Euroflashback 2011: Cuando la campanada azerí quedó bajó sospecha

Como reza el título de la canción vencedora, Running Scared, dieron ganas de salir corriendo atemorizados por lo que se intuía: que Azerbaiyán había maniobrado para llevarse el gato al agua en Düsseldorf con el dúo formado por Eldar Qasımov y Nigar Jamal, o lo que es igual, Ell & Nikki. Su almibaraba propuesta baladística rompió todas las quinielas en el festival de 2011 hasta el punto de que la sospecha se agigantó cuando la UER sí llegó a reconocer que hubo manipulación en el televoto azerí de 2013. Una estrategia que el pasado mayo estuvo de nuevo sobre la mesa pero esta vez con Israel, y ante la que esta vez el organismo europeo ha hecho, de momento, caso omiso.
Lo que aconteció en aquel certamen que aterrizó en Alemania gracias a la victoria previa Lena Meyer-Landrut, que ejerció además de anfitriona, fue el precedente de lo que se supo dos años después: la prensa lituana, en concreto, el periódico 15min.lt, aseguraba que dos personas de habla rusa ofrecieron tarjetas SIM cargadas con saldo para que se votara por los azeríes a cambio de una recompensa de 20 euros en aquellos países como Malta, Chipre, Georgia, Lituana, Letonia o San Marino donde el voto por mensaje o llamadas era menor. No es de extrañar que los eurofans, a día de hoy, elijan la de 2011 como una de las peores ganadoras sin entrar en el fondo de la calidad artística.
Un año después, Azerbaiyán organizaba orgullosamente Eurovisión en su capital Bakú, gastando hasta 100 millones de euros, un presupuesto hasta entonces nunca visto. Todo, con tal de blanquear ante Europa la imagen de que allí se violaban los derechos humanos. Fue el precedente de que la UER decidiera que en adelante se sustituirían los resultados irregulares por un cálculo en los guarismos de otros países que tuvieran patrones de votación similar o identidad sociocultural. Con todo, la historia reciente demuestra que no a todos los países se les mide por el mismo rasero.
Pronósticos errados
El Merkur Spiel-Arena de Düsseldorf (tras superar a Berlín, Hannover y Hamburgo como candidatas), entonces llamado ESPRIT Arena (hasta agosto de 2018) y LTU Arena (hasta junio de 2009), con un aforo para la ocasión de 35.000 espectadores, acogió el certamen donde, por encima de todo, resaltaba el retorno de Italia al festival 14 años después, el hecho de igualar el récord de participantes (43) y la llegada al frente de la supervisión ejecutiva del mítico Jon Ola Sand, que recogía el testigo a Svante Stockselius.
El gesto que Lena hizo con sus dedos formando un corazón inspiró el eslogan Feel Your Heartbeat (Siente el latido de tu corazón) refiriéndose a las emociones que suscita la música, con melodías y corazones latiendo a su propio ritmo sin importar barreras culturales o lingüísticas. El logo también formaba un corazón con rayos luminosos y animaciones. Anke Engelke, Judith Rakers y el eurovisivo Stefan Raab llevaron la batuta de las tres galas, donde por primera vez una cadena privada no perteneciente a la UER participó como organizador ya que ProSieben colaboró en la realización del evento y en la emisión de la primera semifinal. También regresaban Austria, San Marino y Hungría sin que nadie causara baja respecto al curso anterior.
Todos los pronósticos fallaron en tanto que partían como favoritos los británicos Blue, la estonia Getter Jaani, el ruso Alexey Vorobyov o el francés Amaury Vassili. Los cuatro acabaron fuera del Top 10, y tres de ellos abajo de la mitad de la tabla. También sorprendieron las caídas en semifinales de habituales finalistas como Armenia y Turquía, y de favoritos para lograr el billete a la final: caso de la triunfadora en 1998, la israelí Dana International, cuyo Ding Dong ni rozó la puerta del pase; la noruega Stella Mwangi y su Haba Haba; la polaca Magdalena Tul con su mísero punto o la búlgara Poli Genova; mientras que se clasificaron temas que no figuraban en apuestas como Lituania y Eslovenia.
