si tristemente es así, convendría recordar que Azerbaiyán despenalizó la homosexualidad hace solo una década, y que en su Derecho no existe amparo legal hacia la discriminación por motivo de orientación afectiva. Por no hablar de la transexualidad (ni de esa amenaza de masacre emitida por un extremista hace unas semanas para recibir a los “pervertidos del mundo”).

No pretendo adoctrinar, dios me libre, pero sí abrir un momento de reflexión compartida: ¿cómo permitimos que, de nuevo, todo esto termine en un irremediable silencio? Ante la inacción de los poderosos, ¿dónde hemos dejado nuestras opciones? Por otra parte, ¿se hablará algún día y sin tabúes sobre el espacio que hay en la intersección entre derechos humanos y Eurovisión? Y, sobre todo, ¿seríamos capaces de sacrificar una edición por esta causa? 


Más información:

http://grapevine.is/News/ReadArticle/Pall-Oskar-Believes-Eurovision-Should-Be-Boycotted
http://www.grapevine.is/Home/ReadArticle/Believes-Iceland-Should-Consider-Boycotting-Eurovision
http://www.es.amnesty.org/noticias/noticias/articulo/brutal-agresion-contra-periodistas-en-la-campana-de-represion-previa-a-eurovision/
http://www.hrw.org/es/news/2012/02/29/azerbaiy-n-desalojan-propietarios-de-viviendas-para-mejorar-la-imagen-de-la-ciudad
http://www.guardian.co.uk/world/2012/mar/11/azerbaijan-eurovision-song-contest-boycott 
http://www.bbc.co.uk/news/world-europe-14913247 

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