Los diez primeros doces fueron para diez países distintos. Ni se preveía el arrase del jazz transalpino entre los jurados, ni que a las pobres voces de los azeríes las supliera una escenografía muy de nicho local. En cuanto a España hay que hablar de una preselección no exenta de polémica, una candidatura que solo salvaba su protagonista, Lucía Pérez, condenada a acudir a tierras alemanas con Que nos quiten lo bailao, canción disfrutona que permanece en la memoria colectiva.
Festival de contrastes
Abrió la gala Paradise Oskar, es decir, Axel Ehnström, con su Da Da Dam que, tras alcanzar la tercera posición de su semifinal, cayó a un discreto puesto 21 con 57 puntos y la consolación del premio Marcel Bezençon concedido por la prensa a la mejor canción de la edición, lo que contribuyó a que luego fichara por la discográfica Warner. Le siguió el repetidor bosnio Dino Merlin con Love in Rewind para atrapar una notable sexta plaza (125 puntos) tras la séptima posición de 1999 interpretando Putnici a dúo con Beatrice Poulot. Meses después, en octubre, actuó por primera vez en Belgrado, cosa que, al acabar la guerra, dijo que nunca haría al temer problemas por las declaraciones hechas en el pasado contra los serbios, pero el concierto fue un total éxito.
Por su parte, el grupo danés A friend in London, segundo en su semifinal, animó el cotarro con su New Tomorrow, que le valió la quinta plaza. No estuvo exento de discusión debido a que su coro fue acusado de plagiar a una canción de folk chino llamada Silk Road, de Kitaro, y de tener grandes similitudes con otras tres: Sing for Me, de Andreas Johnson (tema del Melodifestivalen 2006); Face 2 Face, del grupo alemán Futur Trance; y Shine, de Take That. Menos gracioso fue cuando en las votaciones la portavoz de Países Bajos le dio sus 12 puntos y el vocalista le respondió claramente you know baby, I want to… I want to fuck you! al acercarse la cámara.
De representantes muy ‘populares’…
Se conformó con el escalón 19 la lituana Evelina Sašenko que durante una parte de su actuación utilizó la lengua de signos, mientras que peor le fue a la húngara Kati Wolf con su movida What About My Dreams?, muy de nicho eurofan, ubicándose en el puesto 22, solo uno por encima de la apuesta española, pero ella iba a por el podio y apenas rascó 53 puntos. Era la versión inglesa de Szerelem, miért múlsz?, tema de Péter Geszti, Viktor Rakonczai y Gergő Rácz, componentes del grupo V.I.P. que había representado al país en 1997. Su conexión eurovisiva es total, y por ello acudió a la PrePartyES de 2024 en Madrid.
A ella le siguieron los gemelos Jedward cuyo Lipstick devolvió a Irlanda al top 10, octavos con 119 puntos. Llegaban con su curioso look de pelo engominado en punta de vencer la preselección por un estrecho margen sobre la favorita, Nikki Kavanagh. En febrero de 2012 se coronaron por segunda vez consecutiva en la final de la RTE y en la semifinal mejoraron su marca anterior con un sexto puesto, pero en la final bajaron hasta el 19. Al menos su doble concurso permitió reverdecer viejos laureles al hasta entonces gran dominador del festival y que desde 2000 no se veía en otra.
Si ellos se hicieron famosos, no menos popular (como su canción) era el sueco Eric Saade, que se llevó el honorífico bronce con 185 puntos merced a su carisma a raudales, una escenografía impactante y una propuesta muy Melodifestivalen. El llamado chico Disney ya había sido tercero en la preselección de preselecciones en 2010 con Manboy, el trampolín que le propulsó a innumerables éxitos. En 2015 y, principalmente, en 2021, con Every minute, rozó el regreso. Y, tras él, se vino la gran hecatombe.
…a la hecatombe de la gran favorita
La estonia Getter Jaani, que había pasado por el formato OT y el High School Musical de su país, irrumpía en las apuestas como caballo ganador y el pinchazo de su Rockefeller Street no pudo ser más estrepitoso, hasta caer a la penúltima plaza con 54 puntos. Con la composición de Sven Lõhmus, que ya había conseguido un sexto puesto para el país en 2009 con Urban Simphony, era un tema divertido y banal que seguía las coordenadas de la primera Katy Perry tratando de vender una fiesta adulta con ritmo prácticamente infantil y una puesta en escena salpicada de literales tropiezos, entre ellos su vestido rosa y un truco de magia.
Todo lo contrario ocurrió con quien le siguió en escena: el griego Loucas Yiorkas con Stereo Mike, que atrapó un notable séptimo lugar con Watch My Dance y que incluso ganó su semifinal, que además cerró, siendo todo un número uno en las listas helenas. Quien no cumplió las expectativas (17º) fue el ruso Alexey Vorobyov, que para el festival decidió llamarse Alex Sparrow y que ha tenido más carrera en el cine. También flopeó el intérprete de ópera francés Amaury Vassili (15º), con su Sognu, interpretado íntegramente en corso. Fue la segunda vez que este idioma aparecía en el certamen tras Mama Corsica, de Patrick Fiori en 1993. No obstante, recibió el premio Marcel Bezençon al mejor compositor y al año siguiente fue el portavoz de los votos galos.
Italia protagonizó el regreso más esperado
El Madness of love de Raphael Gualazzi se consagró como el vencedor moral, segundo clasificado con 189 puntos (a 32 de los azeríes). Llegaba de vencer en la sección de Nuevos Talentos del Festival de San Remo y de recibir el premio de la crítica, lo que le valió la oportunidad a este pianista y cantante de jazz de ser el primer representante italiano en Eurovisión desde 1997. Follia d’amore se presentó en versión bilingüe y firmó la máxima puntuación por parte del jurado. La otra cara la puso la suiza Anna Rossinelli con su In Love for a While, que se hundió en el farolillo rojo (19 puntos), aunque los helvéticos superaron la semifinal que se les atragantaba desde 2006. Y es que la suiza no es solamente una cantante y compositora, sino también el nombre del trío que lidera, compuesto además por el guitarrista Manuel Meisel y el contrabajista Georg Dillier.
Un papel discreto tuvo el afamado grupo británico Blue que, al contrario que el título de su canción (I Can), no pudo más que ser undécimo con 100 puntos, que no sería desdeñable si nos atenemos a la travesía de Reino Unido en esos años. La banda se formó en 2000 por una idea del productor Simon Cowell, que convocó una audición para formar una boyband en el programa de televisión This Morning. Aunque cada miembro tomó caminos opuestos con los años, ellos manifestaron que el proyecto seguía vivo aunque las discográficas les dieron la espalda a la hora de publicar nuevo material.
Un puesto por detrás quedaron los moldavos Zdob şi Zdub con So Lucky (97) y, desde luego, mayor trascendencia en el imaginario eurovisivo, sobre todo por su Bunica bate doba de 2005, que se saldó con la quinta plaza. En 2022 la banda, condecorada por su gobierno, repitió por tercera vez con Trenulețul junto a Frații Advahov y logrando la séptima posición, accediendo a las listas de ventas en varios países, entre ellos Reino Unido.
Lena volvió a brillar
El top 10 lo cerró la anfitriona Lena, con un Taken by a Stranger de mayor calidad musical y escenografía que el Satellite que la coronó la edición anterior, pero con el mismo carisma y toques de madurez que la elevaron ya a una de las artistas más reconocidas en la historia del festival. Saltó a la fama al participar en Unser Star für Oslo, programa creado por el eurovisivo Stefan Raab en el que se escogía la representación alemana para 2010, y desde que versionó a Adele se convirtió en la favorita de los jueces y el público. Durante 2010 no paró de recibir premios y reconocimientos como los Premios Echo, los Comet, los 1LIVE Krone, los Bravo Otto… No es de extrañar que la cantante fuese seleccionada internamente para volver a poner cara a su país, donde ha sido jueza de talents al tiempo que expandía su carrera musical. Era la tercera vez que la vencedora del año anterior defendía título, como Corry Brokken en 1958 o Lys Assia en 1957.
Tras la descafeinada Change de la banda rumana Hotel FM y la austriaca Nadine Beiler, que acabaron en el mismo puesto que su orden de actuación, 17ª y 18ª, respectivamente, llegaron ellos, Ell & Nikki con su Running Scared (221 puntos). La historia de cuento se cuenta así: Eldar Pərviz saltó a la fama ese año al participar en el Milli Seçim Turu, la selección nacional de Azerbaiyán, alcanzando la final, donde firmó en un empate con Nigar Jamal y se decidió enviar al pack al completo. Recibieron la máxima puntuación de Malta, Rusia y Turquía, seducidos por ese balada romántica de soul pop contagioso y fuegos artificiales. Tan artificial como su victoria lo fue para muchos. También in situ. Destacaron las pitadas que el patio de butacas dedicó a los portavoces de los países que formaban parte del jurado cuando leían sus veredictos. Twitter, que ya existía, ardía.
Bastante hizo después la eslovena Maja Keuc para que se recordara su No One. Por su parte, los islandeses Sjonni’s Friends con Coming Home pasaron de la cuarta plaza de la semifinal al escalón 20 de la final, cumpliendo un papel muy difícil y emotivo. Sigurjón Brink, casado y padre de cuatro hijos, iba a concursar en la preselección islandesa de 2011 con la canción Aftur heim, compuesta por él mismo y su esposa. Tenía que haber participado en la tercera gala de la preselección, pero murió unos días antes por causas naturales. Su familia decidió que la canción siguiera compitiendo y que la interpretaran amigos de Sjonni, por lo que fue creada la banda. Sjonni’s Friends se separó después de su actuación en Eurovisión, aunque algunos de sus miembros continuaron manteniendo las colaboraciones musicales.
Y en estas que apareció la gallega Lucía Pérez en el escenario para que nadie le quitara lo bailao (propuesta que merece renglón aparte unas líneas más adelante). Desde luego, mucho mejor resultado obtuvo la ucraniana Mika Newton, como su canción, un Angel, que le valió la cuarta posición con 159 puntos. Su puesta en escena fue de lo más comentado de la edición gracias a la colaboración de la artista de animación de arena Kseniya Symonova. Con una mitad de tabla se tuvo que conformar el carisma de otra Nina, la serbia y su Čaroban, mientras que la banda georgiana Eldrine accedió al top 9 con One More Day. Unos días después de haber ganado la preselección, cundió la preocupación debido a que la vocalista principal, Tamar Vadachkoria, no daba la talla y para más inri, se casó y decidió dejar el grupo, con lo que tuvieron que buscar deprisa y corriendo a una nueva vocalista, Sopho Toroshelidze. Se llevaron el galardón Barbara Dex al peor vestuario del año.
Destino… al bottom, pese a Lucía Pérez
En una final cuyo orden de votación lo determinó un algoritmo, lo que no falló fue el presagio sobre el resultado español: puesto 23 con 50 puntos entre palmeras de fondo y fuegos chispeantes. Desde luego, mucho menos de lo que la calidad musical y profesional de Lucía Pérez merecía. Solo que le tocó defender la canción que no quería porque en Destino Eurovisión 2011 hubo quien prefirió descartar la propuesta con la que se sentía más cómoda y mejor defendía, la balada Abrázame (Tony Sánchez-Ohlsson y Thomas G:son) en lugar de Que me quiten lo bailao (Rafael Artesero). La Lupe se había impuesto a Melissa y a la boyband Auryn, que tanto éxito cosechó después con el eurovisivo Blas Cantó y Dani Fernández, entre otros de sus integrantes, y grandes favoritos. Los tres candidatos interpretaron tres temas cada uno, de los cuales, el jurado eliminó dos.
La polémica de la noche surgió cuando los jueces de la gala (Albert Hammond, Sole Giménez –que suplía a Merche–, Reyes del Amor, David Ascanio y Boris Izaguirre) votaron para decidir la canción con la que competirían finalmente cada uno de ellos. En el caso de Lucía Pérez, y después de que el jurado emitiera sus votos de forma individual, se produjo el citado empate y de nada sirvió que ella rogara en directo que le permitieran competir con Abrázame. Las normas decían que en ese supuesto, la canción que más “treses” hubiera recibido sería la seleccionada. Tanto la presentadora Anne Igartiburu como algunos miembros del jurado pidieron a Boris Izaguirre, el último en votar, que reflexionara y cambiara su voto pero el showman se negó. “Aunque acepto la decisión del jurado, me hubiera gustado que pensaran en que vamos a ser nosotros quienes vamos a defender la canción en el escenario”, dijo la, a la postre, representante, ya que finalmente se impuso en la final con un 68% de los votos.
De Sonia y Selena a… sí, Carlos Mazón
No fue lo único reseñable de esta nueva reformulación en la elección del candidato por parte de RTVE. De entrada, el ente público abrió una convocatoria en la que se invitaba a participar en el proceso de selección a cualquier artista ya consagrado pasando directamente a la gran final. El llamamiento cayó en saco roto. De las 600 propuestas recibidas para participar, los dirigentes de Gestmusic dieron a conocer a los 30 finalistas para participar en las galas que después TVE redujo a 24 eliminando, entre otras, a Sonia y Selena o Alba Lucía.
Pudo ser peor. Porque en esa primera criba no estaba un grupo que trató de concursar y que respondía al nombre de Marengo. Nada del otro mundo si no fuera porque uno de sus componentes era Carlos Mazón, que alardeaba de haber estudiado solfeo y piano y tocar la guitarra. Una anécdota en el historial del president de la tragedia de la dana. La primera fase se dividió en dos galas de 12 candidaturas cada una de ellas, donde se interpretaban versiones de clásicos del festival, destacando Gio y Mónica Guech (según gustos) y la eliminación de Alazán. De los diez participantes que llegaron a la semifinal solo tres candidatos, dos elegidos por el jurado y uno por el público, pasaron a la final, y curiosamente esta última fue Lucía Pérez.
Previamente, TVE había desarrollado una selección de 20 canciones entre un millar de las que tenía encima de la mesa, escogiendo nueve para esa finalísima, que se repartieron así: la favorita de un sector del eurofandom, Melissa (Eos, Sueños rotos y Diamonds); Auryn (Evangeline, Volver y El sol brillará); y Lucía Pérez (Que me quiten lo bailao, Abrázame y C’est la vie, It’s Alright). Recuperar el vídeo del desenlace supone uno de esos momentos amargos aunque Lucía supo darle la vuelta, como pudo, y hacer de la canción uno de esos temas míticos que se le demandan y con los que ha brillado, por ejemplo, en las tradicionales fiestas eurovisivas.
La gallega, que en 2006 representó a España en el Festival Viña del Mar con la canción Qué haría contigo, con la que alcanzó la segunda posición (en 2009 participó por segunda vez en el festival chileno con la canción Este amor es tuyo) salió al escenario de Düsseldorf con el aura y la sonrisa que le caracterizan. De haberse contabilizado solo el televoto -al estilo de hoy en día- habría logrado 73 puntos de público, solo por detrás de SloMo (228) y Algo pequeñito (106), según las proyecciones de la cuenta de X de Eurovisionario. Diez países votaron a España. Dos de ellos, los vecinos Francia y Portugal, le dieron la máxima puntuación que le rescató del último puesto. El resto fueron Albania (5), Estonia (5), Rumanía (5), ARY Macedonia (4 puntos), Suiza (3), Eslovaquia (2) Eslovenia (2) y Reino Unido (1). RTVE optó por hacer un parón de dos años en su formato de preselección con varios artistas y al año siguiente escogió directamente a Pastora Soler.
Entre la muerte de Bin Laden y el 15-M
En un contexto mundial de crisis económica se sucedían paralelamente eventos significativos como la Primavera Árabe (revueltas en varios países del Medio Oriente y África del Norte, que llevaron a cambios políticos significativos, como la renuncia de Hosni Mubarak en Egipto); el terremoto y tsunami en Japón que causaron graves daños y un accidente nuclear en la planta de Fukushima; la muerte del líder de Al-Qaeda, Osama bin Laden, abatido por fuerzas estadounidenses en Pakistán; y el movimiento de los indignados en España del 15-M, que denunciaba la desigualdad social, germen de nuevas fuerzas políticas como Podemos.
Fue un año de avances tecnológicos, incluyendo el desarrollo del grafeno, la llegada de los móviles 3D y la popularización de la tecnología LED, al tiempo que en el Reino Unido la boda del príncipe William y Kate Middleton acaparó la repercusión mediática. La muerte del líder de Corea del Norte, Kim Jong-il, y el brote de E. coli en Alemania que originó una crisis alimentaria y monetaria, sacudían los cimientos de un mundo donde hubo cambio de gobierno en el Estado español con la llegada del PP de Mariano Rajoy a La Moncloa. Para sacudida, la tragedia del terremoto de Lorca, con nueve fallecidos, más de 300 heridos y millonarios daños. En este ambiente, la policía realizó la Operación Saga contra la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), con la detención de varios directivos, y asomaba el caso Gürtel con la dimisión del president valenciano Francisco Camps.
Se nos fue Amy Winehouse e irrumpió Adele
Este 2011 pasará a la historia por ser el año en el que perdieron la vida la voz del soul Amy Winehouse (que se unió al Club de los 27), el piloto Simoncelli o el creador de Apple, Steve Jobs, así como de la actriz Elisabeth Taylor y el actor principal de Spartacus Andy Whitfield, o el militar libio Muamar El Gadafi. Más cerca se nos fueron la divertida Florinda Chico, el actor Paco Maestre, que sufrió un paro cardíaco en pleno rodaje de Amar en tiempos revueltos, y Carlos Ballestero, quien fuera el abuelo de Médico de familia. Junto a ellos la actriz María Isbert y Juanito Navarro. La única Miss Universo que ha dado España, Amparo Muñoz también se nos iba a los 56 años, tan solo unos meses antes de que lo hiciese el compositor y ex-marido de Carmen Sevilla, Augusto Algueró. El mundo de la moda lloró al diseñador Jesús del Pozo, y el del deporte a un mito, el golfista Severiano Ballesteros. Por contra, nacieron el actor estadounidense Jeremy Maguire o la representante de España en Eurovisión Junior 2023, Sandra Valero.
Deportivamente, la España de la era Gasol conquistaba el Eurobasket derrotando a Francia en la final, Alberto Contador hacía lo propio en el Giro de Italia sobre su bicicleta, y en fútbol la era Guardiola llevaba al Barcelona a coronarse en la Liga de Campeones derrotando de nuevo, como en 2009, al Manchester United. Rafa Nadal ya reinaba en Roland Garros mientras que Novak Djokovic alzaba los otros tres Grand Slams, y España triunfaba en la Copa Davis. En el mundo del cine, El discurso del rey y su director y protagonista, Tom Hooper y Colin Firth, vencían en los Oscars, como Natalie Portman por Cisne negro. Televisivamente, Gloria Serra estrenaba su Equipo de Investigación y Antonio García Ferreras ponía en marcha Al rojo vivo, al igual que en la otra cadena de Atresmedia Manel Fuentes empezaba a conducir Tu cara me suena, donde Eurovisión ha sido un filón.
En el terreno musical, además de Amy, nos dejaba Gary Moore, guitarrista de la banda irlandesa Skid Row, Adele publicaba 21 y Beyoncé lanzaba su disco por título 4. De hecho, las canciones más sonadas ese año fueron Rolling in the Deep y Someone Like You, de Adele; On the Floor, de Jennifer López con Pitbull; Give Me Everything, también de Pitbull con Ne-Yo, Afrojack y Nayer; y Loca de Shakira con El Cata. Otros éxitos notables incluyen Firework, de Katy Perry; Judas, de Lady Gaga; S&M, de Rihanna; Till The World Ends, de Britney Spears; o The Time (Dirty Bit), de The Black Eyed Peas.
En nuestro país todo era Blanco y Negro, de Malú; aparecía La niña que llora en tus fiestas, de La Oreja De Van Gogh, quién sabe si a ritmo de Danza Kuduro, de Don Omar y Lucenzo. De fondo, Titanium, de David Guetta con Sia, cuya melodía inicial se dejó entrever en 2017 en el Perfect Life de la alemana Levina en Eurovisión. Le fue parecido que a Lucía Pérez. Pero que les quiten lo bailao, que la confianza ya nos la arrebató Azerbaiyán con sus presuntos apaños.
Conversación
En los años 10' se llevaban las canciones como la de Estonia, que ahora suenan a antiguas, no, lo siguiente, no es extraño que fuese la gran favorita del público, del jurado y de las apuestas. Lo que sucedió luego, inexplicable. Lo del tostón de balada ganadora, ya está todo dicho, aburrieron a más no poder pero ganaron fuese de la manera que fuese... Y nuestra Lucía... La chica mereció mejor suerte, pero visto ahora después de tantos años... Buff...